Andrés
Colmán Gutiérrez – @andrescolman
Hace poco
menos de un mes nadie habría pensado que pasaríamos las noches encerrados en
nuestros respectivos hogares, esperando con ansiedad el posteo diario de un
ministro en Twitter como quien esperaba el capítulo siguiente de la serie
televisiva Game of Thrones o como quien espera en estos días el limitado
subsidio del Gobierno o el sueldo de fin de mes.
El diario
tuit nocturno del doctor Julio Mazzolenni, ministro de Salud Pública y
Bienestar Social de la República del Paraguay, reportando datos del avance de
la pandemia del Covid-19 en nuestro país con un lenguaje frío y circunstancial,
conciso y preciso, con disciplina de médico militar, se nos ha vuelto tan
esencial como el hoy esquivo pan de cada día o como el abrazo que ya no podemos
dar a nuestros seres queridos. Cada tuit se acompaña y se sufre como uno de
esos antiguos partidos futbolísticos de la Albirroja.
Hasta
hace poco menos de un mes, Mazzoleni era considerado uno de los grises
burócratas que integran el Gabinete del presidente Mario Abdo Benítez. Las
críticas de los gremios de trabajadores de blanco lo señalaban como uno de los
deficientes gestores de una desastrosa política sanitaria, arrastrada durante
décadas por sucesivos gobiernos (principalmente colorados), con manejos de
corrupción e instrumentalización partidaria, que ha dejado hospitales públicos
desabastecidos y en ruinas, con infraestructura y recursos siempre
insuficientes ante las filas de pacientes desesperados por recibir atención.
Pero
llegó la pandemia del coronavirus y el mundo se dio vuelta. Los hábitos de
nuestra vida cotidiana se disolvieron en la nostalgia y nos vimos obligados a
abandonar casi todo para asumir esta prolongada prisión domiciliaria, cual
náufragos digitales, con la ilusión de que el microscópico monstruo no nos
alcance. En este contexto, la figura del hierático ministro de Salud se nos
reveló inesperadamente como el necesario conductor de una verdadera cruzada por
la supervivencia.
Más
técnico que político, impertérrito en sus apariciones públicas, prudente en sus
consideraciones, fríamente amable en su relación con la prensa y la ciudadanía,
claro y firme en sus respuestas, con un look que combina al detective Kojak con
el profesor Xavier de los X-Men, Mazzoleni supo ocupar un rol clave ante la
crisis global, ganándose la confianza y el respeto de gran parte de la
población. Aunque hay quienes sostienen que las audaces medidas adoptadas por
el Gobierno fueron sugeridas por otros integrantes de su equipo, como el joven
epidemiólogo Guillermo Sequera, director de Vigilancia de la Salud, no le quita
mérito al ministro ni al presidente de la República haberles hecho caso y haber
asumido el gran costo político y económico.
Existen
muchas cosas cuestionables en este proceso: los abusos de los policías del
Grupo Lince contra infractores pobres de la cuarentena, pero condescendientes
con los infractores pudientes; los exabruptos autoritarios del ministro del
Interior; el egoísmo miserable de la mayoría de los legisladores y políticos
para intentar retener sus privilegios; la actitud inescrupulosa de empresarios
y comerciantes al aumentar precios de alimentos y artículos de primera
necesidad; la inconciencia de un sector de la población en exponerse al
contagio y por sobre todo la cruda realidad de pobreza que se acrecienta con el
paro sanitario. En contrapartida son admirables los muchos gestos de
solidaridad, la actitud vigilante de la ciudadanía, las protestas que lograron
–por ejemplo– obligar al Gobierno a aumentar al doble el monto del subsidio
alimentario. Falta mucho más, pero es bueno ver que vamos construyendo otras
formas de movilización ciudadana y expresión política en tiempos de
coronavirus.
Y ahora
les dejo. Empieza mi vigilia para esperar el siguiente tuit de Mazzoleni.
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Publicado en la columna Al otro
lado del silencio, sección Opinión, del diario Última Hora de
Asunción, Paraguay. Edición del sábado 28 de marzo de 2020.
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