Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Un
periodista brasileño contó en la revista Veja
que había entrado a una tienda de Ciudad de Este a consultar precios de una
notebook. El dueño mostró varios modelos a precios ventajosos, pero ninguno
tenía marca visible. Cuando el colega rapai preguntó, el otro respondió con una
ancha sonrisa: “No se preocupe, amigo.
Usted elige de qué marca quiere y nosotros le colocamos en el acto”.
Creí que era
una maliciosa leyenda antiparaguaya, pero en estos días vimos en un video a
empleados de las empresas proveedoras de insumos médicos al Ministerio de Salud
colocando las marcas a los productos traídos en un avión desde China, luego de
haberlos desembarcado. Gran parte de los equipos supuestamente de alta
seguridad fueron traídos sin marcas, despachados en Aduana y recién después se
les colocaron las etiquetas. No es un invento. El video fue entregado a la
Fiscalía y el irregular procedimiento es reconocido por el propio ministro
Arnaldo Giuzzio, titular de la Comisión Especial de Control y Supervisión de
Compras Covid.
Es una más
de las tantas irregularidades en torno a las millonarias compras realizadas en
carácter de emergencia para Salud ante la pandemia del Covid-19. La figura
heroica del ministro de Salud, Julio Mazzoleni, y su buena gestión para
contener al amenazante virus –presentado como el capitán de un barco que va
venciendo las tormentas– se va desdibujando cada vez más, y por detrás la del
propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez.
Los buenos
resultados sanitarios exhibidos con orgullo por el mandatario ante la 73ª
Asamblea Mundial de la Salud, esta semana, palidecen frente al lapidario
informe final de la Contraloría, que asegura que la adquisición de insumos y
camas hospitalarias por parte de las empresas proveedoras Imedic SA y Eurotec SA,
vinculadas al denominado clan Ferreira, estuvo viciada de irregularidades “en todas sus etapas”.
Ante la
comprobación irrefutable, tras varios intentos por salvar al menos parte de las
compras, Mazzoleni tuvo que tirar la toalla y comunicar que rescindía
totalmente el contrato. No admite que hemos perdido 70 días en cuarentena
esperando que compren buenos equipos de manera correcta para equipar los
hospitales públicos ante un posible contagio masivo, lo cual no ha sucedido.
Tampoco
quiere hacerse responsable de una denuncia criminal ante la Justicia contra los
responsables de la estafa. “Ya lo
hicieron los diputados”, se lavó higiénicamente las manos, a tono con las
indicaciones sanitarias, en la misma actitud con la que aceptó renuncias y
cambios de varios directivos de Salud, sin explicar motivos ni exigir castigos,
cuando estalló el primer escándalo.
Aplaudido
por la buena gestión sanitaria para contener la pandemia, pero cada vez más
cuestionado (al igual que Marito) por no animarse a cortar de manera firme y
clara la pandemia de la corrupción, el aplaudido capitán, al que muchos dedican
poemas de Walt Whitman (“¡Oh captain! ¡My
captain!”) como en la película La sociedad de los poetas muertos se está
convirtiendo en el capitán de un barco tripulado por piratas muy vivos, que
podría acabar arrastrado por otra tormenta más jodida, la de los miserables que
no renuncian a robar el dinero del pueblo en medio del hambre y la necesidad.
____________________
Publicado en la columna Al otro lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de Asunción, Paraguay. Edición del domingo 24 de mayo de 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario