Gringo, Jarbas, Galán, Cabeza Branca, Pingo… no
son nombres de personajes de una serie televisiva de Netflix. Son personas
reales que aparecen en las noticias casi diarias, en las conversaciones
frecuentes, en los programas políticos de tevé, en los corrillos políticos…
Mucha
gente se ha asustado ante el violento y criminal ataque de sicarios, con el
cobarde asesinato de un hombre y su pequeño hijo de 5 años, ocurrido este
miércoles 25 de octubre, en una zona residencial considerada el nuevo centro
financiero e inmobiliario de Asunción, a metros del Paseo de la Galería, del
Shopping del Sol y del World Trade Center.
Un
criminal atentado en pleno corazón del Paraguay de la exitosa economía que
tanto quieren vender.
“La guerra de los narcos ha llegado a la
capital”, “Los sicarios ya están aquí”, “Sicariato en Asunción”, son
algunos de los títulos periodísticos que se imprimen en los zócalos de las
pantallas, como si lo que antes pasaba en la frontera de Pedro Juan Caballero o
Capitán Bado hubiera estado ocurriendo en otro país.
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Hace
mucho que lo veníamos advirtiendo.
Como
muestra, valga este artículo que publicamos el 2 de noviembre de 2014, días
después del asesinato del colega periodista Pablo Medina en Canindeyú: La Guerra entre dos bandas brasileñas desangra al Paraguay, relatando una historia antigua, pero que ha ido recrudeciendo
cada vez más.
La
narcopolítica no es un invento de estos últimos años. Ya era el mismo fenómeno
en los años 60 y 70, cuando los principales generales y jerarcas de la
dictadura stronista dominaban el tráfico de heroína, cocaína y marihuana,
asociados con grandes narcos internacionales como el Joseph Auguste Ricord del Contacto en Francia y la Conexión Latina, y luego con los popes
de los carteles latinoamericanos, como Pablo Escobar Gaviria.
Tras la
caída de la dictadura, en los 90 hubo un quiebre, cuando el narco brasileño
Fernandinho Beiramar introdujo al Comando Vermelho (CV), y en su estela llegó
el Primer Comando Capital (PCC), las dos organizaciones brasileñas más
sanguinarias, que desembarcaron en el paraíso de la impunidad y la corrupción
que para ellos es el Paraguay.
En ese
proceso de instalación con sus socios paraguayos empezaron -con sus peculiares
"ajustes de cuentas"- no solamente a llenar de cadáveres toda la
región fronteriza de Amambay y Canindeyú, a expandir cultivos de marihuana y
bases de tráfico de cocaína en la mayoría de los departamentos, sino a asesinar
a periodistas que osaban investigar o denunciar sus fechorías (hay 17 casos, la
mayoría en la impunidad, desde Santiago Leguizamón en 1991 a Gerardo Servián en
2015), a comprar jueces y fiscales, comisarios y agentes policiales, y a
financiar campañas electorales para instalar en el poder a diputados,
senadores, intendentes, gobernadores y quizás hasta presidentes que le sean
afines.
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No es
exageración cuando decimos que el Paraguay avanza hacia un narco-estado o un
estado fallido.
El
actual presidente y los miembros de su entorno político están más ocupados en
hacer campaña electoral utilizando asquerosamente los recursos del Estado que
en tratar de poner freno al crimen organizado.
Varios
de los referentes de la disidencia colorada o de la oposición política son
igualmente responsables de esta situación, cuando bloquean los proyectos de
leyes de control de fondos para el financiamiento político o siguen manteniendo
las listas sábanas cerradas para las elecciones, abriendo todas las
posibilidades para que los narcos manejen la política y el poder.
No es
exageración cuando decimos que corremos el peligro de ser la Colombia de los
años 80 de Escobar Gaviria o el México actual de los carteles de Sinaloa, del
Golfo o de los Zetas. Claro, creemos que mientras ellos se maten allá en la
frontera, estamos a salvo… hasta que el baño de sangre llega a nuestras calles,
como en esta violenta tarde de octubre.
Entonces
nos asustamos....
Ojalá
este susto sirva para que podamos reaccionar ante la pasividad y la indolencia,
salir a las calles, movilizarnos, elegir a mejores gobernantes, participar
activamente en la construcción de otro Paraguay posible y proteger el futuro de
nuestros hijos…