Queridos
Reyes Magos:
Me dicen que escribirles es una tontería, una pérdida de tiempo, porque ustedes no son seres reales, son solamente personajes de una antigua leyenda cristiana que se está volviendo cada vez menos creíble.
Me dicen que escribirles es una tontería, una pérdida de tiempo, porque ustedes no son seres reales, son solamente personajes de una antigua leyenda cristiana que se está volviendo cada vez menos creíble.
Eso me dicen… pero aún así les escribo esta carta.
Si
viven en el alma de tantos niños y niñas, si están en el recuerdo nostálgico de
tantos adultos que quizás sigamos atesorando nuestra niñez en algún rincón del
corazón, si son capaces de convocar tantos sueños y tantas fantasías en cada
mágica madrugada del 6 de enero, si pueden despertar tanta energía creadora,
tanta fuerza, tanta esperanza… entonces, ustedes están mucho más vivos que
muchos seres de carne y hueso que hoy son apenas sombras o fantasmas. Ustedes
son mucho más realidad que tantas personas reales y palpables que en el fondo
son mentiras vivientes.
Hasta los nueve años de edad, como tantos niños de Yhú, mi pueblo natal, yo creía fervorosamente en los Reyes Magos.
La magia nos envolvía al escribir cartitas de letras temblorosas, con el esfuerzo de enumerar supuestos actos de bondad, para canjearlos por una pelota de cuero o un camioncito a control remoto. Las entregábamos a nuestros padres, convencidos de que conocían el imposible servicio postal que las llevaría hasta el País de los Sueños.
Sí... era magia la que nos impulsaba a preparar el pasto y el agua fresca para los exhaustos camellos, al pie de la ventana. Era magia la que nos mantenía en duermevela, seguros de poder vislumbrar las sombras de los tres jinetes en el silencio de la madrugada. Era magia la que nos despertaba de un salto para ver qué había junto a los zapatitos. Era magia la que inundaba las calles de risas infantiles, en la mañana del 6 de enero, convirtiendo al mundo en una feliz aldea de niños jugando.
Un día se rompió el encanto... Algún siniestro pyrague, creyendo que acaso nos hacía un favor, nos reveló la supuesta verdad y nos robó la magia.
El mundo se volvió otro. Los Reyes Magos no existen. Los Reyes Magos son los padres. Los Reyes Magos son el invento publicitario de algún shopping center. Los Reyes Magos son políticos en campaña llevando juguetes a los barrios pobres a cambio de votos. En un mundo así, ¿cómo puede haber espacio para la magia?
Pero en esta víspera de la madrugada de Reyes, el niño que sobrevive dentro de mí se adueña de mi mano y me impulsa a escribirles estas líneas, que quedarán dentro de un viejo zapatito en la ventana, en donde les dejo mis pedidos.
Les pido que nos traigan de regalo las ganas y las fuerzas para seguir creyendo que es posible construir un Paraguay mejor. Que a pesar de que el país está así como está, con tanta pobreza, con tanta corrupción, con tanta impunidad, con tantos compatriotas que se ven obligados a emigrar a naciones lejanas para buscar trabajo, con tanto engaño por parte de las autoridades y los políticos… no caigamos en la desesperanza, no caigamos en el error de creer que esto no lo arregla nadie y que ya no vale la pena luchar.
Les pido que nos laven las telarañas de los ojos, para poder ver que, a pesar
Hasta los nueve años de edad, como tantos niños de Yhú, mi pueblo natal, yo creía fervorosamente en los Reyes Magos.
La magia nos envolvía al escribir cartitas de letras temblorosas, con el esfuerzo de enumerar supuestos actos de bondad, para canjearlos por una pelota de cuero o un camioncito a control remoto. Las entregábamos a nuestros padres, convencidos de que conocían el imposible servicio postal que las llevaría hasta el País de los Sueños.
Sí... era magia la que nos impulsaba a preparar el pasto y el agua fresca para los exhaustos camellos, al pie de la ventana. Era magia la que nos mantenía en duermevela, seguros de poder vislumbrar las sombras de los tres jinetes en el silencio de la madrugada. Era magia la que nos despertaba de un salto para ver qué había junto a los zapatitos. Era magia la que inundaba las calles de risas infantiles, en la mañana del 6 de enero, convirtiendo al mundo en una feliz aldea de niños jugando.
Un día se rompió el encanto... Algún siniestro pyrague, creyendo que acaso nos hacía un favor, nos reveló la supuesta verdad y nos robó la magia.
El mundo se volvió otro. Los Reyes Magos no existen. Los Reyes Magos son los padres. Los Reyes Magos son el invento publicitario de algún shopping center. Los Reyes Magos son políticos en campaña llevando juguetes a los barrios pobres a cambio de votos. En un mundo así, ¿cómo puede haber espacio para la magia?
Pero en esta víspera de la madrugada de Reyes, el niño que sobrevive dentro de mí se adueña de mi mano y me impulsa a escribirles estas líneas, que quedarán dentro de un viejo zapatito en la ventana, en donde les dejo mis pedidos.
Les pido que nos traigan de regalo las ganas y las fuerzas para seguir creyendo que es posible construir un Paraguay mejor. Que a pesar de que el país está así como está, con tanta pobreza, con tanta corrupción, con tanta impunidad, con tantos compatriotas que se ven obligados a emigrar a naciones lejanas para buscar trabajo, con tanto engaño por parte de las autoridades y los políticos… no caigamos en la desesperanza, no caigamos en el error de creer que esto no lo arregla nadie y que ya no vale la pena luchar.
Les pido que nos laven las telarañas de los ojos, para poder ver que, a pesar
de tantas malas noticias, también hay cosas lindas que han ocurrido y siguen
ocurriendo. Que hay mucha gente construyendo pequeñas cosas, desde lo
cotidiano, desde lo comunitario. Que no todos somos corruptos. Que hay gente
honesta, valiente, idealista, y a lo mejor está allí, en la casa vecina, y que
tal vez muchos periodistas todavía no tenemos el valor de descubrir que ellos
son en realidad la buena noticia, la verdadera buena noticia.
No les pido que vengan ustedes a solucionar nuestros problemas, porque en realidad no podrían hacerlo, por más magos que sean. Además no va a servir, porque así no aprenderíamos nada. Pero en cambio sí podrían ayudarnos a descubrir que nosotros podemos, que somos capaces de superar nuestras propias limitaciones, de unirnos por encima de las diferencias, pensando en el país que les vamos a dejar a nuestros hijos.
Los abraza con mucho cariño.
No les pido que vengan ustedes a solucionar nuestros problemas, porque en realidad no podrían hacerlo, por más magos que sean. Además no va a servir, porque así no aprenderíamos nada. Pero en cambio sí podrían ayudarnos a descubrir que nosotros podemos, que somos capaces de superar nuestras propias limitaciones, de unirnos por encima de las diferencias, pensando en el país que les vamos a dejar a nuestros hijos.
Los abraza con mucho cariño.
Andrés
Muy bueno Andrés.Dios te bendiga.
ResponderEliminarHabía una poesía hermosisima que estaba en un libro de castellano de muy antes, y trataba de los reyes magos, de un "zapatito viejo de ordinario cuero" y de un final que descubría "que los reyes magos tan sólo son hombres" pero hasta ahora no pude volver a encontrar el poema
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