Por
Andrés Colmán Gutiérrez
Había
que estar allí para sentirlo. Había que vencer al propio miedo para acudir a la
cita. El lugar podía ser una calle vecinal o una plaza popular, el épico
festival Mandu’ará en la solidaria Misión de Amistad, quizás una iglesia de
barrio, el galpón reciclado de una vieja fábrica o el patio de alguna
universidad con jóvenes en pie de lucha…
¿Cuarenta
años, ya…? Pareciera que fue ayer.
Casi
siempre había un cordón de policías con cachiporras y armas, intentando
desalentar con mirada torva a quienes nos atrevíamos a desafiar la prohibición
suprema.
A veces
los recitales se suspendían abruptamente por “orden superior”, o la Policía nos
aguardaba con una feroz garroteada a la salida.
Nada de
eso impedía que se enciendan las luces, y que los grupos y solistas del
Movimiento del Nuevo Cancionero Popular Paraguayo salgan a desafiar con
guitarras y emocionadas voces al sistema dictatorial, en medio de los
entusiastas aplausos de la multitud.
Aquello
era más que música, más que un hecho artístico. Era la grata sensación de estar
juntos, vencer al miedo y compartir sueños.
Era
sentir el pîrî -como decimos en nuestra dulce lengua guaraní-, esa sensación que
te eriza la piel. Vibrar al unísono, cuando los chicos y chicas de Sembrador
salían al escenario, y ese inolvidable coro de cinco o seis voces se volvía una
sola voz colectiva: “…la música, el
trigo, la paz / los niños, el cielo más claro y azul/ ¡esa es la Patria en que
quiero vivir!”.
¿Han
pasado cuarenta años, ya…? Pensar que todo comenzó en 1973, la época más dura
de la represión dictatorial. ¿Quién podría creer que justamente en la Facultad
de Derecho UNA, uno de los reductos universitarios más controlados por el régimen,
nacería el grupo musical contestatario que se volvería leyenda con los años?
La
coartada inicial fue formar un quinteto para competir en el Festival
Universitario de la Canción. Estaban los hermanos Maneco y José Antonio Galeano,
Chela Villagra, Gilda Arias y Derlis Esteche. De aquel grupo fundacional surgió
el nombre que se inscribiría en la historia musical: Sembrador.
De
alguna manera, las dos canciones elegidas para el estreno festivalero fueron
sintomáticas: India, marcando el rescate del proscripto José Asunción Flores y
la reivindicación del folklore más genuino, y San si Juan no que si, entonces
recién creada por Maneco, que marcaba los aires de renovación, las bases de un
nuevo cancionero.
¿En
serio, pasaron cuarenta años…?
Tanta
agua bajo los puentes. Tantas canciones. Tantos sueños. Aunque algunos
integrantes de Sembrador fueron variando desde aquella primera noche, la
leyenda fue creciendo.
Maneco
se nos fue en su mejor momento, dejándonos el más significativo legado de
canciones para un nuevo tiempo. A José Antonio se le unieron Jorge Garbett,
Jorge “Tuga” Ramírez, Luis Antonio “Pulgo” Barriocanal, Jorge Arturo Aponte,
Ati Troche y Claudia Abente, en la conformación más conocida, la que en los años
’80 se volvió bandera de resistencia cultural, junto a Juglares, Vocal Dos, Ñamandu,
Ara Pyahu, Gente en Camino…
En
estas cuatro décadas de la historia paraguaya, cambiante y conflictiva, pero
siempre tercamente iluminada por la esperanza, la música de Sembrador estuvo
presente, animando procesos y acompañando de manera solidaria, poniéndole banda
sonora a la constante lucha del pueblo por conquistar y consolidar la
democracia.
De la
canción de protesta a la canción de propuesta, el grupo ha sabido mantenerse en
las máximas alturas del arte, lejos de las tentaciones del panfleto,
incorporando sonidos experimentales pero manteniendo siempre la esencia de un
canto hondamente testimonial, equilibradamente combinado con el rescate del
folklore paraguayo y latinoamericano más genuino. Afinados arreglos corales que
se han vuelto su sello característico y el aporte de grandes recordados
maestros en una serie de conciertos de antología: Oscar Cardozo Ocampo, Jorge “Lobito”
Martínez, Luis Szarán, Luis Luccini Rivas, Philomúsica de Asunción, coro
Paraguayo de Cámara… quedan grabados en
una docena de discos que ya son parte viva del mejor acervo artístico y
cultural del país.
En esta
más reciente etapa, a los tres antiguos integrantes más persistentes, Jose
Antonio Galeano, Jorge Garbett y Tuga Ramirez, se han unido las encantadoras
voces de Gilda Heisecke y Julia Peroni, en un reformulado quinteto que
sintetiza la más rica historia musical del grupo, con una alentadora proyección
hacia el futuro, demostrando que la buena música no tiene edad ni tiempo, o que
cada tiempo es su mejor lugar.
¡Feliz
cuarenta aniversario, querido Sembrador…!
(Texto escrito para el programa entregado
al público en los conciertos conmemorativos Sembrador 40 años, 2 y 3 de agosto, Teatro Municipal, Asunción).
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