Revisando el archivo para preparar una edición especial por los 40 años de Última Hora, me encontré con esta pequeña joyita.
Es un
reportaje que me tocó realizar en julio de 1980, para El Correo Semanal de Última
Hora, junto con el fotógrafo Jorge Adorno (jefe de Fotografía de ÚH durante
muchos años).
Yo tenía
entonces 19 años de edad y hacia menos de un año que había ingresado a formar
parte de la Redacción. Algunos amigos de mi ciudad adoptiva me avisaron entonces
que un acróbata alemán había pedido autorización a las autoridades del
Municipio para realizar un show de acrobacia: Se proponía cruzar caminando
sobre un cabo de acero (sin red) sobre los Saltos del Guairá, uniendo las
fronteras de Brasil y Paraguay.
Aquel
podía ser un reportaje fantástico. Se lo propuse a Tony Carmona, entonces
editor de El Correo Semanal (en esa época, el suplemento tenía un perfil más de
revista de fin de semana, que del actual estilo cultural), quien me dio luz
verde y me facilitó todos los recursos para el viaje.
Partimos
en una vieja camioneta Ford F100, pilotada por el recordado Bartolomé “Loro”
Insfrán. Viajamos por territorio brasileño, via Foz de Yguazú, ya que en esa época,
desde Coronel Oviedo hasta Salto era camino de tierra, y con las lluvias se
tardaba días en llegar. En Guaíra (la ciudad brasileña frente a Salto del Guairá),
pudimos ubicar al acróbata y hacerle una primera entrevista.
Así
conocí a Peter Rehlinger, el aventurero alemán de 44 años de edad, que recorría
el mundo realizando hazañas acrobáticas en lugares desafiantes. Buscaba el
Record Olímpico Mundial.
El día
12 de julio de 1980, a las 14:52, Peter inició su show. Había un cabo tirante
de extremo a extremo, de país a país, sobre el cañón del río Paraná, con el
fondo de la Séptima Cascada, la llamada “Garganta de Diablo”.
Multitudes
de curiosos se agolpaban al borde de los barrancos, a ambos lados del rugiente
río fronterizo. Dice la crónica que escribí entonces: “La expectativa crece,
hasta que una figura vestida de blanco empieza a dar los primeros pasos sobre
el cable, desde la costa brasileña. Su figura, más bien pequeña, apenas se
destaca entre el imponente escenario natural. Lleva en sus manos una barra de
equilibrista con una bandera brasileña ondeando al viento. Por instantes, el
rumor inmenso de las cascadas parece bajo los aplausos de la multitud”.
Tardó
doce minutos en cruzar el cañón de 250 metros de ancho. En la costa paraguaya,
fue recibido por el gobernador (Juan Vicente Caballero) y el intendente de
Salto, coronel Isabelino Pimienta (padre del hoy médico y sindicalista César
Pimienta), a quienes entregó la bandera brasileña y estos le entregaron una
bandera paraguaya. Allí me dijo: “Estoy apenas un poco cansado, hay mucho
viento y resultó bastante difícil. Pero creo que puedo volver a hacerlo”.
Acto
seguido volvió a cruzar, llevando esta vez la bandera paraguaya, pero se detuvo
en medio del río, donde un trapecio colgaba del cabo. Amarró la bandera y empezó
un show de trapecista, que tuvo más de una hora de duración. Se acostó sobre el
cable, se balanceó, se dejó colgar de una pierna, de un pie, de una mano.
Reproduzco
otro párrafo de aquella crónica: “Su nombre es Peter Rehlinger y en un increíble
show suicida, lleno de simbolismo, burló a la muerte sobre los Saltos del Guairá,
unió la frontera de dos países y todavía se dio el lujo de bailar sobre el
cable con los ojos vendados. Si decimos que hasta las cascadas próximas a
desaparecer, callaron su voz para dejar oír la ovación del público, tal vez no
estemos exagerando…”.
Dos años
después empezaría a formarse el llamado Lago de Itaipú, para poner en
funcionamiento a la represa hidroeléctrica, ahogando a los portentosos Saltos
del Guairá, matando así a una de las consideradas Siete Maravillas de la
Naturaleza en el Mundo.
En
homenaje a aquellas inolvidables cascadas, que marcaron el utópico paisaje de
mi adolescencia en la frontera de Canindeyú, rescato hoy estos recuerdos periodísticos…
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