Andrés Colmán Gutiérrez / Textos literarios, de periodismo narrativo, de investigación y de opinión en Paraguay
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sábado, 29 de septiembre de 2012
¿Quién le teme a Anonymous?
sábado, 22 de septiembre de 2012
En el ojo de las tormentas
viernes, 21 de septiembre de 2012
Ser joven en el Paraguay
Ser joven en el
Paraguay es comenzar a ser adultos o ancianos antes de los 15 años. Es crecer a
golpes de realidad. Hipotecar el futuro a cambio de un puesto de vendedor en un
shopping. Empacar los sueños dentro de una ajada maleta de cuero y salir a enfrentar
al mundo sin pasaporte.
Ser joven en el Paraguay es archivar los libros y las ilusiones en el ropero, para resignarse a subsistir en la chacra, en un taller, en una carpintería. Es esperar pacientemente en largas colas frente a una agencia de empleos: Certificado de buena conducta. Antecedentes policiales. Experiencias laborales. Referencias comerciales. ¿Sabe hablar inglés? ¿Conoce el Window 10 Pro? ¿Tiene nociones de márketing? Vuelva el lunes. Nosotros le vamos a llamar. Lo sentimos mucho, pero el puesto ya ha sido ocupado.
Ser joven en el Paraguay es vivir bajo la constante sospecha de estar cometiendo un delito que nadie sabe explicar cuál es. A ver, documentos. Contra la pared. De dónde viene, carajo. Les tienen que venir a buscar sus padres. ¿Por qué tenés los ojos colorados?, seguro que estuviste fumando marihuana. ¿Estudiando toda la noche, quién te va a creer?
Ser joven en el Paraguay es vivir la vida a ritmo de video-clips. Es morirse por un jean prelavado o una campera de cuero. Es llorar con una película de Leonardo Di Caprio. Es creer que Dios tiene el rostro de un cantante de rock and roll.
Ser joven en el Paraguay es soñar que se llega al paraíso desfilando a través de una pasarela. Es matarse de hambre por parecerse a Gisele Bündchen, Angelina Jollie o Kate Moss. Es vivir desmayándose como los poetas del romanticismo.
Ser joven en el Paraguay es creer que se puede apagar con mucha cerveza la sed de tantas preguntas. O que se puede tapar con el sonido al máximo del iPod el molesto y estruendoso ruido de la realidad.
Ser joven en el Paraguay es creer en todo y no creer en nada. Es ser feliz y hundirse en la depresión sin sentido aparente. No entender nada y de pronto comprenderlo todo. Odiar a los políticos y amar a los actores de telenovela. Ser ingenuo y cínico a la vez. Creer que la felicidad está al alcance de la mano o del lado oscuro de la luna. Querer cambiar el mundo o desear que estalle en pedazos.
* * *
Palabras para los jóvenes
–No te metas, mi hijo. No es tu problema.
–Sos muy joven todavía, no podés entender.
–¡Sacate ese arito, parecés un maricón!
–¡Estás loca...! ¿Cómo vas a estudiar esa carrera? ¡Te vas a morir de hambre!
–Vas a estudiar ingeniería, como tu papá. Así tenés el futuro asegurado.
–¡Apagá esa música horrible!
–Dejá de escribir boludeces y hacé algo productivo.
–Esa chica (ese chico) no te conviene.
–Tenés que volver antes de la una.
–Esos amigos no te convienen.
–Vos andás en algo raro.
–¿Cómo vas a salir vestida así a la calle?
–¡Cortate el cabello, parecés una mujer!
–¿Por qué te cortaste el pelo tan cortito? ¡Parecés un tipo!
–Cuando seas grande vas a poder decidir.
¿Les suena
conocido...?
Son algunas de
las características frases con las que los adultos solemos "orientar"
la vida de los jóvenes.
Les hablamos
desde la distancia. Desde atrás de una muralla. Desde el otro lado de los
barrotes de una cuna. Creemos que todavía no han crecido, cuando en verdad
quienes no hemos terminado de crecer somos nosotros.
Nunca les
hablamos sobre el sexo. Será porque nosotros mismos no sabemos lo que es.
Los cuidamos de
las drogas, pero no de los malos gobiernos, ni de esa otra droga que es la mala
televisión. Les reprochamos que el trash
metal no es música sino ruido para drogadictos, olvidando que nuestros
padres nos decían lo mismo cada vez que escuchábamos a Los Beatles.
Ellos se juntan
en el shop, a la salida del cole. Beben cerveza como si tuvieran toda la sed
del mundo. Ponen el volumen del rock o del reguetón al máximo, pero no les
alcanza para aturdirse.
Quieren votar,
pero no saben a quién. La palabra política les produce náuseas. Sueñan con un
país diferente, pero no saben cómo...
A veces quisieran
estar lejos, muy lejos.
Han nacido en
nuestros brazos... y de pronto parecen extraños. Ya no los conocemos, o tenemos
miedo de conocerlos.
A lo mejor no hay
que buscar entenderlos.
A lo mejor solo
hay que quererlos.
sábado, 15 de septiembre de 2012
El Arte de Vivir (de espaldas al pueblo)
sábado, 8 de septiembre de 2012
El día que Serrat bajó a los infiernos del stronismo
Como el poeta Dante Alighieri, llevado de la mano por su amigo Virgilio a un estremecedor recorrido por los círculos del infierno, el afamado cantautor Joan Manuel Serrat aceptó que Martín Almada y Antonio Pecci lo condujeran esta semana a un viaje a través del tiempo, para visitar el Museo de las Memorias y conocer de cerca los horrores represivos de la dictadura stronista.
Parado en la “sala de interrogatorios” del que fuera el siniestro centro de torturas conocido como “La Técnica”, sobre la calle Chile de Asunción, al contemplar la manchada bañera en que los prisioneros eran sometidos a la cruel “pileteada”, en la que muchos dejaron la vida, el catalán universal sintió “escalofríos y angustia”, como él mismo lo confesó.
Y luego, tras abrazar y besar a la luchadora Elsa de Goiburú, viuda del asesinado médico Agustín Goiburú, Serrat dejó su claro mensaje de tributo a las víctimas de un perverso sistema totalitario:
“La gente no muere nunca, hasta que no se la olvida. Nosotros mantendremos la memoria, para mantener su presencia y su ejemplo”.
Pero Serrat ya tenía un objetivo definido. Tal como habían convenido con Almada por teléfono desde Bueno Aires, su visita al Museo iba a ser su única actividad pública en Paraguay, además del recital. Una actividad claramente política en el buen sentido, coherente con la línea de conducta que el catalán ha mantenido siempre como artista solidario y comprometido con las justas causas humanas.
Es lo que diferencia a Serrat de tantos otros artistas consagrados. ¿Quién se imagina a Luis Miguel, Cristian Castro, Chayanne, Shakira, incluso al supuestamente “progresista” Ricardo Arjona, arriesgándose a mirar a los ojos a una sufrida y tenaz mujer que sigue reclamando justicia por su marido desaparecido durante el siniestro Plan Cóndor? ¿Quién de ellos sería capaz de dejar de lado las poses de superestrella, para animarse a descender hasta el infierno del dolor y dejarse contaminarse con las lágrimas, los abrazos, los sueños de quienes aún creen que otro mundo es posible?
Solo Joan Manuel, El Nano. El mismo que en los años duros de la dictadura argentina dedicó su canto a las Madres de Plaza de Mayo. El mismo que un día subió a un avión de exiliados para descender en Santiago de Chile, a desafiar al régimen del dictador Augusto Pinochet. El mismo que condena por igual los atentados terroristas de ETA o el ajusticiamiento de Sadam Hussein. El mismo que en sus versos acompaña la suerte de los inmigrantes ilegales en España. El mismo que decide cantar en guaraní “Che pykasumi” para reivindicar la resistencia cultural del Paraguay.
Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar.
(Por Andrés Colmán Gutiérrez, publicado en El Correo Semanal, diario Última Hora, edición del sábado 10 de febrero de 2007).
Es un lugar que por una parte provoca escalofrío y angustia.
Por otra parte, es un lugar que nos sirve a todos como punto de reflexión, como punto de partida, como punto de búsqueda de quién fuimos y dónde queremos ir.
Mantener la casa de la memoria es mantener la memoria. Y en eso, creo que todos debemos reflexionar: que la memoria es fundamental para que todos aquellos que dejaron su vida en los caminos de la búsqueda de la libertad, los que murieron asesinados por la opresión, por la dictadura, sigan con nosotros, en tanto sigan vivos en esta casa de la memoria.
La gente no muere nunca hasta que no se la olvida. Nosotros mantendremos la memoria para mantener su presencia y su ejemplo.
Por otra parte, también creo que sirve como punto de reflexión sobre circunstancias históricas que no deben formar parte de la historia de ningún pueblo, que no dignifican en absoluto, ni al pueblo ni a la especie humana, y que no nos van a ayudar jamás a encontrarnos ni como individuos ni como colectividad.
Gracias a todos los que trabajan en esto, porque su trabajo nos ayuda a seguir siendo más seres humanos. Muchas gracias.”