El volante que convocaba a la Marcha por la Vida en 1988. |
La Marcha por la Vida, el 10 de
diciembre de 1988, fue el golpe final para forzar la caída de Stroessner. El régimen
intentó desactivar la protesta, arrestando a 35 dirigentes. Hay anécdotas
pintorescas, como la del liberal Rambo Saguier, quien se disfrazó de mujer e
intentó ocultarse en la Catedral de Asunción.
#CrónicasDeLaMemoria
Por
Andrés Colmán Gutiérrez -
@andrescolman
La escena parecía sacada de una de las
comedias del director de cine italiano Federico Fellini: Un hombre disfrazado
de mujer, con peluca y sombrero, discutiendo acaloradamente con un sacerdote de
sotana, detrás del altar de la Catedral Metropolitana de Asunción.
La situación hubiera resultado bastante
cómica, si no estuviera revestido también de mucho dramatismo, ya que toda la
zona que rodeaba a la Iglesia estaba llena de policías, y el hombre disfrazado
de mujer era uno de los dirigentes políticos entonces más buscados por los
agentes del régimen: el popular líder del Partido Liberal Radical Auténtico
(PLRA), Hermes Rafael "Rambo" Saguier.
La escena ocurrió en la noche del 9 de
diciembre de 1988, en vísperas de la "Marcha por la Vida", que debía
realizarse el 10 de diciembre, y que fue la última gran movilización contra la
dictadura del general Alfredo Stroessner.
La manifestación de protesta había sido
convocada por la Convergencia Nacional por los Derechos Humanos, conformada por
una treintena de organizaciones sociales y políticas, e iba a consistir
originalmente en una misa en la Catedral y luego en una gran marcha por las
calles de Asunción, hasta el local de las Naciones Unidas (entonces, en las
calles Estrella y Chile), en conmemoración por el 40 aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El gobierno de Stroessner se
anticipó y, desde varios días antes, buscando desactivar la protesta, empezó a
arrestar a los principales dirigentes. Los que no cayeron en las redes de la
policía se ocultaron y trataron de seguir adelante con la organización de la
protesta, con planes alternativos para burlar a la represión, según recuerda
Beatriz Agüero, entonces estudiante de Bioquímica y dirigente de la Federación
de Estudiantes Universitarios del Paraguay (FEUP).
Fue en esas circunstancias en que el
político "Rambo" Saguier decidió disfrazarse de mujer e ingresar a la
Catedral la noche antes, para ocultarse allí y poder participar de la misa al día
siguiente, convencido de que el día 10 ya no lo iban a dejar entrar y lo iban a
capturar.
Pero cuando acudió a pedir al entonces
párroco de la Catedral, monseñor Agustín Blujaki, a que le permita ocultarse y
pasar la noche en la sacristía, este montó en cólera y lo expulsó del lugar.
"Fue realmente simpático ver a
Rambo vestido de señora gorda, con su peluca, paraguas, cartera, maquillaje,
discutiendo con Monseñor Blujaki, quien le decía que era una ofensa al altísimo
presentarse con ese patético disfraz", recuerda un testigo presencial de
la escena.
Finalmente, ante la terca negativa del
sacerdote, Saguier aceptó retirarse, con una advertencia: "¡Si me agarra
la policía, usted va a ser el culpable, monseñor! ¡Será un cómplice de la
dictadura...!".
Pero, al parecer, el disfraz de
"Rambo" era muy bueno. Los policías no lo reconocieron y se apartaron
para dejar pasar a la que parecía una aristocrática señora con sobrepeso,
regresando de la Iglesia.
Los
preparativos para la marcha
"El 10 de diciembre, marchemos por
la vida... Participá, sin vos no cambia nada", rezaba un volante que los
activistas repartían en las esquinas, tratando de que no los descubra la Policía.
La iniciativa había nacido meses antes,
en una reunión convocada por los hermanos Miguel Abdón "Tito" y
Hermes Rafael "Rambo" Saguier, quienes entonces lideraban gran parte
de las movilizaciones antidictatoriales, desde el PLRA.
"La reunión se hizo en el campus
de la Universidad Católica. En esa ocasión asistieron únicamente los hermanos
Saguier, alguien del Mopoco (Movimiento Popular Colorado) y nosotros, los
representantes de la FEUP", recuerda Beatriz Agüero.
En una segunda reunión, convocada ya
por los estudiantes universitarios, asistieron muchas más organizaciones, que
conformaron la Convergencia Nacional por los Derechos Humanos, y programaron la
misa y la marcha para el 10 de diciembre
"Se armaron diferentes grupos,
encargados de cada uno de los aspectos de la organización (propaganda,
comunicación, seguridad, etc.). La seguridad fue fundamental, se cuidó que la
organización no fuese descabezada y el esquema funcionó muy bien. El sistema de
comunicación también fue importante, en una época en que no teníamos correo
electrónico, ni redes sociales, ni teléfonos celulares. Recuerdo que nosotros
teníamos 'reuniones móviles', por seguridad: nos reuníamos en autos que
circulaban por la ciudad, como si fuésemos un grupo de amigos que estaban de
paseo", relata Beatriz.
Cuando empezó la cacería y la detención
de varios dirigentes, la mayoría ya había salido de sus casas para refugiarse
en otros lugares.
"En el caso nuestro, fuimos
acogidos en casas de familias que la dictadura jamás hubiese imaginado",
destaca Carmen Rivarola Mas, entonces también dirigente de la FEUP, actualmente
dirigente de la Coordinadora de Victimas del Ycuá Bolaños.
Una de las primeras en ser detenida fue
la gran luchadora por los derechos humanos, Carmen "Coca" de Lara
Castro, quien fue arrestada en el aeropuerto, a su regreso de un viaje a
Europa. "La pobre señora volvía del invierno europeo, toda vestida para el
frio y fue llevada a la Comisaría 12, con el calor de 45 grados de entonces.
También Mavi Brusquetti (dirigente de la Junta Arquidiocesana de Laicos) fue
detenida cuando entonces", relata Beatriz Aguero.
Entre otros dirigentes detenidos en
asunción estaban Ronald Orrego (Fetraban), Alejandro Ladalardo, Digno Britez y
Cristina Vilas (Comité de Iglesias), Celso Velázquez (periodista de Radio Cáritas),
y en el interior del país: Regina viuda de Rodas, Elvio Romero Florentín, José
Martínez (del Movimiento Campesino Paraguayo), entre otros.
El día
de la represión.
"En cuanto a la Marcha en sí,
estuvo organizada como grupos focales, al estilo de las anteriores 'Asambleas
de la Civilidad'. Las organizaciones tenían asignadas zonas específicas
(calles, esquinas) en donde se juntaban y salían a la acera a marchar. Eso
volvió loca a la Policía, que aún no terminaba de dispersar a los manifestantes
en un lugar, cuando a dos cuadras arriba ya surgía otro grupo", recuerda
Beatriz Agüero.
Carmen Rivarola narra que ese día 10 de
diciembre, temprano, cada activista debía llegar individualmente, por su
cuenta, al lugar que le estaba asignado en donde manifestarse junto a otros que
llegaban de la misma manera.
"A mí me tocó estar en un grupo
que se debía manifestar frente al local del Touring y Automóvil Club (en las
calles Brasil y 25 de mayo). Al principio, cada compañero estaba en alguna
tienda, haciéndose pasar por clientes, fingiendo mirar ropas. A la hora
indicada, empezamos a juntarnos. Cuando ya superamos las 200 personas, cerramos
las calles y avanzamos sobre Brasil, hasta el Ministerio de Salud. Nuestro
grupo fue el único que no fue reprimido por la Policía, porque al parecer se
enteraron tarde. Un solo policía en moto apareció por el lugar", destaca
Carmen.
Rubén Ayala Vera, comunicador popular,
quien entonces era dirigente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), cuenta que
con otro grupo de manifestantes, en el microcentro de Asunción, marcharon hasta
el local del diario ABC Color, que entonces estaba clausurado arbitrariamente
por la dictadura, para expresar su solidaridad.
"La policía iba detrás nuestro.
Cuando ya estábamos frente a ABC, apareció un grupo de policías que entraba por
las calles Yegros y Herrera, y otro grupo por Fulgencio R. Moreno y Yegros, y nos encajonaron. Hubo una muy
fuerte represión", señala Rubén.
Tanto Beatriz Agüero como Carmen
Rivarola destacan que la ciudadanía se adhería de manera espontánea, venciendo
el miedo.
"Yo no puedo olvidar la adhesión
de la gente en las calles y comercio, cuando salían de su asombro aplaudían y
coreaban las consignas a pesar de tener a la Policía cerca. También acompañaban
con bocinazos", relata Beatriz.
"Fue espectacular ver cómo la
gente se adhería. Incluso los playeros de la estación de servicio del Touring
se adherían, levantando en alto las mangueras del surtidor, siguiendo nuestras
consignas", narra Carmen.
Resck
y el karateca que desafió a los policías
Otras dos escenas son particularmente
recordadas de aquella Marcha por la Vida.
Una de ellas es la del veterano
luchador por los derechos humanos, el profesor Luis Alfonso Resck, siendo
detenido, golpeado y llevado en andas por varios policías.
A diferencia de Rambo Saguier, Resck sí
consiguió ocultarse temprano dentro de la Catedral, desde antes del amanecer,
pero vio que la gente no podía llegar para la celebración de la misma. Entonces
se enteró de que las manifestaciones de protesta ya se habían iniciado una
cuadra más arriba, y acudió a unirse.
"Se instaló un escenario sobre la
calle Independencia Nacional, entre El Paraguayo Independiente y Eligio Ayala.
Yo llegué allí y me subí a cantar el himno a la Virgen de Caacupé y luego
Patria Querida. Esta música era la que más le molestaba al régimen de
Stroessner. En ese mismo momento recibí un golpazo en la cabeza y caí
desmayado. Me cuentan que me llevaron de manos y pies. Recién después de muchas
horas me desperté en el calabozo del Departamento de Investigaciones de la
Policía", recordó Resck.
La otra escena muy recordada es la del
también dirigente del PLRA, Franklin "Anki" Boccia, enfrentando con
golpes de karate a los policías, como en una película de artes marciales. Por
entonces, Boccia se encontraba en muy buen estado físico, era un experto
luchador y en lugar de correr de los represores, los enfrentó decididamente y
dejó a varios tendidos en el piso, muy malheridos.
Pero el luchador también resultó muy
herido y finalmente tuvo que huir a bordo de su motocicleta. Así lo encontró su
sobrino, el médico Alfredo Boccia Paz, quien lo auxilió.
"Anki llegó manejando su moto,
todo ensangrentado. Yo me subí atrás de él y con un pañuelo trataba de parar la
hemorragia. Llegamos a una estación de servicio. Le lavé bajo una canilla,
cambiamos la toalla y le llevamos al hospital universitario", recordó
Alfredo Boccia.
Una
movilización que hizo historia
La Marcha por la Vida, del 10 de
diciembre de 1988, es considerada la última gran movilización ciudadana contra
la dictadura de Stroessner, que tuvo gran repercusión internacional, y ayudó a
que quienes preparaban el golpe de Estado para derrocar al régimen, se
decidieran con mayor celeridad.
"La marcha había sido convocada
por 30 organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles, sociales y
culturales. Para cuando se realizó el acto ya había 35 personas detenidas. La
marcha fue imponente, pues la prensa estimó en 20 mil el número de
manifestantes, cifra alta considerando la feroz campaña intimidatoria que
precedió a la manifestación", destacan Roberto Paredes y Liz Varela, en el
libro "Los Carlos, Historia del derrocamiento de Alfredo Stroessner".
Beatriz Agüero recuerda que esa misma
noche se hizo otra movilización sobre la avenida Quinta, en barrio Obrero,
ocasión en que detuvieron a algunos activistas: Pete Guggiari, Rossana Saguier
y Pupi Rivarola.
"Entusiasmados por el éxito
obtenido, programamos otra gran movilización para abril de 1989, en que iba a
reunirse la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en Asunción, pero esa ya no
la pudimos realizar, porque el 3 de febrero amanecimos con la noticia de que
había sido derrocado el dictador", concluye Beatriz Agüero.
Me gustan estas historias protagonizada por valientes luchadores por la democratizacion del PARAGUAY!!!
ResponderEliminarParaguayos eran los de antes....
ResponderEliminarEmocionante artículo Andrés. Este texto debería estar en los libros de historia utilizados en las escuelas y colegios, para que los jóvenes conozcan parte de nuestra historia y cómo un Paraguay unido hizo frente a la dictadura. Hoy, más que nunca, necesitamos esa unidad y ese coraje¡
ResponderEliminarLa lista de detenidos los 35 en investigaciones pueden pasar?
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