En setiembre de 2006, acompañamos a la
profesora Dolli Collar hasta su valle, Capitán Bado, Amambay, para una charla
con estudiantes en escuelas y colegios de la región, como parte del programa Periodismo
Estudiantil del Departamento Educativo de Última Hora. Fue una experiencia muy
rica y aprovechamos para visitar sitios de interés, con amigos y amigas
badeños.
Fue así como llegamos al oyngusu del teko ruvicha
Paĩ Tavyterã Anselmo Barrios, la gran
choza tradicional que es a la vez vivienda y santuario, cerca de Okenda. Fue una experiencia extraordinaria
conversar con Anselmo, escucharlo tocar su flauta con la melodía ancestral que
él heredó para apaciguar las furias de la naturaleza.
De aquel viaje nació un breve relato, “El hombre que hace callar a las tormentas”,
publicado en Última Hora, que en su momento tuvo mucha repercusión en otras
publicaciones internacionales.
Tiempo después me contaron que Anselmo
falleció, en medio del aliento mágico de su comunidad. En estos días en que la
cultura Paĩ Tavyterã se ha vuelto de interés por los sucesos de violencia en el
Norte, una amiga lectora me recordó este artículo y me pidió que lo comparta en
las redes. Por tanto, aquí va, desde el blog.
***
El hombre que hace callar
a las tormentas
Cada vez que nace la Luna llena, el tigre que
duerme en la cumbre del Yasuká Venda,
el cerro sagrado de los indígenas Paĩ Tavyterã, en la cordillera del Amambay,
se despierta y ruge con furia incontrolable.
"Es el poder del Padre Creador que se
manifiesta en forma de fuertes tormentas, provocando angustia en los corazones.
Entonces yo recojo mi avaeté, mi amuleto de diente de tigre, y me
pongo a rezar, me pongo a cantar, a tocar el mimby, la flauta
de palo santo, y consigo que la tormenta se calle, que la furia del creador se
calme. Es la misión que me ha dado mi pueblo, de ser el teko ruvicha,
el que cuida la forma de vida que nos han dado nuestros ancestros".
Así habla Anselmo Barrios, el gran líder espiritual
de la comunidad Paĩ Tavyterã, a unos 15 kilómetros de Capitán Bado.
Su oyngusu, la tradicional choza
ovalada de los Pai, que es a la vez vivienda y santuario, está ubicada en un
claro del monte, cerca de la escuela agrícola Okenda, que el
Proyecto Paĩ Tavyterã lleva adelante, en un heroico programa para preservar el
modo de vida de uno de los pueblos nativos más fascinantes del Paraguay.
La tarea no es fácil. La tierra de los Paĩ es la
única que aún conserva vegetación boscosa en medio de una vasta planicie de
tierras deforestadas y mecanizadas para el cultivo de la soja. Y el proyecto de
desarrollo sustentable se lleva adelante ante la constante agresión externa.
Hace pocos días, un grupo de marihuaneros asaltaron la granja de los Paĩ y
robaron una vaca.
"El hombre blanco destruye todo lo que toca.
Por su culpa el maíz ya no da frutos como antes. Por eso yo bendigo la tierra y
las semillas, para que este año tengamos buen maíz, para preparar nuestras
bebidas para la gran fiesta del Aty Guasu", dice el teko
ruvicha.
Dentro del oyngusu está la cruz de
madera donde se guardan los yvyra'i, las varillas insignias,
los takuapu y la calabaza sagrada que guarda los restos del ka'a ñepyru,
la yerba mate primigenia. De allí Anselmo recoge su flauta de palo santo y
empieza a soplar, arrancando un dulce sonido que envuelve el aire y arranca la
risa de los niños, mientras las tormentas se baten en retirada, temerosas.
Las infortunadas María
Carmen y Lilian Mariana nacieron en la clandestinidad, en Paraguay, pero fueron
registradas en Argentina. La condición de prófugos de los miembros del EPP
genera un grave drama para niños y niñas y una exigencia para el Estado.
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
En el 2005,
Rubén Darío Bernal, entonces integrante del grupo armado Ejército Paraguayo del
Pueblo (EPP) vio como una de las principales dirigentes, Magna María Meza o la
“guerrillera Leti”, entonces embarazada,
abandonó el campamento clandestino instalado en los montes de Yasy Kañy,
Canindeyú, para ir a dar a luz en un centro poblado, bajo protección de
personas cercanas a la organización.
Meses
después, Magna regresó trayendo a su bebé al campamento. Se trataba
posiblemente de su hijo mayor con Osvaldo Villalba, su pareja sentimental y
actual principal comandante del EPP, un niño llamado E. D., que a la
edad de adolescente se incorporó como combatiente, según se pudo comprobar en
varias fotos incautadas tras operaciones de las fuerzas de seguridad, como por
testimonios de personas cercanas al grupo.
“Supimos que
Leti había salido para tener a su
bebé en un lugar más seguro”, declaró Bernal ante la Fiscalía, tras haber
desertado del grupo –el cual integró durante dos años– y entregarse a las
autoridades luego de un ataque e incendio de la sede de la comisaría policial
de la colonia Jorge Sebastián Miranda, Hugua Ñandú, el 18 de abril de 2006.
El caso de
Magna Meza o Leti, pareja sentimental
de Osvaldo Villalba, alias comandante Alexander
o Javier, principal líder del
grupo armado en ese momento, no sería el primero ni el último de una integrante
madre de niños y niñas nacidos en la clandestinidad, en condiciones de prófugos
de la Justicia, criaturas que han debido crecer una parte del tiempo con sus
padres en los campamentos móviles en medio del monte y otra parte con
familiares que no forman parte del EPP, pero que mantienen algún tipo de
vínculo.
El
testimonio de Rubén Darío Bernal, –que en su momento publicamos en la colección
de fascículos EPP: la verdadera historia,
con la edición de Última Hora, bajo el título “El diario del guerrillero arrepentido”– ha aportado importantes
datos para conocer por dentro al peculiar grupo, que empezó a formarse en 1992
como un proyecto de guerrilla, brazo armado clandestino del entonces Partido
Patria Libre (PPL), pero luego se volvió autónomo, adquiriendo el nombre EPP en
2008, convirtiéndose en una banda armada al margen de la ley, a la que se
atribuyen 12 secuestros extorsivos, la muerte de más de 60 personas y unos 134
golpes y ataques violentos.
El EPP es el
grupo armado ilegal que permanece activo por más tiempo en la historia del
país, aunque acostumbra permanecer sin acciones durante largos periodos, con la
modalidad de “células dormidas” hasta volver a operar. Sus principales
fundadores, Alcides Oviedo Brítez y Carmen Villalba Ayala, están presos desde
2003, pero quienes asumieron la conducción, entre ellos Osvaldo Villalba,
Manuel Cristaldo Mieres, Magna Meza, Liliana Villalba, Lucio Silva, entre
otros, no han podido ser capturados desde que empezaron a ser perseguidos,
desde hace casi dos décadas.
Por ello, la
información dada el pasado miércoles 2 por el propio presidente de la
República, Mario Abdo Benítez, en su cuenta de Twitter, generó un inusitado
optimismo en un gran sector de la población: “Hemos tenido un operativo exitoso en contra del EPP. Luego de un
enfrentamiento, dos integrantes de este grupo armado han sido abatidos. Hay un
oficial herido…”.
Rápidamente
empezó a circular la versión de que una de las abatidas sería Magna Meza, una
de las máximas dirigentes más buscadas. La expectativa cambió pronto cuando
empezó a correr otra versión contraria, que sostenía que las fallecidas eran
niñas muy jóvenes. El Gobierno trató de sostener la versión del médico forense
Cristian Villalba de que tenían “entre 15 y 18 años” y que habían protagonizado
una fuerte resistencia en armas, pero muy pronto la identidad y la verdadera
edad ya no pudieron ser ocultados.
¿Quiénes son los padres?
“¿Cuál es la
edad real de las niñas fallecidas?”, fue la pregunta que le hicimos vía chat,
en la tarde del miércoles 2 a la docente Genoveva Oviedo Brítez, hermana del
fundador del EPP, Alcides Oviedo Brítez.
Esta fue su
escueta confirmación: “11 y 12”.
Genoveva es
una reconocida docente de Jesús, Itapúa, a quien conocimos durante una
investigación tras el secuestro de María Edith de Debernardi, en 2002. En ese
momento ella era una activa integrante del Partido Colorado en su comunidad y
guardaba distancia crítica de las acciones de su hermano, pero mantenía el
vínculo de la consanguinidad y nos ayudó a reconstruir la historia personal y
familiar de quien sería luego el “comandante en jefe” del EPP. Desde entonces
mantuvimos esporádicos contactos de confianza entre periodista y fuente.
El
miércoles, mientras las confusas versiones y contraversiones sobre la identidad
y la edad de las fallecidas recorrían las redes sociales, Genoveva compartió un
posteo en su cuenta de Facebook, en donde, entre comparaciones con figuras de
la mitología griega, hizo las primeras importantes revelaciones que
contradecían a la versión gubernamental.
Las niñas
fallecidas, según ella, eran “dos criaturas, dos inocentes que tuvieron que
salir de su patria de nacimiento y adoptar otra nacionalidad para huir de la
persecución. Quisieron estar con sus perseguidos padres para festejar un
cumpleaños. Fueron asesinadas”, alegaba. Y por primera vez daba a conocer sus
nombres: “Lilianita y Aurorita”.
Además, una
línea de su posteo, indicaba una clave importante: “No eran los cuerpos de
Magna Meza ni de Liliana Villalba. ¡No!”.
¿Eran acaso
los de sus respectivas hijas?
Con esa
sospecha me atreví a escribirle con la siguiente pregunta. “¿Son las hijas de
Osvaldo y Liliana?”.
Su respuesta
fue tajante: “Sí, muy terrible”.
Con esa
confirmación teníamos varios datos relevantes, hasta entonces en duda. Sus
nombres: Liliana y Aurora. Las edades: 11 y 12. Y la posible identidad de sus
padres biológicos: Osvaldo Villalba (actual jefe máximo del EPP, hermano menor
de Carmen Villalba, quien es la ex esposa de Alcides Oviedo y también principal
fundadora del grupo armado), sería el progenitor de una de las niñas, y su
pareja sentimental, Magna Meza, sería la madre; mientras, Liliana Villalba
(también hermana de Carmen y Osvaldo) sería la madre de la otra niña y su
pareja sentimental, Manuel Cristaldo Mieres, segundo en el mando del EPP, sería
el padre.
Con estos
datos, en la noche del miércoles compartí una primera información en Twitter,
que generó mucha repercusión, mientras elaborábamos un artículo para
ÚLTIMAHORA.COM, atribuyendo como fuente a la docente Genoveva Oviedo, tía
política de las niñas fallecidas.
Fotos distribuidas por la FTC, supuestamente halladas en el campamento, en donde una de las niñas fallecidas aparece junto a Osvaldo Villalba y Magna Meza, presuntamente sus verdadros padres. El otro niño que aparece sería E.D., el hijo mayor de Osvaldo y Magna. (Gentileza).
Datos controvertidos
Paralelamente,
la letrada Deisy Ayala, abogada de dirigentes del EPP, confirmó en otro medio
periodístico las mismas edades, pero aseguró que una de las niñas era hija de
Miriam Villalba, también abogada y hermana de Carmen Villalba, y que las dos
menores tenían nacionalidad argentina.
¿Qué había
pasado? ¿Cuál era la verdadera versión? Al rato, otra abogada vinculada al
sector estatal me avisó que había un error en nuestro reporte, ya que acababa
de hablar con Carmen Villalba, presa en la cárcel del Buen Pastor, y la misma
le dijo que una de las niñas fallecidas era efectivamente hija de su hermana
Miriam, que sí tenían 11 y 12 años y eran de nacionalidad argentina.
Con esta
confusión volví a comunicarme con Genoveva Oviedo. Me respondió que
probablemente una de las niñas sí figuraba como hija de Miriam, ya que ella no
había visto los documentos.
Puede leer
también: Según forense, ambos cuerpos de niñas muertas en operativo de FTC
"dan una edad de 11 años"
Al otro día
accedimos a las primeras copias de los documentos de identidad argentinos de
las niñas fallecidas, en donde se establecía claramente que tanto María Carmen
(a quien sus familiares llaman Aurorita) y Lilian Mariana, tenían solo 11 años
de edad.
Posteriormente,
el propio Consulado argentino en Paraguay entregó copias del DNI (Documento
Nacional de Identidad) en donde consta que la niña Lilian Mariana fue inscrita
en la ciudad de Clorinda, provincia de Formosa, Argentina, por la abogada
Miriam Villalba, quien declaró ser su madre, y la otra niña, María Carmen, fue
inscrita en el mismo lugar y en el mismo día por Laura Villalba, también
hermana de Miriam, Carmen, Osvaldo y Liliana, quien declaró ser su madre.
A partir de
allí resultó más fácil ir verificando lo que realmente sucedió con respecto a
la identidad y la situación de las niñas.
Lilian Mariana y María Carmen (Aurorita). Fotos entregadas por su abuela, Mariana Dejesús, con quien ellas crecieron en Puerto Rico, Misiones, Argentina. (Fotos: Gentileza).
En la clandestinidad
Con base en
diversas fuentes y testimonios, se puede reconstruir una historia no asumida
públicamente por los familiares, de que María Carmen (Aurorita) sería efectivamente
hija de Manuel Cristaldo Mieres y Liliana Villalba, mientras que Lilian Mariana
sería hija de Osvaldo Villalba y Magna Meza, y que habrían nacido en la
clandestinidad, en la región Norte del Paraguay (la primera en febrero de 2009,
la segunda en octubre de 2008).
Por su
condición de prófugos de la Justicia, los padres prefirieron que las niñas sean
sacadas del país y llevadas a la Argentina junto con la abuela, Mariana de
Jesús Ayala López, quien había sido sacada de su hogar en la ciudad de Concepción
y residía en Puerto Rico, provincia de Misiones, desde hace algunos años.
Para poder
otorgarles un registro documental, las niñas fueron inscritas en la ciudad
argentina de Clorinda como ciudadanas del vecino país. La inscripción de ambas
se hizo el mismo día, el 1 de junio de 2010, cuando una de ellas tenía un año y
seis meses de edad y la otra tenía un año y cuatro meses.
Según datos
no asumidos públicamente por los familiares, ante la imposibilidad de la
presencia de los padres biológicos verdaderos, se presentaron como presuntas
madres solteras las tías: Miriam Viviana Villalba Ayala, como mamá de Lilian
Mariana (DNI 50.113.108), y Laura Mariana Villalba Ayala, como mamá de María
Carmen (DNI 50.113.110).
Firmaron
como testigos de la inscripción Gerónimo Alarcón y Tirso Rolando Peña. En la
oportunidad también se anotó a un niño (DNI 50.113.109), Ernesto Daniel
Villalba, presuntamente el hijo varón mayor de Osvaldo Villalba y Magna Meza,
nacido también en la clandestinidad, actualmente mayor de edad e incorporado al
grupo combatiente.
Esta
irregular situación es la que exponentes del Gobierno paraguayo califican como
una documentación “de contenido falso”, sosteniendo que el Estado argentino no
lo debería avalar.
Sin embargo,
expertos en derechos humanos consultados apuntan que la situación es
perfectamente defendible, con base en la Convención de 1954 sobre el Estatuto
de los Apátridas de la Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados), en donde se establece que, si un niño no es reconocido como
nacional en un país, el país de residencia debe otorgarle la nacionalidad. Es
decir, si estas niñas nacieron en el Paraguay, pero no pueden ser inscritas acá
debido a la situación de persecución de sus padres, tienen derecho a ser
inscritas en otro país.
Por algo, a
pesar de que la Cancillería paraguaya afirma haber denunciado ante las
autoridades argentinas la presunta ilegalidad de los documentos de identidad,
el Gobierno del vecino país sigue asumiendo los reclamos sobre al caso,
asegurando que las niñas fallecidas son legalmente ciudadanas argentinas.
El documento de inscripción en Argentina de la niña Liliana María Villalba. Gentileza.
El documento de inscripción en Argentina de la niña María Carmen Villalba (Aurorita). Gentileza.
¿A qué vinieron las niñas?
En contra de
la versión de voceros de la Fuerza de Tarea Conjunta y de otros sectores del
Gobierno, de que las niñas venían siendo entrenadas desde hace tiempo como
jóvenes guerrilleras en los campamentos del EPP, existen indagaciones del
Gobierno argentino que demuestran que la directora de la Escuela Provincial 228
del barrio San Francisco, de la ciudad de Puerto Rico, Norma Diertele, asegura
que “la niña Lilian Mariana Villalba, de 11 años de edad, asistió a clases
hasta el 13 de noviembre del 2019, luego de haber rendido con anterioridad los
exámenes finales, en razón de la que la menor tendría que viajar juntamente con
su madre, desconociendo el destino”.
El mismo
informe registra que la niña Lilian Mariana salió de Misiones, Argentina, por
el puente entre Posadas y Encarnación, junto con su madre legal, Miriam
Villalba, el pasado 21 de noviembre, con destino al Paraguay.
No existe
registro de su ingreso a nuestro país en la oficina de Migraciones, pero
cualquiera que conoce el paso sabe que las autoridades de Migraciones en
Encarnación no exigen registrarse a los paraguayos que ingresan. Tampoco hay
datos sobre la otra niña, María Carmen, pero los familiares sostienen que ambas
viajaron juntas.
“Las niñas
querían ir a conocer a sus padres”, dice la abuela Mariana de Jesús Ayala, en
un video grabado por miembros del Equipo Misionero de Derechos Humanos,
Justicia y Género, con sede en la ciudad de Posadas.
En una
entrevista concedida al medio Misiones Online, la abogada Miriam Villalba, como
madre legal de Lilian Mariana, asegura también que las niñas viajaron al
Paraguay “para conocer a sus respectivos padres” y sostiene que desde que eran
bebés no habían podido ver a sus progenitores. Miriam concedió la entrevista en
Puerto Rico, lo cual significa que, tras haber traído a las pequeñas al
Paraguay, ella regresó a la Argentina.
No hay datos
precisos sobre la fecha en que ambas niñas fueron llevadas hasta el campamento
del EPP en la región de Yby Yaú. Genoveva Oviedo sostiene que las niñas
visitaron casas de familiares, compartieron con sus primas, las hijas mellizas
de Carmen Villalba y Alcides Oviedo, “con quienes eran prácticamente como
hermanas, ellas están muy dolidas”.
¿Pudieron
estar el tiempo necesario para recibir entrenamiento en el uso de armas? Los
voceros de la FTC y del Gobierno aseguran que sí. Los familiares insisten en
que nunca existió ese propósito con estas niñas, a pesar de que otros hijos
menores de edad de miembros del EPP sí forman parte del grupo armado.
Los casos
más conocidos son los de Lucio Silva, uno de los fundadores del grupo armado
que luego sería el EPP, quien se unió al núcleo en armas llevando a sus hijos
Samuel, Claudelino y Jorgelina, esta última con 16 años de edad en el momento
de ser incorporada, ahora ya mayor de edad, y de Alejandro Ramos, quien ingresó
con su esposa Lourdes y sus hijos menores de edad, A.R.R. y L.T.R.R.
Sin posibilidad de elegir
El artículo
2 de la Convención sobre los Derechos del Niño indica: “Los Estados Partes
tomarán todas las medidas apropiadas para asegurar que el niño sea protegido
contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las
actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus padres, de sus
tutores o de sus familiares”. ¿Se está cumpliendo?
Las muertes
trágicas de María Carmen y Lilian Mariana, que aún deben ser investigadas y
esclarecidas totalmente, deberían servir para poner en el foco en los casos de
reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes, no solamente por parte
del EPP, sino también por bandas de narcotráfico y otros grupos criminales.
Hasta hace
pocos años, el Estado paraguayo reclutaba a menores de edad para el Servicio
Militar Obligatorio y existe una lista de 157 jóvenes soldados que murieron en
circunstancias dudosas en los cuarteles desde la caída de la dictadura, varios
de ellos aún menores de edad.
El propio
presidente de la República, Mario Abdo Benítez, protagonizó un hecho polémico
el año pasado, cuando autorizó con gran difusión mediática que su hijo
Santiago, en ese entonces de 17 años de edad, ingrese a cumplir su servicio en
el Centro de Instrucción Militar de Estudiantes para la Formación de Oficiales
de Reserva (Cimefor), generando denuncias por violar la Ley 3360/2002, que
establece que menores de 18 años no deben hacer el servicio militar.
¿Tenían
María Carmen y Lilian Mariana la opción de elegir un destino diferente que la
de matar o morir en medio de un monte? En los supuestos apuntes de una de
ellas, presuntamente hallados en el campamento del EPP, filtrados por las
fuerzas de seguridad en un intento de disminuir la imagen negativa tras el
operativo, se pueden leer rústicos textos manuscritos que, además de revelar
que su presencia en el inhóspito y peligroso lugar iba a ser solo temporal,
también destaca el angustiado intento de una niña de quedarse por más tiempo, a
fin de poder compartir con su padre: “Yo
necesito que me entiendas, yo porque te quiero hablo con vos. Yo sé que puedo
irme porque tengo todo el derecho, desearía que aproveches estos 5 meses que
sobra, pero vos decís solo 2 meses…”.
Es como el
desgarrador llamado de auxilio de una niña que solo anhelaba un poco de cariño:
“Yo quisiera no haber nacido o tener una
familia completa…”.
Un llamado
que puede atribuirse a otros niños y niñas en la misma situación.
¿Alguien
podrá responder...?
(Reportaje realizado originalmente para ÚltimaHora.Com y publicado el lunes 1 de setiembre de 2020. En esta versión se han realizado correcciones y agregados con respecto a la primera versión).
Emilio Cricera fue arrancado de su madre en 1966, entregado a
quienes fingieron ser sus padres biológicos. Hoy demanda recuperar su verdadera
identidad.
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
(Fotos e imágenes: Desirée Esquivel - Apoyo en video: Codehupy).
Emilio Félix
Cricera Evaly tenía 30 años de edad en 1996, cuando descubrió que él no era
quien sus padres y sus documentos aseguraban. En realidad, tenía otro nombre,
otros padres, otra identidad, otra historia.
Sucedió
cuando, en su casa de Buenos Aires, halló unos papeles de quien creía era su
papá biológico, Emilio Cricera, argentino, ya fallecido, en donde este le
contaba cosas íntimas a un amigo. Con fecha de tres días antes del supuesto
nacimiento de su hijo, no mencionó que su esposa, la paraguaya Celia Nilda
Evaly, estaba a punto de dar a luz.
“Si mi papá
estaba tan contento de tenerme como hijo único, ¿por qué no había contado nada
a su amigo? Encaré a quien decía ser mi mamá, discutimos mucho y al final
reconoció: “¡Vos no sos mi hijo!’”, narra Emilio, veinticuatro años después de
aquel día en que sintió que el mundo se le vino abajo.
Celia Nilda
se negó a darle más datos de su verdadera historia. “Me dijo muchas mentiras,
que me habían traido del Brasil, hasta que ella falleció, llevándose mi secreto
a la tumba”, narra.
“Viajé al
Brasil, viví allá un tiempo, hasta que tomé contacto con unos primos, hijos de
una hermana de mi madre apropiadora en el Paraguay, con quien ella estaba
peleada, a la que considero mi madre del corazón, mi tata, quien me dijo: vos
te llamás Jorge Luis y te llevaron siendo bebé del orfanato Santa Teresa”,
agrega.
BÚSQUEDA. Emilio/Jorge Luis logró que la directora del
actual Hogar Infantil Santa Teresita le permita acceder a los archivos. Sobre
la avenida Eusebio Ayala (frente al local de la Justicia Electoral), allí
funciona una guardería y es sede de los Centros de Bienestar de la Infancia y
la Familia (Cebinfa). En épocas de la dictadura, el orfanato llegó a estar bajo
la dirección de María Olivia Chelita Stroessner, hija adoptiva del general
Alfredo Stroessner.
“Busqué
datos durante días, revisando expedientes de todos los niños llamados Jorge
Luis que ingresaron entre 1965 y 1968, hasta llegar casi a la certeza de que mi
verdadero nombre era Jorge Luis Gómez Arena, y que mi madre fue María Olga
Gómez, presa en la Comisaría Tercera, famoso lugar de detención y tortura de
presos políticos, y luego en la Cárcel del Buen Pastor, donde se pierde su
rastro, está desaparecida”, relata Emilio.
Su
laberíntica búsqueda lo llevó al hogar familiar de los Gómez, en una humilde
comunidad rural de Altos, Cordillera. “Cuando llegué y dije quién era, no lo
quisieron creer. Según mi abuela, Laureana Isabel, les aseguraron que yo había
muerto. Del paradero de mi mamá no sabían nada. Obtuve una muestra de ADN de mi
abuela y el análisis comparativo con el mío reveló un 84% de compatibilidad”,
indica.
APROPIACIÓN. Entre muchas dudas, Emilio hoy tiene
certeza de que autoridades de la dictadura mintieron a su abuela (quien varias
veces intentó rescatarlo del orfanato), asegurando que él había fallecido,
cuando en realidad le “regalaron” siendo un bebé al matrimonio formado por el
argentino Emilio Cricera y la paraguaya Celia Nilda Evaly. Cree que el nexo fue
una mujer llamada Aurora Coronel.
Le crearon
documentos (auténticos, pero de contenido falso) como una partida de nacimiento
en que consignan su fecha de nacimiento el 12 de marzo de 1967 (cuando en
realidad habría nacido el 11 de octubre de 1966).
De su madre
sabe poco. Un informe policial de la Comisaría Tercera, firmada por el
comisario Augusto Moreno, refiere que ella la abandonó en la vía pública, pero
él considera que son mentiras. “Mi madre es una desaparecida, aunque no figure
en las listas de las organizaciones de derechos humanos. Borraron todos sus
registros. La policía allanó su casa en Altos y secuestró todas sus fotos y sus
documentos. Ni siquiera tengo una imagen de cómo era ella, solamente un gran
amor a su memoria”, indica.
Emilio/Jorge
Luis presentó una denuncia oficial ante la Fiscalía, con patrocinio de la
Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy) por Desaparición
Forzada de Personas y Múltiple Violación de Derechos Humanos.
“Sé que
muchos creían que en el Paraguay no hay casos de apropiación de bebés durante
la dictadura stronista, como las que se cuentan en organizaciones como
H.I.J.O.S. o Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la Argentina, pero existen.
Soy el primero de ellos que sale a luz y seguramente hay más. La dictadura
desapareció a mi mamá y me robó la identidad. La quiero recuperar”, destaca.
BUSCANDO A MAMÁ. No solamente le cambiaron su identidad y
lo entregaron a otra familia. Además, desaparecieron a su mamá, María Olga
Gómez.
“A la hora 13 del 20 de octubre de 1966, llega una
camioneta celular de la Policía, conduciendo a un oficial y agentes, quienes
traen a un recién nacido, portador de la siguiente: Nota N° 237, señora
directora del Hogar Infantil. ESD. Tengo el agrado de dirigirme a Ud., con el
objeto de solicitar la internación en esa institución del menor Jorge Luis,
quien fuera hallado en la vía pública…”
Así dice el
informe de una asistente social sobre el “Caso N° 578, Jorge Luis”, que Emilio
Félix Cricera Evaly pudo rescatar del archivo del Hogar Santa Teresita, de
donde fue apropiado ilegalmente en 1967 y entregado al matrimonio del argentino
Emilio Cricera y la paraguaya Celia Nilda Evaly, quienes obtuvieron una partida
de nacimiento con un nuevo nombre, otra fecha de nacimiento y en donde ellos
figuran como padres biológicos del bebé.
La nota de
la entrega del bebé al Hogar Infantil Santa Teresa o Santa Teresita (que en
épocas de la dictadura estuvo bajo la dirección de María Olivia Chelita
Stroessner, hija adoptiva del general Stroessner) está firmada por el comisario
Augusto Moreno, en ese entonces titular de la tristemente famosa Comisaría
Tercera, uno de los más tenebrosos locales en donde eran detenidos y torturados
los presos políticos, varios de ellos considerados desaparecidos.
ABANDONO. Según el relato del expediente, en la patrullera
que llevó al bebé con apenas 8 días de nacido al hogar (sobre la avenida
Eusebio Ayala, frente a la Justicia Electoral), también se hallaba la madre,
María Olga Gómez, quien en esa época tendría 18 años, y que era trasladada a la
Cárcel del Buen Pastor, tras haber estado presa en la Tercera con su hijo.
La asistente
social cuenta que pudo hablar con la madre antes de que la lleven. Sostiene que
la mujer admitió haber abandonado a su hijo en la entrada de una casa, por
“estar desesperada”, ya que su “patrona” no admitía a empleadas con hijos y el
padre del niño (marino de la Flota Mercante) la había abandonado. También
admitió haber huido de su casa familiar en Altos. Pidió que le devuelvan a su
hijo y no la lleven a la cárcel, pero no le hicieron caso.
VENGANZA. Emilio cree que muchas afirmaciones del informe
son falsas, porque descubrió otros datos que hablan de una especie de venganza
por parte de una persona poderosa en Altos contra su madre.
En su denuncia
ante la Fiscalía de Derechos Humanos, revela que sus familiares contaron que
“alguien de mucho poder económico en la ciudad de Altos estaba interesado en mi
madre, y al no tener reciprocidad, fue quien mandó al proceder irregular de la
Policía, ya que María Olga había venido a Asunción escondiéndose de quien le
pretendía”.
Desde el
Buen Pastor, María Olga se comunicó con su madre, Laureana Isabel Ojeda, para
que recupere al bebé. “Mi abuela intentó por todos los medios y documentos
comprobables de filiación recuperarme y llevarme con los míos, restitución que
nunca se pudo dar, porque en el mes de agosto de 1967 fui ‘regalado’ a un
matrimonio argentino-paraguayo residente en Buenos Aires”, destaca.
SIN PISTAS. A la abuela le dijeron en el hogar que el bebé
había muerto, al igual que su hija María Olga. No entregaron los cuerpos.
Debido al dolor, la anciana sufrió pérdida parcial de memoria, según los
familiares.
“Me contaron
que mientras mi madre estaba detenida, la Policía allanó la casa materna en
Altos y se llevó todas las fotos y los documentos de María Olga”, agrega
Emilio, quien desconoce las razones de la presunta desaparición, porque su
madre no era una activista política conocida.
“Hoy reclamo
que el Estado investigue y me diga qué pasó con mi mamá, de quien ni siquiera
tengo una foto, porque se llevaron todo. En la Cárcel del Buen Pastor me
dijeron que un incendio destruyó los registros de aquella época. Nadie más sabe
nada”, dice.
Emilio ha
decidido quedarse en el Paraguay. Desde hace más de un año vive en Luque. Ha
intentado establecer una relación con su familia materna en Altos, pero siente
que hay muchos recelos, miedos y silencios que superar. Confía en que será
parte de un proceso.