lunes, 15 de junio de 2020

La democracia en cuarentena



Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Es lo que ocurre cuando creemos estar al borde del Apocalipsis. Acabamos normalizando que el Estado intervenga, cierre fronteras, decrete cuarentenas, ponga barreras policiales y militares, nos prohíba salir de nuestras casas, use nuestro dinero para fondos de emergencia y meta en la cárcel a los rebeldes que osan desafiar las órdenes de la autoridad.

Así nos han acostumbrado tantas películas y novelas de terror biológico y dictaduras futuristas, o nuestra propia historia de largas tiranías y democracias corruptas. Ante el miedo global, la primordial reacción es la de los polluelos que buscan cobijo y protección bajo las alas de mamá gallina, aunque los que manejan el gallinero sean habitualmente déspotas y corruptos.

Cuando llegó la pandemia estábamos tan temerosos de que el fin del mundo nos agarre desprevenidos, sin cama reservada en algún desguarnecido hospital público, que acabamos aceptando de buen grado que el Gobierno decrete un estado de excepción sin ser un estado de excepción, apenas un paquete de medidas en base al Código Sanitario (Ley 836 de 1980) heredado de la dictadura stronista. Revalorizamos el rol del Estado y la importancia de la salud pública, fingiendo olvidar que por tanto tiempo el Estado paraguayo ha sido un Estado fallido, autoritario, corrupto e insensible ante las necesidades de una mayoría pobre y marginada.

Al ver que levantaban murallas a nuestro alrededor para hacernos sentir seguros, aplaudimos como héroes a quienes apenas meses atrás considerábamos villanos, sin darnos cuenta que esas mismas murallas que hoy supuestamente nos mantienen a salvo del temible virus, también nos han quitado nuestras libertades públicas, nuestras fuentes de ingreso, nuestro pan en la mesa y nuestros mejores sueños de un país con igualdad de derecho, justicia social y libertad compartida.

A casi 100 días de este estado de sitio que no es estado de sitio, seguimos sin indignarnos debidamente por los millonarios esquemas de delincuentes políticos y socios del poder para apropiarse del dinero público en nombre de salvarnos la vida. “Están haciendo bien su trabajo médico, no importa que nos roben”, es la consigna. O si la Policía dispara a matar contra una familia que decidió no pasar por una barrera de control, dirigimos el dedo acusador contra el papá irresponsable, por más que un ministro de la Corte nos explique que no ha cometido ningún delito, o que las barreras de control no tienen un respaldo constitucional. No nos interesa. Queremos que el Gran Hermano nos vigile siempre. Nos gusta agachar la cabeza y decir Sí Señor, Volvé mi General.

Afortunadamente existen personas como la activista social María Esther Roa y sus compañeros y compañeras, que no agachan la cabeza y salen a la calle a manifestarse, por más que no guarden la distancia sanitaria que a ellos se les exige, pero a tantos otros se les tolera, y sean imputados por un servil sistema de Justicia mientras tantos legisladores y políticos ladrones siguen libres e impunes. Mi solidaridad con María Esther y con quienes sufren la criminalización por defender los derechos civiles y oponerse a la corrupción. Más temprano que tarde, la democracia también saldrá de su cuarentena.

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Publicado en la columna Al otro lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de Asunción, Paraguay. Edición del domingo 14 de junio de 2020.


lunes, 8 de junio de 2020

Los tuits de Giuzzio


Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Si hay cosas que te pueden joder el día son los tuits de un ex fiscal anticorrupción a las 6 de la mañana, justo cuando te preparabas a dar una conferencia de prensa sobre la cuarentena sanitaria.

Le sucedió el jueves al ministro de Salud, Julio Mazzoleni, cuando se divulgó el informe de la Comisión Especial de Supervisión y Control de Compras, presidida por Arnaldo Giuzzio, confirmando que se montó un esquema delictivo para compras fraudulentas de insumos médicos con dinero del Estado. No le quedó más opción que atrincherarse en su hierática sonrisa, decir que no leyó aún lo de Giuzzio y anunciar que cancelará los objetados llamados a licitación.

Más que el informe, provocaron pánico los siete tuits que el ex fiscal disparó al hilo antes del desayuno. Giuzzio desarmó la excusa de Mazzoleni de que hubo errores “de buena fe” en las compras por el apuro de la emergencia. “La declaración de urgencia impostergable para la adquisición de insumos o equipos en aras de hacer frente a la Pandemia del Covid-19 no puede ser excusa para una implementación irregular de procesos de compra, ni utilizarse para tapar acciones negligentes en nombre de la Salud”, le bajó Giuzzio en su tuit. Más claro, agua (tónica).

El informe dice que no hay consistencia entre las fechas de designación del Comité de Evaluación del Ministerio de Salud y el inicio del trabajo de sus miembros, confirmando que suscribieron el acta de una compra ya decidida. ¿Mazzoleni sabía que se preparaba una millonaria estafa, la avaló hasta que saltó a luz y recién entonces tomó distancia, sin despedir ni denunciar a los funcionarios involucrados? ¿O no sabía y fue engañado en su buena fe? Entonces, ¿por qué sigue defendiendo la “presunción de inocencia” de los involucrados y se muestra tan poco firme ante la corrupción?

Arnaldo Giuzzio es un tipo cuya visión sobre la vigilancia digital puede ser cuestionada, como cuando impulsó la frustrada “Ley Pyrawebs” como senador, pero es uno de los más coherentes y obstinados luchadores contra la mafia que emergieron dentro del sistema, hasta ahora. Parco y medido al igual que Mazzoleni, no rehúye a la exposición mediática, pero la evita en lo posible. Cada tanto usa Twitter para dejar su huella política. No tiene la asiduidad del ministro de Salud ni tampoco su popularidad (Mazzoleni tiene 437,9 mil seguidores en Twitter, Giuzio tiene 46,1 mil). Informar sobre corrupción no produce el mismo interés que el número de casos de Covid-19, pero probablemente ambos sean esenciales e importantes. El coronavirus nos acecha desde hace tres meses y a veces mata. La corrupción nos acecha desde siempre y siempre mata.

Detrás está Marito, el contradictorio presidente que dice no tolerar la corrupción, pero se enoja cuando los fatos salen a luz y alega que las denuncias obedecen a una persecución política contra su Gobierno y su ministro preferido. El mandatario que respalda a full a Mazzoleni y le duele sacar del Gobierno a sus amigos políticos como Beto Melgarejo (Dinac) o Patricia Samudio (Petropar) a quienes debe favores políticos y económicos de su campaña electoral, pero ante la indignación ciudadana pone a Giuzzio a controlar, quizás sabiendo que Giuzzio es un incontrolable.

En lo personal continúo siendo fiel seguidor de los tuits de Mazzoleni, pero les doy cada vez más atención a los tuits de Giuzzio.
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Publicado en la columna Al otro lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de Asunción, Paraguay. Edición del domingo 7 de junio de 2020.