La Libroferia de
Encarnación, la ciudad de donde partió en los años 60 para forjar su carrera de
guionista en la Argentina, homenajeó al autor de Dago y Nippur de Lagash.
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Wood tenía 17 o 18 años cuando ganó un concurso de ensayos sobre cultura
francesa en la ciudad de Encarnación, a inicios de los años 60.
Recién
llegado de uno de los tantos obrajes de Itapúa, se presentó a retirar el premio
con botas, sombrero y cuchillo al cinto. El acto
cultural se realizaba en un lujoso salón cerca de la Plaza de Armas, con
miembros de la sociedad encarnacena que
se alarmaron al ver entrar al joven escritor vestido como un peón del yerbal.
Robin
cuenta la anécdota como si fuera un relato de aventuras y recuerda que en esa
misma ciudad del Sur del Paraguay, su amigo y mentor, el dirigente de la
Democracia Cristiana Rómulo T. Merina, le dijo: “Subí al tren y andate a Buenos Aires. Aquí nunca van a valorar tu
talento”.
Lo
demás es historia conocida. Meses de sobrevivir en pensiones de mala muerte en
la capital porteña, changas en las fábricas del conurbano, matricularse en la
Escuela Panamericana de Arte, conocer al dibujante Lucho Olivera, escribir a
pedido suyo un guion de aventuras sobre un guerrero en la antigua Sumeria,
hasta que un lluvioso día de 1966 vio su nombre y el título de su primera
historieta en la portada de la revista D’artagnan.
Tras
aquel primer exitoso Nippur de Lagash
surgieron otras series memorables: Dennis
Martin, Mi novia y yo, Jackaroe, Pepe Sánchez, Savarese, Mark, Dago. Robin
se subió a un barco, viajó por el mundo y envió los guiones por correo, llegó a
crear cerca de un centenar de personajes y miles de episodios. Ganó los más
grandes premios del cómic mundial, como el Yellow
Kid en Italia. De vez en cuando regresaba al Paraguay y a la remota Colonia
Cosme, Caazapá, donde había nacido en 1944, en el seno de una comunidad de
inmigrantes australianos utópicos, con ascendencia inglesa e irlandesa.
De regreso al Sur
Medio
siglo después de aquel viaje inicial, Robin Wood está otra vez en la misma
plaza de Encarnación, cerca del lugar donde le dieron su primer premio de
escritor. Ahora hay enormes toldos y una gran feria anual en su homenaje,
corpóreos con su foto y dibujos de sus personajes, con una misma leyenda que se
multiplica en carteles por toda la ciudad: “Robin
Wood, la XIV Libroferia de Encarnación es en su homenaje”.
La
Editorial Servilibro y la Sociedad de Escritores del Paraguay han decidido
reparar una deuda histórica. Hace un par de décadas, Robin quiso acercarse a
sus colegas paraguayos de la SEP, pero algún veterano de las letras guaraníes
dijo entonces que “no es un escritor,
solo hace historietas”. No sabía probablemente que el gran semiólogo
italiano Umberto Eco tenía como lectura de cabecera las aventuras mensuales de Dago en los álbumes de cómic, tal como
lo confesó en una entrevista, donde también dijo que consideraba a Robin Wood
como uno de los mejores autores que publican en Italia.
Reivindicando a Wood
Bernardo
Neri Farina y Javier Viveros, anteriores directivos de la SEP, iniciaron la
reivindicación de Wood. “Junto con
Augusto Roa Bastos, Robin es nuestro escritor más universal y, sin duda, el más
leído y admirado a nivel internacional”, dice Bernardo.
La
Libroferia de Encarnación fue el marco propicio. En la noche del jueves 6 de
setiembre, ante un salón colmado de público, la Editorial Servilibro presentó
la versión paraguaya de la obra Anahí, una historia de cuatro capítulos
de la serie Dago, escrita por Wood y
dibujada por el argentino Carlos Gómez, en donde el aventurero veneciano llega
al Paraguay en épocas de la Conquista española, cae con su embarcación en las
aguas de las Cataratas del Yguazú y es salvado por una oscura guerrera india
guaraní, que acaba siendo líder de una revuelta contra una tribu amazónica
invasora y, finalmente, muere quemada en la hoguera, recreando la leyenda
cantada en una popular guarania.
Durante
el mismo acto, los directivos de la Sociedad de Escritores del Paraguay lo
nombraron socio activo de la entidad y le entregaron la medalla Homenaje a la
creación literaria. Habían pasado más de cinco décadas para que Wood se sienta
profeta en su tierra y así lo expresó esa noche: “Cualquiera recibe un Oscar o un borrico de oro, pero recibir un premio
en Encarnación, que en tu propio país te aplaudan, eso sí es haber tenido éxito
en la vida”.
El
Ministerio de Educación y Ciencias declaró el álbum de interés educativo.
Pasión por la lectura
La
Libroferia de Encarnación, organizada por la Universidad Autónoma de
Encarnación (UNAE), como un proyecto de responsabilidad social empresarial, se
ha convertido en uno de los espacios más dinámicos e importantes de expresión de cultura y de pasión por la
lectura en el interior del país. Los editores participantes coinciden en que
este evento anual en el Sur tiene tanta o más vitalidad que la Feria
Internacional del Libro de Asunción.
Durante
seis días y noches, unas 27 empresas
editoras y locales de libros expusieron
sus obras, más de 50 escritores
participaron de presentaciones de textos y encuentros con los lectores, hubo
más de 100 actos culturales, incluyendo
conciertos de música, espectáculos de danza y teatro, talleres, conferencias,
cursos. Igualmente, unos 36 proyectos de promoción a la lectura
participaron de un concurso en donde se
premia a instituciones y
líderes animadores que desarrollan proyectos
de lectura durante
los meses previos
y
los presentan al momento de visitar la feria.
Todo
este intenso movimiento académico y cultural es algo que generalmente no se ve
en otras ferias del país, al menos en la misma dimensión.
“Esta feria desmiente esa creencia de que
los paraguayos no se interesan por la lectura o por la cultura. Aquí damos no
solamente espacio a los libros, sino también a todas las expresiones
artísticas”, destaca la docente Nadia Czeraniuk, rectora de
la UNAE y principal organizadora de la Libroferia.
La
actividad tiene su proyección en la Libroferia Colonias Unidas, que este año
tuvo su tercera edición, a continuación de la de Encarnación, en la ciudad de
Bella Vista, Itapúa, del 10 al 12 de setiembre, coincidiendo con el centenario
de la próspera colonia creada por migrantes europeos, principalmente, alemanes.
Las anteriores ediciones se habían realizado en la colonia Hohenau.
En la
Libroferia de Bella Vista estuvo también Robin Wood presentando su obra Anahí.
Le costó reconocer el mismo paisaje de la región en que trabajó como obrajero
siendo adolescente. De allí surgieron muchas historias incorporadas a las sagas
de sus personajes. “Estar aquí es cumplir
un ciclo, celebrar los escenarios donde empezó la gran aventura”, admite.