Llegaba
puntualmente cada fin de mes a la Redacción del diario, cargando a pulso su
enorme bolso y unas cajas, junto a alguna de sus hijas. Venía en ómnibus desde
Itá y caminaba las calles ardientes de la ciudad para llegar a instalarse en la
recepción, cuyos sillones y mesas de visitas ocupaba desplegando sus artísticas
figuras como si fuera un improvisado museo de obras de cerámica.
-Mirá,
este hice para vos, nemba'erâite… -me decía, mostrándome alguna de sus
nuevas esculturas en barro, a veces un sapo con una máquina de escribir, a
veces una luna melancólica, a veces una mujer con una enorme panza abierta
que a la vez era como una cálida cueva en donde guardar los afectos…
Ella
era morena, campesina, dicharachera, pícara, eterna niña juguetona, mentirosa
impenitente y por sobre todo una creativa creadora que supo proyectar el humilde
y sacrificado oficio de la artesanía popular a un nivel universal, para ganarse
el mote mediático que portaba con orgullo marketinero.
-¡Buen
día, che ha’e Rosa Britez, la Ceramista de América…! –se presentaba con su
peculiar encanto, cada vez que llegábamos a su pintoresco hogar taller, en Itá,
acompañando a algún visitante extranjero, atraído por su leyenda.
La conocí
en los años 80, cuando yo era un joven novato periodista cazador de historias y
ella empezaba a escandalizar al pacato ambiente de los fabricantes de artesanía
for export, con sus creaciones irreverentes, principalmente con sus figuras
eróticas que vendrían a conformar el peculiar kamasutra paraguayo.
-¿Cómo
te inspiraste para crear tantas posiciones amatorias, Ña Rosa…? –le preguntábamos
entonces.
-E’a,
yo practiqué cada una de las más de 80 posiciones con mi marido, para poder
hacer las figuras bien reales –contestaba… y luego se mataba de risa.
En
octubre de 2013, cuando Última Hora cumplió 40 años, hicimos un homenaje a 40 personalidades
que se destacaron por sus aportes a la sociedad en esas cuatro décadas del
Paraguay, y ella figuraba como una de las más votadas por los compañeros y
compañeras del diario. Acudió radiante y feliz al homenaje, a recibir su
premio. De entonces es esta foto que una compañera nos sacó, luego de compartir
algunas copas de champan e intercambiar muchas anécdotas.
Esa
noche nos volvió a contar por milésima vez su historia de cuando viajó sola y
por primera vez en avión a Estados Unidos para exponer sus obras, y el gran
Michael Jackson le compró una de sus colecciones.
En los
últimos años empezaron a disminuir sus visitas al diario. Hace poco menos de un
año vino por última vez, ya con su salud muy deteriorada y la tuvimos que
ayudar a subir las escaleras. Una vez más tuvimos que convocar a la solidaridad
ciudadana para ayudarle a pagar su tratamiento. Lo que cobraba por sus obras
nunca le alcanzaba…
Esta
madrugada ella cerró sus ojos, por última vez. Prefiero recordarla así como
era, con su pícara y eterna sonrisa, y sobre todo por esas manos pequeñas y
morenas, rugosas, juguetonas, que cuando tocaban el barro húmedo eran capaces
de crear maravillas…
Que
descanses en paz mante, querida ña Rosa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario