Con el pa'i Zsislaw Zsiasek, en el campanario de la iglesia de Casado.
–Tam… tam… tam.
El
estruendo metálico de las campanas quiebra súbitamente la ardiente quietud de
la tarde chaqueña, recorre las calles polvorientas de Puerto Casado, penetra en
los galpones dormidos de la vieja fábrica taninera, acaricia los herrumbrados
restos de antiguas máquinas sobrevivientes de una época de esplendor y opresión
latifundista que hoy solo acumulan polvo, silencio y soledad.
El
sacerdote polaco Zislao Zsiasek, párroco de la iglesia San Ramón Nonato, abre
el enorme candado que protege el acceso a la torre del campanario y nos conduce
por una vieja escalera de madera que cruje a cada paso. Arriba están las tres
campanas de pesado bronce con nombres de mujer: Casilda, Margarita y Genara,
dos de ellas corresponden a los de las hijas del latifundista español argentino
Carlos Casado del Alisal, quien tras la Guerra de la Triple Alianza llegó a ser
dueño de 6.500.000 hectáreas de tierra en el Chaco paraguayo.
–¡Miren…! Aquí están, perfectamente
legibles, como si hubiesen sido escritas apenas ayer –dice
el pa’i Zislao, mostrando las inscripciones hechas a lápiz que llenan la parte
interior de las campanas.
En una
de ellas se puede leer, perfectamente: “Recuerdo de mi ida al frente. R.
Narváez. Octubre 20, 1933”. Y más abajo: “De vuelta del frente, 26 abril de
1935”.
Y al
lado, otra de las inscripciones: “Recuerdo del sargento primero Alfredo
Gamarra, a la vuelta del frente-1935”.
Las inscripciones en el interior de las campanas de la iglesia San Ramón Nonato, de Casado.
Memoria viva
Han
pasado más de ocho décadas y las leyendas siguen allí, intactas, resistentes al
tiempo, a pesar de que la mayoría fueron hechas con lápices de carbono.
“Puerto
Casado era el lugar de desembarque de la tropas paraguayas que acudían para
pelear en la Guerra del Chaco (1932-1935) contra Bolivia. Los barcos llegaban
hasta aquí repletos de soldados, que luego eran subidos en los trenes de la
empresa Carlos Casado para ser llevados hasta los sitios de batalla”, cuenta el
pa’i Zislao.
Mientras
esperaban ser llevados hasta el frente, los soldados y los oficiales visitaban
la Iglesia y subían al campanario de la iglesia de Casado para dejar sus
mensajes en el interior de las campanas. La superficie porosa del metal
fraguado ayudó a preservar las inscripciones, que se mantienen como memoria
viva, casi un siglo después.
“Dejaban
sus letras como una ofrenda, junto a las promesas que le hacían a la Virgen
María Auxiliadora, para que puedan retornar vivos de la guerra. Muchos pudieron
lograrlo y al regreso dejaron también sus escritos como señal de gratitud. Pero
hay otras leyendas que solo tienen fecha de ida, ya no de vuelta. Son de los que
dejaron su vida en las trincheras”, explica.
El pa’i
Zislao es salesiano y lleva 41 años de sacerdocio en el Paraguay, de los cuales
39 los ha vivido en la región chaqueña acompañando a los pobladores en sus
penurias y esperanzas.
Apoyó
la lucha del pueblo originario Maskoy en los años 80 por conquistar sus tierras
en Riacho Mosquito y la de los habitantes de Casado en los 90 para lograr la
expropiación del ejido urbano, cuando la empresa taninera vendió sus tierras a
la secta Moon con toda la gente adentro.
“A
pesar de los avances, Alto Paraguay y gran parte del Chaco siguen siendo un
territorio olvidado por el Estado. Basta que caiga una lluvia para que la gente
se quede aislada y sin caminos durante semanas o meses”, destaca.
Soldados paraguayos marchando al frente de la Guerra del Chaco en los ferrocarriles de Casado.
Los antiguos trenes de la empresa taninera, hoy expuestos como reliquias en la rústica Costanera de Puerto Casado.
Un olvidado ferrocarril heroico
Tres
pequeñas locomotoras permanecen estacionadas actualmente en la rústica
costanera de Puerto Casado, como las piezas de un descuidado museo que se
exhibe al aire libre.
Son las
mismas que transportaron a los soldados de la Guerra del Chaco desde el puerto
de Casado hasta Punta Riel, cerca de Filadelfia. En ellas viajaron el gran
músico y poeta Emiliano R. Fernández, como el adolescente Augusto Roa Bastos.
“Durante 1932 a 1935, en defensa de la patria,
los trenes de Casado recorrieron276,
480 kilómetros, transportando 243.621 oficiales, tropas y prisioneros, como así
también 2.408 camiones. Para ello se dio movimiento a 25.794 vagones”, destaca
el blog Historias del Ferrocarril Paraguayo.
Por
esta cooperación, el mariscal José Félix Estigarribia, comandante del ejército
paraguayo en la guerra, le obsequió al industrial y latifundista Carlos Casado
el primer fusil boliviano capturado en Boquerón el 9 de setiembre de 1932.
Fachada actual de la histórica iglesia San Ramón Nonato, en Puerto Casado.
Campanas-Museo
Desde
lo alto del campanario de la iglesia de Casado se observa el paisaje de una
historia grande que se está deteriorando por falta de valoración del patrimonio
histórico.
Una
antigua grúa que se utilizaba en el puerto ahora duerme junto al barranco del
río, cubierta de vegetación.
En el
interior de las campanas, los mensajes de los héroes del Chaco se resisten a
morir y cada vez que ellas doblan llamando a misa o a celebrar algún
acontecimiento popular, también doblan por los sueños que allí dejaron
registrados aquellos jóvenes combatientes.