Quién diría que le iba a ocurrir a El País de Madrid, considerado el diario más importante de habla hispana, que jugó un rol clave en la transición democrática española y se convir tió en símbolo del periodismo internacional de calidad. Pero llegó la crisis y junto al cuestionado reciente despido de unos 129 periodistas, aparentemente también mandaron al diablo el profesionalismo y la ética.
La
fotografía publicada en la portada de la edición impresa del jueves y
en el sitio web de El País, que mostraba a un supuesto Hugo Chávez,
presidente de Venezuela, intubado y con tratamiento médico, fue una de
las metidas de pata más escandalosas del periodismo mundial.
En
pocos minutos se reveló que la foto era falsa, ya que fue capturada de
un video alojado en YouTube desde 2008, que muestra en realidad a otra
persona siendo sometida a una operación de acromegalia, con rasgos
parecidos a los del mandatario.
El
País cometió varias faltas. La primera, de elemental rigor
periodístico, es que no verificó la autenticidad del material, antes de
su publicación. El diario intentó justificar con el presunto
"secretismo" que rodea a la salud de Chávez, pero no es excusa: si no se
confirma la autenticidad, no se publica.
La
segunda falta es ética: aunque se hubiera comprobado que la foto es
verdadera, tampoco debería publicarse, pues constituye una invasión a la
intimidad de una persona, en un momento vulnerable.
Lo
ocurrido es preocupante, pero a la vez es una oportunidad privilegiada
para debatir el modelo de comunicación social que está surgiendo con la
crisis planteada por la era digital.
La
estrepitosa caída de las ventas de ejemplares impresos y de anuncios
publicitarios no puede conducir a sacrificar un estilo de periodismo
profesional, ético y responsable, para imponer un modelo de
sensacionalismo morboso y barato, donde todo vale con tal de atraer a
lectores y usuarios. Se puede quizás perder millones en dinero, hasta
encontrar un nuevo modelo de periodismo de calidad que sea sustentable.
Pero la pérdida de la credibilidad y la confianza del público no tiene
retorno.
En Paraguay tuvimos una
crisis parecida en febrero de 2007, cuando casi todos los medios
publicaron el relato sin confirmar de una mujer, quien aseguraba que una
boa kuriju había devorado a su marido, en el Chaco, hecho que luego
resultó escandalosamente falso. Quiero creer que los periodistas
paraguayos aprendimos aquella lección, mientras ahora vemos cómo la
kuriju cruzó el océano y devoró la mejor leyenda del periodismo español.
(Publicado en la columna "Al otro lado del silencio", sección Opinión del diario Última Hora, edición del sábado 26 de enero de 2013).
(Publicado en la columna "Al otro lado del silencio", sección Opinión del diario Última Hora, edición del sábado 26 de enero de 2013).