Andrés Colmán Gutiérrez / Textos literarios, de periodismo narrativo, de investigación y de opinión en Paraguay
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domingo, 29 de agosto de 2010
Sinfonía en verde y oro
Tarde de sábado. El vértigo del micro centro comercial de Ciudad del Este se apaga en un eco sordo contra el rumor del río. Los últimos sacoleiros apuran el paso con sus enormes bolsos, como si llevaran el peso de la vida a sus espaldas. En el paseo central de la avenida Nanawa casi Adrián Jara..., una suave lluvia de pétalos dorados cubre el negro asfalto, mientras la copa del Tajy sacude sus penachos al viento, en una explosión dorada que hiere la vista. Celebración anticipada de primavera. Madre Natura recordándonos que aún en medio de la más dura realidad, ella está allí para regalarnos su belleza, quizás sin pedir a cambio nada más que admirarla, valorarla… y protegerla.
viernes, 27 de agosto de 2010
Pesadilla en Paraguay Street
Ya te
parece insoportable la sala llena y adentro la gente fumando. Así que levantás
la mano y les pedís, por favor, si pueden apagar sus cigarrillos. ¡Existe una Ley
que prohíbe fumar en lugares cerrados..!
Un coro
de burlas y abucheos te responde. Alguien comenta que por suerte ya hay un
proyecto legislativo para modificar esa norma discriminatoria contra los
fumadores. Si los propios parlamentarios que hicieron esa misma Ley son fotografiados
fumando en la sala del Congreso, ¿por qué otros tendrían que respetarla...?
Sofocado
y vencido, salís a la calle en busca de aire puro. Te parás en una céntrica
esquina de la ciudad y aspirás profundamente, con tus fosas nasales, ansiando inundar tus pulmones
con la brisa mañanera… cuando justo pasa a tu lado un viejo y destartalado
ómnibus del transporte público, que te arroja a la cara su tóxico humo negro de
monóxido de carbono. ¡Cof… cof… cof…!
Desesperado,
retirás el auto del estacionamiento y ponés proa rumbo al Sur, iniciando una
alucinada fuga hacia el campo, en busca de la tierra roja, del paisaje verde,
del cielo azul. Pero a medida en que dejás atrás la jungla de cemento, sentís
que te vas internando en escenas de la película Apocalipse Now.
Campos y bosques en llamas. Desiertos de carbón detrás del humo y la bruma. Restos de árboles agonizantes que extienden sus muñones hacia el cielo. Altas murallas de fuego a los costados de las rutas, devorando pastizales, acorralando a rebaños de animales y asentamientos humanos.
El Sol es apenas un tímido disco rojo detrás de la cortina negra.
Campos y bosques en llamas. Desiertos de carbón detrás del humo y la bruma. Restos de árboles agonizantes que extienden sus muñones hacia el cielo. Altas murallas de fuego a los costados de las rutas, devorando pastizales, acorralando a rebaños de animales y asentamientos humanos.
El Sol es apenas un tímido disco rojo detrás de la cortina negra.
Mientras
atravesás ese territorio de pesadilla, una voz informa en la radio que se
registraron más de 1.700 focos de incendios en todo el territorio nacional.¿Será que en cada paraguayo o paraguaya hay un pirómano latente?
¿Acaso odiamos tanto a este país, que tenemos que quemarlo en la hoguera, como a la princesa india Anahí, como a Juana de Arco, como a las brujas medievales...?
-¡Arde, Paraguay, arde...!
¿Acaso odiamos tanto a este país, que tenemos que quemarlo en la hoguera, como a la princesa india Anahí, como a Juana de Arco, como a las brujas medievales...?
-¡Arde, Paraguay, arde...!
Hasta
que, al cabo de interminable kilómetros y soledades, aparece detrás del
parabrisas un horizonte brillante y verde como la esperanza.
¡Al fin…!
¡Al fin…!
Frenético,
parás el vehículo al costado del camino y te bajás presuroso, dispuesto a
disfrutar de ese regalo de la naturaleza.
Pero…
¿qué te sucede?
¿Qué es esa sensación picante que te golpea la nariz y te quema la garganta?
¡Claro…!
¿Cómo ibas a darte cuenta, justamente vos, nerd bicho de ciudad... que toda esa
interminable llanura verde no es otra cosa que un mecanizado campo de soja
transgénica... al que acaban de darle varias pasadas de herbicida con glifosato…?¿Qué es esa sensación picante que te golpea la nariz y te quema la garganta?
martes, 10 de agosto de 2010
Memo
A: Todos los niños (incluso a los que simulan ser adultos).
DE: Un niño que se niega a crecer
ASUNTO: Invitación a jugar
FECHA: 16 de agosto
¡Dale compi…! ¡Vengan si que todos…! Vamos a arremangarnos la ropa y a hincarnos en la arena, a ver quién tiene más pulso con la balita joyo, o quien hace más tantos con la tikichuela.
¡Vengan…! Vamos a dibujar con un palito el mapa del paraíso y del infierno sobre la tierra dura, a ver quien llega primero… pise pisado con un solo pie. ¡No chamigo, eso es demasiado kaigue, mejor jugamos a la pelota muerta! Naombré, vos sos demadiado kuña’i, te pichás y llevás tu pelota. ¡Así no da gusto!
¡Vengan si que…! Vamos a jugar al tuka’e. Los nenes con las nenas. Mimicha se queda en el tambo, pero no vale esconderse de a dos y aprovechar para otra cosa, porque si no el juego no se termina nunca, y la tía Roberta ya nos está esperando para ir a merendar.
Vengan… No se hagan los kulí, no sean je japó. Sáquense por un rato la corbata y el traje gris, arremánguense bien esa blusa fashion, apaguen su celular y su notebook. Dejen que el aire se inunde de risas infantiles, que suban y vuelen alto como las pandorgas hecha de papel de seda y kapi’i pororó, bailando libres bajo el Sol.
Dejen que el mundo y la vida vuelvan a ser otra vez niños o niñas, aunque sea por un fugaz instante. Quizás redescubramos entonces que la alegría sabe a helado de chocolate, a correr descalzos por el barro, a robarle un beso a la vecinita de trenzas, a invertir el vuelto del almacén en tráfico de caramelos, a saber que éramos tan felices al punto de entonces ignorarlo.
DE: Un niño que se niega a crecer
ASUNTO: Invitación a jugar
FECHA: 16 de agosto
¡Dale compi…! ¡Vengan si que todos…! Vamos a arremangarnos la ropa y a hincarnos en la arena, a ver quién tiene más pulso con la balita joyo, o quien hace más tantos con la tikichuela.
¡Vengan…! Vamos a dibujar con un palito el mapa del paraíso y del infierno sobre la tierra dura, a ver quien llega primero… pise pisado con un solo pie. ¡No chamigo, eso es demasiado kaigue, mejor jugamos a la pelota muerta! Naombré, vos sos demadiado kuña’i, te pichás y llevás tu pelota. ¡Así no da gusto!
¡Vengan si que…! Vamos a jugar al tuka’e. Los nenes con las nenas. Mimicha se queda en el tambo, pero no vale esconderse de a dos y aprovechar para otra cosa, porque si no el juego no se termina nunca, y la tía Roberta ya nos está esperando para ir a merendar.
Vengan… No se hagan los kulí, no sean je japó. Sáquense por un rato la corbata y el traje gris, arremánguense bien esa blusa fashion, apaguen su celular y su notebook. Dejen que el aire se inunde de risas infantiles, que suban y vuelen alto como las pandorgas hecha de papel de seda y kapi’i pororó, bailando libres bajo el Sol.
Dejen que el mundo y la vida vuelvan a ser otra vez niños o niñas, aunque sea por un fugaz instante. Quizás redescubramos entonces que la alegría sabe a helado de chocolate, a correr descalzos por el barro, a robarle un beso a la vecinita de trenzas, a invertir el vuelto del almacén en tráfico de caramelos, a saber que éramos tan felices al punto de entonces ignorarlo.