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miércoles, 28 de febrero de 2018

Un gesto solidario ante un drama sin respuestas…


El chico estaba allí, tirado sobre la vereda de la calle Brasil y Aca Yuasá (18 Proyectadas), a media cuadra de la Comisaría 21, en el barrio Obrero de Asunción, en la mañana de este último miércoles de febrero, completamente dopado.
Probablemente no tiene más de 15 o 16 años.
La gente pasaba y lo miraba con pena, pero nadie hacía nada. Hasta que, poco después de las 8 de la mañana, una chica adolescente, de unos 13 a 14 años, vestida con el atuendo deportivo de algún colegio, cruza la calle con cuidado, trayendo en sus manos una bolsita de polietileno, en el que se divisan un par de sándwiches de pan de miga y un vaso grande de plástico (de esos de yogurth) con café con leche, aromático y humeante.
Ella se acerca un poco temerosa hasta el chico, le habla, pero él no reacciona. Entonces le baja el café y los sándwiches a su lado, a cierta distancia.
En ese momento yo me acercaba para comprar algo en la despensa de la esquina, ella me mira y me pregunta:
-¿Será que va a encontrar el café cuando se despierte?
Le digo que sí, y le ayudo a acercar un poco más la bolsa y el vaso junto a su cuerpo, pero ubicándolo en un lugar donde no lo derrame con algún movimiento.
Trato de despertar al chico, le hablo, lo sacudo del hombro, le digo que le han traído para su desayuno, pero él no se despierta.
Compruebo su aliento, sí, respira bien. Solo que está muy drogado.
Ella me mira, con pena y angustia. Me pregunta si está bien. Le digo que sí, solo que está dormido, pero ya despertará y le agradecerá el rico desayuno, aunque el café se haya enfriado. Ella sonríe con tristeza.
Los miro a los dos. Casi tienen la misma edad, pero están separados por un abismo social.
Ella tiene un hogar, un colegio, cariño familiar y oportunidades.
Él solo tiene la calle…
¿Cómo unir esos mundos…?
¿Cómo a darles a los dos las mismas oportunidades?
Ella lo ha visto desde su casa, ha sentido pena por él, ha preparado los sándwiches y el café. Es un gesto mínimo, una gota en el mar, una acción que no resuelve el problema de fondo… pero en esta mañana, ver de cerca ese gesto me ha aportado un luminoso destello de esperanza.
Ella me pregunta qué más podemos hacer por él. Le digo que avisaré a la Policía, que ella ha hecho mucho trayendo el desayuno, pero que la solución de fondo es estudiar, ser mejores personas, contribuir a construir un país mejor donde exista más solidaridad, donde no haya gente pobre, ni excluidos sociales. Ella dice que sí, también.
Minutos después, cuando le cuento al oficial de policía que ese chico está allí, tirado en el suelo y no reacciona, me dice que “siempre luego está allí”, que más de una vez lo han rescatado, pero que siempre vuelve.
De todos modos, me dice que no me preocupe, que avisará en seguida a la gente de la Secretaría de la Niñez, para que vengan a buscarlo.
No le creo mucho, ni tampoco sé si será lo mejor.

1 comentario:

  1. al pedo se hace de la buena samaritana con ésta gente... es la misma que en la menor oportunidad la va a clavar para robarle la mochila

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