Liberato
Rivarola, con su tricicleta equipada, frente al local de su microempresa
publicitaria.
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Montado en la tricicleta que él mismo
ensambló, Liberato Ibarrola recorre las calles de Iturbe con dos viejos
parlantes, ligados a un amplificador a batería y una grabadora a casette,
divulgando a viva voz edictos municipales, anuncios de fiestas bailables o
avisos comerciales y políticos. Un peculiar personaje pueblerino, en vías de
extinción.
Todo
comenzó el día en que un cliente de la pequeña tienda de don Liberato Ibarrola
quedó cesante como obrero de la Azucarera Iturbe y ya no pudo pagarle la deuda
que había contraído con él, retirando provisiones por el sistema de la clásica
"libreta almacén".
"Este
amigo me dijo que la única manera de pagarme era entregándome un viejo equipo
de 'publicidad' que él ya no utilizaba: eran dos parlantes y un
amplificador", recuerda.
Liberato,
a quien todos conocen afectuosamente como "Don Libé, la voz de
Iturbe", dice que terminó aceptando la oferta y así montó en su casa una
peculiar microempresa de comunicación popular, a la que denominó "Publicidad
Rojo, Blanco y Azul".
En
Iturbe no había emisoras de radio, ni ningún otro medio de comunicación local y
Don Libé sintió que tenía el mercado libre, a su entera disposición.
"Conseguí
los restos de una vieja antena y alcé una torre de metal de 20 metros en el
patio de mi casa, donde en lo alto puse los dos parlantes, para que se escuche
en todo el pueblo", recuerda.
Al son
de la vibrante canción "Patria Querida", don Libé se dedicaba a
difundir avisos comerciales, anuncios de interés público o invitaciones a
fiestas a cambio de una módica tarifa que cobraba a los anunciantes.
"En
esa época estaban también de moda las dedicatorias musicales, jóvenes que
saludaban a sus novias dedicándoles una música a través del parlante, y así
todo el pueblo se enteraba. Por cada música se cobraba una tarifa",
recuerda.
Contaminación sonora
Pero el
potente bullicio de los altavoces empezó a incomodar a varios vecinos, que se
quejaban de no poder dormir la siesta y de no poder disfrutar de la tradicional
tranquilidad de las serranías guaireñas, por lo cual denunciaron a Don Libé
ante la Municipalidad local por "contaminación sonora".
"Me
obligaron a bajar mis parlantes. Me dijeron que monte mi equipo en carrito
tirado por caballos y que salga a recorrer por las calles, pero mantener a un
caballo sale caro, entonces pensé en hacerlo en bicicleta", explica
Ibarrola.
Él
mismo transformó una vieja bicicleta en un triciclo, agregándole una rueda más
para que pueda soportar el peso de los parlantes, y armó canastas de metal,
donde instaló un acumulador de automóvil de 12 voltios, una grabadora a casette
y el amplificador.
Desde
entonces, se volvió una postal común de las calles de Iturbe ver a don Libé
recorriendo con su tricicleta y sus parlantes pintados con los colores de la
bandera paraguaya, anunciando: "¡Eeeesta
nocheeee...! ¡Gran festival en la Plaza Vicente Ignacio Iturbeee...! ¡Están
todos invitados, señoras y señores...!".
Su
tarifa actual es de 50.000 guaraníes por pasar un aviso durante una hora,
tiempo en el que Ibarrola recorre todos los sectores de la ciudad y asegura que
"no se queda nadie sin enterarse".
El
pintoresco publicista parlantero cumple una importante función social, además
de ser un patrimonio viviente de la ciudad, asegura el intendente de Iturbe,
Darío Cabral, quien es uno de sus principales clientes, al encargarle la
difusión de las ordenanzas municipales y de los avisos de interés público.
"Don
Libé es la voz de Iturbe. Es un ciudadano a quien apreciamos y apoyamos, y que
le llama la atención a muchos visitantes que llegan, porque en pocos otros
pueblos del Paraguay ya se puede encontrar a un personaje folklórico como
él", señala el intendente.
Padre
de tres hijos, pedaleando ya con cierta dificultad por sus 79 años de edad, don
Libé sigue recorriendo las calles de Iturbe, sabiendo quizás que es uno de los
últimos de su especie.
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