Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
No sirve de
mucho cerrar con candados el Puente de la Amistad entre Ciudad del Este y Foz
de Yguazú, ni poner alambradas en la avenida que divide a Ponta Porã con Pedro
Juan Caballero, ni cavar trincheras en el camino que separa a Paranhos de
Ypejhú, ni estacionar camiones y ómnibus bloqueando el paso entre Mundo Novo y
Salto del Guairá.
Hay videos
grabados que muestran a numerosos jóvenes brasileños pasando tranquilamente a
la noche bajo las alambradas para no perder sus estudios en las universidades
paraguayas, sin que sean controlados si son portadores del Covid-19.
La frontera
seca entre Paraguay y Brasil tiene 438 kilómetros de extensión desde Salto del
Guairá, Canindeyú, donde acaba el límite fluvial del río Paraná, hasta Bella
Vista Norte, en Amambay, donde comienza la divisoria del río Apa y el arroyo
Estrella. En gran parte el límite es apenas un polvoriento camino de tierra o
un descascarado hito de cemento en medio de la nada, sin ningún tipo de
vigilancia.
Si alguien
quisiera entrar ilegalmente de Brasil a Paraguay, bastaría con trasladarse
hasta unos pocos kilómetros en las afueras de cualquier ciudad de la frontera
seca (en Brasil casi no existen restricciones de movilidad) y cruzar a pie, en
moto o a caballo, por algunos de esos sitios desguarnecidos.
No existen
cámaras de circuito cerrado entre los árboles o los pastizales. No hay
patrullas ni ejército suficiente para cubrir tamaña extensión limítrofe.
Este es el
verdadero peligro que nos acecha y no el de los compatriotas que se aglomeran
en el Puente de la Amistad pidiendo retornar legalmente con todo derecho a su
patria, aquellos que se exponen a las inclemencias del frío, el sol o la
lluvia, sabiendo que luego deberán cumplir largas cuarentenas en los albergues,
y que además serán víctimas de estigmatización por parte de compatriotas poco
solidarios, pero se someten igual a todo este calvario porque quieren hacer las
cosas de manera correcta.
El Brasil,
vecino país con el que nos une una historia conflictiva e intereses
geopolíticos, se ha vuelto el mayor foco potencial de contagio del Covid-19
debido principalmente a la irracional actitud de su presidente, el
ultraderechista Jair Bolsonaro, quien menosprecia los efectos de la pandemia.
Las últimas cifras reportan 16.196 muertes y 243.968 casos confirmados. Un
estudio de la Universidad de Washington estima que más de 88.000 personas
morirían en Brasil para agosto si no se cambia la manera de enfrentar la
pandemia.
Sin que sea
una actitud xenófoba, el Gobierno paraguayo debe asumir una postura más crítica
ante el riesgo de un contagio masivo desde Brasil, reforzando el control de las
fronteras, principalmente en las zonas más permeables, y por sobre todo
cortando de raíz el contrabando de productos que siguen llegando desde el otro
lado con igual riesgo de transmitir el temible virus.
Sería una
pena que todos los esfuerzos que hemos realizado en estos meses de pérdidas
económicas, laborales, culturales, afectivas y hasta de salud mental, con
importantes logros en términos de control de la pandemia, se echen a perder por
no tener el debido cuidado ante una nueva invasión.
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Publicado en la columna Al otro
lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de
Asunción, Paraguay. Edición del domingo 17 de mayo de 2020.
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