Páginas

sábado, 26 de septiembre de 2020

El hombre que hace callar a las tormentas

En setiembre de 2006, acompañamos a la profesora Dolli Collar hasta su valle, Capitán Bado, Amambay, para una charla con estudiantes en escuelas y colegios de la región, como parte del programa Periodismo Estudiantil del Departamento Educativo de Última Hora. Fue una experiencia muy rica y aprovechamos para visitar sitios de interés, con amigos y amigas badeños.

Fue así como llegamos al oyngusu del teko ruvicha Paĩ Tavyterã Anselmo Barrios, la gran choza tradicional que es a la vez vivienda y santuario, cerca de Okenda. Fue una experiencia extraordinaria conversar con Anselmo, escucharlo tocar su flauta con la melodía ancestral que él heredó para apaciguar las furias de la naturaleza.

 De aquel viaje nació un breve relato, “El hombre que hace callar a las tormentas”, publicado en Última Hora, que en su momento tuvo mucha repercusión en otras publicaciones internacionales.

Tiempo después me contaron que Anselmo falleció, en medio del aliento mágico de su comunidad. En estos días en que la cultura Paĩ Tavyterã se ha vuelto de interés por los sucesos de violencia en el Norte, una amiga lectora me recordó este artículo y me pidió que lo comparta en las redes. Por tanto, aquí va, desde el blog.

***


El hombre que hace callar a las tormentas

Cada vez que nace la Luna llena, el tigre que duerme en la cumbre del Yasuká Venda, el cerro sagrado de los indígenas Paĩ Tavyterã, en la cordillera del Amambay, se despierta y ruge con furia incontrolable.

"Es el poder del Padre Creador que se manifiesta en forma de fuertes tormentas, provocando angustia en los corazones. Entonces yo recojo mi avaeté, mi amuleto de diente de tigre, y me pongo a rezar, me pongo a cantar, a tocar el mimby, la flauta de palo santo, y consigo que la tormenta se calle, que la furia del creador se calme. Es la misión que me ha dado mi pueblo, de ser el teko ruvicha, el que cuida la forma de vida que nos han dado nuestros ancestros".

Así habla Anselmo Barrios, el gran líder espiritual de la comunidad Paĩ Tavyterã, a unos 15 kilómetros de Capitán Bado.

Su oyngusu, la tradicional choza ovalada de los Pai, que es a la vez vivienda y santuario, está ubicada en un claro del monte, cerca de la escuela agrícola Okenda, que el Proyecto Paĩ Tavyterã lleva adelante, en un heroico programa para preservar el modo de vida de uno de los pueblos nativos más fascinantes del Paraguay.

La tarea no es fácil. La tierra de los Paĩ es la única que aún conserva vegetación boscosa en medio de una vasta planicie de tierras deforestadas y mecanizadas para el cultivo de la soja. Y el proyecto de desarrollo sustentable se lleva adelante ante la constante agresión externa. Hace pocos días, un grupo de marihuaneros asaltaron la granja de los Paĩ y robaron una vaca.

"El hombre blanco destruye todo lo que toca. Por su culpa el maíz ya no da frutos como antes. Por eso yo bendigo la tierra y las semillas, para que este año tengamos buen maíz, para preparar nuestras bebidas para la gran fiesta del Aty Guasu", dice el teko ruvicha.

Dentro del oyngusu está la cruz de madera donde se guardan los yvyra'i, las varillas insignias, los takuapu y la calabaza sagrada que guarda los restos del ka'a ñepyru, la yerba mate primigenia. De allí Anselmo recoge su flauta de palo santo y empieza a soplar, arrancando un dulce sonido que envuelve el aire y arranca la risa de los niños, mientras las tormentas se baten en retirada, temerosas.

martes, 8 de septiembre de 2020

El trágico destino de las niñas y los niños en el mundo del EPP y la FTC


Las infortunadas María Carmen y Lilian Mariana nacieron en la clandestinidad, en Paraguay, pero fueron registradas en Argentina. La condición de prófugos de los miembros del EPP genera un grave drama para niños y niñas y una exigencia para el Estado.


Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

En el 2005, Rubén Darío Bernal, entonces integrante del grupo armado Ejército Paraguayo del Pueblo (EPP) vio como una de las principales dirigentes, Magna María Meza o la “guerrillera Leti”, entonces embarazada, abandonó el campamento clandestino instalado en los montes de Yasy Kañy, Canindeyú, para ir a dar a luz en un centro poblado, bajo protección de personas cercanas a la organización.

Meses después, Magna regresó trayendo a su bebé al campamento. Se trataba posiblemente de su hijo mayor con Osvaldo Villalba, su pareja sentimental y actual principal comandante del EPP, un niño llamado E. D., que a la edad de adolescente se incorporó como combatiente, según se pudo comprobar en varias fotos incautadas tras operaciones de las fuerzas de seguridad, como por testimonios de personas cercanas al grupo.

“Supimos que Leti había salido para tener a su bebé en un lugar más seguro”, declaró Bernal ante la Fiscalía, tras haber desertado del grupo –el cual integró durante dos años– y entregarse a las autoridades luego de un ataque e incendio de la sede de la comisaría policial de la colonia Jorge Sebastián Miranda, Hugua Ñandú, el 18 de abril de 2006.

El caso de Magna Meza o Leti, pareja sentimental de Osvaldo Villalba, alias comandante Alexander o Javier, principal líder del grupo armado en ese momento, no sería el primero ni el último de una integrante madre de niños y niñas nacidos en la clandestinidad, en condiciones de prófugos de la Justicia, criaturas que han debido crecer una parte del tiempo con sus padres en los campamentos móviles en medio del monte y otra parte con familiares que no forman parte del EPP, pero que mantienen algún tipo de vínculo.

El testimonio de Rubén Darío Bernal, –que en su momento publicamos en la colección de fascículos EPP: la verdadera historia, con la edición de Última Hora, bajo el título “El diario del guerrillero arrepentido”– ha aportado importantes datos para conocer por dentro al peculiar grupo, que empezó a formarse en 1992 como un proyecto de guerrilla, brazo armado clandestino del entonces Partido Patria Libre (PPL), pero luego se volvió autónomo, adquiriendo el nombre EPP en 2008, convirtiéndose en una banda armada al margen de la ley, a la que se atribuyen 12 secuestros extorsivos, la muerte de más de 60 personas y unos 134 golpes y ataques violentos.

El EPP es el grupo armado ilegal que permanece activo por más tiempo en la historia del país, aunque acostumbra permanecer sin acciones durante largos periodos, con la modalidad de “células dormidas” hasta volver a operar. Sus principales fundadores, Alcides Oviedo Brítez y Carmen Villalba Ayala, están presos desde 2003, pero quienes asumieron la conducción, entre ellos Osvaldo Villalba, Manuel Cristaldo Mieres, Magna Meza, Liliana Villalba, Lucio Silva, entre otros, no han podido ser capturados desde que empezaron a ser perseguidos, desde hace casi dos décadas.

Por ello, la información dada el pasado miércoles 2 por el propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, en su cuenta de Twitter, generó un inusitado optimismo en un gran sector de la población: “Hemos tenido un operativo exitoso en contra del EPP. Luego de un enfrentamiento, dos integrantes de este grupo armado han sido abatidos. Hay un oficial herido…”.

Rápidamente empezó a circular la versión de que una de las abatidas sería Magna Meza, una de las máximas dirigentes más buscadas. La expectativa cambió pronto cuando empezó a correr otra versión contraria, que sostenía que las fallecidas eran niñas muy jóvenes. El Gobierno trató de sostener la versión del médico forense Cristian Villalba de que tenían “entre 15 y 18 años” y que habían protagonizado una fuerte resistencia en armas, pero muy pronto la identidad y la verdadera edad ya no pudieron ser ocultados.

¿Quiénes son los padres?

“¿Cuál es la edad real de las niñas fallecidas?”, fue la pregunta que le hicimos vía chat, en la tarde del miércoles 2 a la docente Genoveva Oviedo Brítez, hermana del fundador del EPP, Alcides Oviedo Brítez.

Esta fue su escueta confirmación: “11 y 12”.

Genoveva es una reconocida docente de Jesús, Itapúa, a quien conocimos durante una investigación tras el secuestro de María Edith de Debernardi, en 2002. En ese momento ella era una activa integrante del Partido Colorado en su comunidad y guardaba distancia crítica de las acciones de su hermano, pero mantenía el vínculo de la consanguinidad y nos ayudó a reconstruir la historia personal y familiar de quien sería luego el “comandante en jefe” del EPP. Desde entonces mantuvimos esporádicos contactos de confianza entre periodista y fuente.

El miércoles, mientras las confusas versiones y contraversiones sobre la identidad y la edad de las fallecidas recorrían las redes sociales, Genoveva compartió un posteo en su cuenta de Facebook, en donde, entre comparaciones con figuras de la mitología griega, hizo las primeras importantes revelaciones que contradecían a la versión gubernamental.

Las niñas fallecidas, según ella, eran “dos criaturas, dos inocentes que tuvieron que salir de su patria de nacimiento y adoptar otra nacionalidad para huir de la persecución. Quisieron estar con sus perseguidos padres para festejar un cumpleaños. Fueron asesinadas”, alegaba. Y por primera vez daba a conocer sus nombres: “Lilianita y Aurorita”.

Además, una línea de su posteo, indicaba una clave importante: “No eran los cuerpos de Magna Meza ni de Liliana Villalba. ¡No!”.

¿Eran acaso los de sus respectivas hijas?

Con esa sospecha me atreví a escribirle con la siguiente pregunta. “¿Son las hijas de Osvaldo y Liliana?”.

Su respuesta fue tajante: “Sí, muy terrible”.

Con esa confirmación teníamos varios datos relevantes, hasta entonces en duda. Sus nombres: Liliana y Aurora. Las edades: 11 y 12. Y la posible identidad de sus padres biológicos: Osvaldo Villalba (actual jefe máximo del EPP, hermano menor de Carmen Villalba, quien es la ex esposa de Alcides Oviedo y también principal fundadora del grupo armado), sería el progenitor de una de las niñas, y su pareja sentimental, Magna Meza, sería la madre; mientras, Liliana Villalba (también hermana de Carmen y Osvaldo) sería la madre de la otra niña y su pareja sentimental, Manuel Cristaldo Mieres, segundo en el mando del EPP, sería el padre.

Con estos datos, en la noche del miércoles compartí una primera información en Twitter, que generó mucha repercusión, mientras elaborábamos un artículo para ÚLTIMAHORA.COM, atribuyendo como fuente a la docente Genoveva Oviedo, tía política de las niñas fallecidas.


Fotos distribuidas por la FTC, supuestamente halladas en el campamento, en donde una de las niñas fallecidas aparece junto a Osvaldo Villalba y Magna Meza, presuntamente sus verdadros padres. El otro niño que aparece sería E.D., el hijo mayor de Osvaldo y Magna. (Gentileza).

Datos controvertidos

Paralelamente, la letrada Deisy Ayala, abogada de dirigentes del EPP, confirmó en otro medio periodístico las mismas edades, pero aseguró que una de las niñas era hija de Miriam Villalba, también abogada y hermana de Carmen Villalba, y que las dos menores tenían nacionalidad argentina.

¿Qué había pasado? ¿Cuál era la verdadera versión? Al rato, otra abogada vinculada al sector estatal me avisó que había un error en nuestro reporte, ya que acababa de hablar con Carmen Villalba, presa en la cárcel del Buen Pastor, y la misma le dijo que una de las niñas fallecidas era efectivamente hija de su hermana Miriam, que sí tenían 11 y 12 años y eran de nacionalidad argentina.

Con esta confusión volví a comunicarme con Genoveva Oviedo. Me respondió que probablemente una de las niñas sí figuraba como hija de Miriam, ya que ella no había visto los documentos.

Puede leer también: Según forense, ambos cuerpos de niñas muertas en operativo de FTC "dan una edad de 11 años"

Al otro día accedimos a las primeras copias de los documentos de identidad argentinos de las niñas fallecidas, en donde se establecía claramente que tanto María Carmen (a quien sus familiares llaman Aurorita) y Lilian Mariana, tenían solo 11 años de edad.

Posteriormente, el propio Consulado argentino en Paraguay entregó copias del DNI (Documento Nacional de Identidad) en donde consta que la niña Lilian Mariana fue inscrita en la ciudad de Clorinda, provincia de Formosa, Argentina, por la abogada Miriam Villalba, quien declaró ser su madre, y la otra niña, María Carmen, fue inscrita en el mismo lugar y en el mismo día por Laura Villalba, también hermana de Miriam, Carmen, Osvaldo y Liliana, quien declaró ser su madre.

A partir de allí resultó más fácil ir verificando lo que realmente sucedió con respecto a la identidad y la situación de las niñas.


Lilian Mariana y María Carmen (Aurorita). Fotos entregadas por su abuela, Mariana Dejesús, con quien ellas crecieron en Puerto Rico, Misiones, Argentina. (Fotos: Gentileza).

En la clandestinidad

Con base en diversas fuentes y testimonios, se puede reconstruir una historia no asumida públicamente por los familiares, de que María Carmen (Aurorita) sería efectivamente hija de Manuel Cristaldo Mieres y Liliana Villalba, mientras que Lilian Mariana sería hija de Osvaldo Villalba y Magna Meza, y que habrían nacido en la clandestinidad, en la región Norte del Paraguay (la primera en febrero de 2009, la segunda en octubre de 2008).

Por su condición de prófugos de la Justicia, los padres prefirieron que las niñas sean sacadas del país y llevadas a la Argentina junto con la abuela, Mariana de Jesús Ayala López, quien había sido sacada de su hogar en la ciudad de Concepción y residía en Puerto Rico, provincia de Misiones, desde hace algunos años.

Para poder otorgarles un registro documental, las niñas fueron inscritas en la ciudad argentina de Clorinda como ciudadanas del vecino país. La inscripción de ambas se hizo el mismo día, el 1 de junio de 2010, cuando una de ellas tenía un año y seis meses de edad y la otra tenía un año y cuatro meses.

Según datos no asumidos públicamente por los familiares, ante la imposibilidad de la presencia de los padres biológicos verdaderos, se presentaron como presuntas madres solteras las tías: Miriam Viviana Villalba Ayala, como mamá de Lilian Mariana (DNI 50.113.108), y Laura Mariana Villalba Ayala, como mamá de María Carmen (DNI 50.113.110).

Firmaron como testigos de la inscripción Gerónimo Alarcón y Tirso Rolando Peña. En la oportunidad también se anotó a un niño (DNI 50.113.109), Ernesto Daniel Villalba, presuntamente el hijo varón mayor de Osvaldo Villalba y Magna Meza, nacido también en la clandestinidad, actualmente mayor de edad e incorporado al grupo combatiente.

Esta irregular situación es la que exponentes del Gobierno paraguayo califican como una documentación “de contenido falso”, sosteniendo que el Estado argentino no lo debería avalar.

Sin embargo, expertos en derechos humanos consultados apuntan que la situación es perfectamente defendible, con base en la Convención de 1954 sobre el Estatuto de los Apátridas de la Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), en donde se establece que, si un niño no es reconocido como nacional en un país, el país de residencia debe otorgarle la nacionalidad. Es decir, si estas niñas nacieron en el Paraguay, pero no pueden ser inscritas acá debido a la situación de persecución de sus padres, tienen derecho a ser inscritas en otro país.

Por algo, a pesar de que la Cancillería paraguaya afirma haber denunciado ante las autoridades argentinas la presunta ilegalidad de los documentos de identidad, el Gobierno del vecino país sigue asumiendo los reclamos sobre al caso, asegurando que las niñas fallecidas son legalmente ciudadanas argentinas.

El documento de inscripción en Argentina de la niña Liliana María Villalba. Gentileza.


El documento de inscripción en Argentina de la niña María Carmen Villalba (Aurorita). Gentileza.

¿A qué vinieron las niñas?

En contra de la versión de voceros de la Fuerza de Tarea Conjunta y de otros sectores del Gobierno, de que las niñas venían siendo entrenadas desde hace tiempo como jóvenes guerrilleras en los campamentos del EPP, existen indagaciones del Gobierno argentino que demuestran que la directora de la Escuela Provincial 228 del barrio San Francisco, de la ciudad de Puerto Rico, Norma Diertele, asegura que “la niña Lilian Mariana Villalba, de 11 años de edad, asistió a clases hasta el 13 de noviembre del 2019, luego de haber rendido con anterioridad los exámenes finales, en razón de la que la menor tendría que viajar juntamente con su madre, desconociendo el destino”.

El mismo informe registra que la niña Lilian Mariana salió de Misiones, Argentina, por el puente entre Posadas y Encarnación, junto con su madre legal, Miriam Villalba, el pasado 21 de noviembre, con destino al Paraguay.

No existe registro de su ingreso a nuestro país en la oficina de Migraciones, pero cualquiera que conoce el paso sabe que las autoridades de Migraciones en Encarnación no exigen registrarse a los paraguayos que ingresan. Tampoco hay datos sobre la otra niña, María Carmen, pero los familiares sostienen que ambas viajaron juntas.

“Las niñas querían ir a conocer a sus padres”, dice la abuela Mariana de Jesús Ayala, en un video grabado por miembros del Equipo Misionero de Derechos Humanos, Justicia y Género, con sede en la ciudad de Posadas.

En una entrevista concedida al medio Misiones Online, la abogada Miriam Villalba, como madre legal de Lilian Mariana, asegura también que las niñas viajaron al Paraguay “para conocer a sus respectivos padres” y sostiene que desde que eran bebés no habían podido ver a sus progenitores. Miriam concedió la entrevista en Puerto Rico, lo cual significa que, tras haber traído a las pequeñas al Paraguay, ella regresó a la Argentina.

No hay datos precisos sobre la fecha en que ambas niñas fueron llevadas hasta el campamento del EPP en la región de Yby Yaú. Genoveva Oviedo sostiene que las niñas visitaron casas de familiares, compartieron con sus primas, las hijas mellizas de Carmen Villalba y Alcides Oviedo, “con quienes eran prácticamente como hermanas, ellas están muy dolidas”.

¿Pudieron estar el tiempo necesario para recibir entrenamiento en el uso de armas? Los voceros de la FTC y del Gobierno aseguran que sí. Los familiares insisten en que nunca existió ese propósito con estas niñas, a pesar de que otros hijos menores de edad de miembros del EPP sí forman parte del grupo armado.

Los casos más conocidos son los de Lucio Silva, uno de los fundadores del grupo armado que luego sería el EPP, quien se unió al núcleo en armas llevando a sus hijos Samuel, Claudelino y Jorgelina, esta última con 16 años de edad en el momento de ser incorporada, ahora ya mayor de edad, y de Alejandro Ramos, quien ingresó con su esposa Lourdes y sus hijos menores de edad, A.R.R. y L.T.R.R.

Sin posibilidad de elegir

El artículo 2 de la Convención sobre los Derechos del Niño indica: “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para asegurar que el niño sea protegido contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus padres, de sus tutores o de sus familiares”. ¿Se está cumpliendo?

Las muertes trágicas de María Carmen y Lilian Mariana, que aún deben ser investigadas y esclarecidas totalmente, deberían servir para poner en el foco en los casos de reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes, no solamente por parte del EPP, sino también por bandas de narcotráfico y otros grupos criminales.

Hasta hace pocos años, el Estado paraguayo reclutaba a menores de edad para el Servicio Militar Obligatorio y existe una lista de 157 jóvenes soldados que murieron en circunstancias dudosas en los cuarteles desde la caída de la dictadura, varios de ellos aún menores de edad.

El propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, protagonizó un hecho polémico el año pasado, cuando autorizó con gran difusión mediática que su hijo Santiago, en ese entonces de 17 años de edad, ingrese a cumplir su servicio en el Centro de Instrucción Militar de Estudiantes para la Formación de Oficiales de Reserva (Cimefor), generando denuncias por violar la Ley 3360/2002, que establece que menores de 18 años no deben hacer el servicio militar.

¿Tenían María Carmen y Lilian Mariana la opción de elegir un destino diferente que la de matar o morir en medio de un monte? En los supuestos apuntes de una de ellas, presuntamente hallados en el campamento del EPP, filtrados por las fuerzas de seguridad en un intento de disminuir la imagen negativa tras el operativo, se pueden leer rústicos textos manuscritos que, además de revelar que su presencia en el inhóspito y peligroso lugar iba a ser solo temporal, también destaca el angustiado intento de una niña de quedarse por más tiempo, a fin de poder compartir con su padre: “Yo necesito que me entiendas, yo porque te quiero hablo con vos. Yo sé que puedo irme porque tengo todo el derecho, desearía que aproveches estos 5 meses que sobra, pero vos decís solo 2 meses…”.

Es como el desgarrador llamado de auxilio de una niña que solo anhelaba un poco de cariño: “Yo quisiera no haber nacido o tener una familia completa…”.

Un llamado que puede atribuirse a otros niños y niñas en la misma situación.

¿Alguien podrá responder...?



(Reportaje realizado originalmente para ÚltimaHora.Com y publicado el lunes 1 de setiembre de 2020. En esta versión se han realizado correcciones y agregados con respecto a la primera versión).

miércoles, 2 de septiembre de 2020

El bebé al que la dictadura le robó la historia

 

Emilio Cricera fue arrancado de su madre en 1966, entregado a quienes fingieron ser sus padres biológicos. Hoy demanda recuperar su verdadera identidad.


Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

(Fotos e imágenes: Desirée Esquivel - Apoyo en video: Codehupy).


Emilio Félix Cricera Evaly tenía 30 años de edad en 1996, cuando descubrió que él no era quien sus padres y sus documentos aseguraban. En realidad, tenía otro nombre, otros padres, otra identidad, otra historia.

Sucedió cuando, en su casa de Buenos Aires, halló unos papeles de quien creía era su papá biológico, Emilio Cricera, argentino, ya fallecido, en donde este le contaba cosas íntimas a un amigo. Con fecha de tres días antes del supuesto nacimiento de su hijo, no mencionó que su esposa, la paraguaya Celia Nilda Evaly, estaba a punto de dar a luz.

“Si mi papá estaba tan contento de tenerme como hijo único, ¿por qué no había contado nada a su amigo? Encaré a quien decía ser mi mamá, discutimos mucho y al final reconoció: “¡Vos no sos mi hijo!’”, narra Emilio, veinticuatro años después de aquel día en que sintió que el mundo se le vino abajo.

Celia Nilda se negó a darle más datos de su verdadera historia. “Me dijo muchas mentiras, que me habían traido del Brasil, hasta que ella falleció, llevándose mi secreto a la tumba”, narra.

“Viajé al Brasil, viví allá un tiempo, hasta que tomé contacto con unos primos, hijos de una hermana de mi madre apropiadora en el Paraguay, con quien ella estaba peleada, a la que considero mi madre del corazón, mi tata, quien me dijo: vos te llamás Jorge Luis y te llevaron siendo bebé del orfanato Santa Teresa”, agrega.

BÚSQUEDA. Emilio/Jorge Luis logró que la directora del actual Hogar Infantil Santa Teresita le permita acceder a los archivos. Sobre la avenida Eusebio Ayala (frente al local de la Justicia Electoral), allí funciona una guardería y es sede de los Centros de Bienestar de la Infancia y la Familia (Cebinfa). En épocas de la dictadura, el orfanato llegó a estar bajo la dirección de María Olivia Chelita Stroessner, hija adoptiva del general Alfredo Stroessner.

“Busqué datos durante días, revisando expedientes de todos los niños llamados Jorge Luis que ingresaron entre 1965 y 1968, hasta llegar casi a la certeza de que mi verdadero nombre era Jorge Luis Gómez Arena, y que mi madre fue María Olga Gómez, presa en la Comisaría Tercera, famoso lugar de detención y tortura de presos políticos, y luego en la Cárcel del Buen Pastor, donde se pierde su rastro, está desaparecida”, relata Emilio.

Su laberíntica búsqueda lo llevó al hogar familiar de los Gómez, en una humilde comunidad rural de Altos, Cordillera. “Cuando llegué y dije quién era, no lo quisieron creer. Según mi abuela, Laureana Isabel, les aseguraron que yo había muerto. Del paradero de mi mamá no sabían nada. Obtuve una muestra de ADN de mi abuela y el análisis comparativo con el mío reveló un 84% de compatibilidad”, indica.

APROPIACIÓN. Entre muchas dudas, Emilio hoy tiene certeza de que autoridades de la dictadura mintieron a su abuela (quien varias veces intentó rescatarlo del orfanato), asegurando que él había fallecido, cuando en realidad le “regalaron” siendo un bebé al matrimonio formado por el argentino Emilio Cricera y la paraguaya Celia Nilda Evaly. Cree que el nexo fue una mujer llamada Aurora Coronel.

Le crearon documentos (auténticos, pero de contenido falso) como una partida de nacimiento en que consignan su fecha de nacimiento el 12 de marzo de 1967 (cuando en realidad habría nacido el 11 de octubre de 1966).

De su madre sabe poco. Un informe policial de la Comisaría Tercera, firmada por el comisario Augusto Moreno, refiere que ella la abandonó en la vía pública, pero él considera que son mentiras. “Mi madre es una desaparecida, aunque no figure en las listas de las organizaciones de derechos humanos. Borraron todos sus registros. La policía allanó su casa en Altos y secuestró todas sus fotos y sus documentos. Ni siquiera tengo una imagen de cómo era ella, solamente un gran amor a su memoria”, indica.

Emilio/Jorge Luis presentó una denuncia oficial ante la Fiscalía, con patrocinio de la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy) por Desaparición Forzada de Personas y Múltiple Violación de Derechos Humanos.

“Sé que muchos creían que en el Paraguay no hay casos de apropiación de bebés durante la dictadura stronista, como las que se cuentan en organizaciones como H.I.J.O.S. o Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la Argentina, pero existen. Soy el primero de ellos que sale a luz y seguramente hay más. La dictadura desapareció a mi mamá y me robó la identidad. La quiero recuperar”, destaca.


BUSCANDO A MAMÁ.
No solamente le cambiaron su identidad y lo entregaron a otra familia. Además, desaparecieron a su mamá, María Olga Gómez.

“A la hora 13 del 20 de octubre de 1966, llega una camioneta celular de la Policía, conduciendo a un oficial y agentes, quienes traen a un recién nacido, portador de la siguiente: Nota N° 237, señora directora del Hogar Infantil. ESD. Tengo el agrado de dirigirme a Ud., con el objeto de solicitar la internación en esa institución del menor Jorge Luis, quien fuera hallado en la vía pública…”

Así dice el informe de una asistente social sobre el “Caso N° 578, Jorge Luis”, que Emilio Félix Cricera Evaly pudo rescatar del archivo del Hogar Santa Teresita, de donde fue apropiado ilegalmente en 1967 y entregado al matrimonio del argentino Emilio Cricera y la paraguaya Celia Nilda Evaly, quienes obtuvieron una partida de nacimiento con un nuevo nombre, otra fecha de nacimiento y en donde ellos figuran como padres biológicos del bebé.

La nota de la entrega del bebé al Hogar Infantil Santa Teresa o Santa Teresita (que en épocas de la dictadura estuvo bajo la dirección de María Olivia Chelita Stroessner, hija adoptiva del general Stroessner) está firmada por el comisario Augusto Moreno, en ese entonces titular de la tristemente famosa Comisaría Tercera, uno de los más tenebrosos locales en donde eran detenidos y torturados los presos políticos, varios de ellos considerados desaparecidos.

ABANDONO. Según el relato del expediente, en la patrullera que llevó al bebé con apenas 8 días de nacido al hogar (sobre la avenida Eusebio Ayala, frente a la Justicia Electoral), también se hallaba la madre, María Olga Gómez, quien en esa época tendría 18 años, y que era trasladada a la Cárcel del Buen Pastor, tras haber estado presa en la Tercera con su hijo.

La asistente social cuenta que pudo hablar con la madre antes de que la lleven. Sostiene que la mujer admitió haber abandonado a su hijo en la entrada de una casa, por “estar desesperada”, ya que su “patrona” no admitía a empleadas con hijos y el padre del niño (marino de la Flota Mercante) la había abandonado. También admitió haber huido de su casa familiar en Altos. Pidió que le devuelvan a su hijo y no la lleven a la cárcel, pero no le hicieron caso.

VENGANZA. Emilio cree que muchas afirmaciones del informe son falsas, porque descubrió otros datos que hablan de una especie de venganza por parte de una persona poderosa en Altos contra su madre.

En su denuncia ante la Fiscalía de Derechos Humanos, revela que sus familiares contaron que “alguien de mucho poder económico en la ciudad de Altos estaba interesado en mi madre, y al no tener reciprocidad, fue quien mandó al proceder irregular de la Policía, ya que María Olga había venido a Asunción escondiéndose de quien le pretendía”.

Desde el Buen Pastor, María Olga se comunicó con su madre, Laureana Isabel Ojeda, para que recupere al bebé. “Mi abuela intentó por todos los medios y documentos comprobables de filiación recuperarme y llevarme con los míos, restitución que nunca se pudo dar, porque en el mes de agosto de 1967 fui ‘regalado’ a un matrimonio argentino-paraguayo residente en Buenos Aires”, destaca.

SIN PISTAS. A la abuela le dijeron en el hogar que el bebé había muerto, al igual que su hija María Olga. No entregaron los cuerpos. Debido al dolor, la anciana sufrió pérdida parcial de memoria, según los familiares.

“Me contaron que mientras mi madre estaba detenida, la Policía allanó la casa materna en Altos y se llevó todas las fotos y los documentos de María Olga”, agrega Emilio, quien desconoce las razones de la presunta desaparición, porque su madre no era una activista política conocida.

“Hoy reclamo que el Estado investigue y me diga qué pasó con mi mamá, de quien ni siquiera tengo una foto, porque se llevaron todo. En la Cárcel del Buen Pastor me dijeron que un incendio destruyó los registros de aquella época. Nadie más sabe nada”, dice.

Emilio ha decidido quedarse en el Paraguay. Desde hace más de un año vive en Luque. Ha intentado establecer una relación con su familia materna en Altos, pero siente que hay muchos recelos, miedos y silencios que superar. Confía en que será parte de un proceso.