jueves, 29 de noviembre de 2018

Contra toda esperanza



Esperan.
Hace mucho que esperan.

Algún payé que les cambie la mala suerte.
Algún conjuro que aleje la maldición
de vivir sobreviviendo
empatándole al destino
escapándole por arañazos
a la muerte.

Esperan.
Medio escondidos
detrás de las paredes
esperan.

Algún viento rebelde
que llegue desde el Sur
y se lleve en un soplo mágico
todo el dolor acumulado
toda la miseria de siglos
toda la injusticia cotidiana.

Esperan.
Asomando sigilosamente
a la puerta de sus casas
esperan.

Alguna voz
que alguna vez
les diga palabras de verdad.

Algún político que deje
de mentirles promesas
que nunca se cumplirán.

Algún acontecimiento
que pueda convencerlos
de que vale la pena
seguir creyendo en algo.

Esperan.
Olvidados del mundo
esperan.
Caminando desde el fondo de la historia.
Despertando de los cien años de soledad.
Alzándose desde el barro.
Emergiendo desde el otro lado de la niebla.

Esperan.
Contra toda esperanza
esperan.

Algo que les diga
que ya es tiempo
de dejar de esperar.

Algo que les diga
que ya es tiempo
de empezar a hacer.

ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ
"Contra toda esperanza".
(sobre una foto de Alfredo Duarte Pereira).

(Publicado en el Correo Semanal de Última Hora, edición del 11 de marzo de 2000. Es sorprendente como todo sigue teniendo palpitante actualidad).

#40añosDePeriodismoACG

lunes, 12 de noviembre de 2018

Las campanas de Casado doblan por los héroes del Chaco


Con el pa'i Zsislaw Zsiasek, en el campanario de la iglesia de Casado.

–Tam… tam… tam.
El estruendo metálico de las campanas quiebra súbitamente la ardiente quietud de la tarde chaqueña, recorre las calles polvorientas de Puerto Casado, penetra en los galpones dormidos de la vieja fábrica taninera, acaricia los herrumbrados restos de antiguas máquinas sobrevivientes de una época de esplendor y opresión latifundista que hoy solo acumulan polvo, silencio y soledad.
El sacerdote polaco Zislao Zsiasek, párroco de la iglesia San Ramón Nonato, abre el enorme candado que protege el acceso a la torre del campanario y nos conduce por una vieja escalera de madera que cruje a cada paso. Arriba están las tres campanas de pesado bronce con nombres de mujer: Casilda, Margarita y Genara, dos de ellas corresponden a los de las hijas del latifundista español argentino Carlos Casado del Alisal, quien tras la Guerra de la Triple Alianza llegó a ser dueño de 6.500.000 hectáreas de tierra en el Chaco paraguayo.
–¡Miren…! Aquí están, perfectamente legibles, como si hubiesen sido escritas apenas ayer –dice el pa’i Zislao, mostrando las inscripciones hechas a lápiz que llenan la parte interior de las campanas.
En una de ellas se puede leer, perfectamente: “Recuerdo de mi ida al frente. R. Narváez. Octubre 20, 1933”. Y más abajo: “De vuelta del frente, 26 abril de 1935”.
Y al lado, otra de las inscripciones: “Recuerdo del sargento primero Alfredo Gamarra, a la vuelta del frente-1935”.

Las inscripciones en el interior de las campanas de la iglesia San Ramón Nonato, de Casado.
Memoria viva
Han pasado más de ocho décadas y las leyendas siguen allí, intactas, resistentes al tiempo, a pesar de que la mayoría fueron hechas con lápices de carbono.
“Puerto Casado era el lugar de desembarque de la tropas paraguayas que acudían para pelear en la Guerra del Chaco (1932-1935) contra Bolivia. Los barcos llegaban hasta aquí repletos de soldados, que luego eran subidos en los trenes de la empresa Carlos Casado para ser llevados hasta los sitios de batalla”, cuenta el pa’i Zislao.
Mientras esperaban ser llevados hasta el frente, los soldados y los oficiales visitaban la Iglesia y subían al campanario de la iglesia de Casado para dejar sus mensajes en el interior de las campanas. La superficie porosa del metal fraguado ayudó a preservar las inscripciones, que se mantienen como memoria viva, casi un siglo después.
“Dejaban sus letras como una ofrenda, junto a las promesas que le hacían a la Virgen María Auxiliadora, para que puedan retornar vivos de la guerra. Muchos pudieron lograrlo y al regreso dejaron también sus escritos como señal de gratitud. Pero hay otras leyendas que solo tienen fecha de ida, ya no de vuelta. Son de los que dejaron su vida en las trincheras”, explica.
El pa’i Zislao es salesiano y lleva 41 años de sacerdocio en el Paraguay, de los cuales 39 los ha vivido en la región chaqueña acompañando a los pobladores en sus penurias y esperanzas.
Apoyó la lucha del pueblo originario Maskoy en los años 80 por conquistar sus tierras en Riacho Mosquito y la de los habitantes de Casado en los 90 para lograr la expropiación del ejido urbano, cuando la empresa taninera vendió sus tierras a la secta Moon con toda la gente adentro.
“A pesar de los avances, Alto Paraguay y gran parte del Chaco siguen siendo un territorio olvidado por el Estado. Basta que caiga una lluvia para que la gente se quede aislada y sin caminos durante semanas o meses”, destaca.


Soldados paraguayos marchando al frente de la Guerra del Chaco en los ferrocarriles de Casado.
Los antiguos trenes de la empresa taninera, hoy expuestos como reliquias en la rústica Costanera de Puerto Casado.

Un olvidado ferrocarril heroico
Tres pequeñas locomotoras permanecen estacionadas actualmente en la rústica costanera de Puerto Casado, como las piezas de un descuidado museo que se exhibe al aire libre.
Son las mismas que transportaron a los soldados de la Guerra del Chaco desde el puerto de Casado hasta Punta Riel, cerca de Filadelfia. En ellas viajaron el gran músico y poeta Emiliano R. Fernández, como el adolescente Augusto Roa Bastos.
 “Durante 1932 a 1935, en defensa de la patria, los trenes de Casado recorrieron  276, 480 kilómetros, transportando 243.621 oficiales, tropas y prisioneros, como así también 2.408 camiones. Para ello se dio movimiento a 25.794 vagones”, destaca el blog Historias del Ferrocarril Paraguayo.
Por esta cooperación, el mariscal José Félix Estigarribia, comandante del ejército paraguayo en la guerra, le obsequió al industrial y latifundista Carlos Casado el primer fusil boliviano capturado en Boquerón el 9 de setiembre de 1932.
Fachada actual de la histórica iglesia San Ramón Nonato, en Puerto Casado.
Campanas-Museo
Desde lo alto del campanario de la iglesia de Casado se observa el paisaje de una historia grande que se está deteriorando por falta de valoración del patrimonio histórico.
Una antigua grúa que se utilizaba en el puerto ahora duerme junto al barranco del río, cubierta de vegetación.
En el interior de las campanas, los mensajes de los héroes del Chaco se resisten a morir y cada vez que ellas doblan llamando a misa o a celebrar algún acontecimiento popular, también doblan por los sueños que allí dejaron registrados aquellos jóvenes combatientes.