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lunes, 16 de mayo de 2011

Días y noches en que el amor a la Patria se hace multitud

El Bicentenario despierta un sentimiento de paraguayidad que no se ha visto fuera de contiendas bélicas o conflictos. "Es un Marzo paraguayo con alegría y sin violencia", define Milda Rivarola.


Por Andrés Colmán Gutiérrez
andres@uhora.com.py

Faltan menos de dos minutos para la medianoche que marca la histórica frontera entre el 14 y el 15 de mayo de 2011, y Karen trata de que el viento no le apague el candil encendido entre las manos. Su novio Robert alza una leve muralla protectora con la bandera tricolor que lleva atada como una capa de superhéroe sobre la espalda, y entonces ambos sonríen al ver que el fueguito se aviva, como si fuera la misma inexplicable llama que sienten en el alma.
La calle Palma está atestada de personas con los ojos brillantes de emoción, mirando hacia el viejo edificio del Panteón de los Héroes, resplandeciente de luces rojas, blancas y azules. La multitud corea las estrofas finales de Patria Querida, mientras la voz quebrada del animador Rubén Rodríguez marca el conteo regresivo hacia la hora cero.
-¡Tres... dos... uno...!
Es el momento en que la alegría estalla, incontenible. La gente salta y se abraza, mientras en el cielo nocturno de Asunción comienzan a florecer los fuegos artificiales. Hay sones del Himno Nacional entremezclados con roncos gritos de júbilo, mientras un grupo de chicos vestidos con remeras albirrojas empiezan a entonar a grito pelado la canción cumpleaños feliz... y todos saben que esta vez la homenajeada es una mujer llamada Patria, celebrando sus 200 años de vida independiente.

TÚNEL DEL TIEMPO. Un chico con uniforme de prócer de 1811 se cruza con un melenudo roquero heavy metal y ambos se saludan chocándose las palmas de las manos. Una matrona con kygua vera y vestido de salón del Siglo XVIII posa frente a la casona de los Martínez Sáenz... y en seguida alza la foto desde su teléfono celular para que sus amigos la puedan ver en las redes sociales Facebook y Twitter, en internet.
Las calles de Asunción, en estos días y noches de celebración bicentenaria, parecen escenarios de una película de ciencia ficción, en donde alguien dejó abierto el portal ultradimensional del túnel del tiempo. Un pregonero del gobernador español Velasco lee un bando real sobre el pago de impuestos a la Corona, mientras una adolescente posmoderna escribe frente a él en su laptop conectada a un modem.
La escenificación del antiguo y legendario Mercado Guasu, en las plazas del centro, a cargo de un grupo de actores de teatro, permite conectar el pasado con el presente y hacer que la historia vuelva a vivir de manera didáctica y vivencial ante los ojos de niños y jóvenes del Siglo Veintiuno.
"¿Era así, mamá? ¿Por qué cargaban así a su pobre burrito? ¿No había colectivos para viajar?", pregunta una curiosa y admirada niña a su madre, ante el cuadro de las burreritas cargadas de productos del agro, trotando cansinamente rumbo al mercado.

LA INVASIÓN CÍVICA. "¿De dónde ha salido tanta gente...?", se pegunta una colega periodista, asombrada por el hormigueo humano que desborda las plazas y las calles, en un inusitado clima de fiesta y de emoción a flor de piel.
"Esto es como un Marzo Paraguayo al revés, una manifestación popular colectiva pero sin violencia, algo que no se ha visto antes en circunstancias que no fueran de contiendas bélicas o de conflicto social", exterioriza la historiadora Milda Rivarola, tras asistir al multitudinario festival en la fachada litoral del Palacio de López, comparando con la gesta ciudadana de marzo de 1999, en que la población salió masivamente a sitiar los espacios públicos para defender la institucionalidad democrática, pero al precio de ocho muertos y centenares de heridos.
Esta vez la masiva ocupación cívica del centro de la ciudad ocurre con sonrisas en los labios y con lágrimas de emoción en los ojos, con una motivación que a los propios protagonistas les cuesta definir en palabras.
"No sé muy bien qué es lo que siento. Es una gran emoción en el corazón por el hecho simple de ser paraguayo y haber nacido en esta tierra, aun con todos nuestros problemas. Tengo unas ganas tremendas de echarme a llorar, pero de alegría, al ver tantas banderas paraguayas, al escuchar el Himno, al escuchar que la gente habla en guaraní, al abrazar a mis compatriotas, sin importar de qué partidos políticos sean. Es hora de unirnos y de hacer algo grande por este país", resume, con la voz quebrada por un llanto contenido, Ramiro Montiel, 36 años, comerciante, mientras sostiene sobre sus hombros a su hijita Lorena, quien hace flamear una banderita tricolor al aire de la noche, como si con ella acariciara el cielo... o quizás el futuro.