Andrés Colmán Gutiérrez — @andrescolman
Bajo la trágica sombra del dictador romano Julio César, acuchillado a traición el 15 de Martius del año 44 a.C., mes consagrado a Marte, dios de la guerra, fecha conocida como “los idus de marzo”, los líderes políticos paraguayos le tienen particular miedo a este mes. Augurio o coincidencia, la historia abunda en ejemplos temibles. Por algo, Shakespeare advierte en su drama teatral: “¡Cuídate de los idus de marzo!”.
El primer Marzo Paraguayo fue el de 1999, cuando el asesinato del vicepresidente de la República, Luis María Argaña, encendió la hoguera de la indignación popular, congregando a miles de personas en las plazas del Congreso hasta provocar la renuncia del presidente Raúl Cubas Grau y la huida de su sombra detrás del trono, el general Lino Oviedo. En el proceso fueron asesinados siete manifestantes por francotiradores y hubo 769 personas heridas. Es considerada la mayor gesta ciudadana en nuestra historia.
El segundo
Marzo Paraguayo fue el de 2017, cuando una multitud en las calles enfrentó la
represión policial y logró impedir un forzado intento de enmendar la
Constitución para lograr la reelección presidencial, impulsado por el entonces
presidente Horacio Cartes y secundado por el ex presidente Fernando Lugo. El
conflicto derivó en la quema del edificio del Congreso, un joven activista del
Partido Liberal asesinado por la Policía, varios heridos y más de 200
detenidos.
El tercer Marzo Paraguayo se desarrolla actualmente, poniendo en jaque al gobierno del presidente Mario Abdo Benítez. Se inició con un creciente malestar ciudadano por las deficiencias en la gestión sanitaria ante la pandemia, subió de tono con las protestas de familiares de víctimas, médicos y trabajadores de salud, debido a la falta de medicamentos esenciales, un gran retraso en la obtención de vacunas y la manifiesta complicidad e impunidad en los escandalosos casos de corrupción detectados en el uso de los fondos de emergencia aprobados para luchar contra el Covid-19.
Ni la obligada renuncia del ministro de Salud, Julio Mazzoleni, pudo detener la mayor manifestación de protesta de la era Marito. En la noche del viernes, el hartazgo ciudadano salió a flote. Miles de personas salieron a las calles a pedir la renuncia del presidente. El desborde violento de un pequeño grupo, probablemente infiltrado con intenciones precisas, junto a la desproporcionada represión policial, convirtieron una movilización pacífica en jornada de violencia, fuego y saqueos, con decenas de heridos y un muerto en circunstancias aún no aclaradas. La crisis de salud se volvió crisis política, con una nueva amenaza de juicio político al primer mandatario e imprevisibles consecuencias.
Corren horas de incertidumbre sobre el futuro del país. La gran pregunta es a qué juega el ex presidente Horacio Cartes, quien por un lado sostiene a Marito con sus votos en el Congreso, pero por otro lado lo ataca sin misericordia desde sus medios de comunicación y sus voceros políticos. La oposición, desacreditada y sin fuerzas, no decide mucho. Si se va Marito, asume el vicepresidente Hugo Velázquez, con su negro historial y sus oscuras alianzas. Sería saltar de la olla al fuego, pero en el Paraguay ya estamos acostumbrados.
Y eso que marzo recién comienza…
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(Artículo publicado en la columna Al otro lado del silencio,
diario Última Hora, edición del domingo 7 de marzo de 2021).