Estaba
yo de visita en casa de unos amigos, en la zona de Caaguazú, cuando veo a una
de las hijas de los dueños de casa, Camila, de apenas 8 años de edad, prendida
al equipo de sonido, sintonizado en una emisora de radio local, escuchando
atentamente una audición de músicas onda retro, con un teléfono celular en la
mano.
Me
pareció extraño que a una niña aún pequeña le interesara ese tipo de baladas
musicales románticas antiguas, en su mayoría de los años 60 0 70, y se lo
comenté a mi amigo.
-¡No,
no le gusta para nada…! –me explicó-. ¡Ella prefiere el trash metal! Lo que
pasa es que está copada con los concursos de premios que hace el locutor, y los
gana casi todos. ¡Tiene un método infalible…!
El tema
me intrigó, y quise saber más. Me acerqué a observar. En la radio, el locutor,
con tono de sobrador, iniciaba una nueva ronda de “la incógnita musical del día”.
-¡A que
no adivinan este tema…! ¡Esto está súper difícil! ¡El oyente que llame primero
y nos diga cómo se llama esta música, se lleva un termo y una guampa para tereré….!
En
seguida, se escucharon los acordes de una balada musical.
Entonces
veo que Camila dirige rápidamente su teléfono celular hacia uno de los
parlantes, oprime un botón, y al instante la pantalla del teléfono le revela el
secreto: “Murió la flor – Los Ángeles Negros”.
En
seguida, Camila oprime otro botón, esta vez de un número telefónico
pre-programado, y en unos segundos escucho su vocecita en la emisora.
-¡Hola…!
La música se llama “Murió la flor”, y la cantan “Los Ángeles Negros”.
-¡Oh no…
Camila! –la reconoció el locutor- ¿Cómo haces para adivinar siempre? ¡Esta niña
es una genia! ¡Está bien… vení a retirar tu premio!
Más
tarde, Camila me reveló que en su teléfono celular tenía una aplicación
gratuita llamada “Shazam” (como el mago del cómic Capitán Marvel), que con solo
dirigir el teléfono hacia el lugar donde está sonando una música, identificaba
en seguida el título, el nombre del intérprete y todos los datos técnicos.
Luego me llevó a su cuarto, donde me mostró la colección de termos, muñecas,
pelotas, juegos de maquillajes y otros objetos que había ganado en los
concursos radiales de “incógnitas musicales”.
-¡Estos
locutores son unos tontos…! –se río la niña- ¡No saben todavía que existe
Shazam…!
Me
sonrojé. Yo tampoco lo sabía. Allí me enteré que el procedimiento se llama
taggear (etiquetar, reconocer) en el mundo digital, y que hay muchas otras
aplicaciones similares para smartphones, como Soundhound.
Esto me
ocurrió hace ya algunos años. La anécdota me vino a la memoria hace pocos días,
cuando escuché al querido amigo y colega Oscar Acosta, en el programa “En voz
alta” que hacen a la siesta con su esposa Menchi Barriocanal, por Radio
Monumental, cayendo en la misma trampa.
Oscar
tenía un premio que quería regalar a sus oyentes, y no se le ocurrió un truco más
“del viejazo” que proponer la clásica “incógnita musical”. Puso un tema de la
cantante inglesa española Jeanettte, de los años 70, “Comiénzame a vivir”, y
dijo: “Esta es bien difícil, no la van a poder a adivinar…”.
Menchi
intentó avisarle: “Oscaaar… ahora los adolescentes tienen una aplicación en el
celular, que reconoce las músicas al instante…”, pero ya era tarde. Una voz
juvenil sonaba al otro lado, a los pocos segundos, dando el nombre de la
cantante y la canción. Y el premio se tuvo que ir.
Oscar
tampoco lo sabía...
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