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miércoles, 18 de diciembre de 2013

El Pato Donald sale a cazar guerrilleros


El guionista y productor norteamericano Walt Disney nunca habrá pensado que uno de sus más célebres personajes de caricaturas, Donald Duck, o el Pato Donald –creado en 1931–, se convertiría en una popular metáfora política, cuya mención a menudo ocasionaría fricciones y polémicas en un lejano y pequeño país, llamado Paraguay.
El primero que lo instaló en el imaginario colectivo de la política criolla fue el fallecido caudillo colorado y vicepresidente asesinado en marzo de 1999, Luis María Argaña, cuando durante la campaña electoral de 1998 disparó una de sus más célebres frases: "El colorado siempre vota a un colorado, aunque el candidato sea el Pato Donald".
Desde entonces, nuestros mejores humoristas gráficos no se cansaron de hacer chistes con el caricaturesco pato luciendo un pañuelo rojo al cuello, en lugar de su clásico trajecito de marinero.
La certera metáfora de Argaña se volvió a aplicar en los inicios de la campaña electoral rumbo al 2012, cuando un acaudalado empresario outsider, -que hasta entonces no había estado afiliado al coloradismo, ni a ningún otro partido, y ni siquiera había estado inscripto en el registro electoral- se presentó como el salvador que iba a rescatar al partido de la llanura, buscando devolverlo al poder tras haber sido desalojado de allí por un ex obispo, también outsider, en el 2008.
Varios dirigentes tradicionales de la ANR  identificaron entonces a Horacio Cartes como "el nuevo Pato Donald", aunque probablemente se parecía más a otro personaje de Disney, el millonario Scrooge McDuck, o Rico McPato, tío de Donald, más conocido en el mundo hispano como El Tío Rico.
En estos últimos días, el palmípedo Donald ha vuelto sorpresivamente al tapete, cuando se filtró la información de que un acaudalado empresario y directivo de un banco que pertenece al grupo de empresas del actual presidente de la República, Horacio Cartes, había participado secretamente de operaciones tácticas de combate contra el grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), acompañando a un equipo comando dirigido por el director de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), Luis Alberto Rojas.

Un frustrado operativo, en busca del EPP.

La versión es que el presidente del Banco Amambay, Hugo Portillo Sosa, participó en el operativo de intento de captura de un supuesto integrante del EPP, el pasado 17 de setiembre, en la zona de Carapa'i, distrito de Capitán Bado, en la frontera del Departamento Amambay con San Pedro.
En aquella oportunidad, un presunto "error de planificación" permitió que se escape Néstor Martínez (primo hermano del fallecido ex miembro del EPP, Severiano Martínez), de una vivienda en donde se cree se hallaban además los hermanos Alfredo y Albino Ramón Jara Larrea, también considerados miembros del grupo armado. Néstor Martínez fue muerto a tiros días después por guardias de una estancia en San Pedro, presuntamente en momentos de robar ganado, sin que se haya confirmado plenamente su pertenencia al EPP.
En su momento, Luis Rojas dijo que el fracaso de la operación en Carapa'i, se debió al retraso en llegar al lugar, debido a que los vehículos se empantanaron. La otra versión divulgada, sin embargo, es que el grupo táctico que dirigía Rojas, acompañado del banquero Hugo Portillo, atropelló una vivienda equivocada, alertando a los pobladores de la incursión, lo cual permitió que Martínez y sus presuntos acompañantes puedan huir.
Tras aquel fallido operativo, el comisario Antonio Gamarra, director de la Segunda Zona Policial y principal jefe policial en la lucha contra el EPP en el Norte, durante una reunión evaluativa le cuestionó a Luis Rojas quién era Hugo Portillo y qué hacía un civil participando de operaciones tácticas. Según personas que presenciaron la discusión, Rojas contestó que Portillo era un asesor técnico de la Senad, y que él (Rojas) decidía libremente a quienes dejar participar en sus operativos.

El pato Donald y un banquero aficionado a las armas.

Tuvo que pasar casi dos meses para que salga a luz el dato de la presencia del banquero Hugo Portillo en las acciones operativas contra el EPP.
La versión saltó primero en una serie de tuits del periodista Chiqui Avalos, quien aseguró que militares reclamaban por la "intromisión de civiles en planes contra el EPP".
La "presencia de un operador bancario causó rechazo en la operación", adelantó Chiqui, para luego revelar que "el presidente del Banco Amambay, Hugo Portillo, apareció con chaleco antibalas y armado para participar".
Ávalos, veterano periodista, autor del polémico libro "La otra cara de HC", sostuvo que Hugo Portillo fue a "sumarse al grupo para ejecutar la operación, por orden de HC, lo que causó la oposición de los militares y un fuerte disgusto".  
El periodista dijo que su información la obtuvo directamente de fuentes militares. Posteriormente reveló que quien le pasó el dato fue el controvertido ex agente de la Senad, Miguel Angel Berni, quien falleció el pasado 8 de diciembre.
La información también fue publicada inicialmente por el sitio web alternativo E'a, sugiriendo que el alto ejecutivo del grupo empresarial del presidente Horacio Cartes habría pagado sumas de dinero para que se le permita participar en una especie de "safari humano".
Portillo es presentado en el reportaje como un empresario aficionado a las armas, a quién le gusta realizar ejercicios de "tiro práctico" (disciplina de tiro deportivo, en la cual el tirador debe disparar a diversos blancos en el menor tiempo posible).
La descripción fue suficiente para que muchos imaginen una situación parecida a la que narra la película Surviving the Game, (traducido indistintamente como Sobreviviendo al juego o Cacería Sangrienta), del director norteamericano Ernest R. Dickerson, protagonizada por Ice-T, Rutger Hauer y Gary Busey, en donde millonarios pagan para participar de cacerías de seres humanos en los bosques del Canadá.
El fin de semana, el director de la Senad, Luis Rojas, salió airadamente al paso de las versiones, desmintiendo "categóricamente" que civil alguno haya formado parte de acciones tácticas contra el EPP, y menos que haya pagado sumas de dinero para hacerlo. Comprendiendo claramente de donde habían surgido las filtraciones de datos, cuestionó a los miembros de la policía.
"Me gustaría invitar al mismo Pato Donald para que haga las incursiones (contra el EPP), él creo que tendrá mayores resultados de los que se tienen con estos policías", planteó Rojas. Otra vez, el Pato Donald.
Pero apenas algunas horas después, en la mañana del lunes 16, Rojas tuvo que desmentirse a sí mismo, y salir a admitir que el banquero Hugo Portillo sí había participado de operativos tácticos. Lo hizo luego de que más datos fueran revelados, y de que el propio ministro del Interior, Francisco de Vargas, había admitido de que la versión filtrada por la policía, y que ya era abordada por todos los medios de comunicación, era real.

Una situación que no es de dibujos animados.

En la polémica desatada -que se inició como una simple versión tuitera y se instaló como noticia central, en la primera plana de los diarios- hay más datos de interés en lo mucho que no se dice, que en lo poco que se reconoce abiertamente.
Por detrás de la aparente rivalidad entre el principal jefe policial de la lucha contra el EPP en el Norte, comisario Antonio Gamarra, y el director de la Senad, Luis Rojas, sobre la manera de llevar adelante las acciones contra el grupo armado –con evidentes intereses de otros personajes, como el ministro del Interior y algunos jefes militares–, existen cuestiones inquietantes para el actual proceso democrático, como la manera en que personas de civil, que son parte del entorno empresarial del presidente de la República, Horacio Cartes, se inmiscuyen directa y secretamente en cuestiones de Estado, con acciones que pueden estar reñidas con la legalidad.
¿Qué hace el directivo de un Banco del grupo empresarial del presidente, asesorando a fuerzas de seguridad estatales en la lucha contra un grupo armado, perseguido por la Justicia? ¿Quién le autoriza al Pato Donald para que salga a cazar a supuestos guerrilleros? ¿Hasta dónde un mandatario puede mezclar cuestiones de sus empresas privadas con cuestiones de Estado?

Lo más inquietantes es que, aún con todas las estrategias –las conocidas y las desconocidas-, con asesores privados o internacionales, con leyes modificadas y con intervención militar, con los superpoderes presidenciales y con las acciones que pueden ser cuestionadas como ilegales, con denuncias de violaciones de derechos humanos y todo lo demás... el actual Gobierno –al igual que todos los anteriores-, sigue sin arrojar resultados efectivos en la lucha contra el grupo armado llamado EPP, así como contra la pobreza y el subdesarrollo en la región Norte del país. Parece que ni el Pato Donald le ha podido ayudar mucho en esto.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Así fue la última gran movilización contra Stroessner

El volante que convocaba a la Marcha por la Vida en 1988.

La Marcha por la Vida, el 10 de diciembre de 1988, fue el golpe final para forzar la caída de Stroessner. El régimen intentó desactivar la protesta, arrestando a 35 dirigentes. Hay anécdotas pintorescas, como la del liberal Rambo Saguier, quien se disfrazó de mujer e intentó ocultarse en la Catedral de Asunción.

#CrónicasDeLaMemoria

Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

La escena parecía sacada de una de las comedias del director de cine italiano Federico Fellini: Un hombre disfrazado de mujer, con peluca y sombrero, discutiendo acaloradamente con un sacerdote de sotana, detrás del altar de la Catedral Metropolitana de Asunción.
La situación hubiera resultado bastante cómica, si no estuviera revestido también de mucho dramatismo, ya que toda la zona que rodeaba a la Iglesia estaba llena de policías, y el hombre disfrazado de mujer era uno de los dirigentes políticos entonces más buscados por los agentes del régimen: el popular líder del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Hermes Rafael "Rambo" Saguier.
La escena ocurrió en la noche del 9 de diciembre de 1988, en vísperas de la "Marcha por la Vida", que debía realizarse el 10 de diciembre, y que fue la última gran movilización contra la dictadura del general Alfredo Stroessner.
La manifestación de protesta había sido convocada por la Convergencia Nacional por los Derechos Humanos, conformada por una treintena de organizaciones sociales y políticas, e iba a consistir originalmente en una misa en la Catedral y luego en una gran marcha por las calles de Asunción, hasta el local de las Naciones Unidas (entonces, en las calles Estrella y Chile), en conmemoración por el 40 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El gobierno de Stroessner se anticipó y, desde varios días antes, buscando desactivar la protesta, empezó a arrestar a los principales dirigentes. Los que no cayeron en las redes de la policía se ocultaron y trataron de seguir adelante con la organización de la protesta, con planes alternativos para burlar a la represión, según recuerda Beatriz Agüero, entonces estudiante de Bioquímica y dirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios del Paraguay (FEUP).
Fue en esas circunstancias en que el político "Rambo" Saguier decidió disfrazarse de mujer e ingresar a la Catedral la noche antes, para ocultarse allí y poder participar de la misa al día siguiente, convencido de que el día 10 ya no lo iban a dejar entrar y lo iban a capturar.
Pero cuando acudió a pedir al entonces párroco de la Catedral, monseñor Agustín Blujaki, a que le permita ocultarse y pasar la noche en la sacristía, este montó en cólera y lo expulsó del lugar.
"Fue realmente simpático ver a Rambo vestido de señora gorda, con su peluca, paraguas, cartera, maquillaje, discutiendo con Monseñor Blujaki, quien le decía que era una ofensa al altísimo presentarse con ese patético disfraz", recuerda un testigo presencial de la escena.
Finalmente, ante la terca negativa del sacerdote, Saguier aceptó retirarse, con una advertencia: "¡Si me agarra la policía, usted va a ser el culpable, monseñor! ¡Será un cómplice de la dictadura...!".
Pero, al parecer, el disfraz de "Rambo" era muy bueno. Los policías no lo reconocieron y se apartaron para dejar pasar a la que parecía una aristocrática señora con sobrepeso, regresando de la Iglesia.

Los preparativos para la marcha

"El 10 de diciembre, marchemos por la vida... Participá, sin vos no cambia nada", rezaba un volante que los activistas repartían en las esquinas, tratando de que no los descubra la Policía.
La iniciativa había nacido meses antes, en una reunión convocada por los hermanos Miguel Abdón "Tito" y Hermes Rafael "Rambo" Saguier, quienes entonces lideraban gran parte de las movilizaciones antidictatoriales, desde el PLRA.
"La reunión se hizo en el campus de la Universidad Católica. En esa ocasión asistieron únicamente los hermanos Saguier, alguien del Mopoco (Movimiento Popular Colorado) y nosotros, los representantes de la FEUP", recuerda Beatriz Agüero.
En una segunda reunión, convocada ya por los estudiantes universitarios, asistieron muchas más organizaciones, que conformaron la Convergencia Nacional por los Derechos Humanos, y programaron la misa y la marcha para el 10 de diciembre
"Se armaron diferentes grupos, encargados de cada uno de los aspectos de la organización (propaganda, comunicación, seguridad, etc.). La seguridad fue fundamental, se cuidó que la organización no fuese descabezada y el esquema funcionó muy bien. El sistema de comunicación también fue importante, en una época en que no teníamos correo electrónico, ni redes sociales, ni teléfonos celulares. Recuerdo que nosotros teníamos 'reuniones móviles', por seguridad: nos reuníamos en autos que circulaban por la ciudad, como si fuésemos un grupo de amigos que estaban de paseo", relata Beatriz.
Cuando empezó la cacería y la detención de varios dirigentes, la mayoría ya había salido de sus casas para refugiarse en otros lugares.
"En el caso nuestro, fuimos acogidos en casas de familias que la dictadura jamás hubiese imaginado", destaca Carmen Rivarola Mas, entonces también dirigente de la FEUP, actualmente dirigente de la Coordinadora de Victimas del Ycuá Bolaños.
Una de las primeras en ser detenida fue la gran luchadora por los derechos humanos, Carmen "Coca" de Lara Castro, quien fue arrestada en el aeropuerto, a su regreso de un viaje a Europa. "La pobre señora volvía del invierno europeo, toda vestida para el frio y fue llevada a la Comisaría 12, con el calor de 45 grados de entonces. También Mavi Brusquetti (dirigente de la Junta Arquidiocesana de Laicos) fue detenida cuando entonces", relata Beatriz Aguero.
Entre otros dirigentes detenidos en asunción estaban Ronald Orrego (Fetraban), Alejandro Ladalardo, Digno Britez y Cristina Vilas (Comité de Iglesias), Celso Velázquez (periodista de Radio Cáritas), y en el interior del país: Regina viuda de Rodas, Elvio Romero Florentín, José Martínez (del Movimiento Campesino Paraguayo), entre otros.

El día de la represión.
"En cuanto a la Marcha en sí, estuvo organizada como grupos focales, al estilo de las anteriores 'Asambleas de la Civilidad'. Las organizaciones tenían asignadas zonas específicas (calles, esquinas) en donde se juntaban y salían a la acera a marchar. Eso volvió loca a la Policía, que aún no terminaba de dispersar a los manifestantes en un lugar, cuando a dos cuadras arriba ya surgía otro grupo", recuerda Beatriz Agüero.
Carmen Rivarola narra que ese día 10 de diciembre, temprano, cada activista debía llegar individualmente, por su cuenta, al lugar que le estaba asignado en donde manifestarse junto a otros que llegaban de la misma manera.
"A mí me tocó estar en un grupo que se debía manifestar frente al local del Touring y Automóvil Club (en las calles Brasil y 25 de mayo). Al principio, cada compañero estaba en alguna tienda, haciéndose pasar por clientes, fingiendo mirar ropas. A la hora indicada, empezamos a juntarnos. Cuando ya superamos las 200 personas, cerramos las calles y avanzamos sobre Brasil, hasta el Ministerio de Salud. Nuestro grupo fue el único que no fue reprimido por la Policía, porque al parecer se enteraron tarde. Un solo policía en moto apareció por el lugar", destaca Carmen.
Rubén Ayala Vera, comunicador popular, quien entonces era dirigente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), cuenta que con otro grupo de manifestantes, en el microcentro de Asunción, marcharon hasta el local del diario ABC Color, que entonces estaba clausurado arbitrariamente por la dictadura, para expresar su solidaridad.
"La policía iba detrás nuestro. Cuando ya estábamos frente a ABC, apareció un grupo de policías que entraba por las calles Yegros y Herrera, y otro grupo por Fulgencio R. Moreno  y Yegros, y nos encajonaron. Hubo una muy fuerte represión", señala Rubén.
Tanto Beatriz Agüero como Carmen Rivarola destacan que la ciudadanía se adhería de manera espontánea, venciendo el miedo.
"Yo no puedo olvidar la adhesión de la gente en las calles y comercio, cuando salían de su asombro aplaudían y coreaban las consignas a pesar de tener a la Policía cerca. También acompañaban con bocinazos", relata Beatriz.
"Fue espectacular ver cómo la gente se adhería. Incluso los playeros de la estación de servicio del Touring se adherían, levantando en alto las mangueras del surtidor, siguiendo nuestras consignas", narra Carmen.
El dirigente liberal Anki Boccia (de espaldas), enfrentando a patadas a los policias del stronismo.

Resck y el karateca que desafió a los policías

Otras dos escenas son particularmente recordadas de aquella Marcha por la Vida.
Una de ellas es la del veterano luchador por los derechos humanos, el profesor Luis Alfonso Resck, siendo detenido, golpeado y llevado en andas por varios policías.
A diferencia de Rambo Saguier, Resck sí consiguió ocultarse temprano dentro de la Catedral, desde antes del amanecer, pero vio que la gente no podía llegar para la celebración de la misma. Entonces se enteró de que las manifestaciones de protesta ya se habían iniciado una cuadra más arriba, y acudió a unirse.
"Se instaló un escenario sobre la calle Independencia Nacional, entre El Paraguayo Independiente y Eligio Ayala. Yo llegué allí y me subí a cantar el himno a la Virgen de Caacupé y luego Patria Querida. Esta música era la que más le molestaba al régimen de Stroessner. En ese mismo momento recibí un golpazo en la cabeza y caí desmayado. Me cuentan que me llevaron de manos y pies. Recién después de muchas horas me desperté en el calabozo del Departamento de Investigaciones de la Policía", recordó Resck.
La otra escena muy recordada es la del también dirigente del PLRA, Franklin "Anki" Boccia, enfrentando con golpes de karate a los policías, como en una película de artes marciales. Por entonces, Boccia se encontraba en muy buen estado físico, era un experto luchador y en lugar de correr de los represores, los enfrentó decididamente y dejó a varios tendidos en el piso, muy malheridos.
Pero el luchador también resultó muy herido y finalmente tuvo que huir a bordo de su motocicleta. Así lo encontró su sobrino, el médico Alfredo Boccia Paz, quien lo auxilió.
"Anki llegó manejando su moto, todo ensangrentado. Yo me subí atrás de él y con un pañuelo trataba de parar la hemorragia. Llegamos a una estación de servicio. Le lavé bajo una canilla, cambiamos la toalla y le llevamos al hospital universitario", recordó Alfredo Boccia.

Una movilización que hizo historia

La Marcha por la Vida, del 10 de diciembre de 1988, es considerada la última gran movilización ciudadana contra la dictadura de Stroessner, que tuvo gran repercusión internacional, y ayudó a que quienes preparaban el golpe de Estado para derrocar al régimen, se decidieran con mayor celeridad.
"La marcha había sido convocada por 30 organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles, sociales y culturales. Para cuando se realizó el acto ya había 35 personas detenidas. La marcha fue imponente, pues la prensa estimó en 20 mil el número de manifestantes, cifra alta considerando la feroz campaña intimidatoria que precedió a la manifestación", destacan Roberto Paredes y Liz Varela, en el libro "Los Carlos, Historia del derrocamiento de Alfredo Stroessner".
Beatriz Agüero recuerda que esa misma noche se hizo otra movilización sobre la avenida Quinta, en barrio Obrero, ocasión en que detuvieron a algunos activistas: Pete Guggiari, Rossana Saguier y Pupi Rivarola.
"Entusiasmados por el éxito obtenido, programamos otra gran movilización para abril de 1989, en que iba a reunirse la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en Asunción, pero esa ya no la pudimos realizar, porque el 3 de febrero amanecimos con la noticia de que había sido derrocado el dictador", concluye Beatriz Agüero.