viernes, 27 de enero de 2012

Ni Paraguay carpero, ni Paraguay sojero


















Los unos están allí…
Del lado de afuera de la cerca. Apostados bajo precarias carpas, a ambos lados de una carretera roja, rodeados de un mar de verdes cultivos transgénicos. Blandiendo machetes y garrotes, banderas y consignas populistas, apolillados mapas del siglo pasado e informes técnicos manipulados.
Con sus dirigentes exhibiendo recursos e infraestructura organizativa inexplicables para quienes denuncian miseria y abandono. Con teléfonos celulares de línea abierta a autoridades y caudillos del actual Gobierno, a grupos sociales y políticos de izquierda, a medios de comunicación oficiales y alternativos. Con el respaldo y la complicidad coyuntural de organismos del Estado. Acechantes, amenazantes. Jugando al viejo y perverso juego del “chake, aiketa nde kokuepe”.
Los otros están allí…
Del lado de adentro de la cerca. Guarecidos en sus fincas de farmers brasiguayos o en tecnológicas oficinas rurales climatizadas. Rodeados de ciudades nacidas cual espejismo entre el verde océano de soja. Blandiendo comunicados y órdenes de desalojos, movilizando ejércitos de tractores y cosechadoras, poderosas máquinas fumigadoras y camionetas 4x4.
Con sus dirigentes exhibiendo recursos e infraestructura que rayan en el lujo y el despilfarro. Con smartphones 4G con línea abierta a intendentes, gobernadores, senadores, diputados, jueces, fiscales, ministros de la Corte y directores de medios. Con el respaldo y la complicidad coyuntural de grupos políticos y corporativos opositores o críticos al Gobierno. Acechantes, amenazantes. Jugando al viejo y perverso juego del “vos tendrás poder electoral, pero nosotros tenemos el poder real”.
Y en medio… estamos nosotros.
Nosotros, los que no nos sentimos ni con los unos, ni con los otros. Habitando “como en castigo uno de los lugares más bellos de la tierra” (Roa Bastos dixit), el país de más alta desigualdad en concentración de la propiedad de la tierra, altos índices de pobreza y exclusión, corrupción e impunidad. El país que sigue sin cambiar, por más que cambien los signos políticos de los gobiernos.
Nosotros, los que no queremos ni un Paraguay carpero, ni un Paraguay todo sojero y ganadero. Los que todavía apostamos a que las instituciones funcionen y se dediquen a solucionar los graves problemas sociales sin interferencias, ni de sectores corporativos, ni populistas, ni oligárquicos.
Nosotros, los que no queremos que el polvorín de Ñacunday haga que la roja tierra del Alto Paraná se vuelva aún más roja de sangre.
Nosotros, los que todavía tenemos esperanzas y ganas de cambiar, con trabajo y compromiso solidario, y sin violencia.

(Publicado en la columna “Al otro lado del silencio”, diario Última Hora de Asunción, edición del sábado 28 de enero de 2012).

sábado, 7 de enero de 2012

¿Qué te hicieron, Asunción?



Querida ciudad mía, Asunción de jazmines y guaranias: ¿Qué te hicieron?
Me cuesta reconocerte en esas crudas imágenes que en estos días han dado la vuelta al mundo, mostrando a habitante de una ciudad racista e intolerante en el corazón de América, arrastrando a mujeres indígenas por el suelo con inhumana violencia, echándolas por la fuerza de una de sus más céntricas y legendarias plazas, levantando rejas de metal y cordones de policía a su alrededor, para impedir que vuelvan a ingresar.
¿Cómo podemos negar así toda tu rica historia y tu identidad cultural, justamente a vos, a la que con tanto orgullo nombramos como la "cuna del primer grito de libertad en América", la "ciudad comunera de las Indias", la que siempre dio "amparo y reparo" a los cansados viajeros que llegaban a cobijarse bajo tu fresca sombra de hospitalaria solidaridad?
¿Qué nos pasó, vida...?
Podemos estar de acuerdo en que los indígenas que se instalan en una histórica plaza del centro, a reclamar el legítimo derecho de la tierra propia, no pueden quedarse a vivir allí por meses o por años, habitando precariamente en unas lamentables "tolderías urbanas", privando a los demás ciudadanos del libre uso de un espacio público, debido al clima de hostilidad creado por la marginalidad y la degradación ambiental y humana.
Podemos convenir, también, en que detrás del reclamo de los mbya guaraní para la compra de casi 8.000 hectáreas en Unión, San Pedro, se mueven oscuros intereses políticos y económicos que han sobrevaluado dichas tierras en un 63 % por encima de su valor inicial, y aparecen nombres de conocidos líderes y caudillos oportunistas, que se aprovechan de la pobreza y la necesidad de los nativos, en busca de sacar réditos propios.
Pero ninguna de estas razones justifica esa explosión de intolerancia y de racismo, de la que hemos hecho gala en estos días.
En lugar de asumir y buscar colectivamente soluciones de fondo a las necesidades ancestrales de nuestros pueblos originarios, simplemente optamos por echarlos como a perros de la plaza, los ocultamos bajo la alfombra y levantamos una muralla de rejas para que dejen de ensuciar y afear nuestra ciudad.
¿No hemos aprendido nada de nuestra propia historia...?

(Publicado en la columna "Al otro lado del silencio", diario Última Hora, Página 22 Opinión, edición del sábado 7 de enero de 2012. La fotografía que ilustra esta artículo es del gran René González).