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sábado, 3 de noviembre de 2012

Un dictador muerto cumple 100 años

Pobladores de un barrio de Asunción queman un retrato del depuesto dictador Alfredo Stroessner en la mañana del 3 de febrero de 1989. (Una foto prácticamente inédita, cedida por el colega Amancio Ruiz Díaz).
En principio me levanté con tristeza, con rabia, con sabor a cenizas en la boca... 
A la medianoche, una salva de petardos y fuegos artificiales en el barrio donde ahora vivo -San Pablo, antiguamente barrio Stroessner- no me dejó dormir. En la cancha del Club 3 de Noviembre, algunos festejaban los cien años del nacimiento de un dictador muerto en el exilio. Y aunque muchos vecinos expresaban su fastidio ante el repetido ritual, no pude dejar de admitir que en esta democracia imperfecta y viciada, aún marcada por la crisis política del golpe parlamentario, los admiradores del tirano -contrariamente a los derechos y libertades que ellos negaban- tienen todo el derecho y la libertad de celebrar sus cien cumpleaños.
La memoria trae flashes desordenados. Aquel mediodía en que un policía me llevó del estudio de Radio Mbaracayú, en Salto del Guairá: "Queda demorado, porque al delegado de Gobierno no le gustó su crítica". Yo tenía apenas 15 años y empezaba a entender el subversivo poder del pensamiento y la palabra. Mi amigo Hugo, detenido por difundir en la radio una canción de un tal Méndez Fleitas. Nadie dice nada. Paz y progreso. Democracia sin comunismo. Mario Schaerer muerto en la mesa de torturas. Noticiero: Peligroso subversivo abatido por las fuerzas del orden. Nadie dice nada. No te metas, mi hijo. Libros de Eduardo Galeano forrados con tapas de Vanidades. Policías en el micro, al regreso de la facu. ¡A ver, documentos carajo! El profe Resck saliendo de Investigaciones, más muerto que vivo, haciendo la V de la victoria. Atravesar barreras policiales para asistir a los festivales de Mandu'arã. Voz ronca y lágrimas al corear: "Los niños, el cielo más claro y azul, ¡esa es la patria en que quiero vivir!".
Flashes desordenados. Aquella otra noche de insomnio hace casi 24 años, y la chillona voz de otro general: "¡Hemos salido de nuestros cuarteles...!". 
¿Casi 24 años ya...? ¿Qué hicimos con esta libertad...? ¿Cuánto más para derrocar al dictador que llevamos adentro...? ¿Cuánto más para que aquella patria que coreábamos en un festival cercado de policías se haga realidad...?
Pero ahora, en las redes sociales de internet encuentro noticias y señales de mucha gente que no olvida, que se moviliza, que lucha, que construye, que enarbola proyectos de otro país posible... Así que dejemos que celebren todos los centenarios de todos los dictadores muertos. Nosotros estamos vivos. Y en nosotros viven todos y todas los que ya no están, pero siguen estando: desaparecidos y asesinados por la libertad, aquellos cuyos "huesos son estrellas". Pasado que construye futuro.
Atrás quedan la tristeza, la rabia, el sabor a cenizas. 
Digamos que hoy me levanté con nuevas esperanzas...

(Publicado en la columna "Al otro lado del silencio", sección Opinión del diario Última Hora, edición del sábado 3 de noviembre de 2012).

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