sábado, 27 de julio de 2013

Morir de frio


Hace frío. Mucho frío.
El termómetro marca casi cero grados centígrados en la helada soledad de la noche.
El viento del sur hiere como mil alfileres en la piel.
En una choza de hule y cartón, arropado con mantas raídas sobre el piso húmedo, un anciano se sacude con temblores convulsivos, mientras el calor abandona su cuerpo y el sopor lo va envolviendo en el gélido sueño eterno.
La ciudad se ha vuelto fría como el cemento, como el corazón de los políticos. La gente está encerrada en sus casas, calentita con sus estufas y sus frazadas. Los autos pasan raudamente por la avenida, con los vidrios cerrados y la calefacción prendida.
Nadie se detiene ante los dos niños que yacen acostados sobre la vereda, junto a una descascarada pared, tapados con hojas de periódicos y pedazos de cartón. Nadie se entera de que ellos están allí, tiritando de frío.
"En el Paraguay nadie se muere de hambre o de frío". Era una de las frases más recurrentes que escuchaba en mi niñez, en plena época de la dictadura stronista. Era el discurso oficial, la propaganda del régimen que buscaba convencer de que habitábamos un paraíso terrenal, sin miseria ni pobreza. Pero bastaba salir a la calle para encontrarse con los indigentes, con los fantasmas en harapos, con los ángeles caídos del paraíso inventado.
Ahora la dictadura ya no está, dicen, pero el esporádico frío del invierno continúa. Ya casi nadie se atreve a negar que exista miseria o pobreza, pero tampoco hacemos mucho por evitar que existan. Simplemente miramos a otro lado, y seguimos el camino, mientras la gente sigue muriendo, sin hacer caso a lo que diga cualquier discurso oficial.
El martes 23, en una humilde choza del kilómetro 9 Monday, en Ciudad del Este, amaneció sin vida Calixto Rodríguez Núñez, un anciano de 62 años. El diagnóstico médico fue muy preciso: muerte por hipotermia.
Ese mismo martes, a la tarde, fue hallado Francisco Miranda, de 55 años, en el barrio Tablada Nueva, de Asunción, también muerto de frío. En el barrio San Antonio, de San Lorenzo, tampoco pudo resistir la baja temperatura Rogelio Ibarra Centurión, de 93 años.
Un abrigo, una frazada, una fogata compartida, un abrazo de amigo... ¿hubieran hecho la diferencia entre la vida y la muerte? ¿Cuesta tanto generar ese calor que envuelva a los olvidados, a los que nada tienen?
Duele el viento del sur que hiere en la piel, pero más duele el frío que se nos mete en el alma.


(Publicado en la columna "Al otro lado del silencio", sección Opinión del diario Última Hora, edición del sábado 27 de julio de 2013).

jueves, 25 de julio de 2013

Falsedad


Llegué hasta la caja de la tienda empujando mi carrito de compras.
La cajera me saludó fría y profesionalmente, tomó cada uno de los artículos que yo iba amontonando sobre su mesa, los pasó por el lector de barras, sumó y me dijo que alcanzaba 123 mil guaraníes y monedas.
Saqué de la billetera dos billetes de 100 mil guaraníes que estaban aún nuevitos y crujientes, "pirirí" como decimos en mi valle. Ella los tomó con la punta de los dedos, los palpó estrujándolos, los alzó en el aire y los examinó al trasluz por un largo rato, los dio vuelta varias veces. Cuando se convenció de que no era dinero falsificado, abrió la caja y me dio el vuelto.
Entonces, me tomé mi revancha. Agarré uno a uno los billetes que ella me pasó, que no eran tan nuevos, y les apliqué el mismo ritual examinador, imitándola en cada uno de los gestos, tomándome mi tiempo para examinar cada billete al trasluz, a pesar de la impaciencia de los demás clientes que formaban fila detrás mío.
Cuando finalmente guardé los billetes y recogí mi bolsa para marcharme, escuché que ella le decía al otro cliente: “¡Que pesado…!”.
Entonces me volví y le pregunté, con la más irónica de mis sonrisas: “¿Usted tiene el derecho de desconfiar del dinero que yo le doy, pero yo no tengo derecho a dudar del que usted me da?”.
Ella sonrió forzadamente y trató de justificar: “Son las reglas que nos pone la empresa, señor…”.
Nunca más regresé a esa tienda.

miércoles, 17 de julio de 2013

Luis Szarán, un músico entre los inundados


El creador de Sonidos de la Tierra es uno más entre miles de pobladores que debieron abandonar sus casas, ante la crecida del río. Resistió hasta último momento, buscando transmitir fuerza a los demás damnificados.

Por Andrés Colmán Gutiérrez –Twitter: @andrescolman

La imagen es conmovedora. Sentado en un sillón, solitario en medio del agua, con el nivel que le llega hasta las rodillas, el destacado maestro y director de orquesta, Luis Szarán, contempla el distante paisaje del centro de Asunción, al otro lado del vasto río desbordado, mientras a su alrededor varias casas van siendo tragadas por la inundación.
La leyenda que acompaña a la foto también es expresiva: "Resistiendo a la creciente del río Paraguay". La imagen fue alzada a la red social Facebook, en internet, pero la mayoría de los que la comparten se declaran confundidos. ¿Qué hace allí el maestro Szarán? ¿Es una producción fotográfica para algún espectáculo? ¿Se está inspirando para componer una sinfonía sobre la creciente?
"Soy uno más entre los miles de damnificados por la inundación. El río también ha cubierto mi casa y me he visto obligado a mudarme. He resistido hasta el último momento y las fotografías las tomamos como una manera de dar coraje a los damnificados, a la sufrida y buena gente de la zona", relata Szarán.
Las imágenes fueron captadas hace una semana, en la casa que el músico tiene en el Banco San Miguel, en el complejo del Club Mbiguá, en el extremo de la Bahía de Asunción, frente al Puerto de la ciudad. Es un lugar de ensueño, de gran belleza paisajística, pero que en estos días se ha convertido en un infierno, por los efectos de la inundación.

Un director de orquesta nacido junto al agua

Director de orquesta, compositor e investigador musical, Luis Szarán es uno de los artistas paraguayos más conocidos internacionalmente. Director titular de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción (OSCA) y director de la Orquesta de Cámara Philomusica de Asunción, su mayor creación es Sonidos de la Tierra, un ambicioso programa de integración social y comunitaria a través de la música, que -en palabras de su propio creador- busca combatir la violencia juvenil y potenciar la autoestima, incentivar la creatividad y el espíritu emprendedor, el trabajo en equipo y las actitudes democráticas.
Con el lema "el joven que durante el día interpreta a Mozart por la noche no romperá vidrieras", en una década logró que unos 10 mil  niños y jóvenes de escasos recursos reciban capacitación y hoy formen parte de elencos artísticos en 172 pueblos y ciudades del Paraguay.
Pero, ¿quién pensaría que Szarán sería hoy uno más entre los casi 2.000 pobladores damnificados por la creciente, en Asunción?
"Yo siempre viví cerca del agua, es algo que me marca mucho. Fui concebido a orillas del río Tebycuary, en Yuty, en una zona conocida hoy como 'Szaran Cue'. Pasé mi infancia en Encarnación, sintiendo de cerca las crecientes del Paraná. En Yuty, donde vivía mi papá, que era agricultor, cuando llovía mucho, el río rebosaba y se esparcía, tapando los caminos. De allí viene mi teoría jocosa sobre el origen del nombre Tebycuary, que a la menor lluvia ya desborda, como cuando alguien tiene diarrea", relata el músico, con tono humorístico.

Aquella inundación que casi le cuesta la vida

El tema de la inundación también le trae recuerdos tristes al maestro Luis Szarán, sobre algunas duras experiencias vividas durante su infancia campesina, en Yuty.
"Una vez llovió durante varios días y nos quedamos sin provistas. Yo tenía cinco años de edad y fuimos a caballo con mi hermano mayor hasta el pueblo, que quedaba como a 15 kilómetros. Era imposible saber cuál era el sendero original, porque era todo agua y los animales pierden así la memoria de su ubicación, que es también el drama de la gente, ahora", narra.
Tras adquirir las provisiones, Luis y su hermano regresaron a caballo por el camino desbordado, hasta la finca familiar. Fue entonces cuando les ocurrió un grave accidente.
"Al intentar cruzar por un puentecito, perdió pie el caballo de mi hermano y le arrastró la corriente. Yo iba detrás de él, colgado del cuello del caballo, porque el mío iba con una cuerda sujeta al caballo delantero. Mi hermano se atajó de una rama y me gritaba para que no suelte al caballo, que ya no hacía pie. Casi no recuerdo cómo fue que salimos y llegamos a casa. Solamente me acuerdo de la cara de mi mamá, cuando vio que todas las galletas que trajimos estaban mojadas, la yerba sin sabor y el azúcar que endulzó las aguas del riacho Y aka mí, que desemboca en el Tebycuary. Por un pelo, no iba a poder contar esta historia", refiere.


Del Lago Ypacaraí al río Paraguay

Ya consagrado como un gran director orquestal, entre 1980 y 1995, Luis Szarán se estableció en una residencia en Areguá, frente al Lago Ypacaraí, en la zona de Estanzuela, siempre atraído por el embrujo del agua.
"Quince años de mi vida los pasé en ese paraíso, en Areguá. Al volver de los ensayos de la OSCA, por la noche entraba a nadar en el Lago. Pude ver su lento deterioro y las promesas de todas las comisiones que se arman cada año, después de los plagueos de la prensa. Son comisiones de las que formé parte alguna vez y que duran hasta que pasa el verano, hasta las primeras lluvias de abril...", cuenta.
La experiencia de testimoniar la progresiva destrucción del Lago Ypacaraí es para él un símbolo de lo que ocurre en el Paraguay y el tercer mundo. "Lugares donde se repiten todo el tiempo los mismos problemas, cambiando los protagonistas, y donde nunca hay solución. Llámese: corrupción, medio ambiente, inseguridad, estado de las calles...", comenta. Una triste realidad que Szarán buscó y sigue buscando cambiar con su trabajo musical, principalmente desde el proyecto Sonidos de la Tierra.
"Finalmente, me enamoré de la Bahía de Asunción y pude comprar una casa en el Banco San Miguel, dentro del complejo del Club Mbigua. Viví allí cuatro años, de 1995 al 2000, y ahora regresé de nuevo, un poco antes de que también me convirtiera en un damnificado por la inundación", precisa.
En estos días, Szarán, quien compartía la vivienda con sus hijos y con su amigo Rafael "Palilo" Jiménez, campeón de pesca, fue testigo y protagonista de cómo el avance de las aguas del río iban dejando sin hogares a muchas humildes familias ribereñas.
"Conozco a toda la gente de esa zona aledaña. Son pescadores, gente buena y emprendedora. No hay delincuentes, pero estos vienen de otros sitios, cada tanto. Es muy fuerte ver y sentir la impotencia de no poder detener la suba del agua, ver como la gente resiste hasta el último momento, y finalmente se van replegando, de modo inevitable. Me sentí uno más entre ellos, por eso hice esas fotos resistiendo en medio del agua, buscando darles coraje", explica el maestro.
Szarán sabe que él es un privilegiado entre los muchos damnificados por la inundación, porque tiene la posibilidad de ir a vivir temporalmente a otro lugar seguro y confortable, mientras que a la mayoría de los demás pobladores solo les queda la opción de instalarse en algún precario campamento, en un terreno baldío, en una cancha o una calle.
Por eso, en medio de la evacuación y la mudanza de su casa inundada, él no ha suspendido su intensa actividad en el programa Sonidos de la Tierra. Sabe que esa es su manera de ayudar a que las cosas cambien un poco más. Y también sabe que, más temprano que tarde, el río bajará otra vez de nivel y habrá que volver y empezar de nuevo, como en la bella canción de Maneco Galeano, Soy de la Chacarita, que el maestro ha interpretado tantas veces:  

Mi casita su puerta perdió, la invadieron las aguas,
en canoa de penas subí, emigré, emigré hacia la altura,
pero un día a mi hogar volveré, erguiré sus paredes
aliado al trabajo, al sol, a la fe, crisol de mi esperanza.

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(Reportaje realizado para UltimaHora.Com - julio de 2005).

miércoles, 10 de julio de 2013

Como en las peores épocas de la dictadura

Malena Bareiro, caracterizada como su personaje. (Foto Gentileza).
Lo ocurrido con la actriz y activista social Malena Bareiro es grave y preocupante, desde donde se lo mire, al menos si asumimos que seguimos viviendo en un sistema democrático.
Pero más grave y preocupante sería que no nos importe, solo porque la persona detenida arbitrariamente y maltratada como en las peores épocas de la dictadura, defiende una ideología política diferente a la nuestra.
Demasiados principios constitucionales y derechos civiles básicos se violaron en este caso: Libertad de expresión, libertad de manifestación, libre crítica a las autoridades…
Malena es una conocida defensora de las libertades públicas y especialmente de los derechos de las mujeres, desde la época de la dictadura stronista. Siempre se mantuvo coherente, valiente y decidida. Desde el derrocamiento del Gobierno de Fernando Lugo, como actriz, creó un personaje para reclamar creativamente contra lo que ella –al igual que muchos ciudadanos y ciudadanos- sostienen que fue un golpe parlamentario.
Es una caricatura del presidente Federico Franco, vestido con traje y con banda presidencial, pero con una caracterización que a la vez evoca al Adolfo Hitler a la vez caracterizado por el genial Charles Chaplin en la película “El Gran Dictador”, bigotito clásico incluido. Acostumbra llevar una guadaña de plástico, como los de la Parca, y algún cartel que haga más explícito su reclamo.
Lo que hacía Malena era pararse en el rol de su personaje, como una estatua viviente, en alguna vereda o esquina visible, a donde el mandatario solía concurrir, como en las acciones de “escrache” o manifestaciones antigubernamentales. Ella nunca habla, no dice nada, solo está allí, haciendo gala de la técnica actoral que podríamos llamar “Los gritos del silencio”.
Así lo hizo también este martes 9 de julio, parada junto a la puerta del local del Partido Liberal Radical Auténtico, a donde el presidente Franco había anunciado concurrir. Hay testigos que dicen que fue el ministro del interior, Carmelo Caballero, quien la vio y ordenó su detención. Varios policías la rodearon y la alzaron a la fuerza, la arrojaron a la carrocería de una camioneta patrullera, y la llevaron a la Comisaría Tercera. Ella asegura que la golpearon físicamente y la maltrataron. Finalmente la liberaron, aparentemente sin cargos.
¿Cuál fue el delito de Malena…? ¿Criticar al presidente? ¿Desde cuándo eso es delito en una democracia…?
Dirán que no es algo tan grave. Pero en la medida en que vayamos permitiendo que ocurran estas cosas, y no reclamemos, se instalan las dictaduras.

Mi solidaridad plena con Malena Bareiro, y con todas las personas que sufren persecuciones y represiones injustas.

Malena Bareiro, en momentos en que es detenida y arrojada a la carrocería de una patrullera. (Foto Gentileza).

martes, 9 de julio de 2013

Música entre sombras: Alejandro Cubilla cumple 84 años


 
Perdió la vista, pero no ha perdido su genio musical. El creador de la legendaria Banda Koygua cumple 84 años de edad y sigue esperando que el Estado le otorgue, al menos, una pensión graciable.

 
Por Andrés Colmán Gutiérrez  - Twitter: @andrescolman

Sus manos escarban en el aire, como si buceara en un mar imaginario. Su búsqueda sabe que en algún rincón de la sala está su viejo saxofón, el mismo que lo acompañó en tantas serenatas, en tantas fiestas patronales y conciertos populares. El mismo glorioso instrumento musical, al que ahora ya no puede ver, pero aún puede sentir con toda el alma.
"¡Aquí está...!", exclama, y una ancha sonrisa se enciende en su rostro moreno aindiado, cuando sus manos lo encuentran, acunado en el sofá. Sus dedos lo acarician, le sacan brillo.
Es el mismo con el que dio su último gran concierto público, la noche del gran festival del Vy'a Guasu, en el Bicentenario de la Independencia, en mayo de 2011, en la costanera del Palacio de López, cuando hizo delirar a la multitud con su particular versión en solo de saxo, de la romántica canción de Maneco Galeano, Soy de la Chacarita.
"¿Quieren escuchar esa misma versión...?", ofrece ahora el maestro Alejandro Cubilla, sentado en la sala de su modesta vivienda, en Lambaré.
Tiene 84 años, los que cumple este 9 de julio. Está ciego desde hace más de un año, por causa del glaucoma y de las secuelas de golpes recibidos en la época de la dictadura. Pero el genio musical sigue allí, tan vivo como siempre, a medida en que inicia esa peculiar versión con arreglos de jazz, en donde le brota toda la vivencia de su infancia y de su juventud, vividos en el mismo legendario barrio que cantó Maneco, y en donde también vivieron el creador de la guarania, José Asunción Flores, y el músico y actor teatral Arturo Pereira.
Como ellos, como muchos otros, Alejandro Cubilla proclama con el mismo orgullo: Soy de la Chacarita.

La música, una pasión, una vida

"Hetama aikó, hetama aguata chamigo, pero ajapogueteri la música (ya he vivido mucho, he caminado mucho, pero sigo haciendo música). Ahora cumplo 84 años y aunque me he quedado ciego, sigo teniendo mucha pila, sigo trabajando y componiendo, enseñando música y actuando. Quiero dejar un legado a las nuevas generaciones", dice el maestro.
Nacido el 9 de julio de 1929, en Asunción, hijo de un militar y también músico, Alejandro Cubilla creció en el entorno humilde del barrio de la Chacarita  y tuvo que trabajar desde niño como lustrabotas. A los 12 años ingresó a la célebre Banda de la Policía, donde empezó a forjar su genio musical.
"Siempre fui un folklorista, un amante de nuestra cultura paraguaya, campesina y popular, pero también se me despertó la pasión por la cultura universal, especialmente por el jazz", recuerda.
Su primer recordado éxito fue, justamente, la de una orquesta de jazz que creó en la década del 50. Se llamó "Alex Cull y sus Caballeros del Jazz" y fue la sensación de las grandes fiestas en las noches asuncenas.
Pero un sueño cambiaría radicalmente el rumbo de su carrera musical. "Fue mi papá, Rogelio Cubilla, quien se me apareció en sueños y me dijo que yo tenía que hacer algo por nuestra música folklórica, porque estaba decayendo mucho. Me pidió formar una banda de música bien popular", narra.
Así nació la legendaria "Alejandro Cubilla y su Banda Koygua", con músicos de formación académica, interpretando polcas y guaranias con aires de banda de pueblo.
"Adoptamos el sombrero pirí, la faja, la camisa de aho po'i y el poncho de sesenta listas. Pero, sobre todo, la forma de interpretar nuestra música con gran alegría en las fiestas patronales, en las manifestaciones populares. Le llamé koyguá a nuestra banda, que significa kokue guá, hombre de la chacra, para honrar al campesino", explica.
Con la Banda Koygua, Cubilla recorrió todo el Paraguay y viajó a varios países del mundo. Surgieron muchas otras bandas que lo imitaron y el estilo se volvió un género artístico. Pero el maestro nunca dejó de hacer jazz y de fusionar estilos.


"Paraguay Sax Club", su actual legado.

"Aunque haya perdido la vista, no me retiré de la música. Con los muchachos de la Banda Koyguá seguimos haciendo actuaciones, pero mi proyecto más reciente es Paraguay Sax Club, un club de saxo donde enseño a tocar este instrumento a varios músicos más jóvenes", cuenta Alejandro Cubilla.
El maestro imparte clases en su propia casa, cada semana, y está con planes de grabar un disco con los integrantes del club.
Pero aunque admite que sigue sintiendo el cariño del público y de sus seguidores, no oculta su malestar por la falta de apoyo de las autoridades a los creadores.
"Por mi estado de salud, tengo muchas necesidades. Me hubiera ayudado mucho contar con una pensión graciable del Congreso. Pero es muy humillante tener que pedir. Ojalá se acuerden más de los artistas", señala.
Las manos vuelven a bucear en el aire, buscando otra vez a su viejo e inseparable compañero. Esta vez nos regala un aire de música folklórica popular, reminiscencias de la Banda Koygua, y desde algún lugar del tiempo llega un eco de aplausos de multitudes.
¡Feliz cumpleaños, maestro...!

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(Reportaje realizado para UltimaHora.Com, junto a un material documental audiovisual. Julio de 2005).

domingo, 7 de julio de 2013

El lutier de Cateura



Nicolás Gómez (Colá) en un afiche promocional del filme documental Landfillharmonic (La armonía del Vertedero), de Grahan Towsley, que se terminará de rodar y estrenar en 2014. (Gentileza).

Todo empezó con un violín hallado en la basura, arreglado con trozos de lata y madera. Nicolás Gómez, ganchero, se convirtió en el gran lutier que fabrica los instrumentos para la Orquesta de Cateura. Hoy viaja por el mundo y da entrevistas a la CNN.

Por Andrés Colmán Gutiérrez 

Entre la basura se suelen hallar cosas interesantes, pero el ganchero Colá nunca pensó que iban a encontrar allí un viejo violín, que permitiría iniciar toda una revolución cultural.
Sucedió una tarde gris del año 2006. Los camiones recolectores de basura de la Municipalidad de Asunción iban ingresando en fila al Vertedero de Cateura, donde se deposita y procesa la mayor parte de los desperdicios del Área Metropolitana.
Los gancheros -como se llama popularmente a los recicladores habilitados para clasificar los residuos sólidos- aguardaban expectantes, con sus ganchos en alto, para empezar a remover el nuevo cargamento, buscando además hallar algo de valor que les permita obtener alguna ganancia extra.
-¡Pe mañami... petei mbaraka'i! (¡Miren, una pequeña guitarra!) –gritó de pronto uno de los gancheros, mientras rescataba un pequeño instrumento musical de del interior de una bolsa de hule.
Nicolás Gomez, más conocido en el barrio por su apodo, Colá, sabía algo de música y les dijo que eso no era una guitarra, sino un violín.
Lo tomó en sus manos. Estaba bastante roto y deteriorado, pero era un buen violín. Pensó que quizás podría arreglarlo y le resultaría de utilidad al maestro Fabio Chávez, que por esa época andaba queriendo enseñar música a los chicos del bañado, pero no había instrumentos y tampoco recursos para comprarlos.
"Fue así como empezó esta historia. Con pedazos de madera y algún trozo de lata conseguí arreglar el violín, con la ayuda de Fabio. Al final llegó a sonar bastante bien. Entonces, Fabio me dijo que podíamos construir más instrumentos con objetos reciclados y me pidió que me vaya a aprender cómo se hace. ¡Así fue como me convertí en un aipó lutier mba'embo...!", se rie Colá, mientras se ocupa de ensamblar una nueva guitarra, hecha con latas de dulce de guayaba.



El hombre detrás de la orquesta.

Antes de ser ganchero o reciclador, Nicolás Gómez trabajó como cortador de piedra en  las canteras de su natal Emboscada, pero un fuerte dolor de espalda le hizo dejar el pesado oficio y mudarse a la capital.
Levantó su pequeña choza en la zona inundable del bañado, a donde van a parar las familias más pobres que no tienen otro lugar donde instalarse, y empezó a trabajar como reciclador. También fue maestro albañil y vendedor ambulante en la terminal.
En esos días conoció al maestro Fabio Chávez, quien había llegado al barrio contratado como técnico ambientalista, pero que en sus ratos libros se dispuso además a enseñarle música a los chicos y jóvenes de Cateura. Había que hacer todo a pulmón, y Colá se dispuso a ayudarle en todo lo que fuera posible.
"Cuando decidimos hacer los instrumentos musicales con objetos reciclados, porque ndaipori la plata para comprar instrumentos de verdad, yo me fui a Luque, a los talleres donde se fabrican arpas y guitarras, y les pedí a los maestros constructores que me enseñen. Así fui aprendiendo cómo se hace y después empecé a improvisar", relata el ganchero, en su peculiar modo de hablar, que mezcla el guaraní y el castellano.
Así se convirtió en lutier o luthier, la palabra francesa que designa a un constructor de instrumentos, y que fue adoptada por un genial grupo humorístico argentino, que también se distingue por hacer música con elementos reciclados. Hubo otros gancheros que también intentaron volverse lutieres, pero Colá fue el único que persistió.
Ahora él tiene un taller en su humilde vivienda, al costado del Vertedero, donde además de los instrumentos reciclados, que constituyen su sello característico, fabrica también guitarras de concierto y requintos "de verdad".
Además de proveerlos para la orquesta que ayudó a nacer, y que ahora se ha vuelto famosa internacionalmente, Colá los fabrica para la venta al público, y se siente orgulloso de que varias de sus obras hayan sido adquiridas para ser expuestas en museos internacionales de la música.

Instrumentos que dan risa, pero suenan.

Una vieja asadera de cocina es muy práctica para fabricar violines, con un tenedor doblado para tensar las cuerdas.
Los tambores pequeños, en los que se ingresaron aceite comestible de contrabando desde la costa argentina, sirven perfectamente para elaborar contrabajos y cellos.
Dos envases vacíos de dulce de batata, de esas latas redondas de cinco kilos, se ensamblan y se convierten en una sonora guitarra.
Las placas de rayos equis que el médico le mandó hacer a la abuela, tensadas sobre una lata circular, sirven muy bien para fabricar tambores de percusión, y de los caños de plomería desarmados de algún baño se pueden hacer flautas, oboes, saxos, trompetas, usando monedas a modo de llaves o pulsadores de pistón.
"Todo depende del ingenio. Si vos mirás estos instrumentos, seguro que te vas a reir, porque parecen muy cómicos. Pero cuando escuchás que los chicos sacan música de ellos y hacen un gran concierto, resulta emocionante. Esos es lo que le atrae a mucha gente famosa del exterior, que ahora quieren venir a conocer a los que tocan en la orquesta, a´si como al tipo que fabrica las cosas con que ellos hacen música, o sea yo", relata Colá, a quien ya vinieron a visitar cineastas y estrellas de rock, y apareció dando entrevistas en la BBC y en la CNN.
Aunque ha recibido varias invitaciones para participar en exposiciones y congresos internacionales, Colá siempre se negó a viajar. "No me quería subir a un avión", explica. Pero hace pocas semanas, el maestro Fabio Chávez lo convenció a realizar un viaje a Sao Paulo, Brasil, donde impartió un taller a niños humildes de las favelas acerca de cómo fabricar instrumentos reciclados.
"Me costó mucho decidirme a viajar, pero no me arrepentí. Ahora parece que ya me gusta", confiesa Colá.
El lutier de Cateura es una de las figuras estelares del documental Landfillharmonic (La sinfonía del vertedero), que está dirigiendo el cineasta estadounidense Graham Townsley, y que lo ha proyectado a la fama internacional, tanto a él, como a los integrantes de la orquesta.
"Es todo muy increíble. Hace unos años yo prácticamente no tenía para comer y casi nadie me conocía. Ahora me encargan mucho trabajo, me buscan los periodistas, doy entrevistas en la CNN y hasta soy una estrella de cine, pero sigo viviendo en mi humilde casa de Cateura y sigo siendo un ganchero", se define Nicolás.
Su esposa, Natividad, le acerca desde la cocina una lata de leche en polvo, que ella acaba de vaciar para preparar la merienda a sus hijos. Colá recibe el recipiente, lo toma en las manos y lo observa al trasluz, lo voltea, lo acaricia, lo estudia.
-Hmmm... Sí, puede servir muy bien para la culata de otro violín –dice, con una sonrisa de satisfacción-. Ya no tiene leche,  pero ahora va a tener música.

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(Reportaje realizado para UltimaHora.Com, junto a un material documental audiovisual. Julio de 2005).

lunes, 1 de julio de 2013

Beethoven entre la basura

David Ellefson, bajista de Megadeth, ensayando con los chicos de la Orquesta de Cateura.
VIDEO / Celebridades del rock viajan de incógnito al Paraguay para conocerlos. La actriz de Harry Potter se inspira escuchándolos. Hollywood los muestra como chicos pobres que tocan a Beethoven con instrumentos musicales reciclados, en medio de la basura. ¿Alcanzará para que puedan acceder a un futuro diferente?
        
Por Andrés Colmán Gutiérrez

¿Cómo saber si la felicidad es real o imaginada?, se pregunta Ada Maribel Ríos Bogado, la joven adolescente de 14 años que aparece en el tráiler del documental Landfill Harmonic (La armonía del vertedero), ejecutando un violín fabricado con un tenedor descartado y una vieja asadera de cocina.
A ella todavía le cuesta creer lo que sucedió el mágico día en que el corazón casi le salió por la boca, de tanta emoción.
Fue en la mañana del miércoles 15 de mayo, feriado por ser el Día de la Independencia y el Día de la Madre. En el humilde hogar de la familia Ríos, en el Bañado Sur, había ambiente de celebración. El papá, Jorge, había ido al supermercado a buscar carne para el asado. La mamá, Marina, andaba por la cocina. Ada y su hermana menor Noelia (12) estaban en el patio, discutiendo alguna tontería, cuando alguien saludó desde el portón con un sonoro "¡buenos días!".
Ada giró la vista para ver quienes llegaban de visita, y se quiso morir.
-Le reconocí al instante, era igualito que en las fotos.  –relata, todavía con la voz quebrada de emoción-. Pensé que estaba alucinando. ¡No podía creer que uno de mis más grandes ídolos mundiales estuviera aquí, en el Paraguay, en el Bañado Sur, entrando en el patio de mi casa!
El sorpresivo visitante no era otro que David Ellefson, bajista y fundador de la renombrada banda estadounidense de trash metal Megadeth, que acababa de llegar por primera vez al Paraguay, de incógnito, para conocer personalmente a los integrantes de la Orquesta de Cateura.
A través del posteo de un amigo en la red social Facebook, David había visto el corto promocional del documental Landfill Harmonic, que está rodando el cineasta estadounidense Graham Townsley, cuyo estreno se anuncia para 2014.
"Quedé impactado al saber de la experiencia y quise conocer más sobre estos chicos", relató el bajista de Megadeth, quien les envió remeras, discos y posters autobiografiados de la banda. Luego contactó con la producción del filme, encontró un hueco en su agenda y decidió viajar para conocerlos, pidiendo que su presencia en Paraguay sea mantenida en reserva.
Tras recorrer el Bañado Sur y visitar a algunos de los integrantes en su propia casa, Ellefson compartió un ensayo con los integrantes de la orquesta e improvisó con ellos una versión de Simphony of destruction, un clásico tema de Megadeth. Impactado por la dura realidad social en que sobreviven los chicos y chicas, y el esfuerzo que hacen por salir adelante, el músico se quebró de la emoción.
"Yo siempre fui una fan de Megadeth, pero nunca me imaginé que uno de sus principales integrantes iba a aparecer en mi propia casa, para decirme que él era también mi fan, y que venía desde Estados Unidos a visitarme. Me sentí en el aire, no sabía si era realidad o imaginación", recuerda Ada Ríos, quien desde entonces siente que es mucho mayor el compromiso por esforzarse y seguir aprendiendo, para convertirse en una gran violinista.



Un ambientalista con vocación musical.

La historia de la Orquesta de Instrumentos Reciclados se inicia en el 2006, cuando el técnico ambientalista Favio Hernán Chávez llegó al Bañado Sur para trabajar en Procicla, un proyecto de reciclado que impulsaba la organización no gubernamental Gestión Ambiental para el Desarrollo Sustentable (GEAM).
En su otra faceta, Fabio era músico de vocación. En la ciudad en la que creció, Carapeguá, aprendió a tocar la guitarra desde niño y a los once años de edad ya integraba el coro de la parroquia.
"En el Bañado Sur me encontré con mucha más pobreza que en Carapeguá. Me causaba pena ver como los niños y jóvenes, por falta de oportunidades, eran atraídos hacia la marginalidad, la delincuencia y las drogas. Pensé que debía hacer algo para ayudarles", cuenta Fabio, quien se propuso crear allí una escuela de música, pero se encontró con un problema: Los instrumentos musicales eran muy caros y la mayoría de los padres de familia no los podían adquirir, ya que apenas ganaban para el sustento diario, trabajando en el reciclado de basura.
Un día, uno de los gancheros (recicladores) del vertedero, Nicolás Gómez, Colá, encontró un viejo violín en medio de la basura. Recurriendo a otros objetos de desperdicios, con la ayuda de Fabio logró repararlo y ponerlo en condiciones. Así nació el primer instrumento musical reciclado y Colá se convirtió en el gran lutier (constructor de instrumentos) de Cateura.
"Aquí un violín cuesta más que cualquier humilde casa donde los chicos viven. Por eso nos propusimos construir instrumentos musicales con objetos reciclados de la basura, para que tengan algo con qué aprender. En esa época no pensábamos siquiera en formar una orquesta y menos que esta se convertiría en una atracción mundial", destaca el maestro Chávez.
El contacto con el proyecto Sonidos de la Tierra, que dirige el director orquestal Luis Szarán, le dio otra proyección a la iniciativa, y la orquesta fue tomando forma. Szarán lleva más de una década impulsando un ambicioso programa de integración social y comunitaria a través de la música, y le supo dar un enfoque más universal a la propuesta, pero surgieron conflictos y tensiones internas, y desde hace dos años el maestro Chávez y sus alumnos decidieron que la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura sea autónoma, y construya su propio camino, en forma independiente.

El himno a la alegría.

Calles rotas, casas humildes, arroyos con agua servida y un olor nauseabundo que impregna el aire. Febril carrera de camionetas cargadas con mercaderías y carritos tirados por caballos. El Bañado Sur es un paisaje siempre fronterizo, un western tercermundista, en donde los recicladores y los pescadores ribereños conviven con los contrabandistas y los traficantes de crac.  
Los miércoles, poco después del mediodía, una procesión de niños y adolescentes se abren paso entre los canales de basura, portando oscuras fundas de instrumentos musicales. En las aulas del centro educativo Vy'a Rendá (El lugar de la alegría), se van juntando los abrazos y los acordes, primero como notas sueltas y apuradas, que poco a poco se van ensamblando en una melodiosa sinfonía.
Hay manos juguetonas que acarician las guitarras hechas con latas de dulce de batatas, el chelo fabricado con un viejo tambor de aceite,  la flauta improvisada con un caño de desague, monedas y tapitas de cerveza. Un cuadro que más se parece a un cómico espectáculo circense que al ensayo de una orquesta de música. Hasta que el maestro Fabio enciende un proyector conectado a su laptop y sobre la pared descascarada se exhibe la partitura de la Novena Sinfonía de Beethoven, y sus manos inquietas empiezan a tejer indicaciones en el aire, ordenando el caos sonoro en el arranque estruendoso del Himno a la Alegría.
"Fíjense en la felicidad que hay en los rostros de estos chicos, cuando ejecutan sus instrumentos. Miren cómo se transforman. Es como si la música hiciera que le broten alas poderosas, para ayudarles a volar lejos de esta dura realidad de pobreza, hacia muy lejos, hacia un mundo mejor", reflexiona Fátima, una educadora que acompaña a un grupo de empresarios japoneses de visita al país, y que atraídos por la resonancia mediática del documental Landfill Harmonic, no han querido perderse asistir a un ensayo de la orquesta.
Actualmente, la orquesta tiene alrededor de unos 30 integrantes estables, con edades que van entre los 10 y 21 años. Para los viajes internacionales se seleccionan entre 15 a 18 miembros, en grupos que van rotando, para que todos tengan oportunidad. Pero el entusiasmo se ha extendido y los días sábados se juntan más de 70 chicos y chicas el barrio, con ganas de aprender música en los talleres semanales que el maestro Fabio y los demás miembros de la orquesta dictan en la escuela barrial.
Tras un viaje a Palestina, invitados a actuar en el Ramallah Cultural Palace, como parte del Festival Internacional de Música y Danza de Palestina, inician la grabación de un primer disco junto a la gran concertista de guitarra Berta Rojas, y reciben a un equipo de la Televisión Alemana (RDA) y preparan un nuevo viaje para realizar conciertos en Estados Unidos.
En estos días, la joven actriz Emma Watson, que encarna al personaje Hermione Granger en la popular serie de filmes de Harry Potter, le dio otro fuerte respaldo global al documental sobre la orquesta de Cateura. El 26 de junio, desde su cuenta de twitter escribió: "¿Necesitan inspiración esta mañana? Esto me ayudó a mí. Esta es la 'Landfill Harmonic'". Y anexó el tráiler de la película en producción.
La Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura se ha vuelto la atracción cultural y social internacional más mediática del Paraguay.
"Yo no sé si la música les permitirá salir o no de la pobreza, pero les está abriendo oportunidades que de otro modo no encontrarían", dice el maestro Fabio, mientras cambia la hoja de partitura proyectada en la pared.
Es el momento del arreglo final y la música llena el aire. Los violines abren paso a los vientos. La sinfonía concluye con un movimiento rápido y vibrante en forma de sonata. Los visitantes japoneses se levantan a aplaudir, conmovidos. Los chicos y chicas de la orquesta saludan, sonrientes. A través de la ventana, los últimos rayos del Sol cubren de oro las aguas del río Paraguay. 


(Reportaje realizado para UltimaHora.Com, junto a un material documental audiovisual. Julio de 2005).