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lunes, 16 de marzo de 2015

Yhú se integra al mundo


Después de más de cien años de soledad, luego de siglos de aislamiento, montones de promesas políticas nunca cumplidas, millones de guaraníes del dinero público robados... finalmente mi querido pueblo natal, Yhú, deja de ser “una aldea perdida en el sopor de la ciénaga”, tal como el maestro García Márquez imaginó a su propia natal Macondo-Aracataca.
Este martes 17 se inaugura finalmente la Ruta 13, Caaguazú-Yhú-Vaquería, de 64 kilómetros, una ruta aún sin nombre oficial, pero que ya se ha ganado hace rato el nombre oficioso de “La Ruta de la Mentira”, por lo mucho que nos habían mentido hasta ahora acerca de esta obra vial. Para lograr que se haga, los pobladores tuvieron que realizar incontables movilizaciones, cierres de rutas, sufrir represiones policiales, hasta finalmente conseguir que les hagan caso.
Recuerdo mi infancia en ese pueblo mágico, en que la travesía de casi 50 kilómetros hasta salir al asfalto en Caaguazú –es decir, “la Civilización”- era una aventura cotidiana de largas horas –que se convertía en largos días, si acaso llovía y se clausuraban las barreras del MOPC-, en los destartalados micros o “mixtos” (camiones con carrocerías de madera donde iban los pasajeros, sentados en bancos de tablas, muchas veces incluso sentados sobre el techo, por la gran cantidad).
Uno de esos indómitos choferes de ómnibus de batalla, durante muchos años, fue mi recordado papá, Andrés “Chi’ito” Colmán, y uno de los fundadores de las primeras líneas de transporte, la mítica flota de ómnibus “Santa Ana”, fue mi tío Felipe Salmena, cuya labor pionera hoy prosigue mi primo Nene.
Yhú ya era un rincón perdido del resto del Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza, cuando el mariscal López lo eligió como el lugar de castigo para enviar a las tristemente famosas “destinadas”, cientos de mujeres castigadas por ser esposas, o madres, o hijas, novias o amantes de sospechosos de oponerse a su liderazgo durante la Guerra, incluyendo en el grupo a su propia madre y hermanas. Tengo por allí un cuento inédito que relata justamente la valentía de una mujer yhuense en oponerse a su entorno y al poder para ayudar samaritanamente a esas mujeres sometidas al escarnio.
Yhú también fue el lugar elegido por la dictadura stronista para enviar de castigo a los opositores políticos (“confinamiento” le llamaban a esa modalidad autoritaria de exilio interior), como ocurrió en los 80 con Rubén Darío Verón, compañero del abogado fernandino Mario Milciades Melgarejo.
Ahora mi querido Yhú –al igual que su vecina Vaquería y sus muchas compañías rurales- rompe por fin su aislamiento de siglos y se integra a la dinámica económica del Paraguay actual.
Es un proceso que tiene sus luces y sombras, porque junto al progreso también avanzan las contradicciones. El cerco de la sojalización sin límite y sin control, y la expansión de los cultivos ilegales de marihuana, van tejiendo también su red siniestra, con su dinero sucio, marcado de violencia e inseguridad.
Pero junto a la ruta llegan seguramente mejor educación y salud, más alternativas de producción y una nueva dinámica empresarial.
Ojalá todo eso no desdibuje nuestra identidad, y seamos capaces de fortalecer los valores de solidaridad y hospitalidad que siempre nos caracterizó a los y las yhuenses.
¡Felicitaciones, mi querido pueblo natal..!
Te debo mucho de lo que soy, a pesar de mis largas ausencias.
Pronto estaré por allí, para brindar contigo por esta nueva etapa.

La ruta a Yhu, antes del asfalto, en la zona de cruce del arroyo Yhu, desbordado por lluvias. 
La misma zona, actualmente, luego de la construcción de la ruta.

1 comentario:

  1. Felicidades al pueblo de Yhu y gracias por producir un periodista como vos Andres, que como los antiguos medos y persas no se contentan con el oro, ni se deleitan en la plata como dice la biblia, sino mas bien en extender sus dominios y en ser la primera potencia mundial conocida en el mundo

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