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sábado, 26 de noviembre de 2016

El traje de Rodríguez y el uniforme de Fidel


#CrónicasDeLaMemoria

Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Sucedió a inicios de los años 90, en uno de las primeras cumbres de presidentes latinoamericanos al cual el entonces flamante presidente paraguayo, general Andrés Rodríguez, asistió tras haber derrocado a su consuegro, el dictador Alfredo Stroessner.
Los mandatarios caminaban juntos hacia uno de los centros de eventos, mientras conversaban, en medio de una nube de guardias de seguridad.
Rodríguez, de impecable traje azul y corbata, se ufanaba de estar allí, entre sus varios colegas latinoamericanos. El único que desentonaba en el grupo con su vestimenta era el presidente cubano, Fidel Castro, quien iba con su estridente uniforme verde militar, su gorra de comandante y su eterna barba.
Rodríguez no quiso dejar pasar la oportunidad de sacar a relucir su condición de recién converso al sistema democrático, y entonces, alzando la voz con su estilo paraguayo campechano, interpeló a Fidel.

-¡Comandante…! ¿No le parece que ya es hora de sacarse el traje militar y ponerse un traje democrático, igual que nosotros?

Los demás mandatarios festejaron la exhortación del paraguayo, palmeando al comandante. “Si, Fidel, ya es hora”. “¿Para cuándo...?”.
Fidel simplemente sonrió y guardó silencio.
Disminuyó los pasos y se fue quedando más atrás del grupo en que estaba Rodríguez.
Entonces, desde atrás, con su potente y estentórea voz, gritó:

-¡General…!

Del grupo que iba adelante, Andrés Rodríguez fue el único que se paró y volteó la mirada hacia atrás.
Fidel Castro, con una amplia sonrisa, abrió los brazos y le dijo:

-Ya ve, general. Uno puede cambiarse de traje, pero sigue siendo el mismo. Por algo dicen que el hábito no hace al monje.

***

Con esta anécdota real sobre Fidel y Rodríguez nos divertimos mucho en aquellos años que siguieron a la caída de la dictadura.
Cuba y Castro se abrían en las páginas de la prensa paraguaya como un misterio a develar, luego de haber permanecido durante décadas como un retrato del infierno, cueva de comunistas salvajes comedores de niños, según la propaganda de la dictadura stronista.
Finalmente pudimos ver a Fidel de cerca cuando estuvo por única vez en Paraguay, en agosto de 2003, para la asunción al gobierno de Nicanor Duarte Frutos y mantuvo aquel encuentro multitudinario y lleno de anécdotas en el estadio del Consejo Nacional de Deportes.
Su gesto más significativo, entonces, fue visitar a nuestro gran escritor Augusto Roa Bastos en su departamento de Manora, y llevárselo con él a Cuba para someterlo a un chequeo y tratamiento médico intensivo, en medio de un cúmulo de homenajes literarios y de cariño. Fue probablemente una de las grandes alegrías que el autor de Yo El Supremo recibió en sus últimos años de vida.
Ahora que parece que finalmente se ha muerto el guerrero de Sierra Maestra, al que la CIA intentó asesinar infructuosamente en centenas de atentados y los internautas mataron en miles de posteos falsos, se escribirán millones de líneas de texto, llamándolo gran héroe revolucionario o perverso dictador sanguinario.
Fidel fue todo eso y mucho más. 
Al igual que el Che, que Kennedy, que Martin Luther King, que Hitler, fue una de las grandes figuras que marcó la historia del mundo en el Siglo XX. 
Hace mucho que Fidel está en las páginas de la Historia, con mayúsculas. 
De allí nadie nunca lo podrá borrar.

1 comentario:

  1. Ciertamente los grandes hombres como Fidel no necesitan de reconocimientos ni pleitesías. Fidel ha sido sobre un hombre congruente con sus convicciones, se podrá criticarlo o no estar de acuerdo con él, lo que no se podrá es acusarlo de incoherente. Sus sueños y acciones han conducido a todo un pueblo a visualizar otros horizontes y modos de organización, distintos y alejados de las sociedades consumistas que funcionan solo con la lógica del ley del mercado, tal vez porque siempre comprendió y defendió que el ser humano no es objeto de mercancía. Hasta la victoria siempre comandante, tus huellas nos han de inspirar siempre.

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