El 16 de octubre de 2014, el narcotráfico amparado por políticos y autoridades dio su golpe más impactante al asesinar al periodista Pablo Medina y a Antonia Almada. Aunque se ha logrado capturar al principal acusado de ordenar el crimen y algunos que presuntamente participaron, no hubo avances en desmontar el esquema criminal que sigue dominando parte del territorio y tejiendo redes de corrupción en estructuras del Estado.
#CrónicasDeLaMemoria
Por Andrés Colmán Gutiérrez -
@andrescolman
El 16
de octubre de 2014, poco después de las 9 de la mañana, la camioneta Mitsubishi
L-200, doble cabina, color blanco, conducida por el periodista Pablo Medina,
corresponsal del diario ABC Color en Canindeyú, llegó hasta la humilde vivienda
de la familia Almada Chamorro, en el centro urbano de Villa Ygatimí, a 45
kilómetros al norte de Curuguaty.
Con el
periodista viajaban J. R. (30) y su hermana Antonia Maribel (19), quienes
vivían y estudiaban en Curuguaty, aunque sus padres residían en Ygatimí.
Antonia,
estudiante de análisis de sistema, colaboraba con Pablo y lo acompañaba con
frecuencia en sus coberturas. Ese día, junto con su hermana J. R., iban a
aprovechar el viaje y quedarse una horas en la casa paterna, mientras el
periodista realizaba sus coberturas, pero al final decidieron solo pasar a
saludar un rato a sus padres y luego acompañar el recorrido, que los llevaría a
las colonias Ko'ê Porã, Ára Vera y Crescencio González.
"¡Estaban
tan contentas, tan alegres cuando se despidieron!", recuerda en medio de
lágrimas la mamá de ambas chicas, María Teresa Chamorro de Almada, una humilde
mujer que atiende una despensa en su hogar y pide no ser retratada en fotos,
por temor a represalias de los mafiosos.
Tras
concluir las entrevistas con dirigentes campesinos de Ko'ê Porã acerca de una
plaga de gusano marandova que amenazaba a los cultivos, poco después del
mediodía, Pablo y sus acompañantes regresaron en la camioneta por el desolado
camino de tierra hacia Ygatimí.
Pablo
iba al volante. En el asiento del acompañante iba Antonia, quien se ocupaba de
cebar el tereré. Detrás iba la hermana, J. R., con las ventanillas de vidrios
polarizados oscuros totalmente cerradas.
Lo que
ninguno de ellos sabía era que habían estado siendo vigilados y seguidos desde
el mismo momento en que la camioneta salió de Ygatimí.
Según
lo estableció luego la investigación realizada por el Ministerio Público, un
hombre en motocicleta los seguía a distancia en todo momento e iba informando
sobre sus movimientos por llamadas de teléfono celular a otros cómplices.
Disparos en la frontera
El
hombre de la moto era Flavio Acosta Riveros, sobrino del entonces intendente
municipal de la fronteriza ciudad de Ypehú, Vilmar "Neneco" Acosta,
denunciado reiteradas veces como presunto jefe de una banda de narcotraficantes
por una serie de publicaciones periodísticas realizadas por Pablo Medina.
Escondidos
detrás de los matorrales, al costado del camino, aguardaban Wilson Acosta
Márquez, hermano de Neneco, y uno de sus pistoleros más fieles, Arnaldo Javier
Cabrera, quien también se desempeñaba como chofer del intendente, siempre según
la versión establecida por la Fiscalía.
Aproximadamente
a las 14.20, cuando la camioneta de Pablo se aproximó al lugar, los dos hombres
armados y vestidos con uniformes de combate tipo camuflaje (para'i), salieron
de la espesura y le hicieron señas al conductor para que detenga el vehículo.
El
periodista creyó que eran militares o agentes de una tropa de elite de la
Policía, ante lo cual detuvo la marcha para conversar.
Wilson
Acosta le habría preguntado en guaraní: "¿Nde piko ha'e la Pablo Medina?
(¿vos sos Pablo Medina?)", a lo que el periodista contestó
afirmativamente.
Wilson
entonces lo encañonó con la potente escopeta calibre 12, ante lo cual Medina
solo alcanzó a implorar "¡Anina che jukati! (No me mates!)".
El
potente disparo le segó la vida casi al instante.
El
ataque fue reforzado con disparos de una pistola 9 milímetros, y los balazos
alcanzaron a Antonia, quien quedó mal herida y fallecería varios minutos
después.
La camioneta del periodista en la escena del crimen, minutos después del ataque. |
Testigo en peligro
La
joven J. R., quien viajaba detrás, alcanzó a ver a los desconocidos con armas e
instintivamente se agachó en el piso, ocultándose detrás del respaldar de los
asientos delanteros.
Debido
a los vidrios polarizados alzados de la parte trasera del vehículo,
aparentemente los asesinos no se dieron cuenta de que había una tercera persona
y tras cerciorarse de que Pablo Medina estaba muerto y su acompañante
malherida, se alejaron con prisa del lugar.
La
joven J. R. si pudo ver sus rostros y reconocerlos luego en fotografías, lo
cual la convirtió en testigo principal del caso, actualmente protegida por la
Fiscalía.
Ese
día, tras el ataque, aún en estado de shock, la mujer pudo tomar el teléfono
celular de Pablo y llamar al último contacto con quien este había conversado,
uno de los dirigentes campesinos del asentamiento Ko'ê Porã.
Fue así
como en pocos minutos la terrible noticia empezó a propagarse a través de los
medios electrónicos, de las radioemisoras, de las redes sociales en internet y
los canales de televisión: "Periodista del diario ABC color es asesinado
por sicarios de la mafia".
Era el
golpe criminal más audaz que una banda del narcotráfico asestaba contra un
miembro de la prensa, en este caso el corresponsal de uno de los diarios más
importantes del país, generando una gran conmoción en la sociedad.
Pablo
Medina se convertía en el periodista número 15 asesinado en el Paraguay de la
era democrática, pero no iba a ser el último.
La narcopolítica al desnudo
El
asesinato de Pablo y Antonia, además de causar un gran shock en toda la
sociedad paraguaya, puso en foco la dimensión que habían adquirido en los
últimos años las actividades ilícitas del crimen organizado, y en particular
del narcotráfico, con sus nexos directos en el mundo de la política y las
instituciones del Estado, alcanzando por igual a autoridades del Poder
Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
El
impacto que el crimen provocó en los medios de comunicación y en diversas
instancias de la sociedad, generando numerosas movilizaciones de protestas de
los gremios periodísticos y reclamos de organizaciones internacionales, obligó
a las autoridades a actuar y a responder de modo especial a la crisis.
El
Ministerio Público desplegó un esfuerzo investigativo pocas veces visto y pudo
individualizar en pocas semanas con mucha precisión que el intendente de Ypehú,
Vilmar Neneco Acosta Marques fue quien ordenó el crimen.
También
se estableció, principalmente a través del cruce de llamadas telefónicas, que
los involucrados realizaron entre sí desde horas antes del asesinato, que los
ejecutores del crimen eran Wilson Acosta Marques (hermano de Neneco), Flavio
Acosta Riveros (sobrino de Wilson y Neneco) y Arnaldo Javier Cabrera, chofer y
sicario.
Antonia Almada, también asesinada. |
La
gravedad de lo ocurrido motivó además que los principales medios periodísticos
-especialmente el diario ABC Color, seguido por Última Hora-, realicen varias
investigaciones a fondo sobre la realidad de la narcopolítica, reflotando aún con
más fuerza lo que Pablo Medina venía publicando, mostrando cómo Neneco Acosta
ejercía desde su cargo de intendente municipal de Ypehú -logrado con apoyo del
oficialista Partido Colorado- una doble función paralela como jefe narco,
manejando todo el mercado de producción y venta ilegal de marihuana y el
tráfico de cocaína en la región, además de ser señalado por supuestamente haber
ordenado el asesinato de más de una veintena de personas.
Las investigaciones paralizadas
El
resultado más fructífero de la investigación oficial fue lograr la detención
del ex intendente Vilmar Neneco Acosta Marques, el 4 de marzo de 2015, en la
ciudad de Naviraí, estado de Minas Gerais, Brasil, mediante un seguimiento de
agentes policiales paraguayos, en colaboración con la policía brasileña.
La
Justicia paraguaya, a través de la Cancillería, ha realizado trámites para
lograr la extradición de Neneco al Paraguay, procedimiento que se espera pueda
concretarse en las próximas semanas.
También
se logró la captura en territorio paraguayo de Arnaldo Javier Cabrera, el
chofer y sicario que admite haber participado del ataque, pero los principales
ejecutores, Wilson Acosta Marques y Flavio Acosta Riveros, continúan prófugos.
Las
investigaciones no han avanzado mucho en dirección a desmontar el resto de la
red de organizaciones criminales y sus cómplices políticos, que siguen operando
con total impunidad en toda la región de Canindeyú y departamentos aledaños.
Tampoco
se ha investigado en serio desde la Justicia a los sindicados como principales protectores o "padrinos políticos"
del ex intendente Vilmar Neneco Acosta, entre ellos la diputada colorada y ex
gobernadora de Canindeyú, Cristina Villalba, apodada "la reina del Norte",
además de su hermano, el actual intendente municipal de La Paloma, Carlos
"Cabrito" Villalba, y el
actual gobernador departamental, Alfonso Noria Duarte, a quienes varios
indicios también ligan con las actividades fronterizas.
Por el
contrario, desde las esferas más altas del Poder Ejecutivo y del Partido Colorado,
se ha establecido un operativo de blanqueo del llamado "clan
Villalba".
El
propio presidente de la República, Horacio Cartes, en un acto oficial
de inauguración de la estación de energía de Salto del Guairá, el jueves 13 de
octubre de 2015, a solo tres días de conmemorarse el primer año del asesinato de Pablo
Medina y Antonia Almada, brindó públicamente su respaldo a los cuestionados
personajes, dejándose fotografiar abrazado con Villalba y Noria.
La movilización de los periodistas, exigiendo justicia para Pablo y Antonia. |
Investigación parlamentaria archivada
Uno de
los logros importantes de la presión mediática y ciudadana que siguió al
asesinato de Pablo y Antonia, fue que el Congreso Nacional establezca una
Comisión Bicameral de Investigación, en octubre de 2014, integrada por tres
senadores y tres diputados (Arnoldo Wiens, Miguel Ángel López Perito, Luis
Alberto Wagner, Olimpio Rojas, Tomas Rivas y Pablino Rodríguez).
El
trabajo de la Comisión permitió, por primera vez en la historia política del
Paraguay, exponer en forma pública, desde el pleno del Congreso Nacional, en
base a informes e investigaciones en curso de la Secretaría Nacional Antidrogas
(Senad), los nombres de varios de los principales legisladores y políticos
sospechados de mantener nexos con el narcotráfico. Sin embargo, la mayoría de
ellos no han sido sometidos a procesos, ni siquiera se les ha abierto una
investigación seria por parte de la Fiscalía y de la Justicia.
El
informe final de la CBI sobre el caso Pablo Medina, entregado oficialmente en
junio de 2015, afirma que hay "infiltración del crimen organizado" en
los tres poderes del Estado; que el país se encuentra " ante un sistema
delincuencial de magnitud internacional", y que se está "al borde de
ser un Estado fallido".
Además
confirma graves situaciones, como "el alto nivel de corrupción policial en
la zona" de Canindeyú, "la precariedad con la que funciona el Poder
Judicial", y el reconocimiento explícito de autoridades de que el 35% de
los pobladores se dedican al cultivo ilegal de la marihuana como medio de
subsistencia.
Hay
"ausencia de investigaciones serias y responsables sobre personas y
situaciones, que son de conocimiento generalizado en las regiones en que
gobierna el crimen organizado", reconoce el informe.
También
destaca el nulo interés de la Seprelad (Secretaria de Prevención de Lavado de
Dinero o Bienes) y de otros organismos en investigar a los sospechosos de
tráfico ilícito y lavado de dinero,
Un
punto clave que confirma el trabajo de la comisión parlamentaria fue la
actuación del entonces ministro de la Corte Suprema de Justicia, Víctor Núñez,
en liberar al entonces político colorado Vilmar Neneco Acosta de un caso en que
había estado preso, en el año 2011, junto con su padre, Vidal Acosta, acusados
de homicidio, tras hallarse restos humanos de presuntos asesinados en una
propiedad de la familia, en Ypehú.
Núñez
fue quien facilitó la liberación de Neneco, a pesar del grave delito por el que
estaba procesado y detenido, y de todos los indicios de que era un capo
criminal, ayudando a que fuera habilitado para presentarse a elecciones, para
ganar la intendencia de Ypehú, con el apoyo político del Partido Colorado y en
especial del clan Villalba en la región.
"Un
clan envuelto en varios casos de asesinatos es el de los Villalba y un caso
señalado es el que involucra al esposo y suplente de la diputada colorada
Cristina Villalba, Félix Antonio Abente, quien fue señalado en el 2005 por
varios testigos como el autor del homicidio de Ramón Concepción Villamayor; sin
embargo, el juez Silvio Flores lo sobreseyó del crimen", apunta el informe.
Agrega
que "otra víctima de asesinato, que supuestamente involucra al clan
Villalba, es el caso de Rosimar dos Santos, quien era candidato a concejal en
la localidad de La Paloma (Canindeyú) y era líder de un movimiento contrario a
los intereses de la familia".
Con
respecto al actual gobernador de Canindeyú, tras enumerar los cuantiosos bienes
y propiedades que el político adquirió en tiempo récord, el informe sostiene:
"El gobernador Alfonso Noria Duarte, con apoyo de otros actores políticos
de Canindeyú, montó una asociación criminal, que llevó finalmente a un esquema
de enriquecimiento ilícito, que le permite llevar un estilo de vida en total
desacuerdo con sus ingresos".
"Además,
permite inferir que, cuanto menos, estaría causando un grave perjuicio al
erario público departamental, con el consiguiente daño al bienestar a la
población de Canindeyú. A través del esquema explicado, se enriquecen
ilícitamente tanto él como sus familiares más cercanos y sus 'asociados'
comerciales, lo cual hace absolutamente necesario que los organismos
jurisdiccionales correspondientes actúen con celeridad para llevar adelante la
investigación solicitada", agrega el informe de la CBI.
Tras
las graves acusaciones contenidas, el Ministerio Público dio apertura de una
carpeta relacionada al gobernador de Canindeyú, Alfonso Noria, indicando que
éste también fue un tema pedido de la CBI y que ameritaba ser investigado. No
obstante, no hubo el mismo proceder contra el clan Villalba, ni contra otros
políticos acusados de mantener nexos con el narcotráfico.
Una placa en medio de la nada
Cuando se cumplieron dos años del asesinato, los
familiares del comunicador, con el apoyo de organizaciones sociales y gremios
de periodistas, inauguraron una placa que recuerda a Pablo y Antonia, en el mismo lugar
donde fueron asesinados.
"Con
este acto queremos exigir un combate serio a la narcopolítica, porque hasta
ahora todo queda en discursos de las autoridades. No se ha realizado una
investigación seria, quienes son padrinos de los asesinos siguen en el poder", dijo en la oportunidad Dyrsen Medina, hija de Pablo.
La
placa de homenaje, sostenida por un monolito de cemento y construida por la
Intendencia Municipal de Villa Ygatimí, en medio del desolado camino fronterizo, dice
textualmente: "Fueron unas personas muy especiales, mártires de la verdad
y acallados por la mafia...".
Los procesados por el crimen del periodista
-Vilmar
“Neneco” Acosta Marques, ex intendente de Ypejhú, ordenó y coordinó por
teléfono el atentado contra Pablo Medina. Fue capturado en Caarapó, Brasil, el
4 de marzo de 2015, y luego extraditado a Paraguay, el 17 de noviembre del
mismo año. Un Tribunal de Sentencia lo condenó a una pena ordinaria de 30 años
de cárcel, más otros nueve años como medida de seguridad, en un juicio que
terminó el 19 de diciembre de 2017.
-Wilson
Acosta Marques, hermano de Vilmar, fue quien abrió fuego con una escopeta
calibre 12 que le destrozó la cabeza al corresponsal. Se cree que está oculto en
Brasil, donde es buscado por varios crímenes, como el de un agente de la
Policía Militar. Es el único involucrado directo aún prófugo.
-Flavio
Acosta Riveros, sobrino de Vilmar y de Wilson. Disparó contra la camioneta de Medina
con una pistola calibre 9 milímetros, desde el lado de la ventanilla del
acompañante. Fue apresado en Pato Branco, Brasil, el 9 de enero de 2016, luego
de agredir a su concubina. Está recluido en una cárcel de Foz de Yguazú, donde
será sometido a juicio por este asesinato.
-Arnaldo
Javier Cabrera López, fue chofer de Vilmar. Su celular fue usado por Neneco
para coordinar la ejecución. Fue capturado en un monte de Ypejhú el 8 de
diciembre de 2014. Fue condenado a cinco años de cárcel por omisión de dar
aviso de un hecho punible.
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