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sábado, 8 de junio de 2013

Estado ausente, violencia presente

 
Puente sobre el río Ypané, que une a Tacuatí (San Pedro) con Kurusu de Hierro (Concepción)
 Uno de los episodios más tragicómicos en la lucha contra el grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo, ocurrió en febrero de 2010.
Tras la liberación del ganadero secuestrado, Fidel Zavala, el Ministerio del Interior recibió datos de que uno de los miembros del EPP más buscados, Alejandro Ramos, estaba escondido en Vallemí. Organizó una expedición de grupos comandos de la Policía, que partió rápidamente de Concepción en once camionetas todoterreno, con el plan de aplicar el "factor sorpresa" y lograr la captura.
Pero el pésimo estado del camino les jugó una mala pasada. Las camionetas se quedaron varadas en el barro durante más de un día. Cuando finalmente fueron rescatadas por tractores de estancias vecinas y pudieron llegar a Vallemí, ya todos los lugareños estaban enterados de lo que les pasó e inventaban chistes sobre los "comandos tortugas ninjas". Los del EPP habían tenido tiempo de sobra para poder escapar.
Finalmente se inició la pavimentación de los 176 kilómetros a Vallemí, pero avanza más lento que los comandos policiales entre el barro.
Una situación peor viven los pobladores de Tacuatí, San Pedro, otra localidad que se puso de moda por las acciones armadas del EPP. Fundada en 1790, esta histórica población está unida a la ruta tres por cincuenta kilómetros de camino de tierra en pésimas condiciones, y al Departamento de Concepción por un puente de madera sobre el río Ypané, tan lleno de remiendos que ni siquiera Indiana Jones se aventuraría a cruzar.
El pasado 31 de mayo, día en que asesinaron al ganadero Luis Lindstron, hubo otra víctima fatal: la oficial Miriam Morel, experta en Criminalística de la Policía, quien viajó a Tacuatí en una patrullera para recoger evidencias del crimen, pero el vehículo volcó y perdió la vida, debido al pésimo estado del camino.
El asesinato de Lindstron ocupó grandes espacios en los medios periodísticos, mientras la muerte de la oficial Morel fue apenas noticia complementaria, casi anecdótica, aunque ambos hechos tienen mucha más relación que la aparente coincidencia temporal y geográfica.
La acción del EPP pudo hallar raíces en ese vasto territorio del olvido que es el Norte del Paraguay, donde conviven comunidades pobres y aisladas con mafias del narcotráfico y el contrabando, caudillos políticos semifeudales y una estructural corrupción de los pocos organismos estatales instalados. Especialmente, la Policía.
Desde que se iniciaron los ataques armados en el 2006, los sucesivos gobiernos se han preocupado por instalar más comisarías, pero se han olvidado de que por sobre todo hacen falta más escuelas, más puestos de salud, caminos en buenas condiciones y principalmente oportunidades de trabajo y desarrollo. Mientras esa dura realidad no sea tenida en cuenta, la violencia seguirá cobrando víctimas... y no solo la que proviene del EPP.


(Publicado en la columna "Al otro lado del silencio", sección Opinión del diario Última Hora, edición del sábado 8 de junio de 2013).

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