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viernes, 12 de abril de 2013

Esas revanchas que nos da la vida...



En octubre pasado, cuando la salud me jugó una mala pasada y resulté víctima de un infarto agudo del miocardio, a pesar de haber experimentado una recuperación prácticamente milagrosa, llegué a creer sinceramente que muchas de las cosas buenas de la vida ya me quedarían vedadas para siempre.
Ustedes recordarán que en aquella extensa “Carta escrita desde el borde de la vida” que les compartí desde mi blog, había escrito que el gran desafío que me esperaba era “…encontrar la manera de seguir haciendo el periodismo que me apasiona, y que ustedes esperan y comparten, pero de manera que sea una plena realización para el cuerpo y para el alma, y no en condiciones que puedan llegar a hacernos daño. Tendré, seguramente, más limitaciones de movimiento y quizás de temas. Probablemente ya no pueda deleitarme en contemplar el Paraguay desde la cima del cerro Tres Kandú, como alguna vez lo hicimos para una histórica portada de la revista Vida de ÚH, pero habrá otras cumbres menos geográficas que un corazón golpeado seguirá buscando alcanzar”. Fue lo que entonces escribí textualmente.
Para sorpresa mía, hace pocas semanas, la querida amiga y colega Gaby Murdoch, editora general de las revistas de Editorial El País SA, me planteó el desafío: ¿Me sentiría en condiciones de volver a subir a la cima del cerro más alto del Paraguay, evocando aquel recordado reportaje, para una edición especial por los 15 años de la revista Vida?
Sin dudarlo, le dije que sí. Aunque luego tuve un flash de duda. ¿Resistiría mi corazón herido el gran esfuerzo de escalar los 842 metros hasta la cumbre? Más de algún familiar, y amigas y amigos queridos, intentaron hacerme desistir: “¡Estás loco…!”.
Se lo consulté a uno de mis médicos, quien me habló con mucha franqueza: “Te lo prohibiría, pero te conozco bien y sé que para vos es importante vencer el desafío. Tu recuperación ha sido asombrosa. Hacélo con prudencia, manejando bien tus límites. Si sentís que te llegas a cansar mucho en la subida, tendrás que detenerte y descansar hasta recuperarte bien, y si sentís que el riesgo es grande, no dudes en abandonar la empresa”.
El martes último, en un radiante día de sol, acompañado del colega fotógrafo Fernando Franceschelli y del querido amigo guaireño Caio Sacavonne, gran compañero de aquella primera aventura –y de muchas otras-, emprendimos otra vez la expedición hacia la cumbre.
En contra de mis temores, mi organismo reaccionó más que bien. Esta vez incluso sentí que la escalada me resultó menos forzosa que aquella primera vez, hace 12 años. Ascendimos sin prisa, tomando aire a cada tanto, disfrutando plenamente de la odisea, gozando de cada detalle que ofrece esa maravillosa belleza natural de nuestro país, hasta que, al cabo de tres horas, llegamos a la cima.
Como aquella primera vez, parado en el borde del techo del Paraguay, observando el increíble y verde paisaje a nuestros pies, con pueblos y ciudades vistos como pequeñas maquetas y con las personas apenas perceptibles cual minúsculas hormigas, sólo pude volver a expresar la misma frase que me había surgido en aquel primer viaje: “Esta sensación de tener el mundo a tus pies… vale cualquier sacrificio”.
Sentado durante una eternidad en el mirador más alto del país, mirando la gran obra de Dios o de la Madre Naturaleza, llegué a reflexionar sobre tantas cosas. Pensé en la sucia guerra política electoral que se libraba allá abajo, que apenas horas antes nos abrumaba como una cuestión de vida o muerte, y que allí arriba sonaba tan lejana, tan de otro tiempo y visto desde otras perspectivas. Pensé en cómo nos dejamos enredar tan fácilmente en las pequeñas miserias de la vida cotidiana, que desde esas alturas parecían tan nimias. Pensé en ese inesperado regalo de la Vida, que me había permitido cobrarme revancha una vez más, y en lo agradecido que me siento, y en el compromiso de corresponder a tanta generosidad. Eso y muchas cosas más pensé, desde la cima del Paraguay.
El reportaje aparecerá próximamente en el número aniversario de la revista VIDA de ÚH. Reserven su ejemplar.

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