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lunes, 13 de julio de 2015

Una "cáscara de banana" para el Papa


Ahora que pasó el vendaval mediático de la visita del papa Francisco al Paraguay, ahora que se disipan un poco más las emociones y vuelve a instalarse de a poco la aparente normalidad de nuestra vida cotidiana, quedan muchos detalles que en su momento no pudimos resaltar, atrapados por el vértigo de la cobertura papal.
Como en todo gran acontecimiento, quedan imágenes maravillosas, pero entre ellas también otras que pueden resultar tristes, o lamentables, o indignantes, aunque probablemente no empañen el conjunto de los muchos logros.
Más allá del entusiasmo o del fervor religioso o humano que nos haya inspirado la figura del Pontífice, a quienes somos periodistas se nos pide tener siempre una mirada más crítica y profesional, que ayude a leer mejor los signos tras los hechos.
En ese sentido, hay una imagen que en especial nos indignó a quienes desde hace tiempo venimos reclamando justicia para los 17 periodistas asesinados hasta ahora (ver informe), y a los que reclamamos una actitud más firme de las instituciones del Estado -en especial de la Justicia-, ante los siniestros avances de la llamada “narcopolítica”.
Hablo de la escena que se vivió en la noche del viernes 10 de julio, cuando tras haber mantenido una reunión privada con el presidente de la República, Horacio Cartes, en el Palacio de López, el Papa fue conducido a los jardines para el acto público.
Fue en ese momento cuando, según la crónica de los reporteros presentes, Cartes detuvo la marcha y pidió al Papa que salude a la diputada colorada por Canindeyú, Cristina Villalba, quien recientemente había sufrido la pérdida de su hijo adolescente en un trágico accidente de tránsito en la zona de Ypejhú.
La foto de ese preciso momento en que el Papa consuela a la legisladora e incluso le acaricia el rostro, sin duda muestra el lado humano y caritativo del Santo Padre, lo cual es coherente con su personalidad.
Lamentablemente, esa imagen también tiene un sentido, un efecto y una interpretación política.
La diputada Cristina Villalba –con quien humanamente uno siente pena por la trágica muerte de su hijo- es también una de las figuras más cuestionadas de la llamada “rosca de la narcopolítica”, ese mismo sector al que, poco minutos después, Francisco estuvo fustigando en su primer discurso en Paraguay (“¡Que no haya más víctimas de la violencia, la corrupción o el narcotráfico!”).
¿Sabía el papa Francisco que la misma legisladora a quien estaba consolando, bautizada popularmente como “la madrina del Norte”, es una de las incluidas en el polémico informe de la Comisión Bicameral de Investigación del Congreso Nacional, por sus conexiones con los narcotraficantes acusados del asesinato del periodista Pablo Medina, ese quemante documento que el Ministerio Público y la Justicia siguen ignorando olímpicamente? (Esto lo escribí sobre el tema en ÚH)
Obviamente, en la acción del presidente también había un gesto político: buscar reivindicar, a través del acercamiento con el Papa, a quien fue su amiga y gran aliada, su principal operadora política durante su campaña electoral en Canindeyú.
Esa foto del Papa consolando a Cristina tiene en realidad la intención de lograr un blanqueo político y mediático de la legisladora, y que en la práctica refuerza la valla de impunidad por la que hoy fiscales y jueces evitan investigarla a fondo, al igual que a sus aliados también acusados, como el actual gobernador de Canindeyu, Alfonso Noria (Lean lo que escribe Mengo).
De alguna manera, al Papa le pusieron una “cáscara de banana” en este tema. Y es igualmente lamentable que la Jerarquía eclesial paraguaya lo permita, que sus miembros no hayan alertado al Papa, o al menos que no marquen una postura crítica ante la grosera manipulación de la figura del Santo Padre.
Dirán que fue apenas un “detallecito” anecdótico dentro de lo que fue la visita de Francisco, pero ese detalle sí tiene un fuerte efecto en la política interna para quienes seguimos bregando por un Paraguay sin narcopolítica, sin más asesinatos violentos por la acción criminal de las mafias y de sus referentes políticos.
Por fortuna, los mensajes y otras acciones que nos dejó Francisco si animan a seguir luchando por ese ideal –y por el país que queremos dejarle a nuestros hijos-, a pesar de quienes desde el poder amparan a los corruptos y criminales, con el silencio o la complicidad de muchos referentes religiosos.

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