Por detrás del asesinato de Pablo Medina y la violenta
expansión del narcotráfico existe una sórdida guerra entre el PCC y el Comando
Vermelho, que se disputan el control del actual mercado de drogas.
#CrónicasDeLaMemoria
Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Una camioneta Nissan doble cabina, color azul, se detuvo con una fuerte frenada ante el depósito Oro Blanco, en las afueras de Capitán Bado, Amambay. Cuatro hombres con revólveres y escopetas bajaron con rapidez y sorprendieron al único hombre que montaba guardia, Eudaldo Espínola, a quien dispararon antes de que pueda reaccionar.
Dentro del local estaban los hermanos Ramón y Mauro Neni
Morel, quienes al escuchar los estampidos buscaron sus armas, pero la puerta se
abrió con violencia y los recién llegados los acribillaron con fría eficacia
mortal.
Eran aproximadamente las 12.35 del sábado 13 de enero de
2001. Aquel ajusticiamiento múltiple marcaba el fin de una era en el crimen
organizado fronterizo: la extinción casi total del imperio del llamado Príncipe
de la marihuana, Ramón Cristóbal Morel Escobar, cuya familia había controlado
la producción y el tráfico del estupefaciente en toda la región, durante más de
dos décadas.
El verdadero iniciador del negocio, el patriarca brasiguayo
João Morel, padre de Ramón, el Rey de la marihuana, se encontraba preso en una
cárcel de máxima seguridad en Campo Grande, Brasil. El 21 de enero, una semana
después del asesinato de sus hijos, João murió acuchillado por otro preso,
dentro de su propia celda.
EL SOCIO. El que ordenó la extinción de la familia Morel, según
reconoció él mismo en una entrevista periodística, fue Luis Fernando da Costa,
alias Fernandinho Beira-Mar, máximo líder de la organización criminal brasileña
Comando Vermelho (CV).
Beira-Mar llegó al Paraguay a mediados de 1998, buscando
refugio ante la persecución en Brasil. Fue protegido por los Morel en Capitán
Bado, con quienes se asoció y a quienes enseñó a ganar más dinero, "dando
una nueva dimensión, más moderna y global, a la producción tradicional de la
marihuana y al tráfico de cocaína, agregando una fuerte conexión con el tráfico
de armas y el lavado de dinero", destaca un informe de la Policía Federal
brasileña.
Hasta entonces, el narcotráfico estaba geolocalizado y
controlado por unos pocos padrinos de la mafia, como los Morel en Capitán Bado
y los turcos en Pedro Juan, quienes ejercían una violencia criminal contenida y
despertaban simpatía en sectores de la población con actos asistencialistas y
financiamiento a políticos. Ramón Morel era presidente de la seccional colorada
de Capitán Bado y candidato a intendente municipal cuando fue asesinado.
En marzo de 1995, mientras era buscado por la Secretaría
Nacional Antidrogas (Senad), Morel concedió una entrevista a este reportero de Última Hora.
"Aquí los campesinos plantan marihuana, porque o si no se van a morir de
hambre, el Estado los tiene abandonados", justificó.
APROPIACIÓN. La extinción de los Morel a manos de los sicarios de
Beira-Mar marcó el desembarco de las dos principales organizaciones criminales
brasileñas, primero el Comando Vermelho (con sede central en Río de Janeiro) y
luego su más fuerte competidor, el Primer Comando Capital (PCC, con sede en São
Paulo), en territorio paraguayo, disputándose el mercado de la producción y
venta de drogas, que hasta entonces estuvo principalmente en manos de mafiosos
paraguayos.
Antonio Celso dos Santos, jefe de la Policía Federal en la
Embajada de Brasil en Asunción, dijo en mayo de 2011 al diario Folha de São
Paulo que el PCC y el CV "adoptaron al Paraguay como el mejor lugar desde
dónde operar". Se asociaron con criminales paraguayos, eliminaron a los
intermediarios y se apropiaron del mercado local de drogas y armas, al cual
hicieron crecer en proporciones asustadoras.
"Aquí existe facilidad y corrupción policial. Hoy, si
un bandido quiere crecer, tiene que tener condiciones favorables, y el Paraguay
las ofrece", dijo el policía brasileño.
LA EXPANSIÓN. Con la abierta guerra entre el PCC y el CV por el control
del territorio arrebatado a los Morel y a los turcos en los años 90, el
narcotráfico se expandió a nuevos territorios, principalmente Canindeyú, Alto
Paraná, Concepción, San Pedro, Itapúa, Caazapá y Misiones, en donde incorporó
nuevos rubros delictivos, como el contrabando de cigarrillos.
Además de consolidarse como principal productor de marihuana
(se habla de 4.200 hectáreas de cultivo) en Sudamérica, Paraguay se volvió
lugar clave para concentrar y redistribuir la cocaína llegada de Bolivia y
Colombia, con destino a Brasil, Estados Unidos y Europa, según el sitio web
InSigth Crime.
Tanto el PCC como el CV están caracterizados por una
violencia criminal desmedida. Ejecuciones y ajustes de cuentas que cobran
víctimas en sectores de la población, y que amenazan con desangrar al país que
han elegido como base de operaciones.
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