Andrés
Colmán Gutiérrez – @andrescolman
Podríamos
quedarnos con las injustificables imágenes de los pobladores de diversos
barrios de Asunción y otras ciudades que reclaman por largos días sin agua
potable. ¿Cómo se entiende que el Ministerio de Salud exija lavarse las manos a
cada rato para no contagiarse con el coronavirus, pero la Essap niegue el
líquido vital? ¿O que la urgente solución a este drama no sea una prioridad
para el Gobierno?
Podríamos
quedarnos con las patéticas escenas de gente peleando a bordo de un ómnibus del
transporte público, por la tensión entre la nueva disposición de que no suban
pasajeros apretujados como en latas de sardina (como tendría que haber sido
siempre) y el reclamo de quienes necesitan viajar “como sea” para llegar a sus
lugares de trabajo y poder ganar el sustento diario.
Podríamos
quedarnos con el lamentable cuadro de los comerciantes y dueños de farmacias
que buscan lucrar con el miedo de la gente, alzando de manera abusiva los
precios de los artículos más requeridos: Alcohol en gel, tapabocas,
medicamentos, ante la inutilidad de los organismos encargados de proteger al
consumidor.
Podríamos
reiterar el conocido informe sobre un sistema de salud precario y colapsado en
tiempos “normales” y en la apocalíptica suposición de lo que puede llegar a
ocurrir si el Covid-19 se llega a expandir de manera incontrolada.
Sí,
podríamos quedarnos con todo eso y mucho más... pero por esta vez propongo
poner el foco en otros detalles, superar las teorías conspirativas y el hábito
de ver solamente el lado oscuro de la luna, para rescatar algunas imágenes
luminosas, aun ante el negro cuadro de la pandemia y las drásticas
restricciones impuestas por las autoridades.
La vecina
del barrio Sajonia, de Asunción, que instaló una mesita con una gran botella de
alcohol en gel y toallas de papel en su vereda, a disposición de quienes pasen
por el lugar. El supermercado de Ypacaraí que montó una cabina para el lavado
de manos en la entrada del local, invitando a todos sus clientes a higienizarse
antes de ingresar. Los empresarios que decidieron cerrar por catorce días sus
locales y dar vacaciones a sus empleados, manteniendo sus salarios, aun
sabiendo que van a perder mucho dinero. El intendente de Ciudad del Este que
destinó lo recaudado en la Terminal de Ómnibus para construir un nuevo pabellón
en el hospital regional, destinado exclusivamente a pacientes con coronavirus.
Son
pequeñas y grandes acciones que denotan un espíritu de colaboración, de
sacrificio y de solidaridad en un momento más que difícil. No es fácil cambiar
pautas culturales de la noche a la mañana, pero la alarma está logrando que
mucha gente valore el hábito de la higiene como un modo de proteger la salud
personal y comunitaria. Y así como hubo cuestionables carreras consumistas en
los supermercados y mucha información falsa corriendo en los teléfonos
celulares, también empezaron a surgir maneras creativas de sentirse más juntos:
Cadenas de oración a través de grupos de WhatsApp, conciertos musicales y
propuestas artísticas que se pasan unos a otros por redes sociales en internet,
platos de comida sobre las murallas, saludos y abrazos a distancia.
Las
grandes crisis, las catástrofes, las situaciones límites, suelen sacar lo peor
pero también lo mejor del ser humano. El forzado periodo de cuarentena nos
traerá –además de situaciones de dolor y de pérdidas–, graves consecuencias
económicas, pero también la oportunidad de aprender muchas cosas esenciales,
como entender porqué necesitamos un mejor sistema de salud.
Ya
tendremos la ocasión de seguir bajándole la caña a nuestras autoridades y
reclamar justicia ante tantas arbitrariedades. Mientras, aprendamos a vivenciar
los últimos versos de Jorge Drexler: “La
paranoia y el miedo/ no son ni serán el modo/ de esta saldremos juntos/
poniendo codo con codo”.
Es tiempo
de lavarnos las manos y el alma.
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