Carmen Benítez aprendió de sus padres el arte de construir muñecos para el Judas kái.
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¿Ya ha
pensado en ver arder a su jefe o al político más odiado, representados por un
muñeco? La tradición del Judas kái, en el San Juan Ára, permite este simbólico
ritual de venganza o de expiación colectiva. En Luque se fabrican a pedido, con
la imagen que el cliente elige.
Al
principio son solo muñecos rellenados con trozos de tela y hojas de papel de
diario, a los que se les van dando características humanas, "a pedido de
los clientes".
Hay
quienes prefieren llevar a la hoguera a algún aborrecido senador (senarrata) o
diputado (dipuchorro), en cuyo caso se lo vestirá con traje y corbata.
Pero,
definitivamente, el personaje más solicitado para ser quemado este año es
Pelusco, un muñeco que imita al ex director técnico de la selección nacional de
fútbol, el uruguayo Gerardo Pelusso, presuntamente el "gran culpable"
de que la albirroja no estará presente en el Mundial de Brasil 2014.
"Pelusco
es el muñeco que más nos piden los clientes, al igual que Napú (imitación del
empresario Juan Angel Napout, presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol)
y Tacuarilla (por el jugador de la selección, Oscar Tacuara Cardozo); parece
que este año todos les quieren quemar a ellos nomás luego", dice Carmen
Benítez, dueña de la fábrica de juegos artificiales La Luqueñita, la artesana más
reconocida en el oficio de confeccionar muñecos para el juego del Judas kái.
"Arde, maldito, arde..."
El
Judas kái o quema del Judas es uno de los juegos más aclamados en las
tradicionales fiestas de San Juan, o San Juan Ára, que se celebran el 24 de
junio, pero que por su gran convocatoria popular ya se realizan desde varias
semanas previas y se siguen repitiendo durante todo el mes siguiente.
Aunque
las celebraciones tienen orígenes en antiguas fiestas populares europeas,
religiosas y paganas, que combinan la consagración del solsticio de verano en
el hemisferio norte con el culto católico a San Juan Bautista, fueron
introducidas en América por los conquistadores españoles y asumieron características
propias en cada región. En Paraguay, las fiestas adquirieron elementos folclóricos
de la cultura indígena guaraní.
Según
refiere el investigador Dionisio González Torres, en su obra Folklore del
Paraguay, la quema de Judas es un ritual en donde el pueblo, simbólicamente,
toma venganza del apóstol Judas Iscariote, por haber traicionado a Jesús,
colgando en un lugar público a un muñeco que lo simboliza, que es rellenado con
explosivos y quemado en medio de la algarabía popular.
Con el
tiempo se han ido representando en estos muñecos también la figura de otros
"judas", personajes más actuales, que han defraudado a la
colectividad, y que de esta manera se cobra una metafórica venganza contra los
mismos, en la noche de San Juan.
Póngale nombre a su propio Judas.
En la
amplia vereda del local La Luqueñita, sobre la calle Javier Bogarín, en la zona
del mercado municipal de Luque, se exhiben los muñecos ya terminados, hechos
del tamaño de una persona humana, con sus pintorescas caracterizaciones.
Hay
personajes clásicos, como el Dr. Chapatín (personaje televisivo de la serie
Chespirito), Recallate (imitación del expresidente del Olimpia, Marcelo
Recanate), presidentes y expresidentes de la República, pero la mayoría no
tiene nombres ni fisonomía propia, a la espera de que los propios clientes le
den la denominación que más prefieran.
"Hay
personas que quieren que el Judas sea su propio jefe o su suegro, o algún político
al que le odian especialmente, entonces nos piden que le demos alguna forma
especial, o lo llevan así y ellos mismos le dan la identidad que quieren",
explica Carmen Benítez, quien aprendió el oficio de confeccionar muñecos para
el Judas kái de sus padres, quienes ya se dedicaban a este negocio.
En un
pequeño taller detrás del salón de ventas, ella dirige la confección de los muñecos,
a cargo de varios jóvenes empleados. Primero se instala un armaje de madera,
con forma muy básica de esqueleto humano, al cual se le agrega un pantalón y
una camisa, que se van rellenando con pedazos de telas y papel diario.
Para la
cabeza se usa una pelota de plástico, a la que se cubre con tela, se le pintan
las facciones y se le agrega gruesos hilos de colores para fingir la cabellera.
En el interior del cuerpo se ubican las bombas y explosivos, según la potencia
de estruendo que se requiera.
"Somos
muy cuidadosos en el tipo de explosivos que le ponemos adentro, solo aquellos
que detonan y se consumen en el mismo lugar, ninguna bomba tres por tres, ni
petardos que puedan saltar y herir a las personas", explica Carmen.
El muñeco
más barato cuesta G. 200 mil, pero el precio sube según la cantidad y calidad
de explosivos. "Hay que mojarlos con querosén solo poco antes de
prenderles fuego", señala.
En el
local también se venden las bolas de tela preparadas para la tradicional pelota
tatá (pelota llameante), tres unidades por G. 10 mil, además de cántaros de
varios tipos, para el juego del kambuchi jejoka (quiebra de cántaros).
"La
fiesta de San Juan es una tradición profundamente paraguaya, y a nosotros nos
encanta contribuir para que eso se mantenga", dice Carmen Benítez,
sonriente, mientras ayuda a terminar un nuevo muñeco de Pelusco, que en pocos días
más acabará consumido por las llamas en una plaza pública o en un estadio, en
medio de vítores y carcajadas de la multitud.
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