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viernes, 28 de mayo de 2010

¿Adonde van las carretas?


¿Adónde van esas carretas lánguidas y cansinas, con sus bueyes impasibles, avanzando apenas por el borde de los caminos?
¿Van acaso hacia el futuro?
¿Habrá lugar para su materia casi prehistórica en el horizonte cibernético?
¿O acaso regresan ya hacia el pasado, huyendo de un tiempo de vértigo y velocidad, para hundirse irremediablemente en el olvido?
Las carretas forman parte de las calles polvorientas de esos desolados pueblos del sur. O de los caminos desangrados de tierra roja, abiertos como venas en medio de las verdes campiñas. Se deslizan suavemente por la llanura, como embarcaciones terrestres que navegan contra el tiempo.
Algunas llevan cargas, bolsas llenas de carbón o mandioca, mazorcas de maíz, cajas de naranjas doradas o cachos de banana. Otras transportan familias enteras, cobijadas bajo sus toldos de vacapí, niños tumbados sobre colchones y ovecha-piré, algún brasero humeante en donde hierve una olla ennegrecida, mientras un perro esquelético les ladra a las mariposas entre el hueco de las ruedas. Es el “rancho que camina”, como la definió certeramente un poeta popular.
Desde el aséptico interior de un automóvil climatizado, a más de cien kilómetros por hora, uno los ve pasar, en el destello de un cruce fugaz. El carretero fantasmal, de inevitable sombrero pirí, saluda con entusiasmo detrás de la nube de polvareda. Tiene un pértigo de takuara entre las manos y pareciera que lleva toda una eternidad sentado en el pescante.
En un tiempo marcado por la velocidad alucinada del progreso, uno podría decir que las carretas constituyen un signo del atraso. Pero uno también podría preguntarse, en realidad, adónde vamos nosotros, con todas nuestras locas carreras que muchas veces no conducen a ninguna parte, que son simplemente saltos de vértigo en el vacío, mientras lo más esencial de nuestra identidad y nuestra memoria viaja en esas antiguas carretas que, en forma lenta pero segura, van hundiendo sus ruedas en la tierra, dejando una huella profunda y perdurable, en un recorrido que ya tiene sabor a eternidad.

1 comentario:

  1. Que bonito eso que escribes, aveces en la vida andamos realmente tan desorientados que no sabemos hacia donde conducir nuestras carretas, pero de alguna manera de eso trata la vida de luchar por encontrar el camino.

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