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miércoles, 25 de octubre de 2017

Narcopolítica, narcopaís...


Gringo, Jarbas, Galán, Cabeza Branca, Pingo… no son nombres de personajes de una serie televisiva de Netflix. Son personas reales que aparecen en las noticias casi diarias, en las conversaciones frecuentes, en los programas políticos de tevé, en los corrillos políticos…
Mucha gente se ha asustado ante el violento y criminal ataque de sicarios, con el cobarde asesinato de un hombre y su pequeño hijo de 5 años, ocurrido este miércoles 25 de octubre, en una zona residencial considerada el nuevo centro financiero e inmobiliario de Asunción, a metros del Paseo de la Galería, del Shopping del Sol y del World Trade Center.
Un criminal atentado en pleno corazón del Paraguay de la exitosa economía que tanto quieren vender.
“La guerra de los narcos ha llegado a la capital”, “Los sicarios ya están aquí”, “Sicariato en Asunción”, son algunos de los títulos periodísticos que se imprimen en los zócalos de las pantallas, como si lo que antes pasaba en la frontera de Pedro Juan Caballero o Capitán Bado hubiera estado ocurriendo en otro país.

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Hace mucho que lo veníamos advirtiendo.
Como muestra, valga este artículo que publicamos el 2 de noviembre de 2014, días después del asesinato del colega periodista Pablo Medina en Canindeyú: La Guerra entre dos bandas brasileñas desangra al Paraguay, relatando una historia antigua, pero que ha ido recrudeciendo cada vez más.
La narcopolítica no es un invento de estos últimos años. Ya era el mismo fenómeno en los años 60 y 70, cuando los principales generales y jerarcas de la dictadura stronista dominaban el tráfico de heroína, cocaína y marihuana, asociados con grandes narcos internacionales como el Joseph Auguste Ricord del Contacto en Francia y la Conexión Latina, y luego con los popes de los carteles latinoamericanos, como Pablo Escobar Gaviria.
Tras la caída de la dictadura, en los 90 hubo un quiebre, cuando el narco brasileño Fernandinho Beiramar introdujo al Comando Vermelho (CV), y en su estela llegó el Primer Comando Capital (PCC), las dos organizaciones brasileñas más sanguinarias, que desembarcaron en el paraíso de la impunidad y la corrupción que para ellos es el Paraguay.
En ese proceso de instalación con sus socios paraguayos empezaron -con sus peculiares "ajustes de cuentas"- no solamente a llenar de cadáveres toda la región fronteriza de Amambay y Canindeyú, a expandir cultivos de marihuana y bases de tráfico de cocaína en la mayoría de los departamentos, sino a asesinar a periodistas que osaban investigar o denunciar sus fechorías (hay 17 casos, la mayoría en la impunidad, desde Santiago Leguizamón en 1991 a Gerardo Servián en 2015), a comprar jueces y fiscales, comisarios y agentes policiales, y a financiar campañas electorales para instalar en el poder a diputados, senadores, intendentes, gobernadores y quizás hasta presidentes que le sean afines.

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No es exageración cuando decimos que el Paraguay avanza hacia un narco-estado o un estado fallido.
El actual presidente y los miembros de su entorno político están más ocupados en hacer campaña electoral utilizando asquerosamente los recursos del Estado que en tratar de poner freno al crimen organizado.
Varios de los referentes de la disidencia colorada o de la oposición política son igualmente responsables de esta situación, cuando bloquean los proyectos de leyes de control de fondos para el financiamiento político o siguen manteniendo las listas sábanas cerradas para las elecciones, abriendo todas las posibilidades para que los narcos manejen la política y el poder.
No es exageración cuando decimos que corremos el peligro de ser la Colombia de los años 80 de Escobar Gaviria o el México actual de los carteles de Sinaloa, del Golfo o de los Zetas. Claro, creemos que mientras ellos se maten allá en la frontera, estamos a salvo… hasta que el baño de sangre llega a nuestras calles, como en esta violenta tarde de octubre.
Entonces nos asustamos....
Ojalá este susto sirva para que podamos reaccionar ante la pasividad y la indolencia, salir a las calles, movilizarnos, elegir a mejores gobernantes, participar activamente en la construcción de otro Paraguay posible y proteger el futuro de nuestros hijos…


John Reed: Ser cronista de la historia


Se cumplen 100 años de la Revolución Rusa. Es un motivo más que suficiente para leer, releer o descubrir una de las obras cumbres del periodismo narrativo, escrito por uno de los grandes maestros fundacionales del género: el libro Diez días que estremecieron al mundo, del periodista, escritor y activista revolucionario norteamericano John Reed, publicado en 1919, quien fue testigo presencial del acontecimiento histórico como corresponsal de guerra y conoció personalmente a Lenin.
Nacido en Portland, Oregón, en el seno de una familia burguesa y egresado de Harvard, Reed mostró su espíritu aventurero al internarse en plena Revolución Mexicana como corresponsal del Metropolitan Magazine, donde conoció y entrevistó al legendario líder revolucionario Pancho Villa. Sus célebres reportes están contenidos en el libro México Insurgente.
Cubrió la primera Guerra Mundial y llegó hasta Rusia, en donde conoció a Lenin, y estuvo presente en la capital San Petersburgo durante las jornadas de octubre-noviembre de 1917. Acreditado como periodista, hizo un seguimiento diario del proceso revolucionario, con crónicas escritas casi como un diario de guerra, que luego conformaron la edición de Diez días…
El propio Lenin escribe en el prólogo: "Lo recomiendo sin reservas a los trabajadores del mundo. Éste es un libro que me gustaría ver publicado por millones de ejemplares y traducido a todas las lenguas, ya que ofrece una verídica y muy vívida exposición de los hechos que son tan importantes para comprender debidamente lo que es la revolución proletaria y la dictadura del proletariado".
Es uno de los libros esenciales que suelo recomendar en mis talleres a los alumnos que buscan abrazar el género del periodismo narrativo, crónica, periodismo literario o literatura de no ficción, junto a Operación Masacre, de Rodolfo Walsh; A sangre fría, de Truman Capote; Lo que son los yerbales, de Rafael Barrett; Os Sertoes, de Euclides Da Cunha; Relato de un Náufrago, de Gabriel García Márquez, entre otros.
John Reed ya era un apasionado activista y militante comunista cuando escribió Diez días…, así que no se busque en su texto a un narrador neutral. Sin embargo es admirable como busca privilegiar el relato de los hechos y no caer en el discurso propagandístico, con muy buen estilo literario, aunque obviamente la obra está concebida con la manera de entender el periodismo que había en esa época.
El mismo Reed lo admite en su prefacio: "Durante la lucha, mis sentimientos no fueron neutrales. Pero, al contar la historia de aquellos días heroicos, he intentado mirar los hechos con los ojos de un reportero concienzudo e interesado en consignar la verdad".
Sobre Red en México, el cineasta Paul Leduc filmó la película Reed, México insurgente, estrenada en 1973. El actor y cineasta norteamericano Warren Beatty reconstruyó su historia en la estupenda película Reds (Rojos), estrenada en 1981, que ganó tres premios Oscar. También hay una película, Campanas Rojas, dirigida por el soviético Sergei Bondarchuk, sobre su vida.

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Si lo quieren leer on line, pueden encontrar una copia de Diez días que estremecieron al mundo en pdf, aquí


viernes, 20 de octubre de 2017

Un café con Eduardo Galeano


E
s bueno estar en Montevideo y poder pasar a tomar un café en el Café Brasilero, leyenda viva de la ciudad vieja, con 140 años de vigencia, lugar que el maestro Eduardo Galeano llamaba "mi segunda casa".
Es bueno que la mesa que él siempre ocupaba junto a la ventana esté casualmente disponible y te la puedan dar.
Es bueno sentarse del otro lado, frente a dónde él se sentaba a escribir y entablar un diálogo en silencio, con aroma a café, a letras, a literatura y periodismo comprometidos con la libertad y la justicia, compartir los andares a través de la maravilla real de una América Latina que sigue buscando cerrar sus venas abiertas.
La presencia del gran escritor y periodista permanece en este poblado rincón del Uruguay que nos da constantes ejemplos de humanismo, libertad y progresismo.
Es bueno haber contribuido a recordarlo en ese libro que co-escribimos con varios colegas cronistas de Iberoamérica.
Es bueno brindar ahora y mantener viva la Memoria del Fuego.

¡Salud, maestro... y gracias!
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(Las fotos son de la colega y amiga Marta Escurra y del archivo del Café Brasilero).