Acusado de matar a 30.000 judíos, Eduard Roschmann, El carnicero de Riga, llegó en julio de
1977 a Asunción, huyendo de un intento de extradición desde la Argentinaa, portando
la identidad falsa de Federico Wegener. No pudo obtener la ayuda de los nazis
paraguayos, como si la tuvo anteriormente su colega Josef Mengele, el Ángel de la Muerte. Roschmann murió en
Clínicas, el hospital de los pobres, solo
y desamparado. El destino final de su cadáver sigue siendo un misterio.
#CrónicasDeLaMemoria
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Por Andrés Colmán Gutiérrez -
@andrescolman
El
hombre que bajó del ómnibus de La Internacional, en la terminal de la empresa
Brújula Turismo, sobre la calle Presidente Franco casi Colón, en la zona
portuaria de Asunción, no se parecía en nada al actor suizo-austriaco
Maximilian Schell, quien tres años antes lo había encarnado en la aclamada
película Odessa, dirigida por Ronald
Neame.
Al
contrario del apuesto y despiadado oficial nazi que aparece en la pantalla, el
recién llegado parecía un abuelo cansado y obeso, con poco pelo y grueso
bigote, que sudaba copiosamente ante el calor de la siesta paraguaya y
rengueaba con dificultad, arrastrando una ajada maleta.
Era el
7 de julio de 1977, cerca de las 15.00. El hombre que llegaba huyendo desde
Argentina con una identidad falsa no era otro que el buscado criminal nazi
Eduard Roschmann, apodado El Carnicero de
Riga, a quien el novelista inglés
Frederick Forsyth había puesto en el foco mundial con su libro The Odessa files (o simplemente Odessa, en que se basó la película),
relatando las atrocidades que cometió como comandante del gueto de Riga, en
Letonia, durante la Segunda Guerra Mundial, donde se le acusa de haber
asesinado a 30.000 judíos.
En las
inmediaciones de la terminal de Brújula estaba el bar copetín Pez Mar, donde Roschmann entró a beber
una gaseosa. Con su dificultoso español preguntó al dependiente si conocía un
hotel “que no sea muy caro”.
El
encargado del bar era un ciudadano chino, quien le contó que él vivía en una
pensión familiar donde había camas disponibles. Roschmann se mostró interesado
y el chino le anotó la dirección en una servilleta.
Foto en portada del diario Ultima Hora, en la edición del jueves 11 de agosto de 1977. |
La vieja pensión de la calle Iturbe
Alrededor
de las 16.00, un taxi lo dejó frente a una casona de la calle Iturbe 859, casi
Manuel Domínguez, donde funcionaba la Pensión Ríos, propiedad de Juana Echagüe
viuda de Ríos. Cuarenta años después, la fachada sigue igual, pero ahora el
local pertenece al Estudio Jurídico Riera Abogados, que integra el ministro de Educación, Enrique Riera, junto a
otros socios.
El
costo del alojamiento era 400 guaraníes por día, que incluía la cama en una
habitación compartida y las comidas. Roschmann pagó diez días de permanencia.
“Vino
recomendado por uno de los chinos que eran nuestros pensionistas, por eso no
hubo problemas en alojarlo. Tenía una cédula de identidad argentina, a nombre
de Federico Wegener y con ese nombre se registró en la pensión”, relató Aníbal
Ríos, uno de los dueños del local, en una entrevista con Última Hora, semanas
después de la llegada del criminal nazi.
“Era un
pensionista normal. Incluso mi madre le comentó a uno de mis hermanos: ‘Ojalá
que todos fuesen como Wegener… ¡si hasta para ir al baño pide permiso!”,
describió Ríos.
Hablaba
español, no fluidamente, pero se hacía entender sin dificultades. Salía poco a
la calle y se pasaba gran parte del tiempo leyendo en la habitación. La dueña
de la pensión le preguntó a qué se dedicaba y el huésped le dijo que era
comerciante, que había venido al Paraguay a buscar a una familiar suya, de
ascendencia alemana.
Roschmann
trataba de hacer contacto con la misma organización local, vinculada a Odessa
(la red secreta internacional que ayudaba a los nazis a escapar de la Justicia), que había brindado protección a otro criminal
de guerra, el médico Joseph Mengele, el Ángel de la Muerte, que entre 1959 y
1963 vivió oculto en Paraguay, pero en los años 70 la acción del grupo se había
vuelto mucho más hermética, ante la fuerte vigilancia y presión internacional que
ejercían los “cazadores de nazis” como Simon Wiesenthal y Beate Klarsfeld, que
tenían al país bajo la lupa.
La identidad falsa de Roschmann, con ciudadanía argentina. |
Orden de captura y extradición
Nacido
en Graz, Austria-Hungría, en 1908, Eduard Roschmann se afilió al Partido Nazi
de su país en 1938. Fue integrante de las SS de Adolf Hitler y enviado como
comandante al Campo de Concentración de la ciudad portuaria de Riga, en Letonia,
y del gueto judío, donde se mantuvo hasta 1944. Se le acusa de ser responsable
de la muerte de la mayoría de los más de 30.000 judíos que vivían en el lugar,
a quienes mandaba fusilar o ahorcar en los bosques cercanos. Por sus métodos
crueles, su nombre inspiraba terror entre sus víctimas.
Tras
huir ante la avanzada soviética al final de la guerra, Roschmann fue arrestado
por los británicos en 1947. A pedido de
los norteamericanos, fue evacuado a Alemania. Durante el viaje en tren pidió ir
al baño y aprovechó para saltar por la ventanilla. En su travesía a través de
los campos nevados se le congelaron los pies, por lo cual debieron amputarle cuatro
dedos, lo cual años más tarde ayudaría a que su cadáver pueda ser identificado
en Asunción.
Roschmann
había llegado a la Argentina en 1948, huyendo con un pasaporte de la Cruz Roja,
a nombre de Federico Wegener.
Allí
pudo montar un negocio de venta de maderas, con ayuda de una fundación nazi. A
pesar de que había dejado a su primera esposa en Graz, se casó en Argentina con
su secretaria y fue acusado de bígamo por su anterior mujer. En 1957 decidió
volver a Austria y, al llegar, fue procesado hasta que se anuló su segundo
matrimonio. Al año siguiente viajó por varios países de Sudamérica, vivió un
tiempo en Brasil y nuevamente se radicó en la Argentina, donde en los años 60
obtuvo la nacionalidad argentina, con su nombre falso Federico Wegener.
En 1963,
un tribunal de Hamburgo emitió una orden de arresto en su contra, pero recién en
1976 el Gobierno argentino aceptó conceder la extradición. Para entonces, Frederick
Forsyth ya había publicado su novela The
Odessa files (1974) y en 1976 se estrenaba la película Odessa,
con John Voigt como protagonista, y Maximilian Schell encarnaba en la pantalla a
un Roschmann perverso y cruel. La literatura y el cine acababan de convertirlo en
un personaje famoso, a quien ya le iba a resultar difícil pasar inadvertido,
Alarmado
ante el riesgo de ser capturado, Roschmann hizo apuradamente una maleta y
abordó el primer ómnibus rumbo al Paraguay.
Tenía
63 años de edad, sufría de una afección cardiaca y caminaba dificultosamente
porque le habían amputado cuatro dedos de los pies, pero confiaba en que Odessa y los nazis paraguayos le iban a
brindar ayuda y protección.
Leyendo
una vieja novela en idioma alemán, el único libro que había logrado traer
consigo en la maleta, en la soledad de la vieja pensión, Roschmann esperó en
vano el contacto con los nazis paraguayos y la angustia de la espera afectó a
su enfermo corazón.
El informe de la autopsia a Federico Wegener (Roschmann) en Clínicas. |
Los últimos días en Clínicas
El día
26 de julio de 1977, el criminal nazi había amanecido con la cara roja, sin
poder respirar, lo cual alarmó a los dueños de la pensión.
“Mi
mamá fue a verlo y reconoció que era un ataque cardiaco. Mi padre había muerto
de una enfermedad similar. Así que llamó un taxi y mi hermano, Epifanio Ríos,
con una empleada, Mirtha González, lo llevaron urgente al Hospital de
Clínicas”, había relatado Aníbal Ríos, hijo de la dueña de la pensión.
Con el mismo
nombre falso de Federico Wegener, Roschmann fue admitido prácticamente en
estado de coma e internado en la cama 16,
sala B, de la Primera Cátedra de Clínica Médica.
No
había nadie que se hiciera cargo del paciente, salvo los dueños de la pensión,
que llamaban por teléfono a conocer su estado, y en más de una oportunidad le
compraron los medicamentos que necesitaba.
“Nadie
vino a visitarle, nadie se interesó por su salud. Solamente la persona que le
trajo (Epifanio Ríos, hijo de la dueña de la pensión), dejó un número
telefónico, 45082, indicó que allí debíamos recurrir si pasaba algo peor”,
relató el entonces director del Hospital de Clínicas, doctor Alberto
Echeverría.
Al no
tener parientes, Roschman fue considerado uno más de los muchos pacientes
indigentes y abandonados que eran remitidos diariamente al llamado “hospital de
los pobres”.
La
atención que le brindaron, sin embargo, le permitió al pacien te tener una considerable
recuperación.
“En la
evolución el paciente mejora, recupera la lucidez, los signos de neumopatía
mejoran paulatinamente. Tratado con digitálicos, diuréticos, traquetomía,
penicilina cristalina y clorafenicol. Presentó además diarrea, que cedió con
medicación”, escribieron en su historia clínica.
Tanta
fue la mejoría, que Roschman pudo levantarse y dar paseos por el hospital,
hasta que en una ocasión, el día 4 de agosto, con acuerdo de una de las
enfermeras, pudo salir por unas horas del hospital, abordar un taxi y retornar
a la pensión de la calle Iturbe para retirar su maleta y sus pertenencias.
“Cuando
llegó, le dio un susto a mi gente, porque todavía estaba abierta su herida con
la traquetomía, pero podía movilizarse bien y le ayudamos a juntar todas sus
cosas y a volver en un taxi al hospital”, relató Anibal Ríos, de la Pensión
Ríos.
En los
días siguientes, la salud del criminal nazi volvió a deteriorarse.
“Como
era previsible, la situación del paciente fue empeorando, hasta que le resultaba
sumamente difícil respirar. Es por eso que se le sometió a un
electrocardiograma. Esa operación tuvo a su cargo la señora Magdalena de
Oliveira. Posteriormente, su muerte fue inevitable”, relató el director de
Clínicas, Alberto Echeverría.
El registro de la muerte de Roschmann, en su historia clínica, |
La muerte que se volvió un escándalo
político
“En la
madrugada del 10 de agosto de 1977, el paciente tiene convulsiones
toniclocónicas, está cianótico, pulso indeterminado, presión arterial 0”,
indicaba el registro de la historia clínica de Eduard Roschmann, entonces
todavía identificado como Federico Wegener, en el Hospital de Clínicas de
Asunción.
En
seguida se registraba escuetamente su momento final: “Al cabo de 15 a 20
minutos, paro respiratorio”.
Hasta
entonces, el anciano con cédula argentina era un paciente indigente más que
había fallecido, de los muchos pacientes que llegan diariamente al “hospital de
los pobres” y en muchos casos se mueren.
Así que
con él también se aplicó el trámite de rutina: se lo trasladó a la morgue, que
quedaba detrás del hospital.
Si
nadie reclamase el cadáver en algunos días, sería destinado para la práctica de
los estudiantes de medicina.
Pero
alguien en Paraguay sabía que Federico Wegener era en realidad Eduard Roschmann,
“el carnicero de Riga”, uno de los criminales nazis más buscados
internacionalmente, y ese dato se lo transmitió a un periodista del diario ABC
Color, que en la edición del día siguiente, 11 de agosto de 1977, sorprendió
con una auténtica primicia periodística, con un gran título a seis columnas en
su portada: “Un criminal de guerra nazi
murió ayer en el Hospital de Clínicas”.
En su
edición de esa misma tarde, el diario Última Hora (que en esa época era
vespertino), trajo en portada la foto de la pensión de la calle Iturbe, en la
que Roschmann estuvo alojado durante 15 días y en su página interior una
entrevista con la dueña, Juana Echague, y con su hijo, Anibal Ríos. Además, un informe
acerca de cómo había muerto el criminal, con versiones de los médicos y
enfermeras que lo atendieron.
La
revelación generó un gran impacto y atrajo el interés de la prensa
internacional, convirtiéndose en un gran escándalo político.
Se
fortalecía la imagen de que el Paraguay se había convertido en un refugio para
criminales internacionales, aunque en este caso no existen indicios de que
Roschmann haya recibido algún tipo de protección del régimen.
Al
principio surgió la duda de que el hombre que había muerto en Clínicas
realmente fuera Roschmann, cuando el célebre cazador de nazis, Simon
Wiesenthal, dijo en diálogo telefónico con los medios de comunicación que podía
tratarse de una treta para ocultar el paradero del verdadero criminal.
Finalmente, tras comprobarse que le faltaban cuatro dedos en los pies,
Wiesenthal aceptó que el muerto era realmente Roschmann. La Interpol también
ayudó a confirmar la identidad.
La Cátedra
de Anatomía Patológica de la Facultad de Ciencias Médicas dispuso que un equipo
médico practique una autopsia al cadáver de Wegener-Roschmann. Fueron
designados para ello los médicos José Bellasai, Pedro Rolón y Hernán Godoy.
“Fue
una autopsia rutinaria, que se hacía habitualmente a muchos pacientes que
fallecían. En ese momento aún no teníamos la dimensión de quien era Roschmann,
hubiéramos hecho un examen mucho más detallado”, recuerda el doctor José
Bellasai.
El ataque a la Fiambrería Alemana, en represalia contra quien identificó a Roschmann. |
La identificación de Emilio Wolff
Emilio
Wolff, empresario judío, dueño de la Fiambrería Alemana en Asunción, fue un
sobreviviente de campos de concentración durante la Segunda guerra Mundial y
conoció personalmente la crueldad de Eduard Roschmann, cuando estuvo prisionero
en el campo de concentración de Auschwitz II-Birkenau.
Wolff
fue uno de los primeros en afirmar que la persona que murió en Clínicas como
Federico Wegener era el Carnicero de Riga. Incluso, una de las versiones más
insistentes sostienen que fue el propio Wolff el informante anónimo que pasó el
dato a los periodistas del diario ABC Color, lo cual lleva a suponer que el
empresario judío ya conocía de la presencia del criminal nazi en el país, con
identidad falsa.
“¿Cómo
no lo voy a conocer? A Roschmann lo he visto en varias ocasiones en Birkenau,
Polonia, en donde estaba otro de los campos de concentraciones, o en otros términos,
otro sitio de carnicería humana. Fui testigo de sus crueldades, de la horrible
matanza de decenas de prisioneros. Por eso, cuando miré el cadáver, dije:
¡Exacto! Es el mismo Roschman. No me cabe ninguna duda”, aseguró Wolff a Última
Hora en agosto de 1977.
El
empresario judío contó que estuvo prisionero de los nazis por siete años y
nueve meses. “En el campo de concentración y en mi presencia mataron a mi
padre, mataron a mi madre y mataron también a mi hermana, que tenía un mellizo”,
relató.
“Este
Roschmann fue uno de los sanguinarios nazis, que no en balde recibe el
sobrenombre de ‘Carnicero de Riga’, merecía peor muerte”, indicó.
Tras la
publicación de la entrevista, el local comercial de Emilio Wolff, la Fiambreria
Alemana, que quedaba sobre la calle Luis Alberto de Herrera, en la esquina con
Independencia Nacional, fue atacado a balazos por dos desconocidos, en la
madrugada del sábado 13 de agosto de 1977.
El
periodista César Insfrán, entonces integrante de la Redacción de ÚH, fue un
testigo presencial del ataque. Describió que un automóvil Ford, de color azul y
techo blanco, paró frente al local y uno de los dos ocupantes, el que estaba en
el lugar del acompañante, “descendió y sin pérdida de tiempo abrió fuego contra
la fiambrería. Se escucharon tres disparos y luego otros tres”.
Posteriormente,
los atacantes huyeron del sitio, uno de ellos a pie y el otro con el vehículo
Ford.
“Presumimos
que el atentado habrá sido por las declaraciones de mi padre a los diarios,
acerca de la identidad de Roschman”, dijo uno de los hijos de Emilio Wolf, tras
el incidente.
El
ataque causó aún mayor conmoción en el
ambiente político asunceno, en torno a la muerte del criminal de guerra.
“¿Actúan nazis en Paraguay”, era el título de otro artículo publicado por ÚH,
en el cual se aseguraba que la comunidad judía esperaba nuevos ataques tras la
muerte del criminal de guerra en Asunción.
El antiguo "hospital de los pobres" en Asunción, donde acabó el criminal nazi su largo viaje. |
¿Qué pasó con el cadáver de Roschmann?
“El
cadáver de Roschmann estuvo en la morgue del Hospital de Clínicas, hasta que
unas semanas después desapareció misteriosamente”, sostiene el médico e
investigador Alfredo Boccia Paz, quien también ejerció durante muchos años la
medicina en el Hospital y es docente en la Facultad de Ciencias Médicas de la
UNA.
El
destino del cuerpo del criminal nazi es uno de los misterios que hasta ahora no
se han podido desentrañar, ya que no existen registros ni testimonios públicos conocidos
acerca de quién retiró el cadáver, ni a donde se lo llevó.
El
periodista argentino Alfredo Serra, quien en esa época escribía para la revista
Gente, estuvo en Paraguay siguiendo las huellas de Roschmann a días de su
muerte, en un reciente artículo publicado en el diario digital Infobae asegura
que el cadáver del criminal acabó bajo el bisturí de prácticas de los
estudiantes de medicina de la UNA.
El
patólogo y forense José Bellasai, quien participó de la autopsia de Roschmann,
asegura que el dato brindado por Serra es falso.
“No se destinaban
los cadáveres sometidos previamente a autopsia a prácticas de estudiantes, y
menos aún se hubiera procedido de ese modo cuando ya existía certeza de que era
un criminal nazi buscado internacionalmente”, sostiene Bellasai, quien también
conoce la versión de que el cuerpo fue retirado del lugar, pero no se conoce la
identidad de quienes lo hicieron.
Hasta
ahora hay algunas versiones que fueron compartidas con el autor de esta nota,
por parte de fuentes que pidieron permanecer en el anonimato, por lo cual no
daremos los nombres de las personas a las que mencionan, ya no que estos datos
aún no han podido ser confirmados.
La
primera versión es que un conocido empresario, ya fallecido, muy vinculado al
entonces dictador Alfredo Stroessner, fue quien ordenó a un grupo de hombres de
su confianza a que retiren el cadáver de la morgue de Clínicas “sin dejar
rastros” y lo sepulten en una fosa anónima, en un cementerio de la capital, para
“evitar que los judíos tomen revancha con el cuerpo”.
La otra
versión es que un grupo comando de nazis paraguayos, a quienes Roschman no pudo
contactar en vida, fueron quienes rescataron su cuerpo, valiéndose de altas
influencias con la gente del régimen stronista, y lo sepultaron en lugar que es
una especie de mausoleo nazi, donde acostumbraban realizar ceremonias rituales secretas.
Esta versión sostiene que fueron miembros de este grupo los que balearon la
Fiambrería Alemana, en la madrugada del sábado 13 de agosto de 1977.
Una
tercera versión sostiene que las propias autoridades de la dictadura dispusieron
que el cadáver sea retirado y entregado en secreto a familiares de Roschman, presumiblemente
a su segunda esposa en Argentina, una mujer llamada Edith Redemacher, que vivía
en una casa sobre la calle Guiraldes 824, en Buenos Aires, para quien Roschman
dejó una nota final entre sus pertenencias.
Sea
cual sea la versión real, es parte de los interrogantes que aún faltan esclarecer,
a 40 años del viaje final del Carnicero
de Riga, que concluyó en el “hospital de los pobres”, en Asunción.