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jueves, 22 de noviembre de 2007

El país se quiere ir del país

"... Un país condenado al suplicio de la esperanza, con su gente que vive como en castigo en uno de los más hermosos y apacibles lugares de la Tierra, de esos que se llevan su lugar a otro lugar y se esconden en un recodo de la historia."
(Augusto Roa Bastos, "Una isla rodeada de tierra".)

Ayer te vi...
Estabas allí, en la larga fila de personas frente al local de Identificaciones, esa monstruosa cola de dragón que da varias vueltas a la manzana y se ha instalado como una triste y vergonzosa imagen en nuestro paisaje cotidiano.
Ayer te vi...
Estabas allí, como uno más entre la gente, esperando con estoica paciencia bajo el Sol inclemente, la cabeza protegida por un ajado sombrero pirí, con tu jarra y tu guampa de tereré en la mano, plagueándote sobre el último partido de fútbol, protestando por la suba del precio del gasoil.
Ayer te vi...
Me costó reconocerte. Tu figura parecía un poco diferente a la del clásico mapa que nos enseñan en la escuela. Pero eras vos nomás... cansado, arrasado, devastado, vencido.
Me acerqué y te dí un abrazo.
—¿Qué...? ¿Vos también te vas...? —te pregunté, atónito.
—Sí... Ya no aguanto más, che ra'a —me contestaste, casi susurrando como para que los demás no escuchen—. Miseria, corrupción, robos, asesinatos, secuestros, farsas judiciales, falta de trabajo, gente que se muere de hambre o de soledad... ¡Estoy harto! Sí... yo también me quiero ir del país.
—Pero... ¿cómo te vas a ir...? ¡Vos ningo sos el país...!
—¿Y qué...? ¿Acaso no me puedo ir de mí mismo?
—Suena un poco absurdo. Pero, bueno... aquí todo es posible. ¿Y a dónde te pensás ir?
—Si me dan el pasaporte, me voy a España, como la mayoría. Dicen que allá los países del Tercer Mundo podemos conseguir alguna buena changa.
—Pero... ¿qué va a ser de nosotros si vos te vas? ¿En qué lugar nos vamos a quedar a vivir?
—No sé... Algún lugar habrá, aunque no sea el mío. En realidad, aquí hace rato que yo ya no soy yo. A mí me vendieron por 30 monedas, para más falsificadas. Me remataron, me robaron, me secuestraron, me crucificaron, me cambiaron. El país al que ustedes todavía llaman Paraguay, ya es otro. Es un país de gua'u, un país de plástico, un país "mau"...
—Pero... ¿no podrías quedarte y seguir luchando? ¿Esperar que tus hijos te podamos cambiar y mejorar las cosas? ¿Construirte a la imagen de nuestros sueños y de nuestras utopías?
—¡Qué más me gustaría...! Pero, mirá... fijate en los rostros de los que están en esta larga fila para sacar pasaportes. Son casi todos chicos y chicas jóvenes. Ellos y ellas son mi esperanza, como dice la canción. Si ellos y ellas se van... ¿para qué me voy a quedar?
No supe qué contestarte.
Te abracé de nuevo y me alejé, con un nudo en la garganta.
¿Qué te podía decir...?
Solo me queda confiar en que no tengas suerte. En que a los burócratas de Identificaciones se les acaben otra vez los insumos para hacer las libretas, o que no tengas plata para las coimas, o que te vean cara de sospechoso (es decir, de honesto)... y, por alguna u otra razón, no te den nunca el maldito pasaporte.

2 comentarios:

  1. Y sí, Andrés..
    Realidad diaria y tan abrumadora..
    Pero a parte de indignarnos, protestar y llorar al despedirnos de padres, amigos, compatriotas que se van, que más podemos hacer?
    Desearles suerte porque aquí oportunidades ya no habrán, o mentirles descaradamente diciendo que todo va a mejorar?..
    Nos han robado hasta las esperanzas..
    y lo peor de todo es que se lo permitimos..

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  2. O quizás, Sandrita, si los que todavía creemos que hay otro Paraguay posible nos dejáramos de pelearnos menos entre nosotros, y nos pusiéramos a construirlo en serio, la gente ya no tenga motivos para irse del país... si no quiere. Saludos.

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