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viernes, 8 de enero de 2016

La última revolución de Soledad Barrett




La nieta del gran Rafael Barrett luchó contra las dictaduras de Paraguay, Uruguay y Brasil. Fue asesinada en Recife, el 8 de enero de 1973. El cabo Anselmo, un infiltrado por el régimen militar en las filas revolucionarias, la entregó. El Estado Brasileño pidió recientemente disculpas por su asesinato.

#CrónicasDeLaMemoria


Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Soledad Barrett y su compañera Pauline Reichstul vendían ropas en la boutique "Chica Boa", cuando cinco hombres ingresaron con violencia y se las llevaron a punta de pistolas. Fue la última vez que Sonja María Cavalcanti, la dueña de la tienda, las vio con vida.
Era un caluroso 8 de enero de 1973, en el barrio Boa Viagem de Recife, estado de Pernambuco. La dictadura militar brasileña devoraba vidas humanas y sueños de libertad.
Los secuestradores, que vestían de civil, eran agentes del DOPS (Delegacía de Ordem Política e Social), la Policía dictatorial.
Soledad quedó paralizada al reconocer a uno de ellos. "¡Você...! ¿Por qué...?", reclamó mientras la llevaban a rastras, sin fuerzas para luchar, según relata Sonja María.
"Era él...", admitió la dueña de la boutique ante la Justicia Brasileña, 24 años después, al reconocer la foto de "Daniel", (José Antonio dos Santos, "el cabo Anselmo"), quien en ese momento era amante de Soledad y padre del hijo que ella esperaba, embarazada de 4 meses.
Mucho después se sabría que "Daniel" era en realidad un doble agente de la dictadura brasileña, infiltrado en las filas de la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), el movimiento guerrillero del legendario capitán Carlos Lamarca, del cual la paraguaya Soledad formaba parte.

Una larga marcha contra las injusticias

Soledad Barrett Viedma nació el 6 de enero de 1945 en Yabebyry, Paraguay.
Su padre fue Alejandro Rafael Barrett López, único hijo del gran escritor y líder anarquista español Rafael Barrett, quien llegó al país en 1904 y marcó a fuego las luchas sociales de toda una época, autor de importantes escritos de denuncia periodística como "Lo que son los yerbales", en los que reveló la esclavitud a la que eran sometidos los trabajadores conocidos como los "mensú".
"El nombre de Soledad reflejaba la ausencia de nuestro padre, perseguido por sus ideas políticas al igual que nuestro abuelo", relató su hermana Nanny Barrett.
Cuando Soledad tenía solo 3 meses, su familia tuvo que huir a la Argentina, donde pasaron cinco años de exilio.
"Volvimos al Paraguay. Soledad, con su manera de ser tan dulce, despertaba adoración. Tenía una forma de hablar pausada. Era una criatura hermosa, de cabellos dorados y piel blanca", la describe Nanny.
Incapaz de huir de los genes revolucionarios de su abuelo y su padre, en su adolescencia Soledad empezó a militar en el grupo de los "gorriones", vinculados al Frente Juvenil-Estudiantil de Asunción y al FULNA, destaca Víctor Duré, en un ensayo sobre la rebelión de los años 50 y 60.
La represión dictatorial obligó nuevamente a la familia a emigrar, esta vez al Uruguay. "En Montevideo, dueña de una gracia especial para la danza folclórica y el canto, ella se convirtió en un símbolo de la juventud paraguaya. No había un acto de solidaridad en el que no fuera invitada a actuar", recuerda Nanny.

El primer secuestro, en Uruguay

El 1º de julio de 1962, cuando tenía 17 años de edad, Soledad fue secuestrada por miembros de un comando nazi uruguayo.
Quisieron obligarla a que grite consignas: "¡Viva Hitler! ¡Abajo Fidel!", pero ella se negó. Con una navaja le dibujaron en los muslos una cruz svástica (signo del nazismo) y la dejaron tirada detrás del zoológico de Villa Dolores.
La joven paraguaya militaba ya activamente en los grupos revolucionarios y decidió viajar a Cuba, donde recibió entrenamiento guerrillero. Allí conoció al amor de su vida, el brasileño José María Ferreira de Araujo, con quien se casó y tuvo a su hija Naim.

Un trágico final.

Eran años de dictadura y terror. También de lucha revolucionaria... y de amor. Soledad Barrett tenía 25 años de edad cuando perdió a su esposo, el brasileño José María Ferreira de Araujo.
Desde Cuba, José María volvió a Brasil en julio de 1970, para ayudar a consolidar la lucha armada. En setiembre de 1970 fue capturado y asesinado por los militares. Sin saberlo, Soledad viajó a buscarlo, con su pequeña hija Naim, en 1971.
Al llegar y enterarse de la muerte de su marido, la paraguaya decidió incorporarse activamente a la guerrilla brasileña, en su lucha por derrocar a la dictadura.
La VPR la envió a Recife, junto a otros combatientes. Allí se reencontró con Anselmo, un antiguo militante amigo de su esposo, a quien había conocido en Cuba.
El "cabo Anselmo" era un militar que lideró la "revuelta de los marineros" en 1964, contra el Gobierno de João Goulart, y se había convertido en héroe para los guerrilleros. Pero la dictadura lo había captado como doble espía y tenía la misión de delatar a sus compañeros.
"Para no despertar sospechas, Anselmo necesitaba acercarse a alguien respetable y con un histórico de militancia impecable. La víctima ya había sido elegida: Soledad Barrett Viedma", relata la periodista brasileña Vanessa Gonçalves.
"El cabo se aproximó de la militante y pasó a vivir como su compañero. Soledad se embarazó de él, sin desconfiar de que era apenas un objeto para mantener la fachada de Antonio", agrega.
El 8 de enero de 1973 fue la "entrega".
Junto a Soledad, fueron secuestrados: Pauline Reichstul, Eudaldo Gómez da Silva, Jarbas Pereira Márquez, José Manoel da Silva y Evaldo Luiz Ferreira.
Los cadáveres fueron hallados en una granja, en São Bento, municipio de Abre e Lima, cerca de Recife. La abogada Mercia Albuquerque inspecionó los cuerpos en la morgue y relata lo siguiente: "En un barril estaba Soledad Barret Viedma. Estaba desnuda y había mucha sangre en los muslos, en las piernas, y en el fondo del barril, donde se encontraba también un feto".
Sin embargo, su cuerpo nunca fue entregado y en la práctica Soledad sigue siendo considerada una desaparecida.
A pocos días de haber cumplido 28 años de edad, la revolucionaria nieta del gran Rafael Barret acabó su vida de manera violenta, traicionada por su propio amante y padre del hijo que llevaba en sus entrañas.

Reivindicada en Brasil, poco conocida en Paraguay

En el barrio Jardim Adelfiore de São Paulo, Brasil, en el número 315 de la calle Tarcon, hay una escuela municipal denominada Soledad Barrett Viedma, donde los alumnos la recuerdan como "una luchadora paraguaya heroica, que dio su vida por la libertad".
También en Santa Cruz, Río de Janeiro, una calle lleva el nombre de la guerrillera que llegó para unirse a las filas de la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), la legendaria guerrilla del capitán Carlos Lamarca.
En el Paraguay, el nombre de Soledad Barrett aún es ignorado para la gran mayoría de los habitantes, aunque su abuelo, Rafael Barrett, si resulta más conocido.
Quienes saben algo de la historia de Soledad, la han vislumbrado a través de un poema escrito por el gran poeta uruguayo Mario Benedetti o el cantautor Daniel Viglietti, quienes conocieron personalmente a la paraguaya en Montevideo y le han rendido su homenaje artístico.

Pedido de disculpas por el Estado Brasileño

El pasado 11 de diciembre de 2015, Soledad Barrett Viedma fue declarada oficialmente amnistiada política, post-mortem, por la Comisión de Amnistia del Ministerio de Justicia del Brasil.
"Ese crimen contra Soledad Barrett Viedma es el caso más elocuente de la guerra sucia de la dictadura en el Brasil", escribió el periodista brasileño Urianiano Mota, autor del libro Soledad en Recife, publicado en 2009.
"Su cuerpo todavía está desaparecido e hasta hoy no fue expedido su certificado de defunción. Declarada oficialmente muerta e desaparecida por responsabilidad del Estado brasileño, Soledad ahora también es una amnistiada brasileña por todas las persecuciones que sufrió en vida", declaró el presidente de la Comisión de Amnistía, Paulo Abrão.
"Su hija, Ñasaindy Barret de Araújo, recibe formalmente el pedido de disculpas del Estado brasileño", explicó el titular de la comisión.

Así la canta el artista uruguayo Daniel Viglietti:

"Otra cosa aprendí junto a Soledad
que la patria no es
un solo lugar.
Cual el libertario abuelo del Paraguay
creciendo buscó su senda y el Uruguay
no olvida la marca de su pisada
cuando busca el Norte
el Norte Brasil
para combatir...".

El gran poeta Mario Benedetti la retrata así en sus versos:

“Con tu imagen segura
con tu pinta muchacha
pudiste ser modelo
actriz
Miss Paraguay
carátula
almanaque
quién sabe cuántas cosas
pero el abuelo Rafael
el viejo anarco
te tironeaba fuertemente la sangre
y vos sentías callada esos tirones…”.


martes, 5 de enero de 2016

Carta olvidada en el interior de un viejo zapatito


Este es un texto mío ya algo clásico, que algunos lectores reclaman en cada víspera del 6 de enero.
Cumplimos, reciclándolo.
¡Feliz Día de Reyes…!
(Cuiden sus zapatitos).

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Queridos Reyes Magos:

Me dicen que escribirles es una tontería, una pérdida de tiempo, porque ustedes no son seres reales, son solamente personajes de una antigua leyenda cristiana que se está volviendo cada vez menos creíble.
Eso me dicen… pero aún así les escribo esta carta.
Si viven en el alma de tantos niños y niñas, si están en el recuerdo nostálgico de tantos adultos que quizás sigamos atesorando nuestra niñez en algún rincón del corazón, si son capaces de convocar tantos sueños y tantas fantasías en cada mágica madrugada del 6 de enero, si pueden despertar tanta energía creadora, tanta fuerza, tanta esperanza… entonces, ustedes están mucho más vivos que muchos seres de carne y hueso que hoy son apenas sombras o fantasmas. Ustedes son mucho más realidad que tantas personas reales y palpables que en el fondo son mentiras vivientes.
Hasta los nueve años de edad, como tantos niños de Yhú, mi pueblo natal, yo creía fervorosamente en los Reyes Magos.
La magia nos envolvía al escribir cartitas de letras temblorosas, con el esfuerzo de enumerar supuestos actos de bondad, para canjearlos por una pelota de cuero o un camioncito a control remoto.
Las entregábamos a nuestros padres, convencidos de que conocían el imposible servicio postal que las llevaría hasta el País de los Sueños.
Sí... era magia la que nos impulsaba a preparar el pasto y el agua fresca para los exhaustos camellos, al pie de la ventana.
Era magia la que nos mantenía en duermevela, seguros de poder vislumbrar las sombras de los tres jinetes en el silencio de la madrugada.
Era magia la que nos despertaba de un salto para ver qué había junto a los zapatitos.
Era magia la que inundaba las calles de risas infantiles, en la mañana del 6 de enero, convirtiendo al mundo en una feliz aldea de niños jugando.
Un día se rompió el encanto...
Algún siniestro pyrague, creyendo que acaso nos hacía un favor, nos reveló la supuesta verdad y nos robó la magia.
El mundo se volvió otro.
Los Reyes Magos no existen.
Los Reyes Magos son los padres.
Los Reyes Magos son el invento publicitario de algún shopping center.
Los Reyes Magos son políticos en campaña llevando juguetes a los barrios pobres a cambio de votos.
En un mundo así, ¿cómo puede haber espacio para la magia?
Pero en esta víspera de la madrugada de Reyes, el niño que sobrevive dentro de mí se adueña de mi mano y me impulsa a escribirles estas líneas, que quedarán dentro de un viejo zapatito en la ventana, en donde les dejo mis pedidos.
Les pido que nos traigan de regalo las ganas y las fuerzas para seguir creyendo que es posible construir un Paraguay mejor.
Que a pesar de que el país está así como está, con el agua hasta el cuello, con tanta pobreza, con tanta corrupción, con tanta impunidad, con tanto engaño por parte de las autoridades y los políticos… no caigamos en la desesperanza, no caigamos en el error de creer que esto no lo arregla nadie y que ya no vale la pena luchar (justamente, este año, los chicos de la universidad y de la secundaria nos han demostrado todo lo contrario).
Les pido que nos laven las telarañas de los ojos, para poder ver que, a pesar de tantas malas noticias, también hay cosas lindas que han ocurrido y siguen ocurriendo.
Que hay mucha gente construyendo pequeñas cosas, desde lo cotidiano, desde lo comunitario.
Que no todos somos corruptos.
Que hay gente honesta, valiente, idealista, y a lo mejor está allí, en la casa vecina, y que tal vez muchos periodistas todavía no tenemos el valor de descubrir que ellos son en realidad la buena noticia, la verdadera buena noticia.
No les pido que vengan ustedes a solucionar nuestros problemas, porque en realidad no podrían hacerlo, por más magos que sean. Además no va a servir, porque así no aprenderíamos nada.
Pero en cambio sí podrían ayudarnos a descubrir que nosotros podemos, que somos capaces de superar nuestras propias limitaciones, de unirnos por encima de las diferencias, pensando en el país que les vamos a dejar a nuestros hijos.
Los abraza con mucho cariño.

Andrés

lunes, 4 de enero de 2016

La antena de tevé sobre una choza


Ah, ok. Entiendo tu pregunta.
–"¿Por qué hay una antena de tevé cable arriba de la choza de un damnificado por la inundación...?".
Me aclarás, sin ánimos de ofender, que es "una simple pregunta".
O como lo dirías después, con un tono más ñembo académico, "una interpelación neutra y objetiva sobre la realidad".
Para empezar te diría que no es una simple pregunta.
Mucho menos, neutra y objetiva.
En realidad tu observación (como probablemente la mía, en sentido contrario) está cargada de prejuicios, de visión ideológica discriminadora.
¿Qué me decís...?
¿Que estas familias no tienen derecho a tener una tele y una conexión a algún servicio de cable, solo porque viven en una zona inundable y ahora están en un precario asentamiento de refugiados, debido a la crecida del río?
¿O acaso el cuestionamiento es porque eso presuntamente demuestra que en realidad no son tan pobres, y solo son avivados haciéndose pasar por pobres para no trabajar?
¿En serio pensás eso...?
¿Creés que realmente alguien elegiría vivir así, en una casita de cartón como la de la foto, si tuviera la oportunidad de algo diferente? ¿Por eso te indigna que la humilde choza de cartón tenga arriba una antena de tevé cable...?
Fijate, a mí eso no me indigna...
Por el contrario, lo que sí me indigna es que esa antena de tevé cable no tenga debajo una vivienda realmente digna, mínimamente decente, en un buen barrio residencial, con todos los servicios básicos.
Un lugar en donde los niños puedan jugar y reír en un jardín verde y amplio, en vez de chapotear en el barro junto a la basura y a los desagües cloacales.
Sí, claro... Me gustaría que en lugar de gastar en la cuota de la tevé cable y su antenita parabólica –o en otras cosas que nosotros consideramos superfluas–, ahorraran para invertir en un lote y una vivienda mejor.
Pero ¿será que ellos y ellas tienen esa perspectiva?
Las veces que hablé con muchos de los bañadenses, siempre me dijeron que consideran al Bañado su tierra, su espacio, su lugar. Y que lejos de querer marcharse, lo que buscan es ayuda para asegurar jurídicamente la tenencia, y soluciones técnicas para hacerlo más habitable, al igual que el resto de la ciudad.
¿Será que no tienen derecho a soñar con eso?
¿A que tengamos en cuenta sus sueños y les ayudemos a volverlo realidad?
Mientras llega ese día, al menos aprendamos a convivir con mayor tolerancia.

Y a distinguir lo que hay arriba... de lo que hay abajo.