Andrés Colmán Gutiérrez — @andrescolman
Cuando surgió la posibilidad de que Mario Abdo Benítez, hijo de Mario Abdo Benítez, ex secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, llegara a la Presidencia de la República, se encendieron previsibles luces de alarma en un sector crítico de la ciudadanía. ¿Avanzábamos hacia un neo-stronismo, un proyecto totalitario bajo nuevas formas?
Marito,
quien inició su carrera en el movimiento Reconstrucción Nacional Republicana,
reivindicando la herencia política del stronismo, y luego en Paz y Progreso,
liderado por Alfredo Goli Stroessner, nieto del dictador, entendió sin embargo
que necesitaba despegarse de ese legado nefasto. Fue asumiendo un perfil más
democrático. En el 2017, como presidente del Congreso, se convirtió en uno de
los principales referentes de la lucha por la institucionalidad, cuando el
entonces presidente Horacio Cartes intentó violar la Constitución para imponer
la reelección presidencial.
Desde su
llegada a la Presidencia, además de sumar a su Gabinete a ex luchadores contra
el stronismo, como Euclides Acevedo y Juan Ernesto Villamayor, Marito habla
poco del tirano ex jefe de su papá. A veces, recuerda sus obras para
compararse, pero marca distancia cuando dice: “No puedo reivindicar la tortura,
la corrupción, el autoritarismo, la persecución a la prensa”. Su ex mentor
político y compañero generacional, Alfredo Goli Stroessner, sintiéndose
traicionado, lo califica de “inútil” y “cobarde”, recriminándole por no
repatriar los restos de su dictador abuelo, para concluir: “Le importa un carajo
Stroessner”.
La amenaza
de un retorno a la dictadura, sin embargo, está peligrosamente latente en este
Gobierno. Más que del Ejecutivo, proviene de la Fiscalía manejada por el
cartismo, que ha intentado imputar al escritor Miguel Ángel Fernández y a la activista
Diana Bañuelos solo por ejercer el constitucional derecho de protestar. Aún más
de la mayoría colorada (con alguna complicidad liberal) en la Cámara de
Diputados, que ha violado abiertamente el artículo constitucional que otorga
fueros de opinión a los legisladores para suspender a la diputada Celeste
Amarilla por acusarlos genéricamente de ingresar a la función con dinero sucio.
Atrás se
mueven los hilos del ex presidente Horacio Cartes, que se ha metido en el
bolsillo al abdismo con la Operación Cicatriz, acaparando el control de
importantes instituciones. Ya sabemos de lo que es capaz Cartes. Marito guarda
silencio. Podrá decir que son otros poderes, pero la mitad de los diputados
dictadores responden a su movimiento Añetete. Algo tiene que decir, alguna
línea tiene que bajar, antes de que el pasado lo devore.
Los abusos
totalitarios quedan impunes porque las instituciones que deberían defender el
estado de derecho, no funcionan. Fiscalía, Justicia, Contraloría, Defensoría
del Pueblo, bien gracias. Miran desde el balcón o son cómplices. La oposición
está dividida y arrastra una gran crisis de representatividad. La sociedad
civil permanece apática, en mayor parte. Si no surgieran voces críticas, como
las del Colegio de Abogados, la Conferencia Episcopal, el Senado, la prensa,
esto ya sería dominio del Gran Hermano.
Welcome to the jungle. Bienvenidos a la
dictadura. Si no hacemos algo para pararles el carro a estos abusivos, nos va a
ir mal.
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(Publicado
originalmente en la columna Al otro lado del silencio, sección
opinión del diario Última Hora, domingo 18 de octubre de 2020).
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