Ya había ocurrido algo similar en la noche del domingo 10 de
junio de 2012, cuando varias personas que se presentaban como miembros de un
grupo dedicado al rescate de animales en situación de riesgo, atropellaron el
domicilio de Hoon Ki Baek, un ciudadano migrante de origen coreano, dueño de
una despensa sobre la calle Herminio Giménez, casi Irrazábal, en la zona del
Mercado 4, en un violento, arbitrario e ilegal “operativo” para rescatar a tres
perros que estaban en el patio, acusando que el comerciante los tenía cautivos,
con la intención de “faenarlos para luego comerlos”.
Aquel fue un espectáculo bochornoso, en que los “rescatistas
de animales”, con mucha pasión y adrenalina encima, presentaron primero una
denuncia en la Comisaría 3ª Metropolitana, exigiendo que los policías vayan a
allanar el local del coreano y liberar a los perros.
Cuando los agentes les explicaron que no podían actuar en
una propiedad privada sin una orden judicial, los “rescatistas” decidieron
actuar por su propia cuenta y acompañados por algunos periodistas que cubren
los sucesos policiales nocturnos, llegaron hasta la casa del coreano, exigieron
a gritos que se abra la puerta, y al no obtener respuestas de los dueños de la
casa, tumbaron a golpes uno de los portones e ingresaron al patio, donde
estaban tres perros atados, a quienes procedieron a liberar.
Las cámaras de televisión registraron las airadas
acusaciones de una chica, llamada Anahí, que encaraba al hijo del dueño,
reprochándole: “¡Comés perro, hijo de puta! ¡Sos una mierda de persona, andá a
tu país a comer perro! ¡A tu papá hay que ponerle encadenado en el piso durante
cuatro días, sin agua y sin comida!”. Y la mayoría de las personas que se
habían unido al grupo repetían con tono acusatorio: “¡Coreanos de mierda…!”.
Tras el incidente, divulgado ampliamente por la prensa, hubo
intervención fiscal y policial, incuso intervención diplomática. Hubo lo que no
había habido hasta entonces: oportunidad de diálogo. Y entonces se aclararon
muchas cosas: los tres perros eran mascotas de la familia coreana desde hacía
tiempo y nunca habían estado contemplados en ninguna hipotética dieta
gastronómica.
Simplemente alguien los había visto atados en el patio,
había visto a los coreanos, se había acordado de la leyenda urbana “los
coreanos comen perros” y había hecho sus propias suposiciones.
Sung Baek, la nieta del dueño, ella de nacionalidad
paraguaya aunque de ascendencia oriental, explicó: “Hay muchos prejuicios
acerca de que los coreanos comen perros. Eso ocurría durante la guerra en
Corea, por la precariedad, pero ya no es así, y menos en Paraguay. Estos
animales eran mascotas que estaban bajo cuidado, y esta gente entró a
atropellar nuestra propiedad…”.
Elena Gómez, una de las vecinas que había apoyado al grupo
rescatista, se acercó a pedir disculpas a la familia coreana. “Nos movilizamos
por una denuncia, fue una denuncia que no estaba sustentada en nada. Nos
dijeron que había pruebas, pero nunca nos las presentaron y sucedió el hecho
lamentable”, explicó la mujer.
La fiscala Sonia Mora acabó imputando por “perturbación de
la paz pública y hurto agravado” a cuatro de los integrantes del grupo
rescatista de animales y los perros “rescatados” tuvieron que ser devueltos a
sus dueños.
LA HISTORIA SE REPITE…
Aquel suceso de hace cinco años quedó como un lamentable
episodio de xenofobia contra una comunidad oriental asentada desde hace varios
años en el Paraguay, con hijos y nietos paraguayos, pero que se siguen
sintiendo discriminados por algunos habitantes del país que los acogió
generosamente, quizás solo por tener rasgos, piel, idioma y cultura diferentes.
Pero como en el Paraguay nos cuesta mucho aprender de
nuestros propios errores, o nos cuesta vencer nuestros prejuicios, en estos
días ha vuelto a ocurrir algo muy parecido.
Esta vez, incluso, han sido algunos concejales municipales
de Asunción, de quienes uno espera un mínimo de seriedad, quienes rápida e
irresponsablemente dieron alas a una supuesta denuncia de un grupo de rescate
denominado “Narices Frías”, que según afirmaban, habrían rescatado a un perro
que estaba a punto de ser echado a una olla de agua hirviendo, para ser
cocinado en un exclusivo restaurante chino del coqueto barrio Villa Morra.
No había más pruebas que una foto del perro atado y sentado,
que supuestamente había sido “pelado”, pero a los concejales José Alvarenga y
Rodrigo Buongermini les bastó para anunciar que iban a presentar una minuta
“para fiscalizar y verificar todos los restaurantes de gastronomía oriental”.
¿De pronto, todos los restaurantes orientales se han vuelto
“sospechosos” de cocinar perros…?
¿Qué atribuciones puede tener la Junta Municipal de Asunción
para iniciar una especie de “cacería de brujas” contra locales gastronómicos
orientales, cuando no controlan tantos puestos de comida paraguaya insalubre,
tantos edificios que siguen sin sistemas de prevención de incendios, tantas
carencias mucho más graves…?
Lamentablemente, también varios medios de comunicación
publicaron la noticia, tomando como base y principal fuente a la versión de los
concejales, sin confirmar si la información era real, dando por hecho que el
perro iba a ser comido y servido en el restaurante…
Sin embargo, una foto difundida en Facebook por el dueño del
perro demostró que el mismo ya estaba “pelado” desde mucho antes, y que solo se
había extraviado.
Ahora la mujer que realmente encontró al perro, llamado
Rubio, asegura que este no fué rescatado de ningún restaurant, sino de la vía
pública, y que tras contactar con gente de la organización "Narices
Frías", por estar el animal rapado, surgió la versión de que los perros
son preparados así por los orientales para ser cocinados: (Léanlo aquí)
Es decir, nuevamente fue solo una especulación. No un hecho comprobado.
Es decir, nuevamente fue solo una especulación. No un hecho comprobado.
Esta nueva versión hace que se considere aún mucho más
irresponsables las intervenciones de los concejales municipales, difundidas por
los medios de comunicación, ya que al asumir que lo que simplemente se presumía
o se especulaba, era real, despertó toda una corriente de discriminación,
prejuicios y xenofobia.
Ante las muchas versiones que corrían, el conocido y
concurrido restaurante especializado en comida china Shangri-la emitió un
comunicado, negando absolutamente la versión.
“Respetamos la cultura paraguaya de la cual somos parte y
repudiamos cualquier tipo de maltrato animal. Lamentamos estas falsas
acusaciones que denotan xenofobia, que no se compadece con la cultura paraguaya
de hospitalidad y solidaridad”, sostiene la versión del directorio del local
gastronómico.
Y así acaba otro bochornoso caso que denota una lamentable
actitud de xenofobia… que debe mover a reflexión a mucha gente: incluyendo
directamente a varios medios y periodistas.
¿Será que esta vez aprenderemos la lección…?
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