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domingo, 19 de abril de 2020

Otra manera de vivir… y de morir




Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman


Encerrados desde hace semanas en nuestras casas, hartos de tanta familiaridad impuesta, solo esperamos que la maldita pandemia del Covid-19 acabe de una vez y podamos volver a la “normalidad” para recuperar tantos abrazos y caricias, domingos de asados y fútbol, estrenos de cine y teatro, conciertos masivos de música en vivo, ferias en la Costanera, encuentros en el colegio o en la facu, brindis con los amigos y amigas en el bar de la esquina.

Pero... qué pena. Los expertos aseguran que no será así. Aunque podamos ir saliendo gradualmente de la cuarentena y hayamos logrado “aplanar” o “martillar” la famosa curva, el virus seguirá allí, acechando como un mortal enemigo invisible y mientras no dispongamos de una vacuna (que –dicen– tardaría al menos un año) todas las personas, incluyendo a los “recuperados”, seguiremos siendo potenciales portadores del contagio.

Así que no, estimados amigos y amigas. No podremos regresar a la ansiada “normalidad”. Tendremos que acostumbrarnos a andar por la vida con tapabocas, a lavarnos las manos a cada instante, a desinfectar siempre todo lo que tocamos, a ir al trabajo con extremo cuidado, a guardar distancia física ante los demás. Tendremos que habituarnos a ver los partidos de fútbol solo por televisión, a asistir a los conciertos de nuestros artistas preferidos por internet, a hacer compras principalmente en tiendas virtuales, a cursar estudios online, a brindar simbólicamente con nuestros amigos y seres queridos a través de una pantalla. Tendremos que renunciar al apretón de manos y a los abrazos, al tereré compartido.

Tendremos que aprender otra manera de vivir... y de morir. Ni las despedidas a quienes fallecen podrán seguir siendo igual. Debemos romper tradiciones culturales y religiosas que llevan siglos, velar a nuestros muertos por escaso tiempo y en higiénica soledad.

Y aunque más tarde que temprano pueda ser posible retornar a lo que llamamos “normalidad”, probablemente no será lo recomendable. Tal como coinciden los pensadores, eso que consideramos “normalidad” es lo que nos ha llevado a esta situación.

Lo “normal” era exactamente el problema. Lo “normal” de sistemas de producción que desprecian el valor de la naturaleza, que arrasan con bosques y ecosistemas, que llenan el mundo de humo, basura y polución, que envenenan el aire, contaminan el agua y alteran el clima, que les dan poder a los políticos corruptos e insensibles, que se apropian de los recursos públicos y desprecian a las mayorías pobres, que discriminan y persiguen a quienes son diferentes o piensan de modo distinto, que privatizan y mercantilizan la salud, que ponen a la salud pública y a la educación en último lugar.

Por sostener algo similar en una entrevista concedida a la renovada versión digital del mítico periódico “Adelante” del Partido Comunista Paraguayo, el médico Guillermo Sequera, director de Vigilancia de Salud del Ministerio de Salud, uno de los hombres claves en la lucha contra la pandemia del coronavirus, ha sido objeto de una virulenta campaña por parte de un sector reaccionario de la política y la sociedad de nuestro país. Lo acusan de “comunista”, usando un recurso que quizás era válido hace más de 30 años, en plena dictadura stronista, pero Sequera solo expuso el pensamiento de filósofos y cientistas sociales de todas las tendencias, una convicción que empieza a consolidarse en todo el planeta.

Aceptémoslo: la forma de vida que conocíamos no va a volver. Para sobrevivir al Covid-19 debemos cambiar drásticamente nuestra forma de hacer casi todo lo que hacemos: cómo trabajamos, cómo hacemos deporte, cómo salimos a farrear, a comprar, a atender nuestra salud, a educarnos y a educar a nuestros hijos, a cuidar a los miembros de la familia, a producir creativamente.

Otro mundo es posible a partir de la crisis. En nuestras manos está hacerlo mejor o peor.

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Publicado en la columna Al otro lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de Asunción, Paraguay. Edición del sábado 18 de abril de 2020.

(Fotografía: Desirée Esquivel).


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