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miércoles, 17 de junio de 2015

El día en que la dictadura intentó prohibir un acto con el Papa

El Arbol de la Vida. Así fue el acto del Papa Juan Pablo II con los "constructores de la sociedad".

En mayo de 1988, el Gobierno de Stroessner decidió suspender unilateralmente el encuentro de Juan Pablo II con los "constructores de la sociedad", por "razones de seguridad". El Vaticano respondió que el Papa –quien ya se encontraba en Bolivia, a cinco días de llegar al Paraguay- podía dejar de venir ante la medida inconsulta. Esta es la historia de lo que sucedió.

#CrónicasDeLaMemoria


Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Era el miércoles 11 de mayo de 1988. Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II, había acabado de visitar el Uruguay y se encontraba recorriendo Bolivia, para luego ir a Perú, a cinco días de pisar el Paraguay, la cuarta y última escala de esa histórica gira pastoral por Sudamérica, cuando estalló el escándalo: el Gobierno del dictador general Alfredo Stroessner acababa de suspender unilateralmente uno de los actos programados en  la agenda de la visita papal.
En una extensa nota enviada al Nuncio Apostólico, monseñor Giorgio Zur, los entonces ministros de Educación y Culto, Carlos Ortiz Ramírez, y de Relaciones Exteriores, Carlos Augusto Saldívar, comunicaban oficialmente "la decisión de suspender, por razones de seguridad, el acto denominado Encuentro con los constructores de la sociedad, programado para el martes 17, a las 20 horas, en el local del Consejo Nacional de Deportes".
En dicha comunicación, los representantes del Gobierno hablaban del "interés detectado en una minoría, de hacer de este encuentro la oportunidad de una provocación al Gobierno y se anticipa al propósito de violentar el ambiente y empañar la imagen de nuestro país", con "una seria desviación de los propósitos pastorales de la visita del Papa al Paraguay, mediante una serie de manipulaciones de todo orden, destinadas a darle a este encuentro efectos políticos de consecuencias imprevisibles".
Lo que preocupó a los jerarcas del régimen stronista es que el contenido del acto, cuya organización quedó a cargo del Equipo Nacional de Laicos, de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) y de la Junta Arquidiocesana de Laicos, iba a tener un carácter mucho más crítico que los demás encuentros previstos con el Papa, ya que también estaban invitados dirigentes y representantes de organizaciones sociales y políticas que la dictadura consideraba "ilegales" o "irregulares", como los grupos campesinos, obreros y estudiantiles que se movilizaban por una democratización, o los partidos políticos congregados en el llamado Acuerdo Nacional.
El ministro de Educación, Carlos Ortiz Ramirez, explicó ese mismo día a la prensa: "Decidimos suspender el acto para nos prestarnos al juego de que nos abucheen a los miembros del Gobierno. Aquello podría generar en un acto de vandalismo para crear mártires".

Un escándalo internacional

La noticia de que el régimen stronista había decidido suspender unilateralmente un encuentro con el Papa alcanzó enseguida una gran resonancia, tanto a nivel local como internacional, ya que resultaba algo insólito, que hasta entonces nunca había sucedido, en ninguna otra gira papal, según los observadores.
"Es una grave ofensa al papa Juan Pablo II pretender suspender un acto del programa previamente aprobado por la Comisión Mixta (organizadora, compuesta por representantes del Gobierno y de la Iglesia Católica paraguaya) y por el Vaticano", declaró el entonces obispo de Misiones, monseñor Carlos Villalba.
En la misma mañana de ese miércoles 11 de mayo en que se conoció la noticia, se reunió de urgencia el Consejo Permanente de la CEP y, tras varias horas de deliberaciones, monseñor Jorge Livieres Banks, quien fungía de vocero, informó que los obispos no aceptaban la suspensión dispuesta unilateralmente por el régimen, y que iban a mantener el programa de la visita del Papa, tal como estaba previsto originalmente, aun en contra de la decisión gubernamental. 
"Para nosotros, para la Iglesia, es lamentable y de ninguna forma aceptable una decisión que altera ese programa, casi en vísperas de la realización de la visita", destacó Livieres Banks.
Al día siguiente, 12 de mayo, mientras el Papa seguía recorriendo  Bolivia, el vocero del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, entregó en Sucre a los periodistas un escueto comunicado sobre la suspensión del acto por parte del régimen de Stroessner, en los siguientes términos: "Por ahora, debo manifestar claramente el estupor causado por una decisión sin precedentes en el ejercicio de la misión pastoral del Santo Padre".
Ya en una charla más informal con los comunicadores que acompañaban la gira papal, Navarro Valls  comentó: "Ni siquiera durante la visita del Papa a Chile, en abril del año pasado, el Gobierno chileno se atrevió a suprimir un acto multitudinario en Santiago, en el que se temía una serie de incidentes que luego acabaron produciéndose".
"Inaudito, insólito, tremendamente grave", eran los calificativos que empleaban los colaboradores del Papa sobre la medida dispuesta por el Gobierno stronista, según un reporte del periodista paraguayo Carlos Talavera, enviado especial de Última Hora y Radio Cáritas, quien viajaba en el avión de la gira papal.
En un artículo escrito desde Sucre, publicado por ÚH el 12 de mayo, Talavera daba cuenta que "los funcionarios de la comitiva papal dijeron que es la primera vez, en 37 giras que realiza el Papa, que un Gobierno cancela una reunión después de que el itinerario y el programa fueron públicamente anunciados".
El enviado de ÚH era aún más enfático: En el entorno papal "nadie acierta a explicarse las razones de una decisión tan drástica, cuya consecuencia más grave, no descartable, puede ser la suspensión de dicha visita".
Aunque oficialmente no se asumía esta opción, algunos obispos revelaron que ese fue el ultimátum que El Vaticano hizo llegar en privado a la Cancillería paraguaya: O el gobierno de Stroessner levantaba la prohibición unilateral y permitía que se realice el encuentro con los "constructores de la sociedad", o Juan Pablo II suspendía su visita al Paraguay, a pocas horas de su anunciada realización.
La noticia de la suspensión del acto por parte de la dictadura stronista, en la portada de Última Hora.

La más alta tensión Iglesia-Estado

La llegada del papa Juan Pablo II a tierra paraguaya estaba prevista para el lunes 16 de mayo, pero la fuerte tensión que se respiraba en el ambiente político, debido al elevado enfrentamiento entre la Iglesia y el Gobierno paraguayo hacía presagiar que la visita podía suspenderse.
En una sesión especial, la Junta de Gobierno del Partido Colorado respaldó la decisión del régimen stronista de prohibir el acto con los "constructores de la sociedad", invocando que había "una evidente manipulación, con fines políticos sectarios".
En Roma, el embajador paraguayo ante la Santa Sede, Aníbal Fernández, explicaba a la prensa internacional que la suspensión del acto obedecía a que existían grupos radicales que buscaban sabotear la visita de Juan Pablo II.
"Se trata de grupos que  manipulan en forma reprobable a un sector de la jerarquía eclesiástica y constituyen asociaciones políticas subversivas que, dada su impotencia electoral, buscan desde hace tiempo provocar la violencia y el desorden dentro del territorio paraguayo", aseguraba el embajador.
A nivel eclesial, los movimientos laicos y la Federación de Religiosos del Paraguay convocaban a una "cadena nacional de reflexión" para el sábado 14 de mayo, frente a la Catedral Metropolitana, para apoyar la decisión de los obispos de llevar a cabo el acto, "a pesar de la prohibición del Gobierno", en un abierto enfrentamiento con la dictadura.
Diversos grupos contestatarios asumían posturas ante el conflicto. En un pronunciamiento, la Federación de Estudiantes Universitarios del Paraguay (FEUP) acusaba de una "evidente manipulación por parte del Gobierno de la visita del Sumo Pontífice" y denunciaba "la intención del régimen de reprimir todo espacio de expresión del pueblo, a través de sus organizaciones".
Finalmente, el sábado 14 de mayo, el Gobierno dio marcha atrás y comunicó que el acto que había intentado prohibir, podía realizarse sin impedimentos.
"Se han resuelto todos los inconvenientes planteados por el Gobierno y el acto se realizará tal como estaba previsto y organizado, con el mismo contenido anunciado anteriormente e igual número de invitados", expresaba una declaración oficial de las organizaciones de laicos.
En otra nota cursada por el canciller Carlos Augusto Saldívar al nuncio apostólico Georgio Zur, se comunicaba también que "nada impide la realización del encuentro con los constructores de la sociedad".
 De ese modo, el Gobierno de Stroessner tuvo que borrar con el codo lo que había firmado previamente con la mano, y aceptar su derrota mediática, antes que arriesgarse al bochorno internacional de que el Papa decidiera suspender su visita.

A pesar de la decisión gubernamental de prohibir el acto, la Iglesia decidió seguir con la programación sin cambios, desafiando a la dictadura.

Las sillas vacías en el Consejo de Deportes

El encuentro del papa Juan Pablo II  con los constructores de la sociedad se realizó tal como estaba previsto originalmente, en la noche del martes 17 de marzo de 1988, en el estadio del Consejo Nacional de Deportes.
El local, con capacidad para unas 5.000 personas, estuvo colmado de asistentes, pero en el frente quedaron cerca de dos centenares de sillas vacías, sin ocupar. Eran las que correspondían a autoridades del régimen stronista y del Partido Colorado, cuyos exponentes decidieron no asistir.
Los organizadores optaron por que no se ocupen dichas sillas, haciendo resaltar aún más la ausencia de los representantes de la dictadura.
Desde las 16, antes de la llegada del Papa, se desarrolló un festival artístico del que participaron principalmente los artistas del movimiento del Nuevo Cancionero Popular Paraguayo, que en su mayoría hacían canciones sociales o de protesta y eran considerados contestatarios al régimen, como los grupos Juglares, Sembrador, Gente en Camino, Vocal Dos, e intérpretes como Víctor Pato Brítez, Rafael Acosta Vallovera, entre otros.
Alrededor de las 18.30 se anunció la entrada de Juan Pablo II, quien llegaba desde la Misión Santa Teresita, en el Chaco paraguayo, donde había protagonizado un emotivo encuentro con pueblos indígenas. La multitud congregada en el CND lo recibió con un largo y emocionado aplauso.
Tras el inicio oficial del acto, el obispo de Concepción, monseñor Aníbal Maricevich, pronunció un breve discurso dando la bienvenida al Pontífice. La elección del prelado norteño como principal orador inicial fue uno de los detalles que más incomodó a la dictadura, ya que la misma se había opuesto a que el Papa visite Concepción, por considerarla una diócesis muy politizada y rebelde.
 En seguida, se desarrolló el momento más emotivo, con una alegoría artística denominada "El árbol de la vida". Consistía en un árbol seco, tallado en metal por el escultor Hugo Pistilli, ubicado a un costado del escenario, al cual sectores de la sociedad, interpretados por bailarines de ballet, iban rodeando entre danzas y juegos coreográficos, revistiéndolo con hojas y flores coloridas, hasta convertirlo en un árbol lleno de alegría.
La actriz Heddy González Frutos iba declamando un texto, con fondo de músicas entonadas por un coro, que convocaba simbólicamente a indígenas, campesinos, obreros, pobladores suburbanos, jóvenes, intelectuales, mientras el Papa observaba atentamente, sentado en el centro del escenario.
Decía la voz de la declamadora: "Convocamos a nuestros hermanos indígenas, los más pobres entre los pobres, los que sobreviven como sombras sobre la tierra que un día fuera de ellos, peregrinando en busca de la mítica tierra sin mal, una tierra en donde puedan desarrollar libremente, su propios mundo, su propia cultura, en sus propios espacios naturales..."
Mientras el coro entonaba la guarania Ñemity y los bailarines se movían en el escenario, González Frutos seguía: "Convocamos a los campesinos, a quienes muchas veces peregrinan  como extraños en su propia patria, privados del elemental derecho de una parcela de tierra en donde vivir y labrar el futuro de sus hijos... Ellos traen la ofrenda de su esfuerzo y el clamor de que la tierra sea el don que Dios ha entregado para todos, donde la semilla pueda germinar libre y abierta a un nuevo mañana...".
"Convocamos a los trabajadores, a quienes se les hace cada día más difícil tener un empleo que permita mantener a sus familias en condiciones de dignidad, organizarse con libertad para reclamar sus derechos. Ellos aportan su fuerza y su conciencia laboral, para revestir este árbol de la vida, para construir una nueva sociedad.
Mientras, el coro interpretaba el Canto de Esperanza del cantautor Carlos Noguera...
"Convocamos a nuestros jóvenes, la mejor esperanza de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, a quienes son absoluta mayoría de población de este país, pero absoluta minoría en los niveles de participación social. Traen su vitalidad y su dinamismo, sus ideales de justicia y fraternidad, para que este árbol y esa sociedad se llenen de ritmo de colorido joven, de la frescura de una nuevas generación".
Finalmente, ante los cerrados aplausos de la multitud que se había puesto de pie, la voz de la declamadora explicaba: "¡Este es el árbol de la vida...! ¡Este es el símbolo  de la nueva sociedad que queremos construir, a partir de los signos de vida que hoy se expresan en medio de la muerte...! ¡Signos que se manifiestan en el extraordinario valor de la solidaridad y la impresionante capacidad de organización de nuestro pueblo! En la profunda fe que tenemos en el Dios de la Vida, en nuestra madre la Virgen de Caacupé, y en nuestro hermano San Roque González de Santacruz.  ¡En la obstinada esperanza que depositamos en nuestra Iglesia, en el hombre paraguayo, en la certeza de construir juntos la sociedad de libertad, justicia y fraternidad que todos anhelamos!".
La alegoría cerraba con los bailarines rodeando al árbol, ya totalmente cubierto de hojas y flores, mientras resonaban las últimas estrofas de la canción: "Los niños, el cielo más claro y azul, ¡Esa es la patria en que quiero vivir...!".
El grupo Sembrador actua en el acto con los Constructores, previo a la llegada del Papa.
 Juan Pablo II exhortó a instaurar la verdad

"El Papa quiere proclamar ante vosotros, constructores de la sociedad, la certeza de que la verdad debe ser la piedra fundamental, el cimiento sólido de todo el edificio social", dijo el Papa en su mensaje.
"A vosotros corresponde, no de modo exclusivo, pero sí en gran medida y con particular responsabilidad, hacer del entramado de las relaciones sociales, políticas y económicas, el ámbito de verdad en el que todos los miembros de la sociedad puedan encontrar su plenitud humana", insistió.
Como para que no hubiera duda de que apoyaba plenamente las luchas por la democratización, destacó: La vigencia simultánea y solidaria de valores como la paz, la libertad, la justicia y la participación, son requisitos esenciales para poder hablar de una auténtica sociedad democrática, basada en el libre consenso de los ciudadanos. No será posible, por tanto, hablar de verdadera libertad, y menos aún de democracia, donde no exista la participación real de todos los ciudadanos en poder tomar las grandes decisiones que afectan a la vida y al futuro de la nación".
Al término del acto, el Papa se acercó a saludar a los bailarines que habían protagonizado el cuestionado acto alegórico del Árbol de la Vida, y les dijo: "¡Felicitaciones por este hermoso acto! Me gustó mucho".
Las razones por las que los jerarcas del régimen habían intentado prohibir el encuentro se explicaría nueve meses después, cuando en febrero de 1989 un golpe militar encabezado por el general Andrés Rodríguez derrocó al dictador Alfredo Stroessner y se dio inicio a la transición democrática.
Varios observadores internacionales coincidieron en que la postura crítica del papa Juan Pablo II ante el régimen stronista, a raíz del conflicto en torno al acto de los "constructores", fue clave para decidir su abrupto final.

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