Rolando Chaparro inició
la fusión entre rock y folclore con su versión de Reservista purahéi en los 90,
con el apoyo entusiasta del maestro Agustín Barboza. Ahora que el músico vive
un momento delicado de salud, es oportuno rescatar su hazaña artística.
Andrés
Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Era,
probablemente, 1994. Un concierto de varios artistas en la Plaza de la
Democracia de Asunción, en homenaje al gran músico Agustín Barboza (ya
fallecido, autor de la música de Mi patria soñada, entre otras grandes
canciones). Había folclore, rock, nuevo cancionero, incluso jazz, pero cada uno
iba por su lado, sin mezclar los tantos.
Cuando le
tocó subir al escenario al grupo roquero Krizhia, su líder, el joven y melenudo
guitarrista Rolando Chaparro, anunció que iba a interpretar una versión
especial de la guarania Reservista purahéi (letra de Félix Fernández, música de
Barboza) en homenaje al maestro. Se vieron gestos de alarma en los rostros de
los asistentes, varios de ellos considerados próceres del folclore paraguayo.
La guitarra
eléctrica de Rolando inició con estridentes sones la melodía tan
característica, en versión instrumental, pero con un innovador estilo de blues,
que se enriquecía con cada golpe de rasgueo, con cada arreglo, con cada
disonancia.
Las caras de
los folcloristas más tradicionales eran para alquilar balcones. No podían
concebir tamaño sacrilegio contra el patrimonio histórico folclórico musical.
Todos buscaron la reacción del maestro Barboza, seguros de que iba a desaprobar
tamaña afrenta a su obra, pero llamativamente el rostro de don Agustín se veía
radiante, iluminado, con una sonrisa amplia, mientras seguía atentamente la
evolución de ese inusual concierto.
Cuando
Rolando y sus compañeros terminaron la interpretación con un fuerte golpe
sonoro en la guitarra, ante tímidos aplausos, el maestro Barboza se levantó de
su sitio de honor, buscó la escalera y subió al escenario a estrecharse en un
largo abrazo con Rolando. Entonces sí, desde el público llegó estruendosa la
ovación. La bendición había sido dada. El mito había sido derrotado.
RENOVANDO EL CANCIONERO
Ahora todo
eso parece absolutamente normal, pero en esos tiempos mezclar rock o blues con
una polca o una guarania era considerado un crimen de lesa musicalidad.
Aunque se
hicieron algunos experimentos anteriores, la versión blusera de Reservista
purahéi fue un parteaguas que no solo se atrevió a derribar prejuicios, sino
que atrajo a toda una corriente de nuevos seguidores y contribuyó a refundar el
folclore, despertando el interés de los jóvenes, que por entonces le daban la
espalda.
Tras el
concierto en la Plaza de la Democracia, el propio Barboza animó a Rolando a
grabar el tema. Así lo hicieron en el disco Pasaje al más acá, de Krizhia,
editado en 1997, con la voz de don Agustín como introducción, recitando una
estrofa de los versos de Félix Fernández. Para que no queden dudas de su apoyo.
Era Barboza,
nada más y nada menos. El que fuera cantante de la legendaria Orquesta Ortiz
Guerrero, dirigida por el maestro José Asunción Flores. El que formó un trío
junto a Félix Pérez Cardozo y Eulogio Cardozo. El que integró aquel histórico
conjunto Los Guaireños, con Luis Alberto del Paraná, Digno García y Humberto
Barúa para recorrer gran parte del mundo llevando música paraguaya y que
después formó el también legendario Trío Los Paraguayos, con Paraná y García.
La versión
de Chaparro tuvo un efecto revolucionario en lo cultural. En julio de 1998 pude
reunir a don Agustín Barboza y a Rolando en un reportaje para la revista VIDA
de Última Hora, con el título: “El folclore y el rock se dan la mano”. Fue en
la casa de don Agustín, sobre la calle Primera. Rolando llegó con su guitarra
eléctrica y Barboza apareció con su vieja guitarra clásica. Todo un símbolo.
Rescato
algunos párrafos del diálogo que mantuvieron:
Agustín Barboza: –A mí me parece lógico que el folclore
haya caído en crisis. Un músico, un artista, surge y crea su arte cuando
encuentra paz alrededor. Paz en todo sentido. En lo político, en lo familiar.
Pero nuestro país ha vivido largas décadas de dictadura, en que la cultura se
ha estancado, se ha reprimido. Por eso ahora, en esta nueva era democrática,
empieza a renacer la creación. A pesar de toda la confusión política que
existe, el arte está resurgiendo y está cumpliendo la importante función de dinamizar
la política y la vida de la sociedad, de ayudar a reflexionar.
Rolando Chaparro: –Sí, durante la dictadura
hubo mucho encierro. No solo a nivel cultural. Hubo represión política,
represión social, y eso repercutió en la cultura. A pesar de todo, hubo
creación, pero las propuestas nuevas no eran bien vistas, porque sugerían
apertura, romper con el dogmatismo. Por eso los intentos de renovación eran
truncados. Hubo creadores como Maneco Galeano, como Oscar Nelson Safuán, que
intentaron hacer cosas nuevas.
Y más
adelante, un dicho clave del maestro.
Agustín Barboza: –Yo soy optimista. Creo que el cambio está
en manos de la nueva generación. Veo que hay muchos talentos. Además, ahora hay
medios para capacitarse. Veo que un músico joven como Rolando Chaparro, que
viene del rock, tiene una actitud muy respetuosa y patriótica hacia la música
folclórica, para hacer una versión moderna. Hay que darles todo el apoyo.
UNA BRILLANTE TRAYECTORIA
En este
momento en que el guitarrista Rolando Chaparro atraviesa un difícil momento de
salud y sus familiares deben recurrir a la solidaridad pública para costear el
tratamiento médico, es importante rescatar historias como estas, junto al
reconocimiento de uno de los fundadores del folclore paraguayo.
El aporte de
Rolando es inmenso. Aparte de ser uno de los más talentosos guitarristas,
referente esencial del rock paraguayo y de haber sentado las bases para
dinamizar al folclore para una nueva generación, un dedicado promotor de toda
actividad cultural, es además un ser humano generoso, sensible ante las
injusticias, luchador por la libertad y la equidad. Su entrega profunda e
intensa a la labor creativa le ha cobrado varias veces un costo alto en su
salud. Vivir de su trabajo artístico en Paraguay no ha sido fácil y ha
resultado mucho más complicado en la pandemia.
Como bien
dice en un posteo en Facebook la gestora cultural Techi Cusmanich Renaut: “La
trayectoria y la valía de Rolando son indiscutibles, y si hoy requiere de
nuestra ayuda y solidaridad, allí estaremos, como siempre. Lo lamentable es que
sigan sucediendo este tipo de situaciones. ¿Hasta cuándo? Por qué los artistas,
y en este caso en particular, los músicos, deben recurrir a la solidaridad para
cubrir necesidades que desde el Estado o las entidades de gestión colectiva
deberían estar cubiertas. Es tiempo difícil, la pandemia ha causado estragos,
pero este paro podría habernos servido para organizarnos y exigir el
cumplimiento de nuestros derechos. Rolando no está desamparado, porque existe
gente sensible y solidaria que ayudará a su pronta recuperación, pero pensemos
en la cantidad de artistas desamparados que requieren de asistencia social y de
salud. El futuro es hoy y la necesidad apremia”.
De eso se
trata.
Mucha fuerza
para Rolando
El reportaje que ilustró el encuentro entre Chaparro y Barboza en 1998.
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(Publicado en la sección Correo
Semanal del diario Última Hora, edición sábado 14 de diciembre de 2020).
Cuando
surgió la posibilidad de que Mario Abdo Benítez, hijo de Mario Abdo Benítez, ex
secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, llegara a la Presidencia de
la República, se encendieron previsibles luces de alarma en un sector crítico
de la ciudadanía. ¿Avanzábamos hacia un neo-stronismo, un proyecto totalitario
bajo nuevas formas?
Marito,
quien inició su carrera en el movimiento Reconstrucción Nacional Republicana,
reivindicando la herencia política del stronismo, y luego en Paz y Progreso,
liderado por Alfredo Goli Stroessner, nieto del dictador, entendió sin embargo
que necesitaba despegarse de ese legado nefasto. Fue asumiendo un perfil más
democrático. En el 2017, como presidente del Congreso, se convirtió en uno de
los principales referentes de la lucha por la institucionalidad, cuando el
entonces presidente Horacio Cartes intentó violar la Constitución para imponer
la reelección presidencial.
Desde su
llegada a la Presidencia, además de sumar a su Gabinete a ex luchadores contra
el stronismo, como Euclides Acevedo y Juan Ernesto Villamayor, Marito habla
poco del tirano ex jefe de su papá. A veces, recuerda sus obras para
compararse, pero marca distancia cuando dice: “No puedo reivindicar la tortura,
la corrupción, el autoritarismo, la persecución a la prensa”. Su ex mentor
político y compañero generacional, Alfredo Goli Stroessner, sintiéndose
traicionado, lo califica de “inútil” y “cobarde”, recriminándole por no
repatriar los restos de su dictador abuelo, para concluir: “Le importa un carajo
Stroessner”.
La amenaza
de un retorno a la dictadura, sin embargo, está peligrosamente latente en este
Gobierno. Más que del Ejecutivo, proviene de la Fiscalía manejada por el
cartismo, que ha intentado imputar al escritor Miguel Ángel Fernández y a la activista
Diana Bañuelos solo por ejercer el constitucional derecho de protestar. Aún más
de la mayoría colorada (con alguna complicidad liberal) en la Cámara de
Diputados, que ha violado abiertamente el artículo constitucional que otorga
fueros de opinión a los legisladores para suspender a la diputada Celeste
Amarilla por acusarlos genéricamente de ingresar a la función con dinero sucio.
Atrás se
mueven los hilos del ex presidente Horacio Cartes, que se ha metido en el
bolsillo al abdismo con la Operación Cicatriz, acaparando el control de
importantes instituciones. Ya sabemos de lo que es capaz Cartes. Marito guarda
silencio. Podrá decir que son otros poderes, pero la mitad de los diputados
dictadores responden a su movimiento Añetete. Algo tiene que decir, alguna
línea tiene que bajar, antes de que el pasado lo devore.
Los abusos
totalitarios quedan impunes porque las instituciones que deberían defender el
estado de derecho, no funcionan. Fiscalía, Justicia, Contraloría, Defensoría
del Pueblo, bien gracias. Miran desde el balcón o son cómplices. La oposición
está dividida y arrastra una gran crisis de representatividad. La sociedad
civil permanece apática, en mayor parte. Si no surgieran voces críticas, como
las del Colegio de Abogados, la Conferencia Episcopal, el Senado, la prensa,
esto ya sería dominio del Gran Hermano.
Welcome to the jungle. Bienvenidos a la
dictadura. Si no hacemos algo para pararles el carro a estos abusivos, nos va a
ir mal.
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(Publicado
originalmente en la columna Al otro lado del silencio, sección
opinión del diario Última Hora, domingo 18 de octubre de 2020).
En las
puertas del Apocalypse Now, cuando parecía que el mismo infierno se había
desatado sobre la tierra, cuando los bomberos se sentían rebasados ante las
murallas de fuego… ellos y ellas aparecieron.
Hombres y
mujeres en su mayoría jóvenes, gente de barrio, pobladores emergiendo de la
cuarentena. Traían en sus manos o sobre sus hombros algunos rústicos baldes de
plástico con agua, recipientes reciclados que alguna vez fueron envases de
pintura o de aceite, botellones, jarras, palanganas… Hormigas humanas
movilizándose ante las exhalaciones de un gigantesco dragón, formando cadenas
incansables para arrojar chorros sobre las hogueras ardientes.
¿Qué podrían
hacer con tan precario y primitivo sistema, ante la apocalíptica dimensión del
desastre? La efectividad no estaba quizás en los resultados tangibles, que
fueron muchos e importantes, sino en el mensaje que brindaban: Ante la inercia
y la manifiesta inutilidad gubernamental, surgía una impresionante respuesta de
solidaridad ciudadana y de heroísmo cívico.
Aparecieron
en los incendios de Areguá, pero se extendieron por diversos puntos del país.
Gente haciendo colectas para acercar alimentos y equipos a los bomberos. Gente
ofreciendo sus casas a los voluntarios y el agua de sus piscinas para recargar
los camiones tanques.
Podría
quedarme con las imágenes del dantesco infierno que sufrimos esta semana, con
un calor por encima de los 40 grados, cercados por las llamas y el humo tóxico,
con cortes de energía eléctrica y de agua corriente de las inoperantes empresas
estatales, con la vigente amenaza del Covid-19 y el dengue, con la crisis
económica y el sistema de salud al borde del colapso, mientras legisladores, jueces,
fiscales y políticos corruptos seguían celebrando el carnaval de la impunidad.
Podría
reiterar las críticas tantas veces repetidas y avaladas en pruebas científicas
de que la tétrica imagen de un Paraguay en llamas con casi 15.000 focos de
incendios solo en esta semana y todo el desastre climático no ocurren por
capricho de la naturaleza, sino que son la directa consecuencia de un modelo de
supuesto desarrollo agroganadero que privilegia el lucro y destruye el
ecosistema, algo que definitivamente no nos gusta, pero no por eso vamos a
buscar otro planeta. No, señor Zavala, este es nuestro país y este es nuestro
planeta. Quienes los amamos lo vamos a seguir defendiendo y buscando proteger.
Podría poner
el acento en seguir denunciando lo que ya tantas veces hemos denunciado… pero
hoy prefiero detenerme a reivindicar a estos héroes y a estas heroínas del
balde de plástico, que nos han dado un fresco aliento de esperanza entre tanta
sofocante y ardiente pesadilla.
Hace años me
contaron la conmovedora historia del colibrí. Ante un gran incendio, mientras
los demás animales huían en desbandada, el ave pequeña volaba al río más
próximo, cargaba agua en su pico y en sus plumas y retornaba a dejar caer las
gotas sobre el bosque en llamas. Al ver aquel esfuerzo aparentemente inútil, un
león le preguntó qué estaba haciendo, en lugar de ponerse a salvo. El colibrí
respondió: “Yo solo hago mi parte. Si todos hiciéramos lo mismo, hace rato
hubiéramos apagado el incendio”.
_________________
(Publicado originalmente
en la columna Al otro lado del silencio,
sección opinión del diario Última Hora,
domingo 4 de octubre de 2020).
(Las conmovedoras imágenes que acompañan este texto son de Agustín Martínez, que supo estar allí y dar testimonio con sus fotografías. Lo pueden conocer mejor en este reportaje y
seguirlo en su perfil de Facebook ).
En setiembre de 2006, acompañamos a la
profesora Dolli Collar hasta su valle, Capitán Bado, Amambay, para una charla
con estudiantes en escuelas y colegios de la región, como parte del programa Periodismo
Estudiantil del Departamento Educativo de Última Hora. Fue una experiencia muy
rica y aprovechamos para visitar sitios de interés, con amigos y amigas
badeños.
Fue así como llegamos al oyngusu del teko ruvicha
Paĩ Tavyterã Anselmo Barrios, la gran
choza tradicional que es a la vez vivienda y santuario, cerca de Okenda. Fue una experiencia extraordinaria
conversar con Anselmo, escucharlo tocar su flauta con la melodía ancestral que
él heredó para apaciguar las furias de la naturaleza.
De aquel viaje nació un breve relato, “El hombre que hace callar a las tormentas”,
publicado en Última Hora, que en su momento tuvo mucha repercusión en otras
publicaciones internacionales.
Tiempo después me contaron que Anselmo
falleció, en medio del aliento mágico de su comunidad. En estos días en que la
cultura Paĩ Tavyterã se ha vuelto de interés por los sucesos de violencia en el
Norte, una amiga lectora me recordó este artículo y me pidió que lo comparta en
las redes. Por tanto, aquí va, desde el blog.
***
El hombre que hace callar
a las tormentas
Cada vez que nace la Luna llena, el tigre que
duerme en la cumbre del Yasuká Venda,
el cerro sagrado de los indígenas Paĩ Tavyterã, en la cordillera del Amambay,
se despierta y ruge con furia incontrolable.
"Es el poder del Padre Creador que se
manifiesta en forma de fuertes tormentas, provocando angustia en los corazones.
Entonces yo recojo mi avaeté, mi amuleto de diente de tigre, y me
pongo a rezar, me pongo a cantar, a tocar el mimby, la flauta
de palo santo, y consigo que la tormenta se calle, que la furia del creador se
calme. Es la misión que me ha dado mi pueblo, de ser el teko ruvicha,
el que cuida la forma de vida que nos han dado nuestros ancestros".
Así habla Anselmo Barrios, el gran líder espiritual
de la comunidad Paĩ Tavyterã, a unos 15 kilómetros de Capitán Bado.
Su oyngusu, la tradicional choza
ovalada de los Pai, que es a la vez vivienda y santuario, está ubicada en un
claro del monte, cerca de la escuela agrícola Okenda, que el
Proyecto Paĩ Tavyterã lleva adelante, en un heroico programa para preservar el
modo de vida de uno de los pueblos nativos más fascinantes del Paraguay.
La tarea no es fácil. La tierra de los Paĩ es la
única que aún conserva vegetación boscosa en medio de una vasta planicie de
tierras deforestadas y mecanizadas para el cultivo de la soja. Y el proyecto de
desarrollo sustentable se lleva adelante ante la constante agresión externa.
Hace pocos días, un grupo de marihuaneros asaltaron la granja de los Paĩ y
robaron una vaca.
"El hombre blanco destruye todo lo que toca.
Por su culpa el maíz ya no da frutos como antes. Por eso yo bendigo la tierra y
las semillas, para que este año tengamos buen maíz, para preparar nuestras
bebidas para la gran fiesta del Aty Guasu", dice el teko
ruvicha.
Dentro del oyngusu está la cruz de
madera donde se guardan los yvyra'i, las varillas insignias,
los takuapu y la calabaza sagrada que guarda los restos del ka'a ñepyru,
la yerba mate primigenia. De allí Anselmo recoge su flauta de palo santo y
empieza a soplar, arrancando un dulce sonido que envuelve el aire y arranca la
risa de los niños, mientras las tormentas se baten en retirada, temerosas.
Las infortunadas María
Carmen y Lilian Mariana nacieron en la clandestinidad, en Paraguay, pero fueron
registradas en Argentina. La condición de prófugos de los miembros del EPP
genera un grave drama para niños y niñas y una exigencia para el Estado.
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
En el 2005,
Rubén Darío Bernal, entonces integrante del grupo armado Ejército Paraguayo del
Pueblo (EPP) vio como una de las principales dirigentes, Magna María Meza o la
“guerrillera Leti”, entonces embarazada,
abandonó el campamento clandestino instalado en los montes de Yasy Kañy,
Canindeyú, para ir a dar a luz en un centro poblado, bajo protección de
personas cercanas a la organización.
Meses
después, Magna regresó trayendo a su bebé al campamento. Se trataba
posiblemente de su hijo mayor con Osvaldo Villalba, su pareja sentimental y
actual principal comandante del EPP, un niño llamado E. D., que a la
edad de adolescente se incorporó como combatiente, según se pudo comprobar en
varias fotos incautadas tras operaciones de las fuerzas de seguridad, como por
testimonios de personas cercanas al grupo.
“Supimos que
Leti había salido para tener a su
bebé en un lugar más seguro”, declaró Bernal ante la Fiscalía, tras haber
desertado del grupo –el cual integró durante dos años– y entregarse a las
autoridades luego de un ataque e incendio de la sede de la comisaría policial
de la colonia Jorge Sebastián Miranda, Hugua Ñandú, el 18 de abril de 2006.
El caso de
Magna Meza o Leti, pareja sentimental
de Osvaldo Villalba, alias comandante Alexander
o Javier, principal líder del
grupo armado en ese momento, no sería el primero ni el último de una integrante
madre de niños y niñas nacidos en la clandestinidad, en condiciones de prófugos
de la Justicia, criaturas que han debido crecer una parte del tiempo con sus
padres en los campamentos móviles en medio del monte y otra parte con
familiares que no forman parte del EPP, pero que mantienen algún tipo de
vínculo.
El
testimonio de Rubén Darío Bernal, –que en su momento publicamos en la colección
de fascículos EPP: la verdadera historia,
con la edición de Última Hora, bajo el título “El diario del guerrillero arrepentido”– ha aportado importantes
datos para conocer por dentro al peculiar grupo, que empezó a formarse en 1992
como un proyecto de guerrilla, brazo armado clandestino del entonces Partido
Patria Libre (PPL), pero luego se volvió autónomo, adquiriendo el nombre EPP en
2008, convirtiéndose en una banda armada al margen de la ley, a la que se
atribuyen 12 secuestros extorsivos, la muerte de más de 60 personas y unos 134
golpes y ataques violentos.
El EPP es el
grupo armado ilegal que permanece activo por más tiempo en la historia del
país, aunque acostumbra permanecer sin acciones durante largos periodos, con la
modalidad de “células dormidas” hasta volver a operar. Sus principales
fundadores, Alcides Oviedo Brítez y Carmen Villalba Ayala, están presos desde
2003, pero quienes asumieron la conducción, entre ellos Osvaldo Villalba,
Manuel Cristaldo Mieres, Magna Meza, Liliana Villalba, Lucio Silva, entre
otros, no han podido ser capturados desde que empezaron a ser perseguidos,
desde hace casi dos décadas.
Por ello, la
información dada el pasado miércoles 2 por el propio presidente de la
República, Mario Abdo Benítez, en su cuenta de Twitter, generó un inusitado
optimismo en un gran sector de la población: “Hemos tenido un operativo exitoso en contra del EPP. Luego de un
enfrentamiento, dos integrantes de este grupo armado han sido abatidos. Hay un
oficial herido…”.
Rápidamente
empezó a circular la versión de que una de las abatidas sería Magna Meza, una
de las máximas dirigentes más buscadas. La expectativa cambió pronto cuando
empezó a correr otra versión contraria, que sostenía que las fallecidas eran
niñas muy jóvenes. El Gobierno trató de sostener la versión del médico forense
Cristian Villalba de que tenían “entre 15 y 18 años” y que habían protagonizado
una fuerte resistencia en armas, pero muy pronto la identidad y la verdadera
edad ya no pudieron ser ocultados.
¿Quiénes son los padres?
“¿Cuál es la
edad real de las niñas fallecidas?”, fue la pregunta que le hicimos vía chat,
en la tarde del miércoles 2 a la docente Genoveva Oviedo Brítez, hermana del
fundador del EPP, Alcides Oviedo Brítez.
Esta fue su
escueta confirmación: “11 y 12”.
Genoveva es
una reconocida docente de Jesús, Itapúa, a quien conocimos durante una
investigación tras el secuestro de María Edith de Debernardi, en 2002. En ese
momento ella era una activa integrante del Partido Colorado en su comunidad y
guardaba distancia crítica de las acciones de su hermano, pero mantenía el
vínculo de la consanguinidad y nos ayudó a reconstruir la historia personal y
familiar de quien sería luego el “comandante en jefe” del EPP. Desde entonces
mantuvimos esporádicos contactos de confianza entre periodista y fuente.
El
miércoles, mientras las confusas versiones y contraversiones sobre la identidad
y la edad de las fallecidas recorrían las redes sociales, Genoveva compartió un
posteo en su cuenta de Facebook, en donde, entre comparaciones con figuras de
la mitología griega, hizo las primeras importantes revelaciones que
contradecían a la versión gubernamental.
Las niñas
fallecidas, según ella, eran “dos criaturas, dos inocentes que tuvieron que
salir de su patria de nacimiento y adoptar otra nacionalidad para huir de la
persecución. Quisieron estar con sus perseguidos padres para festejar un
cumpleaños. Fueron asesinadas”, alegaba. Y por primera vez daba a conocer sus
nombres: “Lilianita y Aurorita”.
Además, una
línea de su posteo, indicaba una clave importante: “No eran los cuerpos de
Magna Meza ni de Liliana Villalba. ¡No!”.
¿Eran acaso
los de sus respectivas hijas?
Con esa
sospecha me atreví a escribirle con la siguiente pregunta. “¿Son las hijas de
Osvaldo y Liliana?”.
Su respuesta
fue tajante: “Sí, muy terrible”.
Con esa
confirmación teníamos varios datos relevantes, hasta entonces en duda. Sus
nombres: Liliana y Aurora. Las edades: 11 y 12. Y la posible identidad de sus
padres biológicos: Osvaldo Villalba (actual jefe máximo del EPP, hermano menor
de Carmen Villalba, quien es la ex esposa de Alcides Oviedo y también principal
fundadora del grupo armado), sería el progenitor de una de las niñas, y su
pareja sentimental, Magna Meza, sería la madre; mientras, Liliana Villalba
(también hermana de Carmen y Osvaldo) sería la madre de la otra niña y su
pareja sentimental, Manuel Cristaldo Mieres, segundo en el mando del EPP, sería
el padre.
Con estos
datos, en la noche del miércoles compartí una primera información en Twitter,
que generó mucha repercusión, mientras elaborábamos un artículo para
ÚLTIMAHORA.COM, atribuyendo como fuente a la docente Genoveva Oviedo, tía
política de las niñas fallecidas.
Fotos distribuidas por la FTC, supuestamente halladas en el campamento, en donde una de las niñas fallecidas aparece junto a Osvaldo Villalba y Magna Meza, presuntamente sus verdadros padres. El otro niño que aparece sería E.D., el hijo mayor de Osvaldo y Magna. (Gentileza).
Datos controvertidos
Paralelamente,
la letrada Deisy Ayala, abogada de dirigentes del EPP, confirmó en otro medio
periodístico las mismas edades, pero aseguró que una de las niñas era hija de
Miriam Villalba, también abogada y hermana de Carmen Villalba, y que las dos
menores tenían nacionalidad argentina.
¿Qué había
pasado? ¿Cuál era la verdadera versión? Al rato, otra abogada vinculada al
sector estatal me avisó que había un error en nuestro reporte, ya que acababa
de hablar con Carmen Villalba, presa en la cárcel del Buen Pastor, y la misma
le dijo que una de las niñas fallecidas era efectivamente hija de su hermana
Miriam, que sí tenían 11 y 12 años y eran de nacionalidad argentina.
Con esta
confusión volví a comunicarme con Genoveva Oviedo. Me respondió que
probablemente una de las niñas sí figuraba como hija de Miriam, ya que ella no
había visto los documentos.
Puede leer
también: Según forense, ambos cuerpos de niñas muertas en operativo de FTC
"dan una edad de 11 años"
Al otro día
accedimos a las primeras copias de los documentos de identidad argentinos de
las niñas fallecidas, en donde se establecía claramente que tanto María Carmen
(a quien sus familiares llaman Aurorita) y Lilian Mariana, tenían solo 11 años
de edad.
Posteriormente,
el propio Consulado argentino en Paraguay entregó copias del DNI (Documento
Nacional de Identidad) en donde consta que la niña Lilian Mariana fue inscrita
en la ciudad de Clorinda, provincia de Formosa, Argentina, por la abogada
Miriam Villalba, quien declaró ser su madre, y la otra niña, María Carmen, fue
inscrita en el mismo lugar y en el mismo día por Laura Villalba, también
hermana de Miriam, Carmen, Osvaldo y Liliana, quien declaró ser su madre.
A partir de
allí resultó más fácil ir verificando lo que realmente sucedió con respecto a
la identidad y la situación de las niñas.
Lilian Mariana y María Carmen (Aurorita). Fotos entregadas por su abuela, Mariana Dejesús, con quien ellas crecieron en Puerto Rico, Misiones, Argentina. (Fotos: Gentileza).
En la clandestinidad
Con base en
diversas fuentes y testimonios, se puede reconstruir una historia no asumida
públicamente por los familiares, de que María Carmen (Aurorita) sería efectivamente
hija de Manuel Cristaldo Mieres y Liliana Villalba, mientras que Lilian Mariana
sería hija de Osvaldo Villalba y Magna Meza, y que habrían nacido en la
clandestinidad, en la región Norte del Paraguay (la primera en febrero de 2009,
la segunda en octubre de 2008).
Por su
condición de prófugos de la Justicia, los padres prefirieron que las niñas sean
sacadas del país y llevadas a la Argentina junto con la abuela, Mariana de
Jesús Ayala López, quien había sido sacada de su hogar en la ciudad de Concepción
y residía en Puerto Rico, provincia de Misiones, desde hace algunos años.
Para poder
otorgarles un registro documental, las niñas fueron inscritas en la ciudad
argentina de Clorinda como ciudadanas del vecino país. La inscripción de ambas
se hizo el mismo día, el 1 de junio de 2010, cuando una de ellas tenía un año y
seis meses de edad y la otra tenía un año y cuatro meses.
Según datos
no asumidos públicamente por los familiares, ante la imposibilidad de la
presencia de los padres biológicos verdaderos, se presentaron como presuntas
madres solteras las tías: Miriam Viviana Villalba Ayala, como mamá de Lilian
Mariana (DNI 50.113.108), y Laura Mariana Villalba Ayala, como mamá de María
Carmen (DNI 50.113.110).
Firmaron
como testigos de la inscripción Gerónimo Alarcón y Tirso Rolando Peña. En la
oportunidad también se anotó a un niño (DNI 50.113.109), Ernesto Daniel
Villalba, presuntamente el hijo varón mayor de Osvaldo Villalba y Magna Meza,
nacido también en la clandestinidad, actualmente mayor de edad e incorporado al
grupo combatiente.
Esta
irregular situación es la que exponentes del Gobierno paraguayo califican como
una documentación “de contenido falso”, sosteniendo que el Estado argentino no
lo debería avalar.
Sin embargo,
expertos en derechos humanos consultados apuntan que la situación es
perfectamente defendible, con base en la Convención de 1954 sobre el Estatuto
de los Apátridas de la Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados), en donde se establece que, si un niño no es reconocido como
nacional en un país, el país de residencia debe otorgarle la nacionalidad. Es
decir, si estas niñas nacieron en el Paraguay, pero no pueden ser inscritas acá
debido a la situación de persecución de sus padres, tienen derecho a ser
inscritas en otro país.
Por algo, a
pesar de que la Cancillería paraguaya afirma haber denunciado ante las
autoridades argentinas la presunta ilegalidad de los documentos de identidad,
el Gobierno del vecino país sigue asumiendo los reclamos sobre al caso,
asegurando que las niñas fallecidas son legalmente ciudadanas argentinas.
El documento de inscripción en Argentina de la niña Liliana María Villalba. Gentileza.
El documento de inscripción en Argentina de la niña María Carmen Villalba (Aurorita). Gentileza.
¿A qué vinieron las niñas?
En contra de
la versión de voceros de la Fuerza de Tarea Conjunta y de otros sectores del
Gobierno, de que las niñas venían siendo entrenadas desde hace tiempo como
jóvenes guerrilleras en los campamentos del EPP, existen indagaciones del
Gobierno argentino que demuestran que la directora de la Escuela Provincial 228
del barrio San Francisco, de la ciudad de Puerto Rico, Norma Diertele, asegura
que “la niña Lilian Mariana Villalba, de 11 años de edad, asistió a clases
hasta el 13 de noviembre del 2019, luego de haber rendido con anterioridad los
exámenes finales, en razón de la que la menor tendría que viajar juntamente con
su madre, desconociendo el destino”.
El mismo
informe registra que la niña Lilian Mariana salió de Misiones, Argentina, por
el puente entre Posadas y Encarnación, junto con su madre legal, Miriam
Villalba, el pasado 21 de noviembre, con destino al Paraguay.
No existe
registro de su ingreso a nuestro país en la oficina de Migraciones, pero
cualquiera que conoce el paso sabe que las autoridades de Migraciones en
Encarnación no exigen registrarse a los paraguayos que ingresan. Tampoco hay
datos sobre la otra niña, María Carmen, pero los familiares sostienen que ambas
viajaron juntas.
“Las niñas
querían ir a conocer a sus padres”, dice la abuela Mariana de Jesús Ayala, en
un video grabado por miembros del Equipo Misionero de Derechos Humanos,
Justicia y Género, con sede en la ciudad de Posadas.
En una
entrevista concedida al medio Misiones Online, la abogada Miriam Villalba, como
madre legal de Lilian Mariana, asegura también que las niñas viajaron al
Paraguay “para conocer a sus respectivos padres” y sostiene que desde que eran
bebés no habían podido ver a sus progenitores. Miriam concedió la entrevista en
Puerto Rico, lo cual significa que, tras haber traído a las pequeñas al
Paraguay, ella regresó a la Argentina.
No hay datos
precisos sobre la fecha en que ambas niñas fueron llevadas hasta el campamento
del EPP en la región de Yby Yaú. Genoveva Oviedo sostiene que las niñas
visitaron casas de familiares, compartieron con sus primas, las hijas mellizas
de Carmen Villalba y Alcides Oviedo, “con quienes eran prácticamente como
hermanas, ellas están muy dolidas”.
¿Pudieron
estar el tiempo necesario para recibir entrenamiento en el uso de armas? Los
voceros de la FTC y del Gobierno aseguran que sí. Los familiares insisten en
que nunca existió ese propósito con estas niñas, a pesar de que otros hijos
menores de edad de miembros del EPP sí forman parte del grupo armado.
Los casos
más conocidos son los de Lucio Silva, uno de los fundadores del grupo armado
que luego sería el EPP, quien se unió al núcleo en armas llevando a sus hijos
Samuel, Claudelino y Jorgelina, esta última con 16 años de edad en el momento
de ser incorporada, ahora ya mayor de edad, y de Alejandro Ramos, quien ingresó
con su esposa Lourdes y sus hijos menores de edad, A.R.R. y L.T.R.R.
Sin posibilidad de elegir
El artículo
2 de la Convención sobre los Derechos del Niño indica: “Los Estados Partes
tomarán todas las medidas apropiadas para asegurar que el niño sea protegido
contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las
actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus padres, de sus
tutores o de sus familiares”. ¿Se está cumpliendo?
Las muertes
trágicas de María Carmen y Lilian Mariana, que aún deben ser investigadas y
esclarecidas totalmente, deberían servir para poner en el foco en los casos de
reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes, no solamente por parte
del EPP, sino también por bandas de narcotráfico y otros grupos criminales.
Hasta hace
pocos años, el Estado paraguayo reclutaba a menores de edad para el Servicio
Militar Obligatorio y existe una lista de 157 jóvenes soldados que murieron en
circunstancias dudosas en los cuarteles desde la caída de la dictadura, varios
de ellos aún menores de edad.
El propio
presidente de la República, Mario Abdo Benítez, protagonizó un hecho polémico
el año pasado, cuando autorizó con gran difusión mediática que su hijo
Santiago, en ese entonces de 17 años de edad, ingrese a cumplir su servicio en
el Centro de Instrucción Militar de Estudiantes para la Formación de Oficiales
de Reserva (Cimefor), generando denuncias por violar la Ley 3360/2002, que
establece que menores de 18 años no deben hacer el servicio militar.
¿Tenían
María Carmen y Lilian Mariana la opción de elegir un destino diferente que la
de matar o morir en medio de un monte? En los supuestos apuntes de una de
ellas, presuntamente hallados en el campamento del EPP, filtrados por las
fuerzas de seguridad en un intento de disminuir la imagen negativa tras el
operativo, se pueden leer rústicos textos manuscritos que, además de revelar
que su presencia en el inhóspito y peligroso lugar iba a ser solo temporal,
también destaca el angustiado intento de una niña de quedarse por más tiempo, a
fin de poder compartir con su padre: “Yo
necesito que me entiendas, yo porque te quiero hablo con vos. Yo sé que puedo
irme porque tengo todo el derecho, desearía que aproveches estos 5 meses que
sobra, pero vos decís solo 2 meses…”.
Es como el
desgarrador llamado de auxilio de una niña que solo anhelaba un poco de cariño:
“Yo quisiera no haber nacido o tener una
familia completa…”.
Un llamado
que puede atribuirse a otros niños y niñas en la misma situación.
¿Alguien
podrá responder...?
(Reportaje realizado originalmente para ÚltimaHora.Com y publicado el lunes 1 de setiembre de 2020. En esta versión se han realizado correcciones y agregados con respecto a la primera versión).
Emilio Cricera fue arrancado de su madre en 1966, entregado a
quienes fingieron ser sus padres biológicos. Hoy demanda recuperar su verdadera
identidad.
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
(Fotos e imágenes: Desirée Esquivel - Apoyo en video: Codehupy).
Emilio Félix
Cricera Evaly tenía 30 años de edad en 1996, cuando descubrió que él no era
quien sus padres y sus documentos aseguraban. En realidad, tenía otro nombre,
otros padres, otra identidad, otra historia.
Sucedió
cuando, en su casa de Buenos Aires, halló unos papeles de quien creía era su
papá biológico, Emilio Cricera, argentino, ya fallecido, en donde este le
contaba cosas íntimas a un amigo. Con fecha de tres días antes del supuesto
nacimiento de su hijo, no mencionó que su esposa, la paraguaya Celia Nilda
Evaly, estaba a punto de dar a luz.
“Si mi papá
estaba tan contento de tenerme como hijo único, ¿por qué no había contado nada
a su amigo? Encaré a quien decía ser mi mamá, discutimos mucho y al final
reconoció: “¡Vos no sos mi hijo!’”, narra Emilio, veinticuatro años después de
aquel día en que sintió que el mundo se le vino abajo.
Celia Nilda
se negó a darle más datos de su verdadera historia. “Me dijo muchas mentiras,
que me habían traido del Brasil, hasta que ella falleció, llevándose mi secreto
a la tumba”, narra.
“Viajé al
Brasil, viví allá un tiempo, hasta que tomé contacto con unos primos, hijos de
una hermana de mi madre apropiadora en el Paraguay, con quien ella estaba
peleada, a la que considero mi madre del corazón, mi tata, quien me dijo: vos
te llamás Jorge Luis y te llevaron siendo bebé del orfanato Santa Teresa”,
agrega.
BÚSQUEDA. Emilio/Jorge Luis logró que la directora del
actual Hogar Infantil Santa Teresita le permita acceder a los archivos. Sobre
la avenida Eusebio Ayala (frente al local de la Justicia Electoral), allí
funciona una guardería y es sede de los Centros de Bienestar de la Infancia y
la Familia (Cebinfa). En épocas de la dictadura, el orfanato llegó a estar bajo
la dirección de María Olivia Chelita Stroessner, hija adoptiva del general
Alfredo Stroessner.
“Busqué
datos durante días, revisando expedientes de todos los niños llamados Jorge
Luis que ingresaron entre 1965 y 1968, hasta llegar casi a la certeza de que mi
verdadero nombre era Jorge Luis Gómez Arena, y que mi madre fue María Olga
Gómez, presa en la Comisaría Tercera, famoso lugar de detención y tortura de
presos políticos, y luego en la Cárcel del Buen Pastor, donde se pierde su
rastro, está desaparecida”, relata Emilio.
Su
laberíntica búsqueda lo llevó al hogar familiar de los Gómez, en una humilde
comunidad rural de Altos, Cordillera. “Cuando llegué y dije quién era, no lo
quisieron creer. Según mi abuela, Laureana Isabel, les aseguraron que yo había
muerto. Del paradero de mi mamá no sabían nada. Obtuve una muestra de ADN de mi
abuela y el análisis comparativo con el mío reveló un 84% de compatibilidad”,
indica.
APROPIACIÓN. Entre muchas dudas, Emilio hoy tiene
certeza de que autoridades de la dictadura mintieron a su abuela (quien varias
veces intentó rescatarlo del orfanato), asegurando que él había fallecido,
cuando en realidad le “regalaron” siendo un bebé al matrimonio formado por el
argentino Emilio Cricera y la paraguaya Celia Nilda Evaly. Cree que el nexo fue
una mujer llamada Aurora Coronel.
Le crearon
documentos (auténticos, pero de contenido falso) como una partida de nacimiento
en que consignan su fecha de nacimiento el 12 de marzo de 1967 (cuando en
realidad habría nacido el 11 de octubre de 1966).
De su madre
sabe poco. Un informe policial de la Comisaría Tercera, firmada por el
comisario Augusto Moreno, refiere que ella la abandonó en la vía pública, pero
él considera que son mentiras. “Mi madre es una desaparecida, aunque no figure
en las listas de las organizaciones de derechos humanos. Borraron todos sus
registros. La policía allanó su casa en Altos y secuestró todas sus fotos y sus
documentos. Ni siquiera tengo una imagen de cómo era ella, solamente un gran
amor a su memoria”, indica.
Emilio/Jorge
Luis presentó una denuncia oficial ante la Fiscalía, con patrocinio de la
Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy) por Desaparición
Forzada de Personas y Múltiple Violación de Derechos Humanos.
“Sé que
muchos creían que en el Paraguay no hay casos de apropiación de bebés durante
la dictadura stronista, como las que se cuentan en organizaciones como
H.I.J.O.S. o Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la Argentina, pero existen.
Soy el primero de ellos que sale a luz y seguramente hay más. La dictadura
desapareció a mi mamá y me robó la identidad. La quiero recuperar”, destaca.
BUSCANDO A MAMÁ. No solamente le cambiaron su identidad y
lo entregaron a otra familia. Además, desaparecieron a su mamá, María Olga
Gómez.
“A la hora 13 del 20 de octubre de 1966, llega una
camioneta celular de la Policía, conduciendo a un oficial y agentes, quienes
traen a un recién nacido, portador de la siguiente: Nota N° 237, señora
directora del Hogar Infantil. ESD. Tengo el agrado de dirigirme a Ud., con el
objeto de solicitar la internación en esa institución del menor Jorge Luis,
quien fuera hallado en la vía pública…”
Así dice el
informe de una asistente social sobre el “Caso N° 578, Jorge Luis”, que Emilio
Félix Cricera Evaly pudo rescatar del archivo del Hogar Santa Teresita, de
donde fue apropiado ilegalmente en 1967 y entregado al matrimonio del argentino
Emilio Cricera y la paraguaya Celia Nilda Evaly, quienes obtuvieron una partida
de nacimiento con un nuevo nombre, otra fecha de nacimiento y en donde ellos
figuran como padres biológicos del bebé.
La nota de
la entrega del bebé al Hogar Infantil Santa Teresa o Santa Teresita (que en
épocas de la dictadura estuvo bajo la dirección de María Olivia Chelita
Stroessner, hija adoptiva del general Stroessner) está firmada por el comisario
Augusto Moreno, en ese entonces titular de la tristemente famosa Comisaría
Tercera, uno de los más tenebrosos locales en donde eran detenidos y torturados
los presos políticos, varios de ellos considerados desaparecidos.
ABANDONO. Según el relato del expediente, en la patrullera
que llevó al bebé con apenas 8 días de nacido al hogar (sobre la avenida
Eusebio Ayala, frente a la Justicia Electoral), también se hallaba la madre,
María Olga Gómez, quien en esa época tendría 18 años, y que era trasladada a la
Cárcel del Buen Pastor, tras haber estado presa en la Tercera con su hijo.
La asistente
social cuenta que pudo hablar con la madre antes de que la lleven. Sostiene que
la mujer admitió haber abandonado a su hijo en la entrada de una casa, por
“estar desesperada”, ya que su “patrona” no admitía a empleadas con hijos y el
padre del niño (marino de la Flota Mercante) la había abandonado. También
admitió haber huido de su casa familiar en Altos. Pidió que le devuelvan a su
hijo y no la lleven a la cárcel, pero no le hicieron caso.
VENGANZA. Emilio cree que muchas afirmaciones del informe
son falsas, porque descubrió otros datos que hablan de una especie de venganza
por parte de una persona poderosa en Altos contra su madre.
En su denuncia
ante la Fiscalía de Derechos Humanos, revela que sus familiares contaron que
“alguien de mucho poder económico en la ciudad de Altos estaba interesado en mi
madre, y al no tener reciprocidad, fue quien mandó al proceder irregular de la
Policía, ya que María Olga había venido a Asunción escondiéndose de quien le
pretendía”.
Desde el
Buen Pastor, María Olga se comunicó con su madre, Laureana Isabel Ojeda, para
que recupere al bebé. “Mi abuela intentó por todos los medios y documentos
comprobables de filiación recuperarme y llevarme con los míos, restitución que
nunca se pudo dar, porque en el mes de agosto de 1967 fui ‘regalado’ a un
matrimonio argentino-paraguayo residente en Buenos Aires”, destaca.
SIN PISTAS. A la abuela le dijeron en el hogar que el bebé
había muerto, al igual que su hija María Olga. No entregaron los cuerpos.
Debido al dolor, la anciana sufrió pérdida parcial de memoria, según los
familiares.
“Me contaron
que mientras mi madre estaba detenida, la Policía allanó la casa materna en
Altos y se llevó todas las fotos y los documentos de María Olga”, agrega
Emilio, quien desconoce las razones de la presunta desaparición, porque su
madre no era una activista política conocida.
“Hoy reclamo
que el Estado investigue y me diga qué pasó con mi mamá, de quien ni siquiera
tengo una foto, porque se llevaron todo. En la Cárcel del Buen Pastor me
dijeron que un incendio destruyó los registros de aquella época. Nadie más sabe
nada”, dice.
Emilio ha
decidido quedarse en el Paraguay. Desde hace más de un año vive en Luque. Ha
intentado establecer una relación con su familia materna en Altos, pero siente
que hay muchos recelos, miedos y silencios que superar. Confía en que será
parte de un proceso.
Estimado
Leo: Te agradecemos infinitamente que hayas publicado en tu cuenta de Instagram
la estupenda e impactante foto del colega Jorge Saenz sobre la terrible
polución que sufre la Laguna Cerro, en la compañía Piquete Cué de Limpio.
Gracias al escándalo y a la presión internacional que provocaste, después de
cuatro meses de infructuosas denuncias locales, las autoridades del Ministerio
del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) se animaron a cancelar la licencia
ambiental que ellos habían otorgado y pedir el cierre definitivo de la
industria impunemente contaminadora.
Sabemos
que lo hiciste por tu motivación ecologista, convencido de que el cuidado de la
naturaleza es fundamental para garantizar el futuro. Aunque haya quienes lo
vean como una simple pose progresista, para quienes nos sentimos viviendo
siempre un poco al borde del Apocalipsis, es una acción fundamental.
Te
confieso que nos causa un poco de vergüenza ajena que tenga que intervenir un
famoso actor de Hollywood para que nuestras autoridades nos hagan caso, pero
así son las cosas por aquí, en este país mágico pero corrupto llamado Paraguay
que alguna vez deberías venir a conocer personalmente, para conocer las
bellezas naturales que aún quedan en pie y que con mucho esfuerzo algunos
tratamos de proteger. A veces nos sentimos un poco como ese tenaz trampero Hugh
Glass a quien encarnaste en la película El
Renacido del mexicano Alejandro González Iñárritu, que te permitió lograr
el ansiado Oscar: sobrevivientes de un paraíso continuamente agredido, en donde
los gobernantes y las clases dominantes buscan imponer el lucro comercial al
interés colectivo.
Es
lo que ocurre, por ejemplo, con nuestro bello e inmenso Chaco, territorio que
nuestros abuelos defendieron con sangre en una cruenta guerra en el siglo
pasado. Es considerado el segundo ecosistema más importante de Sudamérica, pero
está en peligro de convertirse en un desierto. La deforestación ya arrasó con
una superficie del tamaño de Suiza, pero la impunidad sigue.
El
caso en el que te tocó intervenir es uno más entre tantos, en el que los
gobernantes facilitan abrir industrias con la ilusión de que nos traerán el
progreso. “Usen y abusen del Paraguay”,
había proclamado el anterior presidente a supuestos inversores extranjeros. Así
se instaló en Limpio la empresa de curtiembre WalTrading SA. Obtuvo licencia
ambiental y arrojó sus efluentes a la bella laguna Cerro, en el mismo
ecosistema donde florecen las encantadoras plantas acuáticas conocidas en
guaraní como yacaréyrupê (Victoria cruziana). Los
vecinos alertaron sobre el violento cambio de color del agua y el olor
pestilente, pero las autoridades solo enviaron fiscalizadores a observar y a
hacer nada. Recién cuando tu posteo sacudió al mundo, reaccionaron y
descubrieron que se estaba cometiendo un crimen ecológico.
Gracias,
Leo. Vení cuando quieras, o cuando el Covid-19 te lo permita. En Paraguay te
sentirás como en casa y hasta en ambientes similares al de algunas de tus más
famosas películas. Aquí también tenemos a un capitán al que hemos aplaudido por
conducir muy bien el barco médico gubernamental contra la pandemia, pero que en
estos días se va hundiendo inevitablemente como el Titanic.
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Publicado en la columna Al otro
lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de
Asunción, Paraguay. Edición del domingo 23 de agosto de 2020.
Es lo que ocurre cuando creemos estar al borde del
Apocalipsis. Acabamos normalizando que el Estado intervenga, cierre fronteras,
decrete cuarentenas, ponga barreras policiales y militares, nos prohíba salir
de nuestras casas, use nuestro dinero para fondos de emergencia y meta en la
cárcel a los rebeldes que osan desafiar las órdenes de la autoridad.
Así nos han acostumbrado tantas películas y novelas
de terror biológico y dictaduras futuristas, o nuestra propia historia de
largas tiranías y democracias corruptas. Ante el miedo global, la primordial
reacción es la de los polluelos que buscan cobijo y protección bajo las alas de
mamá gallina, aunque los que manejan el gallinero sean habitualmente déspotas y
corruptos.
Cuando llegó la pandemia estábamos tan temerosos de
que el fin del mundo nos agarre desprevenidos, sin cama reservada en algún
desguarnecido hospital público, que acabamos aceptando de buen grado que el
Gobierno decrete un estado de excepción sin ser un estado de excepción, apenas
un paquete de medidas en base al Código Sanitario (Ley 836 de 1980) heredado de
la dictadura stronista. Revalorizamos el rol del Estado y la importancia de la
salud pública, fingiendo olvidar que por tanto tiempo el Estado paraguayo ha
sido un Estado fallido, autoritario, corrupto e insensible ante las necesidades
de una mayoría pobre y marginada.
Al ver que levantaban murallas a nuestro alrededor
para hacernos sentir seguros, aplaudimos como héroes a quienes apenas meses
atrás considerábamos villanos, sin darnos cuenta que esas mismas murallas que
hoy supuestamente nos mantienen a salvo del temible virus, también nos han
quitado nuestras libertades públicas, nuestras fuentes de ingreso, nuestro pan en
la mesa y nuestros mejores sueños de un país con igualdad de derecho, justicia
social y libertad compartida.
A casi 100 días de este estado de sitio que no es
estado de sitio, seguimos sin indignarnos debidamente por los millonarios
esquemas de delincuentes políticos y socios del poder para apropiarse del
dinero público en nombre de salvarnos la vida. “Están haciendo bien su trabajo médico, no importa que nos roben”,
es la consigna. O si la Policía dispara a matar contra una familia que decidió
no pasar por una barrera de control, dirigimos el dedo acusador contra el papá irresponsable, por más que un
ministro de la Corte nos explique que no ha cometido ningún delito, o que las
barreras de control no tienen un respaldo constitucional. No nos interesa. Queremos
que el Gran Hermano nos vigile siempre. Nos gusta agachar la cabeza y decir Sí Señor, Volvé mi General.
Afortunadamente existen personas como la activista
social María Esther Roa y sus compañeros y compañeras, que no agachan la cabeza
y salen a la calle a manifestarse, por más que no guarden la distancia
sanitaria que a ellos se les exige, pero a tantos otros se les tolera, y sean
imputados por un servil sistema de Justicia mientras tantos legisladores y
políticos ladrones siguen libres e impunes. Mi solidaridad con María Esther y
con quienes sufren la criminalización por defender los derechos civiles y
oponerse a la corrupción. Más temprano que tarde, la democracia también saldrá
de su cuarentena.
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Publicado en la columna Al otro
lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de
Asunción, Paraguay. Edición del domingo 14 de junio de 2020.