La vieja parada ferroviaria de Ybytymi se derrumba poco a poco, vacía y sola, habitada por molestos fantasmas de la memoria. Por aquí pasó alguna vez un niño de alucinada imaginación, que luego inmortalizó aquel viaje en el relato
Estaciones de su novela
Hijo de Hombre. Hoy la vía del tren ya no existe y junto al hueco de su paso se extiende la nueva reluciente cinta de asfalto de la ruta Paraguari-Villarrica. Dos tiempos, dos mundos. Una época que muere, otra que nace.
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