Éste es
el tráiler de la película documental "De Auchwitz a Hohenau" (Acerca
de cómo la dictadura de Stroessner ocultó al criminal nazi Josef Mengele en
Paraguay). Dirección y camaras: Desirée Esquivel. Guion y reportajes: Andres
Colmán Gutiérrez. Edición: Nat Vera Scuderi. Música: Rolando Chaparro. Diseño:
Analía López. Una producción Periodismo & Cine, con la Editorial
Servilibro.
La
película (de 74 minutos) se exhibirá este martes 29, puntualmente a las 19.00,
-previo a la presentación de libro Mengele
en Paraguay-, con acceso libre, en el Auditorio Josefina Plá de la
Universidad Autónoma de Asunción (Jejuí 667 casi 15 de Agosto).
La
presentación oficial del documental en DVD se hará el 11 de junio, en la Feria
Internacional del Libro (FIL), oportunidad en que podrán adquirir copias
distribuidas por Servilibro.
Mengele en Paraguay es un
libro de investigación periodística escrito por Andrés Colmán Gutiérrez, en
colaboración con Desirée Esquivel y Narciso Meza Martínez, que revela la
conexión nazi con la dictadura de Stroessner y la red que protegió al médico y
criminal nazi Josef Mengele durante su presencia en nuestro país, en los años
50 y 60. Está publicado bajo el sello de la Editorial Servilibro y se puede
obtener en el local de Servilibro, en la Plaza Uruguaya, como en las
principales librerías del país.
En
abril de 1965, el Ángel de la Muerte entró a una joyería en el Puerto de
Asunción y se encontró con Sonia Tauber, su ex prisionera. La historia es
rescatada en el libro periodístico Mengele en Paraguay.
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Era una
luminosa mañana de abril de 1965. Sonia Tauber, de soltera Sonia Brom,
ciudadana polaca nacionalizada paraguaya, sobreviviente de los campos de
concentración de Auschwitz y Birkenau durante la Segunda Guerra Mundial, se
encontraba en la trastienda de la Relojería y Joyería J. Tauber, el local que
tenía con su marido Jacobo Tauber en el edificio colonial de La Recova, sobre
la calle Colón casi Presidente Franco, en la zona del Puerto de Asunción,
cuando una de sus empleadas la llamó, porque había llegado un cliente que
hablaba en inglés.
Sonia
fue hasta la parte delantera del local. Allí estaba un hombre mayor, de
estatura baja, bien aseado y vestido con elegancia, mirando algunos de los
relojes.
—¡Good
morning...! —saludó ella en un correcto inglés y el hombre le contestó.
DÉJÀ VU. Sonia tuvo al instante
una sensación extraña, de escalofrío y a la vez de incómoda familiaridad.
"A este hombre lo conozco. ¿De dónde?", pensó.
Ella se
aproximó al mostrador, instintivamente, recelosa y temerosa. El hombre pidió
ver uno de los relojes. Al extender su brazo izquierdo para tomar el reloj,
quedó expuesto a la luz matinal el tatuaje que Sonia llevaba marcado de por
vida en la piel, en el cuerpo, en el alma, en la memoria: 29458. Los números
parecían resplandecer ante la luz solar que ingresaba por los arcos del
corredor colonial ante los ojos del extraño cliente.
Al
verlo, el hombre se quedó pasmado.
—Su
rostro se puso blanco —recuerda Flora Tauber, la hija de Sonia, rememorando el
episodio que su madre, ya fallecida, le había contado tantas veces y que
siempre la hacía estremecer.
Sonia Tauber, en Asunción. Nótese el tatuaje de Auschwitz, en el brazo izquierdo.
UN FLASH. Al ver el rostro pálido
y asustado del extraño cliente, Sonia Tauber lo reconoció en un flash que le
golpeó la memoria.
Era él.
El Ángel de la Muerte. El imperturbable y sonriente jefe médico del campo de
concentración de Auschwitz, a donde ella había sido llevada dos décadas atrás,
cuando tenía apenas 17 años, junto a casi todos los miembros de su familia, sus
padres y cuatro hermanos, y en donde solamente ella y su hermana menor, Ester,
habían logrado sobrevivir.
Era él.
El médico nazi Josef Mengele. El hombre de la diabólica sonrisa helada. El
criminal de guerra más buscado del mundo, acusado de responsabilidad en el
asesinato de cerca de 400.000 prisioneros, principalmente judíos.
El
imperturbable jerarca nazi a quien ella había sido obligada a cortarle el pelo,
más de una vez, durante esos años de insoportable cautiverio.
Veinticuatro
años después de que ella y su hermana habían escapado de aquel infierno y
habían atravesado el océano para intentar dejar atrás toda la horrible
pesadilla, él estaba otra vez allí, a miles de kilómetros de Auschwitz y de
Birkenau.
Justamente
allí, en su nueva patria y en su propia ciudad, en su propia tienda, intentando
comprarle relojes, como si nada hubiera pasado.
REVELACIÓN. La
historia de Sonia Tauber y el doctor Josef Mengele es revelada por primera vez
con detalles precisos en el libro de investigación periodística Mengele en
Paraguay, escrito por el autor de este artículo, en colaboración con Desirée
Esquivel y Narciso Meza Martínez, que presenta la editorial Servilibro.
La obra
es continuación de una serie de reportajes que ÚLTIMA HORA empezó a publicar en
marzo del 2014, con datos inéditos sobre los años en que el criminal de guerra
Josef Mengele estuvo refugiado en Hohenau, Itapúa, protegido por una red nazi,
ligada a la dictadura del general Alfredo Stroessner.
HUIDA. Cuando Sonia Tauber
reconoció a Mengele en su joyería, el médico nazi ya estaba viviendo en Brasil,
tras haber huido ante un intento de ser capturado por agentes israelíes, pero
regresaba cada cierto tiempo al Paraguay.
"Cuando
mi mamá se dio cuenta de quién era, empezó a gritar: '¡Es Mengele! ¡Es
Mengele!', mientras él salía corriendo hacia la calle. Mi padre acudió al
escuchar los gritos e intentó perseguirlo, pero solo pudo ver cuando Mengele
subía apurado a un auto y se perdía en las calles de Asunción", narra
Flora Tauber, la hija de Sonia.
Armand
Reynaers, dueño del Hotel Tirol del Paraguay, de Itapúa, contó que Josef
Mengele vino por última vez al país y se alojó en el establecimiento, en 1970.
Murió ahogado en Brasil, en 1979. ****
Esta historia está narrada con muchos detalles en el libro Mengele en Paraguay (Servilibro, 2018). También forma parte de la película documental De Auschwitz a
Hohenau, dirigida por Desirée Esquivel.
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(Foto abajo: izquierda, Flora Tauber, hija de Sonia Tauber. Derecha: Josef Mengele, cuando ya estaba viviendo en Brasil, pero seguía viniendo de visita al Paraguay).
(Un breve adelanto del libro Mengele en Paraguay, Editorial
Servilibro – mayo de 2018)
Mientras el médico nazi prófugo Josef Mengele pasaba sus
últimos años en el Brasil, huraño, deprimido y pensando en el suicidio, en el
Paraguay, los servicios de inteligencia israelí, los cazadores de nazi y los
periodistas de grandes medios internacionales lo seguían buscando, convencidos
de que el dictador Alfredo Stroessner lo mantenía oculto y protegido en alguna
fortificada residencia. En más de una oportunidad, creían hallar a Mengele en
cualquier viejo alemán de apariencia sospechosa.
Un documento confidencial de la Central de Inteligencia
Americana (CIA), del Gobierno de los Estados Unidos, que ha sido
desclasificado, al que nos referimos en un capítulo anterior del libro Mengele en Paraguay, cuenta también una
trágica historia relacionada con la búsqueda del Ángel de la Muerte, cuando el medico nazi ya se encontraba viviendo
en Brasil.
El memo es de una reunión que el jefe de la Estación de la
CIA en la embajada norteamericana en Asunción, mantuvo el 7 de junio de 1974
con el periodista estadounidense Robert Trostle, del Chicago Daily News, durante su visita al Paraguay para escribir un
reportaje investigativo acerca de Mengele.
Esto es lo que dice el primer punto del memo:
“Aproximadamente a las
14.00 horas del 4 de junio, el señor Peter Jacoby me invitó a participar de una
reunión informativa con el señor Robert Trostle, un colaborador del Chicago
Daily News. Trostle estuvo intentando determinar el paradero de Josef Mengele,
el otrora doctor nazi que estuvo a cargo de la estructura médica en Auschwitz.
Trostle estuvo hablando
con el embajador alemán Von Sothen, en un intento para determinar la actual
ubicación de Mengele en Paraguay. El embajador alemán no tuvo ninguna
información específica reciente e implicó que ellos no buscarían activamente a
Mengele. Sí dijo que un ex soldado alemán llamado Federichi había sido matado a
golpes el año pasado, por parte de terroristas israelitas que pensaban que era
Mengele.
La esposa de Federichi
perdió partes de sus orejas y tuvo un corte abierto en su estómago, como
resultado de la golpiza. Ella sobrevivió el atentado y aparentemente escribió
una carta al embajador alemán pidiendo una pensión, debido a que su esposo era
un ex soldado. Estas personas eran bien conocidas por pobladores locales
paraguayos. Vinieron del Este de Prusia al final de la segunda guerra mundial,
para escapar de actividades políticas”.
Acerca del caso Federici o Fredrichi, existen varias
versiones, pero poca precisión. No hemos encontrado registros documentales,
pero así algunos testimonios de antiguos pobladores, quienes aseguran que, en
noviembre de 1973, un grupo de personas no identificadas atacaron a una pareja
de alemanes que vivían en una granja en las afueras de la ciudad de Pedro Juan
Caballero, Departamento de Amambay, asesinando al hombre ya anciano, por creer
que se trataba del criminal de guerra Josef Mengele.
La historia empezó a finales de 1972, cuando el historiador
y periodista militar húngaro Ladislas Farago aseguró que había descubierto el
escondite de Mengele en el Paraguay. Con ese dato, se puso en contacto con el
juez alemán Horst von Glasenapp, quien a pesar de no tener una relación directa
con el caso Mengele, empezó una campaña en su búsqueda, para llevarlo ante la
Justicia. Buscaron vender la información a varios periódicos y revistas, como a
empresas productoras de televisión y cine.
El 16 de noviembre de 1972, Ladislas Farago apareció en un
reportaje especial del diario londinense Daily
Express, asegurando haber localizado al exsegundo hombre de Hitler, Martin
Borman, en Buenos Aires, así como al médico nazi Josef Mengele, en una ciudad
del Paraguay. Ambas noticias eran falsas, pero causaron mucho revuelo
internacional. Farago las incluyó luego en uno de sus libros más exitosos, Aftermath: Martin Borman and the Fourth
Reich (Consecuencias: Martin Bormann
y el Cuarto Reich).
El hombre que Farago aseguraba era Bormann, en realidad era
un maestro argentino llamado Nicholas Siri. En cuanto a Mengele, el historiador
aseguraba que se ocultaba bajo la identidad de “Doctor Nadich” en la ciudad de
Pedro Juan Caballero, capital del Departamento de Amambay, a 530 kilómetros al
norte de Asunción, en la frontera con el Brasil.
Tras esta versión, en mayo de 1973, el cazador de nazis
austriaco Simón Wiesenthal también aseguró tener datos de que Mengele vivía en
la zona de Pedro Juan Caballero. El 17 de octubre de 1973, la Comisión de
Polonia para los Crímenes de Guerra aseguró que sus pistas apuntaban a que
Mengele estaba oculto en la capital de Amambay.
El 25 de octubre del mismo año, una publicación del diario
norteamericano The New York Times,
citando como fuente a unos funcionarios de la justicia de Alemania Occidental,
sostenía igualmente que el paradero del médico nazi había sido hallado: estaba
escondido en una granja rural, en las afueras de la ciudad de Pedro Juan
Caballero, Paraguay.
“Para un anciano granjero, descendiente de alemanes, el
resultado acumulativo de esta especulación de aficionados, confirmada por lo
que parecían ser declaraciones oficiales de Polonia y Alemania Occidental, fue
desastroso”, relatan Geral L. Posner y John Ware en Mengele: The Complete Story.
“A finales de noviembre de 1973, un grupo de hombres entró
violentamente en casa del granjero, en medio de la noche, lo golpearon y lo
mataron a tiros. Su esposa, que intentó intervenir, también fue golpeada y
resultó con lesiones internas. A los tres hijos no les hicieron ningún daño. De
acuerdo con Adolfino Peralta, el jefe de Policía de la ciudad, el nombre del
difunto era Albert Fredrichi. Llevaba diecinueve años viviendo en las afueras
de la ciudad y se le conocía porque era poco sociable y de costumbres
excéntricas”, sostienen los investigadores.
El relato agrega que “a raíz de la constante publicidad de
todo el año 1973 de que Mengele se encontraba en Pedro Juan Caballero, la
prensa especuló con que Friedrichi fuera el
carnicero de Auschwittz. La viuda, Endentran, describía los artículos como
‘absurdos’, mientras hacía las maletas para siempre. Dijo que los asesinos no
se habían llevado nada de valor y que hablaban en un idioma que ella no
entendía. Pensaba que lo habían matado un grupo de judíos sedientos de
venganza. Buscando en el pasado de Fredrichi, los periódicos afirmaron que
había estado en el ejército alemán y que tenía un historial de violencia y
simpatía por los nazis”.