Vuelven a cantar en Paraguay después de siete años. Historia
de una relación esporádica y solidaria con los más literarios autores de la
canción en español.
Andrés Colmán Gutiérrez -
@andrescolman
“Uno aprende siempre la vieja guarania/ que
el maestro Flores enseñó/ ningún escenario es tierra extraña/ y es un lujo
volver a Asunción” proclamaba la voz desgarrada de Joaquín Sabina
la noche del 17 de abril de 2011, durante su segundo concierto bajo una luna
bohemia a orillas del río Paraguay, pero quien antes la aprendió a cantar en
guaraní fue su primo El Nano, Joan
Manuel Serrat, cuando incluyó en su disco Cansiones (2000) una peculiar versión
de Che pykasumi, guarania con letra
de Cecilio Valiente, música de Eladio Martínez y del propio creador del género
musical, el maestro José Asunción Flores, en parte traducida y adaptada al
español por Serrat con ayuda de nuestro querido poeta Rubén Bareiro Saguier.
Aquella
fue la primera vez que el autor de Mediterráneo
grabó en una lengua indígena, otorgando una dimensión más universal a la ancestral
cultura paraguaya. “Elegí Che pykasumi
como homenaje a un pueblo que supo mantener viva su propia lengua nativa, tal
como lo hemos hecho los catalanes. Deseo coronar ese homenaje yendo a Asunción
a cantar al pueblo paraguayo en su propia auténtica lengua”, le dijo El Nano a Bareiro Saguier, quien por
entonces oficiaba de embajador paraguayo en Francia.
Serrat
vino a Asunción y ofreció un recital en el estadio León Condou, entonando Che pykasumi con voz emocionada,
deslumbrando al público con su casi correcta pronunciación de las vocales
nasales y guturales del guaraní. Acabó de ganarse el corazón de los paraguayos,
aunque la relación a distancia había empezado antes, quizás en los duros años
de la dictadura stronista, cuando sus clásicas canciones circulaban
clandestinamente entre las de Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés o
Víctor Heredia, junto a los de artistas locales como Juglares, Sembrador, Vocal
Dos, Pato Brítez, Ñamandú, Gente en Camino.
En
1990, tras la caída de la dictadura, los músicos Jorge Garbett y José Antonio
Galeano, metidos a empresarios de espectáculos, se animaron a organizar el
primer concierto de Joan Manuel en el país, una emotiva noche en el estadio del
Club Olimpia. No les resultó buen negocio, pero aquel abrazo fundacional de
Serrat con el público paraguayo quedó para la historia.
Serrat
y Sabina cantarán juntos por segunda vez en Asunción en el concierto “No hay
dos sin tres”, esta noche, en el Arena SND. Es la quinta visita de Serrat y la
cuarta de Sabina. Buena oportunidad para repasar la esporádica y solidaria
relación del Paraguay con los más literarios autores de la canción en español.
Del Poble Sec a Úbeda
Aunque
llevan pocas diferencias en edad (Serrat tiene 75, Sabina 70), El Nano ya sostenía una dilatada carrera
artística cuando Martínez Sabina empezó a componer y a cantar. Joan Manuel
editó su primer disco en 1965 (Una guitarra),
Joaquín lo hizo recién en 1978 (Inventario).
Sabina
considera a Serrat su ídolo y maestro. En los escenarios que comparten el
catalán caricaturiza su rol de gurú para burlarse de su compañero, quien acepta
ser un canalla aprendiz.
En el
2000, cuando Serrat vino a su segundo concierto en Paraguay, un periodista le
preguntó: “¿Qué opina de los nuevos
artistas como Joaquín Sabina, que siguen su estilo y son como sus hijos en lo
musical?”.
El Nano respondió: “Si Sabina fuera hijo mío, hace rato lo hubiera
metido en un reformatorio”.
Sus
historias son parecidas pero diferentes. Durante la dictadura del generalísimo
Francisco Franco en España, Serrat fue perseguido y se exilió en México en
1974, en donde permaneció hasta el final del franquismo. Fue su etapa más
latinoamericana, de un fuerte compromiso con las luchas democráticas. Temas
como Para la libertad, Cantares, Algo
personal, se volvieron himnos de resistencia. Los procesos de restauración
institucional en Argentina y Chile le deben una activa militancia.
Sabina,
aunque escribió poemas en su juventud, no soñaba con ser artista, apenas un
ilustrado maestro de literatura. Relacionado con grupos de izquierda, en 1970
lanzó un cóctel molotov contra la sede de un banco y tuvo que salir del país.
Viajó a Paris y luego a Londres, en donde empezó a cantar en las calles y en
tugurios para sobrevivir, hasta conseguir volver.
Mientras
Serrat era ya un estandarte de la canción social en Iberoamérica, Sabina
asomaba como un artista posmoderno, provocador y algo rockero, ofreciendo
conciertos en el sótano de un bar madrileño, La Mandrágora. Las letras de sus canciones ya llamaban la atención
por su calidad literaria y su ironía crítica, su desencanto poético y su
desenfado.
En la
medida en que creció su fama de cantautor, su relación con Latinoamérica
prendió en Argentina, México, Perú, Chile, Uruguay, en donde sus admiradas
referencias literarias, poéticas, políticas y musicales hacia figuras como
Evita, Borges, Cesar Vallejo, Gardel, José Alfredo Giménez, Chavela Vargas,
Violeta Parra, Gabo, Charly García, conquistaban a una creciente legión de
fans. Su adhesión a causas como las de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y
el eco solidario de sus canciones lo inscribieron tardíamente en los círculos
de nuevas trovas o nuevos cancioneros, que para entonces ya
sonaban con telarañas.
Las noches de Asunción
El tren
de Sabina también llegó tarde al Paraguay. Su primer recital fue en el Club Sol
de América, el 9 de julio de 1997, con un show acústico y minimalista. El
músico canalla de chaleco multicolor y sombrero bombín se mostró sorprendido de
que un público desconocido coreara de memoria sus canciones. “Tendremos que venir otra vez...”,
anunció.
De
aquel viaje quedaron rumores de andanzas en la madrugada asuncena, una visita
al Karin Club donde quizás conoció a la Magdalena Guaraní. Son historias que
alimentan una leyenda que ahora él lo
niega todo.
Volvió
a regalarnos su mes de abril en 2011, en el Yacht, cuando sorprendió con su
poema a Asunción y a la guarania del maestro Flores. Un año después volvió,
esta vez formando dúo con su primo El Nano, en aquel primer inolvidable
concierto “Dos pájaros contracan”.
Serrat
se involucró mucho más con la política y la historia paraguaya. En su tercera
visita, en febrero de 2007, visitó el Museo de las Memorias, el otrora temible
centro de detención y torturas conocido como La Técnica, abrazó a las víctimas de la dictadura y dejó un mensaje
solidario a favor de la lucha por la democracia.
Serrat
y Sabina son casi indiscutiblemente los más literarios autores de la canción en
español. Como lo han hecho en inglés Bob Dylan o Leonard Cohen, en el mundo de
la música pocos pueden alcanzar la excelencia en versos como “A tus atardeceres rojos/ se acostumbraron
mis ojos/ como el recodo al camino” (Mediterráneo, Serrat) o “Desafiando el oleaje/ sin timón ni timonel/
por mis sueños va/ ligero de equipaje/ sobre un cascarón de nuez/ mi corazón de
viaje/ luciendo los tatuajes/ de un pasado bucanero/ de un velero al abordaje/
de un no te quiero querer” (Peces de ciudad, Sabina).
En 2007
unieron sus historias, sus canciones, su creatividad, su humor y su desparpajo
en una primera gira por España y Latinoamérica. Decían que era un matrimonio
con fecha de caducidad, pero el éxito los obligó a replicar. En la segunda gira
incluyeron al Paraguay. En esta “No hay
dos sin tres” otra vez están aquí.
Artistas
inmensos, autores de canciones que marcaron épocas, será un lujo escucharlos.
En sus anteriores actuaciones, Serrat siempre cantó la vieja guarania y Sabina
lo acompañó respetuosamente con una copa de champagne. Ningún mejor símbolo de
retribución a un público que ama sus
canciones y que admira tanta creatividad y compromiso solidario.
En
Asunción siempre hay una calle melancolía y en el Paraguay también nacimos en
el Mediterráneo.
__________________
(Publicado en la sección de “El Correo
Semanal” del diario Última Hora, Asunción, edición del sábado 16 de noviembre
de 2019).
Joan Manuel Serrar en su visita al Museo de las Memorias, en 2007. |
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