La cédula del enxet Mateo Mussolini, recreada
por Amnistía Internacional.
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El retrato del indígena Mateo Mussolini, pintado
por Diego Schäfer, con la gorra de El Duce, revelado con la luz ultravioleta.
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Nacieron
con nombres en su idioma originario, pero sonaban extraños para los
"blancos". Por eso les dieron nombres de dictadores fascistas, como
Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Son historias que rescata el artista plástico
Diego Schäfer en su muestra El grito Enxet.
#CrónicasDeLaMemoria
Por
Andrés Colmán Gutiérrez
Ya
nadie recuerda cuál fue el nombre originario Enxet de su padre. Cuando quiso
anotarse en el registro civil, para tener un documento de identidad "como
los blancos", los funcionarios le dijeron que no debían usar "nombres
raros". Así que lo anotaron como Benito Mussolini.
Él,
nacido en una remota aldea indígena enxet del Chaco paraguayo, ni sabía que el
nombre que estaba adoptando legalmente, eral el de un cuestionado dictador
fascista italiano, conocido como el Duce, que arrastró a su país a los horrores
de la Segunda Guerra Mundial.
Mateo
Mussolini es actualmente uno de los descendientes del Benito Mussolini enxet
paraguayo. Su rostro es retratado en la muestra de pinturas digitales
intervenidas, que el artista plástico Diego Schäfer habilitó este miércoles 5,
en el Centro Cultural Juan de Salazar, con el nombre de "El Grito
Enxet", organizado por Amnistía Internacional y Tierra Viva, como parte de
una campaña que reclama la restitución de las tierras ancestrales del pueblo
Enxet Sur, para las comunidades de Yakye Axa y Sawhoyamaxa.
El
retrato de Mateo Mussolini, visto a simple vista, muestra su expresivo rostro,
pintado en blanco y negro. Pero cuando la luminosidad blanca se apaga y se le
aplica al cuadro una luz ultravioleta, aparecen otros detalles, como la clásica
gorra del Duce, el Mussolini original, sobre la cabeza del indígena enxet. Es
una peculiar técnica aplicada a todos los cuadros, que busca "hacer
visible lo invisible".
Adolfo Hitler en Paraguay.
Pero el
caso del indígena enxet llamado Benito Mussolini no es el único. Hay otros,
como el del que recibió el nombre del dictador nazi alemán Adolfo Hitler.
Antes,
los Enxet usaban nombres tradicionales de su cultura, que vinculaban a las
personas con aspectos particulares de su ser.
Pero
cuando se acercaban al Registro Civil para inscribirse con sus nombres indígenas,
los funcionarios de Registro Civil señalaban el artículo 56 de la Ley 1266/87,
que expresa: "El oficial del Registro Civil no inscribirá nombres ridículos,
o que puedan inducir a error sobre sexo, ni más de tres nombres...".
Por
ello, se rechazaban los nombres en Enxet, pero se admitían que los
"blancos" sugieran nombres de personajes célebres, aunque fuesen
sanguinarios dictadores.
"Sorprenden
casos como los de Mateo, descendiente del señor Benito Mussolini, oriundo del
Chaco. A la hora de registrar a estos indígenas, tales nombres no se
consideraron ni ridículos, ni que pudieran inducir a error", dice una
parte de la presentación de las obras de Diego Schäfer por parte de Amnistía
Internacional, que acompaña a una recreación caricaturizada de la cédula de
identidad de Mateo Mussolini Aquino.
"Lo
mismo ocurrió con la familia de Lázaro Hiter, descendiente de un indígena
llamado Adolfo Hitler. En Identificaciones, no tuvieron reparos en inscribir
tal referencia histórica en la cédula de un indígena del Chaco, pues mucho más
ridículo resulta un nombre enxet, según estas pautas discriminatorias",
sostiene Amnistía Internacional.
Destaca
que "la familia Hitler, con el tiempo decidió prescindir de la
"l" en su apellido (quedando actualmente Hiter), pues ellos sí que
llegaron a sentir el peso de una ridiculez y humillación tangibles".
El retrato de Celestina, con luz normal (arriba). El mismo retrato, con las heridas en su cara, reveladas por luz ultravioleta.
El arte, en contra de la injusticia.
La
historia de Mateo Mussolini es solo una entre varias recogidas por un equipo de
Amnistía Internacional y Tierra viva, junto al artista Diego Schäfer, para ser
plasmadas en la colección de pinturas de El Grito Enxet.
Otra de
las personas retratadas es Celestina, una de las protagonistas de la histórica
ocasión en que la comunidad Sawhoyamaxa decidió volver a ocupar sus tierras
ancestrales –actualmente en poder de un estanciero-, en la noche del 20 de
marzo de 2013. En esa ocasión, Celestina fue herida en el rostro por espinas de
espinillo, que le dejaron profundas cicatrices, al ingresar en medio de la
oscuridad. En el cuadro en que ella aparece, a simple vista, las heridas no se
ven, pero al aplicarle la luz ultravioleta, las cicatrices brillan.
Las dos
comunidades, Yakye Axa y Sawhoyamaxa, reclaman desde hace más de 20 años la
restitución de sus tierras. En 2005 y 2006, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos sentenció al Estado paraguayo por violar el derecho colectivo de las
comunidades a sus tierras ancestrales, exigiendo la restitución de dichas
tierras, sentencia que hasta ahora no se ha cumplido.
Las
pinturas de Diego Schäfer buscan llamar la atención sobre esta injusticia. Dice
el crítico Ticio Escobar: "Diego retrata a la gente que vive esperando...
Los enxet se encuentran especialmente invisibilizados ante la sociedad
nacional. Están literalmente marginados, encajonados contra los márgenes de un
camino que avanza a contramano de su destino étnico... Por eso, ponerlos ante
la mirada constituye de por sí un gesto político: Diego nos obliga a asumirlos
como existentes, como partícipes de una historia que no los reconoce y quiere
privarlos de toda inscripción y de toda imagen".