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sábado, 26 de septiembre de 2020

El hombre que hace callar a las tormentas

En setiembre de 2006, acompañamos a la profesora Dolli Collar hasta su valle, Capitán Bado, Amambay, para una charla con estudiantes en escuelas y colegios de la región, como parte del programa Periodismo Estudiantil del Departamento Educativo de Última Hora. Fue una experiencia muy rica y aprovechamos para visitar sitios de interés, con amigos y amigas badeños.

Fue así como llegamos al oyngusu del teko ruvicha Paĩ Tavyterã Anselmo Barrios, la gran choza tradicional que es a la vez vivienda y santuario, cerca de Okenda. Fue una experiencia extraordinaria conversar con Anselmo, escucharlo tocar su flauta con la melodía ancestral que él heredó para apaciguar las furias de la naturaleza.

 De aquel viaje nació un breve relato, “El hombre que hace callar a las tormentas”, publicado en Última Hora, que en su momento tuvo mucha repercusión en otras publicaciones internacionales.

Tiempo después me contaron que Anselmo falleció, en medio del aliento mágico de su comunidad. En estos días en que la cultura Paĩ Tavyterã se ha vuelto de interés por los sucesos de violencia en el Norte, una amiga lectora me recordó este artículo y me pidió que lo comparta en las redes. Por tanto, aquí va, desde el blog.

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El hombre que hace callar a las tormentas

Cada vez que nace la Luna llena, el tigre que duerme en la cumbre del Yasuká Venda, el cerro sagrado de los indígenas Paĩ Tavyterã, en la cordillera del Amambay, se despierta y ruge con furia incontrolable.

"Es el poder del Padre Creador que se manifiesta en forma de fuertes tormentas, provocando angustia en los corazones. Entonces yo recojo mi avaeté, mi amuleto de diente de tigre, y me pongo a rezar, me pongo a cantar, a tocar el mimby, la flauta de palo santo, y consigo que la tormenta se calle, que la furia del creador se calme. Es la misión que me ha dado mi pueblo, de ser el teko ruvicha, el que cuida la forma de vida que nos han dado nuestros ancestros".

Así habla Anselmo Barrios, el gran líder espiritual de la comunidad Paĩ Tavyterã, a unos 15 kilómetros de Capitán Bado.

Su oyngusu, la tradicional choza ovalada de los Pai, que es a la vez vivienda y santuario, está ubicada en un claro del monte, cerca de la escuela agrícola Okenda, que el Proyecto Paĩ Tavyterã lleva adelante, en un heroico programa para preservar el modo de vida de uno de los pueblos nativos más fascinantes del Paraguay.

La tarea no es fácil. La tierra de los Paĩ es la única que aún conserva vegetación boscosa en medio de una vasta planicie de tierras deforestadas y mecanizadas para el cultivo de la soja. Y el proyecto de desarrollo sustentable se lleva adelante ante la constante agresión externa. Hace pocos días, un grupo de marihuaneros asaltaron la granja de los Paĩ y robaron una vaca.

"El hombre blanco destruye todo lo que toca. Por su culpa el maíz ya no da frutos como antes. Por eso yo bendigo la tierra y las semillas, para que este año tengamos buen maíz, para preparar nuestras bebidas para la gran fiesta del Aty Guasu", dice el teko ruvicha.

Dentro del oyngusu está la cruz de madera donde se guardan los yvyra'i, las varillas insignias, los takuapu y la calabaza sagrada que guarda los restos del ka'a ñepyru, la yerba mate primigenia. De allí Anselmo recoge su flauta de palo santo y empieza a soplar, arrancando un dulce sonido que envuelve el aire y arranca la risa de los niños, mientras las tormentas se baten en retirada, temerosas.

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